Guénon Espiritismo Ocultismo

René Guénon — O ERRO ESPÍRITA
ESPIRITISMO Y OCULTISMO
El ocultismo es también una cosa muy reciente, quizás un poco más reciente todavía que el espiritismo; este término parece haber sido empleado por primera vez por Alphonse-Louis Constant, más conocido bajo el seudónimo de Eliphas Lévi, y nos parece muy probable que sea él su inventor. Si la palabra es nueva, es porque lo que sirve para designar no lo es menos: hasta entonces, había habido «ciencias ocultas», más o menos ocultas por lo demás, y también más o menos importantes; la magia era una de esas ciencias, y no su conjunto como algunos modernos lo han pretendido1; de igual modo la alquimia, la astrología y muchas otras todavía; pero jamás se había buscado reunirlas en un cuerpo de doctrina única, lo que implica esencialmente la denominación de «ocultismo». A decir verdad, el supuesto cuerpo de doctrina está formado de elementos bien disparatados: Eliphas Lévi quería constituirle con la kabbala hebraica, el hermetismo y la magia; aquellos que vinieron después de él debían dar al ocultismo un carácter bastante diferente. Las obras de Eliphas Lévi, aunque mucho menos profundas de lo que pretenden sus aires, ejercieron una influencia extremadamente extensa: inspiraron a los jefes de las escuelas más diversas, como a Mme Blavatsky, la fundadora de la Sociedad Teosófica, sobre todo en la época en que publicó Isis Dévoilée, como al escritor masónico americano Albert Pike, como a los neorosicrucianos ingleses, etc. Por lo demás, los teosofistas han continuado empleando con bastante entusiasmo el término de ocultismo para calificar su propia doctrina, que se puede considerar en efecto como una variedad especial de ocultismo, ya que nada se opone a que se haga de esta designación el nombre genérico de escuelas múltiples de las que cada una tiene su concepción particular; sin embargo, no es así como se entiende lo más habitualmente. Eliphas Lévi murió en 1875, el mismo año en que fue fundada la Sociedad Teosófica; en Francia, pasaron entonces algunos años durante los cuales apenas si se trató de ocultismo; es hacia 1887 cuando el Dr. Gérard Encausse, bajo el nombre de Papus, retomó esta denominación, esforzándose en agrupar alrededor de él a todos aquellos que tenían tendencias análogas, y es sobre todo a partir del momento en que se separó de la Sociedad Teosófica, en 1890, cuando pretendió en cierto modo monopolizar el título de ocultismo en provecho de su escuela. Tal es la génesis del ocultismo francés; se ha dicho a veces que este ocultismo no era en suma más que «papusismo», y eso es verdad en más de un respecto, ya que una buena parte de sus teorías no son efectivamente más que la obra de una fantasía individual; las hay incluso que se explican simplemente por el deseo de oponer, a la falsa «tradición oriental» de los teosofistas, una «tradición occidental» no menos imaginaria. No vamos a hacer aquí la historia del ocultismo, ni a exponer el conjunto de sus doctrinas; pero, antes de hablar de sus relaciones con el espiritismo y de lo que le distingue de él, eran indispensables estas explicaciones sumarias, a fin de que nadie pueda sorprenderse de vernos clasificar al ocultismo entre las concepciones «neoespiritualistas».

Como los teosofistas, los ocultistas en general están llenos de desprecio hacia los espiritistas, y eso se comprende hasta un cierto punto, ya que el teosofismo y el ocultismo tienen al menos una apariencia superficial de intelectualidad que no tiene el espiritismo, y pueden dirigirse a espíritus de un nivel un poco superior. Así vemos a Papus, haciendo alusión al hecho de que Allan Kardec era un antiguo profesor de instituto, tratar al espiritismo de «filosofía primaria»2; y he aquí cómo aprecia los medios espiritistas: «Al reclutar pocos creyentes en los medios científicos, esa doctrina se ha rebajado sobre la cantidad de adherentes que le proporcionan las clases medias y sobre todo el pueblo. Los “grupos de estudios”, más científicos unos que otros, están formados de personas siempre muy honestas, siempre de gran fe, antiguos oficiales, pequeños comerciantes o empleados, cuya instrucción científica y sobre todo filosófica deja mucho que desear. Los profesores de instituto son “luces” en esos grupos»3. Esta mediocridad es en efecto muy llamativa; pero Papus, que critica tan vivamente la falta de selección entre los adherentes del espiritismo, ¿estuvo él mismo, en cuanto a su propia escuela, exento siempre de todo reproche a este respecto? Habremos respondido suficientemente a esta pregunta cuando hayamos hecho observar que su papel fue sobre todo el de un «vulgarizador»; esta actitud, bien diferente de la de Eliphas Lévi, es enteramente incompatible con las pretensiones al esoterismo, y hay en ella una contradicción que no nos encargaremos de explicar. En todo caso, lo que hay de cierto, es que el ocultismo, así como el teosofismo, no tienen nada en común con un esoterismo verdadero, serio y profundo; y es menester no tener noción ninguna de estas cosas para dejarse seducir por el vano espejismo de una «ciencia iniciática» supuesta, que no es en realidad más que una erudición completamente superficial y de segunda o tercera mano. La contradicción que acabamos de señalar no existe en el espiritismo, que rechaza absolutamente todo esoterismo, y cuyo carácter eminentemente «democrático» concuerda perfectamente con una intensa necesidad de propaganda; es más lógica que la actitud de los ocultistas, pero las críticas de éstos no son por ello menos justas en sí mismas, y nos ocurrirá citarlas en su momento.

No vamos a volver, porque ya hemos reproducido en otra parte numerosos extractos de ellas4, sobre las críticas, a veces muy violentas, que dirigieron al espiritismo los jefes del teosofismo, muchos de los cuales, no obstante, habían pasado por esta escuela; de una manera general, las críticas de los ocultistas franceses están formuladas en términos más moderados. No obstante, al comienzo hubo ataques bastante vivos de una parte y de la otra; los espiritistas estaban particularmente ofendidos de verse tratados de «profanos» por gentes entre las cuales se encontraban algunos de sus antiguos «hermanos»; pero enseguida se pudieron observar tendencias a la conciliación, sobre todo del lado de los ocultistas, cuyo «eclecticismo» les predisponía a concesiones más bien deplorables. Su primer efecto fue la reunión en París, desde 1889, de un «Congreso espiritista y espiritualista» donde estaban representadas todas las escuelas; naturalmente, eso no hizo desaparecer las disensiones y las rivalidades; pero, poco a poco, los ocultistas, en su «sincretismo» poco coherente, llegaron a hacer una parte cada vez más amplia a las teorías espiritistas, bastante vanamente por lo demás ya que los espiritistas jamás consintieron por eso en considerarles como verdaderos «creyentes». Hubo no obstante excepciones individuales: mientras se producía este deslizamiento, el ocultismo se «vulgarizaba» cada vez más, y sus agrupaciones, más ampliamente abiertas que en el origen, acogían a gentes que, aunque entraban en ellas, no cesaban de ser espiritistas; éstos representaban quizás una elite en el espiritismo, pero una elite muy relativa, y el nivel de los medios ocultistas fue siempre rebajándose; quizás describamos algún día esta «evolución» al revés. Ya hemos hablado, a propósito del teosofismo, de esas gentes que se adhieren simultáneamente a escuelas cuyas teorías se contradicen, y que apenas se preocupan de ello, porque son ante todo sentimentales; agregaremos que, en todas esas agrupaciones, predomina el elemento femenino, y que muchos no se interesan jamás, en el ocultismo, más que por el estudio de las «artes adivinatorias», lo que da la justa medida de sus capacidades intelectuales.




  1. Papus, Traité méthodique de Science occulte, p. 324. 

  2. Traité méthodique de Science occulte, pp. 324 y 909. 

  3. Ibid., p. 331. 

  4. El Teosofismo, pp. 124-129, ed. francesa. 

Guénon – Mistérios