FRANCISCO GARCÍA BAZÁN: RENÉ GUÉNON OU A TRADIÇÃO VIVENTE (GBTV)

La declinación descripta de las religiones y de sus correspondientes efectos civilizadores es, en realidad, el síntoma verificable de una falla fundamental. En efecto, paralela a la distinción entre metafísica y religión circula entre las páginas de Guénon, la diferencia entre esoterismo y exoterismo. Se atiene el pensador franco-egipcio a la etimología nominal para explicar el significado de estos vocablos. Lo esotérico (con la gravitación designativa del prefijo eso = eiso: dentro, en el interior), se refiere a la interioridad, lo íntimo o profundo. Lo exotérico (característica lingual del prefijo exo: fuera, en el exterior) apunta a lo extrínseco, la cara externa o lo superficial. Como desde el punto de vista de los testimonios históricos ambas faces o niveles de una misma realidad se ofrecen conjuntamente en el Islamismo, Guénon trae a la memoria para facilitar una ilustración más exacta las expresiones en árabe: el-ha-qîgah, la “verdad” interior y es-shariyah, “la gran vía”. ESOTERISMO/exoterismo, por lo tanto, como metafísica/religión, constituyen un par de categorías teóricas que responden a fenómenos históricos y que deben, en consecuencia, su presencia positiva al desarrollo mismo de los ciclos cósmicos. Si desde el ángulo estrictamente doctrinal es posible sostener que la pareja de nociones esoterismo/metafísica son categorías más elevadas que las que forman la dualidad exoterismo/religión, desde la perspectiva del despliegue temporal de la tradición se ha de aceptar igualmente que los conceptos de exoterismo/religión corresponden a algo así como una excrecencia externa del par esoterismo/metafísica. En la medida en que el cosmos como una contextura biofísica que incluye al hombre pasiva y activamente, se aleja de sus principios constitutivos, la tradición sufre cambios atenuantes en su traspaso, transformaciones reflejas, analógicas, que posibilitan que lo más interno, verdadero y profundo del universo de lo sagrado, se exprese según medidas más externas, superficiales y generales. El punto se proyecta como circunferencia, pero permanece siendo punto. Este proceso que vamos dibujando que se encuentra en relación directa con la cantidad, se muestra en relación inversa con la calidad. Y en esta circunstancia precisa se descubre el vínculo cjue existe entre la diada conceptual esoterismo/metafísica y la concepción de la iniciación en su nivel sociológico, como centro iniciático al que sostiene el principio de la tradición. Porque si la interioridad se amplía exteriorizándose y con su extensión se debilita, el núcleo inmóvil, sin embargo, debe permanecer firme, para que exista la proyección periférica. Unicamente la trasmisión regular, exacta, completa y cuidadosa del patrimonio tradicional puede sostener el fenómeno del esoterismo y el de su imagen.depauperada, el exoterismo. Los centros o sociedades iniciáticas, en el comienzo de un gran ciclo cósmico o de la manifestación, único y singular, son no sólo la condición que exige la pervivencia de la tradición pura, sino también contaminada bajo su forma exotérica. Por estas razones de peso cuando las agrupaciones regulares esotéricas o iniciáticas desaparecen del seno de una civilización, su ordenamiento exotérico o religioso, corre un gravísimo riesgo, el de la entrega a su propio decurso vertiginoso carente de todo eje de apoyo y con ello, como se comprende fácilmente, su descenso irrecusable hacia la catástrofe. El panorama de Occidente juzgado desde este punto de vista es desolador para Guénon. Aunque con lógica irrebatible en los límites de una concepción desesperada, identifica también nuestro autor cuáles son los únicos medios de solución. La recuperación de la civilización occidental desde adentro, mediante la reconstitución de los centros iniciáticos desaparecidos, pues ellos son la única garantía que mantiene floreciente al exoterismo religioso. Las agrupaciones esotéricas reconstruidas han de ser por necesidad católicas, pues se trata de resucitar el alma de un cuerpo exánime. Este renacimiento también, por obligación, ha de ir precedido por el despertar de minorías espirituales (la famosa elite intelectual tan maltratada en su significación por simpatizantes manipuladores y rivales ideológicos) que comprendiendo cuanto de valor entraña la doctrina tradicional, se adhiera firmemente a ella y colabore para reorganizar la regularización de la verdadera iniciación. Por supuesto que contando con cuantos apoyos le puedan prestar las organizaciones esotéricas existentes y legítimas que bajo diversos rostros se muestran, según se ha podido describir, en el Oriente.