Revolta contra o Mundo Moderno
En Grecia, el pitagorismo traduce, bajo diversos aspectos, un retorno del espíritu pelasgo. A pesar de sus símbolos astrales y solares y aunque se puedan incluso percibir algunos ecos hiperbóreos, la doctrina pitagórica está esencialmente impregnada por el tema demetríaco y panteista. Es, en el fondo, el espíritu lunar de la ciencia sacerdotal caldea o maya el que se refleja en su visión del mundo como número y armonía, es el tema oscuro, pesimista y fatalista, del telurismo que se conserva en la concepción pitagórica del nacimiento terrestre como castigo e incluso en la doctrina de la reencarnación. Puede intuirse a que síntomas corresponde todo esto. El alma que perpetuamente se encarna, no es más que el alma sometida a la ley telúrica. El pitagorismo e incluso el orfismo, enseñando la reencarnación, muestran la importancia que conceden al principio telúricamente sometido al renacimiento, es decir a una verdad que es propia de la civilización de la Madre. La nostalgia de Pitágoras hacia los dioses del tipo demetríaco (tras su muerte, la morada de Pitágoras se convirtió en santuario de Demeter), el rango que las mujeres tenían en las sectas pitagóricas, donde figuraban incluso como iniciadoras, donde, hecho significativo, el rito funerario de la inicineración era prohibido y se tenía horror a la sangre, se convierten en esta perspectiva, en muy comprensibles. En semejante marco, la salida del “ciclo de los renacimientos” no pudo pues presentar un carácter mas sospechoso (es significativo, que en el orfismo la morada de los bienaventurados no esté sobre la tierra, como en el símbolo aqueo de los Campos Eliseos, sino bajo la tierra en compañía de los dioses inferiores) carácter opuesto al ideal de inmortalidad propio de la “vía de Zeus”, que alude a la región de “aquellos-que-son”, distanciados, inaccesibles en su perfección y su pureza como las naturalezas fijas del mundo uranio, de la región celeste donde domina, en las esencias estelares, exentas de mezcla, distintas y perfectamente ellas mismas, la “virilidad incorpórea de la luz”. El consejo de Píndaro de “no intentar convertirse en dios”, anuncia ya la relajación del impulso heroico del alma helénica hacia la trascendencia. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 9
Aunque no haya podido sustraerse a la influencia de los Libros Sibilinos, — introducidos, parece, por el Segundo Tarquino, libros que representaban precisamente el elemento asiático mezclado a un helenismo bastardo y preparan el rito plebeyo, introduciendo, en el antiguo culto patricio cerrado, nuevos y equívocas divinidades — Roma supo reaccionar cada vez que el elemento enemigo se manifestaba abiertamente y amenazaba su realidad más profunda. Se ve así combatir a Roma contra las invasiones báquico-afrodíticas y proscribir las Bacanales; desconfiar de los misterios de origen asiático, que polarizaban en torno suyo un misticismo malsano; no tolerar los cultos exóticos, entre los cuales se deslizaba con insistencia el tema ctónico y el de las Madres, más que en la medida rigurosa en que no ejercían ninguna influencia perjudicial sobre un modo de vida virilmente organizado. La destrucción de los libros apócrifos de Numa Pompilio y el destierro de los “filósofos”, particularmente de los pitagóricos, no son solo debidos a motivos políticos y contingentes. Tiene razones más profundas. Al igual que los residuos etruscos, el pitagorismo, cuya aparición en Grecia corresponde a una reminiscencia pelasga, puede ser considerado, por su reevocación nostálgica de figuras de diosas como Rea, Démeter y Hestia, por su espíritu lunar-matemático, por su coloración panteista, por el papel espiritual que reconoce a la mujer, a pesar de la presencia de elementos de tipo diferente, como una ramificación de una civilización “demetríaca” purificada, en lucha contra el principio opuesto actuando entonces en tanto que espíritu invisible de la romanidad. Es significativo que los autores clásicos hayan visto una relación estrecha entre Pitágoras y los Etruscos y que los comentarios proscritos de los libros de Numa Pompilio tendieran precisamente a establecer esta relación y a reabrir las puertas — bajo las máscara de un pretendido tradicionalismo — a la influencia antitética, anti-romana, pelasgo-etrusca. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 9