Agentes Contra-iniciação

René Guénon — O REINO DA QUANTIDADE E SINAL DOS TEMPOS
El fin de un mundo
Agentes da Contra-iniciação
Esto plantea todavía otra cuestión conexa de la que diremos algunas palabras, aunque, a decir verdad, algunas de las consideraciones precedentes le aportan ya una respuesta implícita: ¿en qué medida esos mismos que representan más completamente la «contrainiciación» son efectivamente conscientes del papel que desempeñan, y en qué medida no son al contrario más que instrumentos de una voluntad que les rebasa, y que, por lo demás, ignoran por eso mismo, aunque están inevitablemente subordinados a ella? Según lo que hemos dicho más atrás, el límite entre estos dos puntos de vista bajo los cuales se puede considerar su acción está forzosamente determinado por el límite mismo del mundo espiritual, en el cual no pueden penetrar de ninguna manera; pueden tener conocimientos tan extensos como se quiera suponer en cuanto a las posibilidades del «mundo intermediario», pero esos conocimientos no estarán siempre por ello menos irremediablemente falseados por la ausencia del espíritu que es el único que podría darles su verdadero sentido. Evidentemente, tales seres no pueden ser nunca mecanicistas ni materialistas, y ni siquiera «progresistas» o «evolucionistas» en el sentido vulgar de estas palabras, y, cuando lanzan en el mundo las ideas que estas palabras expresan, le engañan deliberadamente; pero esto no concierne en suma más que a la «antitradición» negativa, que no es para ellos más que un medio y no un fin, y podrían, igual que los otros, intentar excusar este engaño diciendo que «el fin justifica los medios». Su error es de un orden mucho más profundo que el de los hombres a los que influencian y «sugestionan» con tales ideas, ya que no es otra cosa que la consecuencia misma de su ignorancia total e invencible de la verdadera naturaleza de toda espiritualidad; por eso es por lo que es mucho más difícil decir exactamente hasta qué punto pueden ser conscientes de la falsedad de la «contratradición» que apuntan a constituir, puesto que pueden creer muy realmente que en eso se oponen al espíritu, tal como se manifiesta en toda tradición normal y regular, y que se sitúan al mismo nivel de aquellos que la representan en este mundo; y, en este sentido, el Anticristo será ciertamente el más «ilusionado» de todos los seres. Esta ilusión tiene su raíz en el error «dualista» del que ya hemos hablado; y el dualismo, bajo una forma o bajo otra, es el hecho de todos aquellos cuyo horizonte se detiene en ciertos límites, aunque sean los del mundo manifestado entero, y que, al no poder resolver así, reduciéndola a un principio superior, la dualidad que constatan en todas las cosas en el interior de esos límites, la creen verdaderamente irreductible y son llevados por eso mismo a la negación de la Unidad suprema, que para ellos es efectivamente como si no existiera. Por eso es por lo que hemos podido decir que los representantes de la «contrainiciación» son finalmente engañados por su propio papel, y que su ilusión es incluso verdaderamente la peor de todas, puesto que, en definitiva, es la única por la cual un ser pueda, no ser simplemente extraviado más o menos gravemente, sino ser realmente perdido sin retorno; pero evidentemente, si no tuvieran esta ilusión, no desempeñarían una función que, no obstante, debe ser desempeñada necesariamente como toda otra para el cumplimiento mismo del plan divino en este mundo.