Evola Nephelin

Revolta contra o Mundo Moderno

A propósito de un período anterior al diluvio, el mito bíblico habla de una raza de “hombres poderosos que habían sido, antiguamente, hombre gloriosos”, isti sunt potentes a sasculo viri famosi, nacidos de la unión de seres celestes con mujeres, que los habían “seducido”: unión que, como hemos visto, puede ser considerada como uno de los símbolos del proceso de mezcla, en virtud del cual la espiritualidad de la edad de la Madre sucedió a la espiritualidad de los orígenes. Es la raza de los Gigantes — Nephelin — que son llamados también en el Libro de Enoch, “gentes de extremo-Occidente”. Según el mito bíblico, a causa de esta raza la violencia reinó sobre la tierra, hasta el punto de provocar la catástrofe diluviana. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 7

Recuerda, por otra parte, el mito platónico del andrógino. Una raza fabulosa y “andrógina” de seres poderosos habían logrado inspirar temor a los mismos dioses. Estos, a fin de paralizarlos, separaron a estos seres en dos partes, “macho” y “hembra”. Tal división destruyó su poder capaz de inspirar terror a los dioses, y en ocasiones se hace alusión al simbolismo de la “pareja enemiga” que se repite en muchas tradiciones y cuyo tema es susceptible de una interpretación no solo metafísica, sino igualmente histórica. Se puede hacer corresponder la raza original poderosa y divina, andrógina, con el estadio durante el cual los Nephelin “fueron hombres gloriosos”: es la raza de la edad de oro. Luego, se produjo una división; del “dos”, la pareja, la díada, se diferenció “uno”. Uno de los términos es la Mujer (Atlántida): frente a la Mujer, el Hombre, un Hombre que ha dejado de ser espíritu y sin embargo se revuelve contra el simbolismo lunar afirmándose en tanto que tal, entregándose a la conquista violenta y usurpando poderes espirituales determinados. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 7

La primera posibilidad es precisamente la posibilidad titánica en sentido negativo, propia al espíritu de una raza materializada y violenta, que no reconoce la autoridad del principio espiritual correspondiente al símbolo sacerdotal o bien al “hermano” espiritualmente femenino (por ejemplo Abel frente a Caín) y se apoya — cuando no se apropia, frecuentemente por sorpresa, y para un uso inferior — en conocimientos que le permiten dominar ciertas fuerzas invisibles que actúan en las cosas y en el hombre. Se trata pues de una rebelión prevaricadora, de una deformación de lo que podía ser el derecho propio de los “hombres gloriosos” anteriores, es decir de una espiritualidad viril inherente a la función de orden y de dominación de lo alto. Es Prometeo quien usurpa el fuego celeste en provecho de razas solamente humanas, pero no sabe como soportarlo. El fuego se convierte así para él en una fuente de tormento y condenación hasta que otro héroe, más digno, reconciliado con el principio olímpico — con Zeus — y aliado de este en la lucha contra los Gigantes — Hércules — lo libera. Se trata de la raza “muy inferior” tanto por su naturaleza, ryne, como por su inteligencia, noema. Según Hesiodo, tras la primera edad, rechaza respetar a los dioses, se entrega a las fuerzas telúricas (al final de su ciclo, se convertirá — según Hesiodo — en la raza de los demonios subterráneos, hypochtonioi). Preludia así a una generación ulterior, mortal, caracterizada solo por la tenacidad, la fuerza material, un gusto salvaje por la violencia, la guerra y el poder absoluto (la edad de Bronce de Hesiodo, la edad de acero según los iranios, de los gigantes — Nephelin — bíblicos). Según otra tradición helénica, Zeus habría provocado el diluvio para extinguir al elemento “fuego” que amenazaba con destruir toda la tierra, cuando Faeton, hijo del Sol, no consiguió dominar la cuádriga cuyos caballos desbocados habían acercado demasiado el disco solar a la tierra. “Tiempo del hacha y de la espada, tiempo del viento, tiempo del Lobo antes que el mundo sucumba. Ningún hombre perdonará a otro”, tal es el recuerdo de los Edas. Los hombres de esta edad “tienen el corazón duro como el acero”. Pero “aunque suscitan el miedo”, no pueden evitar sucumbir ante la muerte negra y desaparecen en la humedad (euroenta), morada larvaria del Hades. Si, según el mito bíblico, el diluvio puso fin a esta civilización, se debe pensar que es con el mismo linaje que se cierra el ciclo atlante, que es la misma civilización que fue tragada por las aguas a fines de la catástrofe oceánica, quizás (como lo presentan algunos) por efecto del abuso, mencionado anteriormente, de algunos poderes secretos (magia negra titánica). REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 7

Las civilizaciones heroicas que surgen antes de la edad del hierro — es decir antes de la época desprovista de todo principio espiritual, de la naturaleza que sea — y al margen de la edad de bronce, en el sentido de una superación de la espiritualidad demetríaco-afrodítica o del hybris titánico, o para vencer los intentos amazónicos, representan resurrecciones parciales de la Luz del Norte, de los momentos de restauración del ciclo de oro ártico. Es significativo, a este respecto, que entre las empresas que habrían conferido a Hércules la inmortalidad olímpica, figura la del jardín de las Hespérides y que, para llegar a él, haya pasado, según algunas tradiciones, por la región simbólica del norte “que los mortales no alcanzarán ni por tierra, ni por mar”, por el país de los Hiperbóreos, de donde este héroe — el “hermoso vencedor”, challinikos — habría traído el olivo con el cual se corona a los vencedores. Desde cierto punto de vista, estas civilizaciones representan la buena semilla, el resultado positivo de la unión de los “ángeles” con los habitantes de la tierra o dioses inmortales con mujeres mortales. No existe, en último análisis, ninguna diferencia entre los héroes cuya generación es explicada por la entrada de fuerzas divinas en los cuerpos humanos y por la unión de dioses olímpicos con mujeres, — estos “hombres gloriosos”, los Nephelin, fueron engendrados igualmente por la unión de ángeles con mujeres, antes de entregarse a la violencia — como ocurre con la raza heroica de los Völsungen que, según la leyenda de los Niebelungen, habrían sido engendrados por la unión de un dios con una mujer mortal y estos reyes solares, en fin, a los que frecuentemente se les atribuyó el mismo origen. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 7

En cuanto a la civilización asiria, ulteriormente nacida del mismo estrato, aparece sobre todo marcada por las características de los ciclos titánicos y afrodíticos. Al mismo tiempo que surgen razas y divinidades viriles de tipo violento, brutalmente sensual, cruel y belicoso, se afirma una espiritualidad que culmina en representaciones afrodíticas del tipo de las Grandes Madres, a las cuales los primeros terminan por subordinarse. El intento de Gilgamesh de aparecer como el héroe solar que desprecia a la Diosa y se esfuerza en conquistar solo el árbol de la vida, fracasa: el don de la “eterna juventud” que había conseguido obtener alcanzando — gracias por otra parte a la intervención de una mujer, la “Virgen de los Mares”- la tierra simbólica donde reina el héroe superviviente de la humanidad divina PRE-diluviana, Utnapishtim-Atrachasis el Lejano, y que quería llamar a los hombres “para que prueben la vida inmortal”, ese don le es de nuevo robado por una serpiente. Y esto podría ser elevado, quizás, a símbolo de la incapacidad de una raza guerrera materializada por alcanzar el plano trascendente en el que habría podido transformarse en una raza de “héroes”, capaz de acoger y conservar realmente el “don de la vida” y de recuperar la tradición primordial. Por otra parte, igual que la noción asirio-caldea del tiempo es lunar, en oposición a la noción solar egipcia, así en tales civilizaciones aparecen huellas de ginecocracia de tipo afrodítico. A título de ejemplo particularmente característico se puede citar al afeminado Sardanapalo y a Semíramis, la cual, casi por reflejo de las relaciones propias a la pareja divina formada por Isthar y Ninip-Ador, fue la soberana efectiva del reino de Nino. También sobre el plano de las costumbres parece que en tales razas, inicialmente la mujer hubiera tenido un papel preponderante; si el hombre tomó ulteriormente la delantera, hay que ver en ello, analógicamente, el signo de un movimiento más amplio, pero con el sentido de una involución ulterior más que de una resurrección. El reemplazo de los caldeos por los asirios corresponde en efecto, en diversos aspectos, al tránsito de un estado demétrico a un estado “titánico”, tránsito particularmente aparente en la forma en que la ferocidad asiria sucedió a la sacerdotalidad astrológico-lunar caldea. Es muy significativo que la leyenda establezca una relación entre Nemrod, — al cual se atribuye la fundación de Nínive y del Imperio asirio — y los Nephelin y otros tipos de “gigantes” PRE-diluvianos, que, por su violencia, habrían terminado por “corromper las vías de la carne sobre la tierra”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 8

A la enseñanza tradicional relativa a la caida que prosigue a través de las cuatro edades del mundo, corresponde, en el Edda, el conocido tema del rakna-rökkr, el “destino” u “oscurecimiento” de los dioses. Esto ocurre en un mundo en lucha, dominado por la dualidad. Esotéricamente, este “oscurecimiento” concierne metafóricamente a los dioses. Se trata ante todo del oscurecimiento de los dioses en la conciencia humana. Es el hombre quien, progresivamente pierde a los dioses, es decir las posibilidades de contacto con ellos. Sin embargo este destino puede ser eludido durante largo tiempo en tanto sea mantenido, en su pureza, el depósito de este elemento primordial y simbólico, con el que había sido construido, en la región original del Asgard, el “palacio de los héroes”, la sala de los doce tronos de Odín: el oro. Pero este oro que podía ser un principio de salvación en tanto que no ha sido tocado por la raza elemental, ni por el hombre, cae finalmente en poder de Alberic, rey de los seres subterráneos, que se convertirán en los Nibelungos en la redacción mas tardía del mito. Se trata manifiestamente aquí de un eco de lo que corresponde, en otras tradiciones, al advenimiento de la edad de bronce, al ciclo de la usurpación titánico-prometeica, en la época prediluviana de los Nephelin. No está quizás carente de relación con una involución telúrica y mágica, en el sentido inferior del término, de los cultos precedentes. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 11



Julius Evola