Coomaraswamy (Vedanta) – Vedanta e Literatura

Tomados en su materialidad, en tanto que «literatura», los textos y los símbolos son inevitablemente incomprendidos por aquellos que no están ellos mismos en la gesta. Sin excepción, los términos y símbolos metafísicos son los términos técnicos de la caza. Jamás son ornamentos literarios, y como Malinowski lo ha dicho tan bien en otra oportunidad, «El lenguaje técnico, en materias de búsqueda práctica, adquiere su significado solamente a través de la participación personal en este tipo de búsqueda». Es por esto por lo que, como el indio lo siente, los textos vedánticos solamente han sido comprendidos verbal y gramaticalmente, pero nunca realmente, por los eruditos europeos, cuyos métodos de estudio son confesadamente objetivos y no comprometidos. El Vedanta puede ser conocido solo en la medida en que ha sido vivido. Por consiguiente, el indio no puede confiar en un maestro cuya doctrina no se refleja directamente en su ser mismo. Aquí hay algo muy alejado del moderno concepto europeo de erudición.

Debemos agregar, a la intención de aquellos que mantienen nociones románticas sobre el «oriente misterioso», que el Vedanta no tiene nada que ver con la magia o con el ejercicio de poderes ocultos. Es cierto que la eficacia del procedimiento mágico y la efectividad de los poderes ocultos se dan por hecho en la India. Pero la magia es considerada como una ciencia aplicada del tipo más bajo; y aunque en el curso de la práctica contemplativa se adquieren incidentalmente poderes ocultos, tales como el de la operación «a distancia», su uso —a menos de que sea bajo las circunstancias más excepcionales— se considera como una peligrosa desviación de la vía.

El Vedanta no es un tipo de psicología ni el yoga es una suerte de terapéutica excepto muy accidentalmente. La salud física y moral son requisitos previos para el progreso espiritual. El análisis psicológico se emplea solamente para quebrar nuestra mimada creencia en la unidad e inmaterialidad del «alma», y con miras a distinguir mejor el espíritu de lo que no es el espíritu sino solamente una manifestación psicofísica temporal de una de las más limitadas de sus modalidades. Quienquiera que insiste, como Jung, en traducir las esencias de la metafísica india o china a una psicología está distorsionando meramente el significado de los textos. La psicología moderna, desde un punto de vista indio, tiene casi los mismos valores que se atribuyen al espiritismo y a la magia y demás «supersticiones». Finalmente, debo señalar que la metafísica, el Vedanta, no es una forma de misticismo, excepto en el sentido en que con Dionisio podemos hablar de una teología mística. Lo que se entiende ordinariamente por «misticismo» implica una receptividad pasiva —«debemos permitir que las cosas acontezcan en la psique» es el modo de definirlo por Jung (y con esta afirmación él mismo se proclama un «místico»). Pero la metafísica repudia la psique enteramente. Las palabras de Cristo, de que «Ningún hombre puede ser mi discípulo si no odia a su propia alma», han sido dichas una y otra vez por todos los gurús indios; y así lejos de implicar pasividad, la práctica contemplativa implica una actividad que se compara comúnmente al ardor de un fuego a una temperatura tan alta como para no mostrar ni vacilación ni humo. Al peregrino se le llama un «afanado», y el estribillo característico de la canción del peregrino es «seguir adelante, seguir adelante». La «Vía» del vedantista es sobre todo una actividad.

[1939]

Ananda Coomaraswamy