Guénon — A Grande Tríada — Questões de Orientação
CUESTIONES DE ORIENTACIÓN
En la época primordial, el hombre estaba, en sí mismo, perfectamente equilibrado en cuanto al complementarismo del yin y del yang; por otra parte, él era yin o pasivo sólo en relación al Principio, y yang o activo en relación al Cosmos o al conjunto de las cosas manifestadas; por consiguiente, se volvía naturalmente hacia el Norte, que es yin (NA: Por eso es por lo que, en el simbolismo masónico, se considera que la Logia no tiene ninguna ventana que abra al lado del Norte, de donde no viene nunca la luz solar, mientras que sí que las tiene sobre los otros tres lados, que corresponden a las tres «estaciones» del Sol.), como hacia su propio complementario. Al contrario, el hombre de las épocas ulteriores, a consecuencia de la degeneración espiritual que corresponde a la marcha descendente del ciclo, ha devenido yin en relación al Cosmos; así pues, debe volverse hacia el Sur, que es yang, para recibir de él las influencias del principio complementario del que ha devenido predominante en él, y para restablecer, en la medida de lo posible, el equilibrio entre el yin y el yang. La primera de estas dos orientaciones puede llamarse «polar», mientras que la segunda es propiamente «solar»: en el primer caso, el hombre, mirando a la Estrella polar o al «techo del Cielo», tiene el Este a su derecha y el Oeste a su izquierda; en el segundo caso, mirando al Sol en el meridiano, tiene al contrario el Este a su izquierda y el Oeste a su derecha; y esto da la explicación de una particularidad que, en la tradición extremo oriental, puede parecer bastante extraña a los que no conocen la razón de la misma (NA: En los mapas y en los planos chinos, el Sur estaba colocado arriba y el Norte abajo, el Este a la izquierda y el Oeste a la derecha, lo que es conforme a la segunda orientación; por lo demás, este uso no es tan excepcional como se podría creer, ya que existía también en los antiguos Romanos y subsistió incluso durante una parte de la edad media occidental.).
En efecto, en China el lado al que se atribuye generalmente la preeminencia es la izquierda; decimos generalmente, ya que no fue constantemente así en todo el curso de la historia. En la época del historiador Sseu-ma-tsien, es decir, en el siglo II a. C., la derecha parece haber tenido al contrario preeminencia sobre la izquierda, al menos en lo que concierne a la jerarquía de las funciones oficiales (NA: El «consejero de la derecha» (iou-siang) tenía entones un papel más importante que el «consejero de la izquierda» (tso-siang).); parece que haya habido entonces, bajo esta relación al menos, como una suerte de tentativa de «retorno a los orígenes», que había debido corresponder sin duda a un cambio de dinastía, ya que tales cambios en el orden humano se ponen siempre tradicionalmente en correspondencia con ciertas modificaciones del orden cósmico mismo (NA: La sucesión de las dinastías, por ejemplo, corresponde a una sucesión de los elementos en un cierto orden, puesto que los elementos mismos están en relación con las estaciones y con los puntos cardinales.). Pero, en una época más antigua, aunque ciertamente muy alejada ya de los tiempos primordiales, es la izquierda la que predominaba como lo indica expresamente este pasaje de Lao-tseu: «En los asuntos favorables (o de buen augurio), se pone arriba la izquierda; en los asuntos funestos, se pone arriba la derecha» (NA: Tao Te Ching, cap. XXXI.). Hacia la misma época, se dice también: «La humanidad, es la derecha; la Vía, es la izquierda» (NA: Li-ki.), lo que implica manifiestamente una inferioridad de la derecha en relación a la izquierda; relativamente la una a la otra, la izquierda correspondía entonces al yang y la derecha al yin.
Ahora, que esto sea una consecuencia directa de la orientación tomada al volverse hacia el Sur, es lo que prueba un tratado atribuido a Kouan-tseu, que habría vivido en el siglo VII a. C., donde se dice: «La primavera hace nacer (los seres) a la izquierda, el otoño destruye a la derecha, el verano hace crecer delante, el invierno pone en reserva detrás». Ahora bien, según la correspondencia que se admite por todas partes entre las estaciones y los puntos cardinales, la primavera corresponde al Este y el otoño al Oeste, el verano al Sur y el invierno al Norte (NA: Esta correspondencia, que es estrictamente conforme a la naturaleza de las cosas, es común a todas las tradiciones; así pues, es incomprehensible que algunos modernos que se han ocupado del simbolismo la hayan sustituido frecuentemente por otras correspondencias fantasiosas y enteramente injustificables. Así, para dar un solo ejemplo de ello, la tabla cuaternaria colocada al final del Livre de l’Apprenti de Oswald Wirth hace corresponder bien el verano al Sur y el invierno al Norte, pero la primavera la hace corresponder al Occidente y el otoño al Oriente; y se encuentran ahí todavía otras correspondencias, concretamente en lo que concierne a las edades de la vida, que están embarulladas de una manera casi inextricable.); así pues, aquí es el Sur el que está delante y el Norte detrás, el Este el que está a la izquierda y el Oeste a la derecha (NA: Igualmente, se puede aproximar a esto este texto del Yi-king: «El Sabio tiene el rostro vuelto hacia el Sur y escucha el eco de lo que está bajo el Cielo (es decir, del Cosmos), lo ilumina y lo gobierna».). Naturalmente, cuando se toma al contrario la orientación volviéndose hacia el Norte, la correspondencia de la izquierda y de la derecha se encuentra invertida, e igualmente la de delante y la de detrás; pero en definitiva, el lado que tiene la preeminencia, que sea la izquierda en un caso o la derecha en el otro, es siempre e invariablemente el lado del Este. Eso es lo que importa esencialmente, ya que con ello se ve que, en el fondo, la tradición extremo oriental está en perfecto acuerdo con todas las demás doctrinas tradicionales, en las que el Oriente siempre se considera efectivamente como el «lado luminoso» (yang) y el Occidente como el «lado obscuro» (yin) el uno en relación al otro; puesto que el cambio en las significaciones respectivas de la derecha y de la izquierda está condicionado por un cambio de orientación, es en suma perfectamente lógico y no implica absolutamente ninguna contradicción (NA: Por lo demás, puede haber todavía otros modos de orientación además de los que acabamos de indicar, modos que conllevan naturalmente adaptaciones diferentes, pero que es siempre fácil hacer que concuerden entre ellas: así, en la India, si el lado de la derecha (dakshina) es el Sur, es porque la orientación se toma mirando al Sol en su salida, es decir, volviéndose hacia Oriente; pero, por lo demás, este modo actual de orientación no impide de ningún modo reconocer la primordialidad de la orientación «polar», es decir, tomada volviéndose hacia el Norte, que es designado como el punto más alto (uttara).).
Por lo demás, estas cuestiones de orientación son muy complejas, ya que no solo es menester prestar mucha atención para no cometer ninguna confusión entre correspondencias diferentes, sino que también puede ocurrir que, en una misma correspondencia, la derecha y la izquierda prevalezcan una y otra desde puntos de vista diferentes. Es lo que indica muy claramente un texto como éste: «La Vía del Cielo prefiere la derecha, el Sol y la Luna se desplazan hacia el Occidente; la Vía de la Tierra prefiere la izquierda, el curso del agua corre hacia el Oriente; igualmente se les dispone arriba (es decir, que uno y otro de ambos lados tienen títulos a la preeminencia)» (NA: Tcheou-li.). Este pasaje es particularmente interesante, primero porque afirma, cualesquiera que sean las razones que da para ello y que deben tomarse más bien como simples «ilustraciones» sacadas de las apariencias sensibles, que la preeminencia de la derecha está asociada a la «Vía del Cielo» y la de la izquierda a la «Vía de la Tierra»; ahora bien, la primera es necesariamente superior a la segunda, y, se puede decir que es porque los hombres han perdido de vista la «Vía del Cielo» por lo que han llegado a conformarse a la «Vía de la Tierra», lo que marca bien la diferencia entre la época primordial y las épocas ulteriores de degeneración espiritual. Después, se puede ver ahí la indicación de una relación inversa entre el movimiento del Cielo y el movimiento de la Tierra (NA: Recordaremos todavía que el «movimiento» no es aquí más que una representación simbólica.), lo que está en rigurosa conformidad con la ley general de la analogía; y ello es siempre así cuando se está en presencia de dos términos que se oponen de tal manera que uno de ellos es como un reflejo del otro, reflejo que es inverso como la imagen de un objeto en un espejo lo es en relación a ese objeto mismo, de suerte que la derecha de la imagen corresponde a la izquierda del objeto e inversamente (NA: Por lo demás, es lo mismo para dos personas colocadas una frente a otra, y es por eso por lo que se dice: «adorarás tu derecha, donde está la izquierda de tu hermano (el lado de su corazón)» (NA: Phan-khoa-Tu citado por Matgioi, La Voie rationnelle, cap. VII).).
Agregaremos a este propósito una precisión que, aunque parezca bastante simple en sí misma, no obstante está lejos de carecer de importancia: es que, concretamente cuando se trata de la derecha y de la izquierda, es menester tener siempre el mayor cuidado de precisar en relación a qué se consideran; así, cuando se habla de la derecha y de la izquierda de una figura simbólica, ¿se quiere entender realmente las de esa figura, o bien las de un espectador que la mira colocándose frente a ella? Los dos casos pueden presentarse de hecho: cuando se trata de una figura humana o de algún otro ser vivo, no hay apenas duda sobre lo que conviene llamar su derecha y su izquierda; pero ya no es lo mismo para otro objeto cualquiera, para una figura geométrica por ejemplo, o también para un monumento, y entonces, lo más ordinariamente, se toma la derecha y la izquierda colocándose en el punto de vista del espectador (NA: Es así que, en la figura del «árbol sephirótico» de la Qabbalah, la «columna de la derecha» y la «columna de la izquierda» son las que uno tiene respectivamente a su derecha y a su izquierda al mirar la figura.); pero, no obstante, no es siempre forzosamente así, y puede ocurrir también que se atribuya a veces una derecha y una izquierda a la figura tomada en sí misma, lo que corresponde a un punto de vista naturalmente inverso del punto de vista del espectador (NA: Por ejemplo, Plutarco cuenta que «los Egipcios consideran el Oriente como el rostro del mundo, el Norte como estando a la derecha y el Mediodía a la izquierda» (NA: Isis y Osiris, 32; traducción de Mario Meunier, p. 112); a pesar de las apariencias, esto coincide exactamente con la designación hindú del Mediodía como el «lado de la derecha», ya que es fácil representarse el lado izquierdo del mundo como extendiéndose hacia la derecha de aquel que le contempla e inversamente.); a falta de precisar de qué se trata en cada caso, uno puede ser llevado a cometer errores bastante graves a este respecto (NA: De ahí vienen, por ejemplo, en el simbolismo masónico, las divergencias que se han producido sobre el tema de la situación respectiva de las dos columnas colocadas a la entrada del Templo de Jerusalén; no obstante, la cuestión es fácil de resolver remitiéndose directamente a los textos bíblicos, a condición de saber que en hebreo, la «derecha» significa siempre el Sur y la «izquierda» el Norte, lo que implica que la orientación se toma, como en la India, volviéndose hacia el Este. Este mismo modo de orientación es igualmente el que, en Occidente, era practicado por los constructores de la edad media para determinar la orientación de las iglesias.).
Otra cuestión conexa a la de la orientación es la del sentido de las «circumambulaciones» rituales en las diferentes formas tradicionales; es fácil darse cuenta de que este sentido se determina en efecto, ya sea por la orientación «polar» o ya sea por la orientación «solar», en la acepción que hemos dado más atrás a estas expresiones. Si se consideran las figuras aquí expuestas (NA: La cruz trazada en el círculo, y de la cual habremos de volver a hablar más adelante, marca aquí la dirección de los cuatro puntos cardinales; de conformidad a lo que hemos explicado, el Norte está situado en lo alto en la primera figura y el Sur lo está en la segunda.), el primer sentido es aquel en el que, mirando hacia el Norte, se ven girar las estrellas alrededor del polo (NA: Fig. 13); por el contrario, el segundo sentido es aquel en el que se efectúa el movimiento aparente del Sol para un observador que mira hacia el Sur (NA: Fig. 14). La circumambulación se cumple teniendo constantemente el centro a su izquierda en el primer caso, y al contrario a su derecha en el segundo (lo que se llama en sánscrito pradakshinâ); este último modo es el que está en uso, en particular, en la tradición hindú y tibetana, mientras que el otro se encuentra concretamente en la tradición islámica (NA: Quizás que no carezca de interés hacer observar que el sentido de estas circumambulaciones, que van respectivamente de derecha a izquierda (NA: Fig. 13) y de izquierda a derecha (NA: Fig. 14), corresponde igualmente a la dirección de la escritura en las lenguas sagradas de estas mismas formas tradicionales. — En la Masonería, bajo su forma actual, el sentido de las circumambulaciones es «solar» pero parece haber sido, al contrario, «polar» primeramente en el antiguo ritual operativo, según el cual el «trono de Salomón» estaba situado al Occidente y no al Oriente, para permitir a su ocupante «contemplar el Sol en su salida».). A esta diferencia de sentidos se vincula igualmente el hecho de avanzar el pie derecho o el pie izquierdo el primero en una marcha ritual: considerando todavía las mismas figuras se puede ver fácilmente que el pie que debe ser avanzado primero es forzosamente el del lado opuesto al lado que está vuelto hacia el centro de la circumambulación, es decir, el pie derecho en el primer caso (NA: Fig. 13) y el pie izquierdo en el segundo (NA: Fig. 14); y este orden de marcha se observa generalmente, incluso cuando no se trata de circumambulaciones hablando propiamente, como para marcar de alguna manera la predominancia respectiva del punto de vista «polar» o del punto de vista «solar», ya sea en una forma tradicional dada, o ya sea incluso a veces para períodos diferentes en el curso de la existencia de una misma tradición (NA: La interversión que se ha producido respecto a este orden de marcha en algunos Ritos masónicos es tanto más singular cuanto que está en desacuerdo manifiesto con el sentido de las circumambulaciones; las indicaciones que acabamos de dar proveen evidentemente la regla correcta a observar en todos los casos.).
Así, todas estas cosas están lejos de reducirse a simples detalles más o menos insignificantes, como podrían creerlo aquellos que no comprenden nada del simbolismo ni de los ritos; antes al contrario, están ligadas a todo un conjunto de nociones que tienen una gran importancia en todas las tradiciones, y se podrían dar de ello otros muchos ejemplos. A propósito de la orientación, habría lugar a tratar también cuestiones como las de sus relaciones con el recorrido del ciclo anual (NA: Se encontrará un ejemplo de la representación de este recorrido por una circumambulación en las consideraciones relativas al Ming-tang que expondremos más adelante.) y con el simbolismo de las «puertas zodiacales»; por lo demás, se encontraría ahí la aplicación del sentido inverso, que señalábamos más atrás, en las relaciones entre el orden «celeste» y el orden «terrestre»; pero estas consideraciones constituirían aquí una digresión demasiado larga, y encontrarán sin duda mejor lugar en otros estudios (NA: Sobre el carácter cualitativo de las direcciones del espacio, que es el principio mismo sobre el que reposa la importancia tradicional de la orientación, y sobre las relaciones que existen entre las determinaciones espaciales y temporales, uno podrá remitirse también a las explicaciones que hemos dado en El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. IV y V.).