Guénon Pedra Negra

René Guénon — SÍMBOLOS DA CIÊNCIA SAGRADA

PEDRA NEGRA E PEDRA CÚBICA
Hemos tenido que señalar a veces, ocasionalmente, las diversas fantasías lingüísticas a que ha dado lugar el nombre de Cibeles; no volveremos sobre ellas, que están con harta evidencia desprovistas de todo fundamento y no se deben sino a la imaginación excesiva de algunos1, y solamente encararemos algunas conexiones que pueden parecer más serias a primera vista, aunque sean igualmente injustificadas. Así, hemos visto enunciada recientemente la suposición de que Cibeles (Kybélê) “parece tomar su nombre” del árabe qubbah, porque aquélla “era adorada en las grutas” a causa de su carácter “ctonio”. Esta pretendida etimología tiene dos defectos, uno solo de los cuales bastaría para descartarla: en primer lugar, como otra de la que hablaremos en seguida, no tiene en cuenta sino las dos primeras letras (consonantes) de la raíz del nombre de Cibeles, la cual contiene tres, y va de suyo que esa tercera letra no es más desdeñable que las otras; además, esa hipótesis no reposa sino sobre un puro y simple contrasentido. En efecto, qubbah no ha significado nunca “bóveda, sala abovedada, cripta”, como lo cree el autor de la hipótesis; esa palabra designa una cúpula o un domo, cuyo simbolismo, precisamente, es “celeste” y no “terrestre”, y por lo tanto exactamente opuesto al carácter atribuido a Cibeles o a la “Gran Madre”. Como lo hemos explicado en otros estudios, la cúpula corona un edificio de base cuadrada, y por lo tanto de forma generalmente cúbica, y esa parte cuadrada o cúbica es la que, en el conjunto así constituido, tiene un simbolismo “terreste”; esto nos lleva directamente a examinar otra hipótesis formulada bastante a menudo sobre el origen del nombre de Cibeles, hipótesis de importancia más particular para lo que nos proponemos actualmente.

Se ha querido derivar Kybélê de kybos, y esto, por lo menos, no tiene contrasentido, como el que acabamos de señalar; pero, por otra parte, esta etimología tiene en común con la precedente el defecto de tomar en consideración solo las dos primeras de las tres letras que constituyen la raíz de Kybélê, lo que la hace igualmente imposible desde el punto de vista propiamente lingüístico2. Si se quiere ver entre ambos términos solo cierta similitud fónica que puede tener, como a menudo ocurre, algún valor desde el punto de vista simbólico, ya es cosa muy distinta; pero, antes de estudiar más detenidamente este punto, diremos que, en realidad, el nombre de Cibeles no es de origen griego, y que su verdadera etimología no tiene, por lo demás, nada de enigmático ni dudoso. Ese nombre, en efécto, se vincula directamente con el hebreo gebal, árabe djábal, ‘montaña’; la diferencia de la primera consonante no puede dar lugar a objeción alguna a este respecto, pues el cambio de g en k o inversamente no es sino una modificación secundaria de la que pueden encontrarse muchos otros ejemplos3. Así, Cibeles es propiamente la “diosa de la montaña”4; y, cosa muy digna de nota, su nombre, por esa significación, es el exacto equivalente del de [?Parvati] en la tradición hindú.

Esa misma significación del nombre de Cibeles está evidentemente vinculada con la de la “piedra negra” que era su símbolo; en efecto, sabido es que esa piedra era de forma cónica y, como todos los “betilos” de la misma forma, debe considerarse una figuración reducida de la montaña en cuanto símbolo “axial”. Por otra parte, siendo las “piedras sagradas” aerolitos, este origen celeste sugiere que el carácter “ctonio” al que aludíamos al comienzo no corresponde en realidad sino a uno de los aspectos de Cibeles; por lo demás, el eje representado por la montaña no es “terrestre”, sino que vincula el cielo con la tierra; y agregaremos que, simbólicamente, según este eje deben efectuarse la caída de la “piedra negra” y su reascenso final, pues se trata también en esto de relaciones entre el cielo y la tierra5. No se trata, por supuesto, de negar que Cibeles haya sido asimilada a menudo a la “Madre Tierra”, sino solo de indicar que ella tenía además otros aspectos; por otra parte, es muy posible que el olvido más o menos completo de estos últimos, a raíz de un predominio otorgado al aspecto “terrestre”, haya dado origen a ciertas confusiones, y en particular a la que ha conducido a asimilar la “piedra negra” a la “piedra cúbica”, que son empero dos símbolos muy diferentes (v. Caaba).




  1. No nos referiremos, pues, a la asimilación de Cibeles a una “cavale” (‘yegua’), ni a la relación que ha querido establecerse con la designación de la “caballería”, así como tampoco a otra, no menos imaginaria, con la “Qabbalah”. 

  2. Incidentalrnente, señalaremos a este respecto que es inclusive muy dudoso, pese a una sinonimia exacta y a una similitud fónica parcial, que pueda haber verdadero parentesco lingüistico entre el griego Kybos (‘cubo’) y el árabe Ka’b (ídem), en razón de la presencia en esta última de la letraayn; como esta letra no tiene equivalente en las lenguas europeas y en realidad no puede transcribirse (con un valor asimilable al de ninguna letra latina), los occidentales la olvidan o la omiten muy a menudo, lo que trae por consecuencia numerosas asimilaciones erróneas entre palabras cuyas raíces respectivas se diferencian netamente. 

  3. Así, la palabra hebrea y árabe kabîr tiene un parentesco evidente con el hebreo gibbor y el árabe djabbâr; es verdad que la primera tiene sobre todo el sentido de ‘grande’ y las otras dos el de ‘fuerte’, pero no es sino un simple matiz; los Gibborîm del Génesis son a la vez los ‘gigantes’ y los ‘fuertes’. 

  4. Notemos, de paso, que Gebal era también el nombre de la ciudad fenicia de Biblos; sus habitantes eran llamados giblîm, nombre que quedó como “palabra de orden” en la masonería. A este propósito, hay una vinculación en que parece no haberse reparado nunca; cualquiera sea el origen histórico de la denominación de los “gibelinos” (ghibellini) en la Edad Media, presenta con el nombre giblîm una similitud de lo más notable y, si no se trata más que de una “coincidencia”, no deja de ser bastante curiosa. 

  5. Ver sobre todo esto “Lapsit exillis” (aquí, cap. XLIV). Existe en la India una tradición según la cual las montañas otrora volaban; [?Indra] las precipitó a tierra, donde las fijó, golpeándolas con el rayo: esto también es de relacionar manifiestamente con el origen de las “piedras negras”. 

René Guénon