Al decir que el conocimiento del Tao es imposible, se refiere Chuang Tzu al conocimiento por medio de los sentidos y por la inteligencia discursiva a la que Platón y Aristóteles llamaban dianoia y supone pluralidad de nociones. Analizando y comparando estas nociones es como se busca la verdad lógica. No conviene a Dios, quien es uno y simple. No niega otra clase de conocimiento directo del espíritu al que los susodichos filósofos llaman noesis. Podemos llamarle místico porque es el mismo Tao el que brilla en el espíritu que ha llegado a la calma, vaciedad y pureza perfecta en la que se asienta el Tao.
Plotino dice lo mismo: “el alma necesita razonar en la duda o en la ignorancia, pero no el Inteligible cuando la Inteligencia brilla en ella.” (PLOTINO, Enn. IV 1 8 p. 85)
“Para conocer la parte más divina del alma hay que descartar al cuerpo, a las sensaciones, a los deseos.” (PLOTINO, Enn. V 3, 9 p. 60.)
“Como para conocer lo Inteligible es menester no tener imagen alguna de las cosas sensibles, así para conocer lo que está sobre la inteligencia, hay que apartarse de lo inteligible.” (PLOTINO, Enn. V,5,6)
“Cuando nos creemos ignorantes es cuando nuestra ciencia es mas conforme a la inteligencia.” (PLOTINO, Enn. V,8,11)
“Para unirse al Bien, que no tiene forma alguna, debe despojarse de todas las formas para recibir ella sola a El solo.” (PLOTINO, Enn. VI,7,34)
La ascesis taoísta tiene precisamente esta finalidad, renunciar a la vida sensorial, despojarse de la inteligencia y de los sentimientos de la voluntad para llegar a un estado de indiferencia perfecta que se describe como un alelamiento o insania inconsciente. De este estado caótico de la conciencia se dice ser la posesión del Tao.
La comparación a que echan mano, para expresar esta calma del espíritu en perfecta indiferencia, es la del agua en reposo absoluto. En ella se reflejan perfectamente hasta los pelos de la barba y de las pestañas del que se la acerca. También la de un espejo bien terso y limpio que refleja el objeto sin añadir nada al objeto que viene y sin quedarse avaramente con nada de él cuando se aleja.
Los sentidos no son adecuados para conocer el Tao invisible. La inteligencia se deja influenciar por el amor o la aversión, simpatía y antipatía que las cosas ejercen en el corazón. Sólo el espíritu vacío y libre puede conocer la Verdad, el Tao. El santo, el hombre-verdad, es el que ha llegado a esta pureza y simplicidad originaria.
Para el taoísta se conoce al Tao, no con el pensar del entendimiento sino, llegándose y compenetrándose con El. El conocer es unirse el sujeto con el objeto. Las palabras con que se expresa el conocer son “ta” alcanzar (el objeto), “te” obternerlo, “tung” penetrarlo y “t’i” incorporarlo. Hemos citado varios textos sobre la incapacidad de los sentidos al hablar de la inasequibilidad del Tao. Citaremos algunos sobre la necesidad de despojarse de la inteligencia.
En el c. 26 p. 199,6: “Cuando se despoja de la sabiduría pequeña es cuando brilla la Gran -Saoí’dKría”. En el c. 4 p. 28,4: “Siempre hemos oído que los que tienen entendimiento son los que entienden y nunca hemos oído que sin entendimiento se puede entender. Pero mira el vacío. En una habitación vacía nace la blanca claridad.”
En el c. 22 p. 156, 7, Confucio pregunta a Lao Tzu sobre el más alto Tao. Lao Tzu le responde:
“Practica la abstinencia y la guarda de tu corazón. Lava y blanquea tu espíritu. Despójate de tu inteligencia. Pues el Tao es arcano y difícil de expresarlo.”
En el párrafo anterior ha dicho:
“Nieh Ch’üeh preguntó a Pei I sobre el Tao. Pei I le contestó: Rectifica tu comportamiento exterior, unifica tu visión y la armonía del Cielo vendrá a ti. Concentra tu inteligencia. Unifícate y el Espíritu vendrá a hacer en ti su morada. El Te, (Virtud), será tu gloria y el Tao vendrá a morar en ti. Sea tu mirada inocente como la del ternero recién nacido y no trates de indagar las causas o razones de las cosas. Aún Pei I no había terminado de hablar, cuando Nieh Ch’üeh quedó dormido (en éxtasis). Pei I, muy contento marchó cantando. Su aspecto es de momia seca y su corazón como ceniza muerta. Ha logrado realizar su sabiduría. No se ha obstinado en las razones de las cosas. Sin voluntad propia, a oscuras, en un estado caliginoso no es capaz de concertar sus pensamientos. ¡Qué hombre este!”
En el c. 16 p. 112, 3: Antiguamente “no entorpecían con sus conocimientos la Virtud del Tao”
En el c. 11 p. 76, 8:
“Despójate de tu cuerpo y arroja de ti tu oído y tu vista; olvida las leyes y las cosas; unifícate con el vapor inmenso; desata tu corazón y suelta tu espíritu. Quédate insensible como sin alma.”
En el c. 5 p. 40, 7 se dice del Santo:
¿”Para qué necesita la inteligencia si no necesita discurrir?”
A este estado se le llama “asentarse en el olvido” tso wang c. 6 p. 53, 14:
Yen Hui dice a su maestro Confucio que él ha llegado ya a asentarse en el olvido. “¿Qué quieres decir con eso? le pregunta asombrado. “Es desprenderme de los miembros de mi cuerpo, suprimir la inteiigencia, desasirme de mi cuerpo, eliminar los conocimientos adquiridos y unirme a la Gran Universalidad”.
Plotino exige también ese olvido total de todo para la unión con Dios (Enn VI,9,7). En el c. 4 p. 28,3 de Chuang-tzu:
Confucio, convertido al taoismo, dice a su discípulo Yen Hui que “guarde la abstinencia del corazón”. Yen Hui pregunta cómo es la abstinencia de! corazón. “Unifica tu voluntad. No oigas con tos oídos, sino oye con el corazón; tampoco oigas con el corazón, sino oye solamente con el espíritu. Cuando hayas cesado de oír con los oídos y el corazón haya cesado de apegarse a las cosas, el espíritu queda vacío y espera a las cosas. Porque el Tao sólo se posa en el vacío. El vacío es la abstinencia del corazón.”
Tenemos aquí los grados de la ascensión mística: 1° purgación de los sentidos; 2° iluminación o noche del alma desposeída de las luces de la inteligencia; 3° unión o posesión del Tao. Cfr. c. 6 p. 47, 7.
En el c. 12 p. 86,11, Confucio llama a esta ascesis “ascesis caótica”.
“Conocen la Unidad, dice de ettos, ignoran la dualidad. Cuidan su interior y descuidan su exterior. Su iluminación les ha introducido en la sencittez primitiva y con la quietud de la inacción han restaurado su nativa autenticidad”.
En sus contemplaciones o éxtasis han experimentado la vivencia de la Unidad. A Esta la consideran la única verdadera. De aquí la convicción de que la verdad de las cosas no se puede encontrar en la multiplicidad.
“Nunca abandonan ese su estado caótico. Si se apercibieran o recuperaran la conciencia se disociarían de Él” c. 11 p. 77, 8.
Este estado, previo a la posesión del Tao, le concibe el taoísta como una especie de alelamiento. La melodía Hsien Ch’ih del emperador Huang Ti es una especie de contemplación puesta en música. Véase el c. 14 p. 99ss. Se supone ejecutada en el profundo desierto, símbolo de la soledad y del vacío. Termina así:
“El oído no percibe su voz; el ojo no ve su figura; llena Cielos y Tierra. Envuelve los seis puntos del espacio. Tu quisiste oírle y no le percibiste, por eso quedaste aturdido. Esta música, al principio, produce pavor y deja desazón. Por eso yo de nuevo he relajado la melodía y he continuado retajándola hasta ta total desaparición (del pavor). Al fin has quedado aturdido. El aturdimiento te ha dejado alelado y como insensato. Es el alelamiento de ta posesión del Tao. El Tao ha podido reposar en ti y asociarte a Él.”
A este estado, en varias partes de la obra, se le llama insania y parece que al entrenamiento para provocarla se le consideraba disciplina esotérica. En el c. 22 p. 159,1:
“Mi maestro se ha muerto sin haberme enseñado la doctrina anagógica (de !a locura). Yen Kang Tiao at oirlo dijo: Es esto a lo que se obtigan los hombres virtuosos del mundo que han comprendido el Tao.
“El anciano pescador del c. 31 se niega a enseñarle a Confucio: “Yo, le dice, tengo aprendido este dicho: A quien es capaz de ir contigo dale y condúcele hasta el maravilloso Tao. A quien no es capaz de ir contigo y conocer el Tao, cuida de no darle. Así no habrá en ti falta” p. 235, 7.
En el c. 2 p. 20, 11, se llama también locura a esta ciencia, y se aconseja quedar como un estólido.
En el Fedón de Platón se llama también manía o delirio a este entusiasmo por lo divino. Allí también se exige desembarazarse del cuerpo y de los sentidos para contemplar a Dios (Fedón 67d y Fedro 249d). Plotino dice que se convierte en inteligencia amorosa, emborrachada del néctar divino (Enn. VI,7,35).