Corbin (PM) – Proclo

Discerniremos tanto mejor con ellos el peligro, la paradoja por la que el monoteísmo de la conciencia ingenua perece en su triunfo, si evocamos rápidamente, como indicaba hace un instante, la situación que se plantea de un extremo a otro del comentario que Proclo escribió sobre el Parménides de Platón. El Parménides es para él la Teogonía, que comentará en su “Teología platónica”. El Parménides de Platón es de alguna manera la Biblia, la Escritura Santa de la teología negativa, apofática, eminentemente neoplatónica. La teología negativa, via negationis (en árabe tanzih), es la que lleva a la causa más allá de todos los causados, al Uno absoluto más allá de todos los Unos, al ser más allá de todos los entes, etc. La teología negativa se presupone justamente porque el ser se inviste con todos los entes, el Uno con todos los múltiples, etc. Es ella la que, pareciendo arruinar la teología afirmativa de la conciencia dogmática, es la salvaguarda de la verdad que contiene, y ése es el segundo momento de la “paradoja del monoteísmo”. Es común a los neoplatónicos de lengua griega como a los neoplatónicos de lengua árabe. Se resuelve en una y otra parte en la simultaneidad, en la compresencia del Dios Uno y las figuras divinas múltiples. La comparación del itinerario recorrido en una y otra parte está todavía muy lejos de haberse planteado.

En la visión de Proclo está el Dios Uno y los Dioses múltiples. El Dios Uno es la hénada de las hénadas. La palabra Uno no nombra lo que es, sino que es el símbolo de lo absolutamente Inefable. Lo Uno no es uno, no posee el atributo uno. Es esencialmente único, unificante, constitutivo de todos los unos, de todos los seres que no pueden ser ente más que siendo cada vez un ente, es decir, unificados, constituidos en unidades precisamente por el Uno unífico. Es este sentido unífico del Uno el que se vincula en Proclo con la palabra hénada. Cuando esta palabra se emplea en plural, designa no producciones del Uno, sino manifestaciones del Uno, henofanías”. Dándose los caracteres por añadidura de la Unidad, son los Nombres divinos, y esos Nombres rigen la diversidad de los seres. Es a partir de los seres que le están unidos como es posible conocer las substancias divinas, es decir, los Dioses que en sí mismos son inconcebibles. Ya se ha comparado la teoría de los Nombres divinos y de las jerarquías celestiales en Proclo y en Pseudo-Dionisio Areopagita. Mucho se podría aprender de una comparación profunda con la teoría de los Nombres divinos y de las teofanías que son los Señores divinos; es decir, de la comparación, por una parte, entre la inefabilidad, en Ibn Arabi, del Dios que es el Señor de los Señores y las teofanías múltiples que constituyen la jerarquía de los Nombres divinos, y, por otra, la jerarquía que se origina, en Proclo, en la hénada de las hénadas manifestada por esas mismas hénadas y propagada por todos los grados de las jerarquías del ser: están los Dioses transcendentes; los Dioses inteligibles (en el plano del ser); los Dioses inteligibles-intelectivos (en el plano de la vida); los Dioses intelectivo s (en el plano del intelecto); los Dioses hipercósmicos (principales y asimiladores); los dioses intracósmicos (celestes y sublunares); están los seres superiores: arcángeles, ángeles, héroes, daimones. Pero esas múltiples jerarquías presuponen el Uno-Único que transciende los unos, porque los unifica; el ser que transciende los entes, porque los esencifica; la vida que transciende a los vivos, porque los vivifica. En Proclo, la armonía resulta del encuentro, en Atenas, para la fiesta de las Panateneas, entre los filósofos de la escuela de Jonia venidos de Clazomenes y los filósofos de la escuela itálica, la de Parménides y Zenón de Elea. En la escuela de Ibn Arabi resulta de la confrontación entre el monoteísmo de la conciencia ingenua o dogmática y el teomonismo de la conciencia esotérica, en resumen, de la elevación del tawhid exotérico o teológico (tawhíd olúhí) al nivel del tawhid esotérico u ontológico (tawhíd wojúdí). Ésa es la forma propia que asume en la teosofía islámica la paradoja de lo Uno y lo múltiple.

Henry Corbin (1903-1978)