Miguel Cruz Hernández — História do pensamento no mundo islâmico
Excertos do Capítulo 39 — O Neoplatonismo místico de Ibn Arabi de Múrcia (1165-1240)
El mundo de la creación
Así pues, Dios es el Unico Ser Necesario per se que confiere libremente el ser a todo lo posible, que en el hecho de su existencia lleva grabadas las huellas de la Verdad Divina, por las cuales, siendo el Ser Oculto, es el Ser Presente, porque le conocemos a través del ser de las criaturas. El modo como ha conferido el ser a estas criaturas es la comunicación en forma radial. «El número de los círculos nacidos del primero — escribe — es exactamente igual… al de los tesoros (o ideas) de los géneros… Los (círculos) que de estos (géneros) se producen indefinidamente son los círculos de los infinitos entes concretos que a dichos géneros corresponden. A su vez, el círculo del individuo sirve como guía para encontrar una cosa que se llama especie, que es lo comprendido entre el género y el individuo. Dentro de las especies nacen otras y otros, pero ya de un modo limitado, porque la especie sólo puede ser conocida mediante los individuos, siendo como es un algo inteligible que se halla entre estos (individuos) y el género más común.» Estos seres creados se dividen en dos grupos esenciales: el ser material o físico, que representa lo que el ser posible tiene de oscuridad, y el ser espiritual o alma, que es lo que hay de luz en el ser posible; así la posibilidad pertenece a la materia y todos los seres creados tienen que estar compuestos de materia y forma. «La diversidad de seres depende, por tanto, de la distinta aptitud o disposición que las formas tienen para recibir el alma (universal). Si la forma es elemental… y aparece el movimiento y la sensibilidad (lo engendrado) se llama animal. Si la sensibilidad no se manifiesta… sino que únicamente aparece movimiento, se llama vegetal. Si no aparece ninguna de ambas cosas… se llama… mineral. Si es forma producida de las esferas celestes, se llama elemento, que son de cuatro especies. Estos cuatro elementos producen una forma adecuada y bien proporcionada, que se llama cielo, el cual tiene siete bóvedas; sobre estas siete formas emite el Misericordioso un soplo y les infunde una vida que el sentido no percibe, pero que ni la fe ni el alma pueden negar… Cada uno de los puntos de esos cielos, en el cual aparezca el brillo, se llama astro. Así pues, surgen los astros y muévense con ellos sus esferas, viniendo a ser como los animales en lo que de brillo tienen y como los vegetales en lo que tienen de movimiento.»
De este modo, el mundo de la creación — y, por tanto, la materia — no emana del Ser Necesario de un modo directo y unívoco, sino mediante la recepción en la materia, concebida como estricta posibilidad de ser, de la forma, que es la que proporciona la existencia, para tener así al ser concreto en acto. Así pues, en la concepción metafísica de Ibn Arabi el mundo, en lo que tiene de ser, no se diferencia sino en el modo respecto de Dios; pero en cuanto ser creado y, por tanto, meramente posible per se, es algo radicalmente distinto de Dios, constituyendo un cosmos independiente y animado por un principio distinto: el Alma Universal. De aquí, que el estricto conocimiento común humano, que sólo capta en las cosas concretas lo que tienen de peculiar, sólo alcanza el saber de lo particular y ve los entes concretos como cosas. Por el contrario, el saber por excelencia, la Ciencia Iluminativa, prescinde de lo peculiar concreto y sólo ve en lo creado el Ser, lo que tiene de divino. Aun así, para hacer todavía mayor la diferencia entre Dios y las criaturas, Ibn Arabi agrega que el propio ser, visto desde Dios «es nada en su mismo ser, porque no es El».