Por lo tanto, el desconocido autor de la «Nube de Inconocimiento» está enteramente en orden cuando dice tan punzantemente (cap. 44) que «Todos los hombres tienen entraña de dolor: pero siente especialísimamente la entraña de dolor, quien sabe y siente que él es… Y quienquiera que nunca sintió este dolor, puede lamentarse: pues, en efecto, ese nunca ha sentido el dolor perfecto. Este dolor, cuando se tiene… capacita a un alma para recibir esa ALEGRÍA, la que rapta a un hombre todo sentido y sensación de su ser». Y así también William Blake, cuando dice, «He de descender hasta la Aniquilación y Muerte Eterna, no sea que venga el Juicio Final y ME encuentre Inaniquilado, y yo sea agarrado y puesto entre las manos de mi propia Egoismidad». De la misma manera San Pablo, vivo, autem jam non ego: vivit vero in ME Christus (Gálatas 2:20) (y Rumî, «Él ha muerto a sí mismo y devenido vivo a través del Señor» (Mathnawî III.3364)). 459 AKCMeta Âkimcañña: La Anonadación De Sí Mismo
Lo que es verdad del orgullo lo es igualmente de la humildad que, siendo su contrario, se sitúa exactamente al mismo nivel, y cuyo carácter no es menos exclusivamente sentimental e individual; pero, en un orden completamente diferente, hay algo que, espiritualmente, es mucho más válido que esa humildad: es la «pobreza espiritual» entendida en su verdadero sentido, es decir, el reconocimiento de la dependencia total del ser frente al Principio; ¿y quién puede tener de ello una consciencia más real y más completa que los verdaderos esoteristas? De buena iríamos aún más lejos: en nuestra época, ¿quién, fuera de los esoteristas, tiene todavía verdaderamente consciencia de ello en algún grado? E, incluso para los adherentes de un exoterismo tradicional, salvo quizás algunas excepciones cada vez más raras, ¿puede haber ahí algo más que una afirmación completamente verbal y exterior? Dudamos mucho que la haya, y la razón profunda de ello es ésta: para emplear los términos de la tradición extremo-oriental, que son aquí los que permiten expresar más fácilmente lo que queremos decir, el hombre plenamente «normal» debe ser yin en relación al Principio, pero únicamente al Principio, y, en razón de su situación «central», debe ser yang en relación a toda la manifestación; por el contrario, el hombre caído toma una actitud por la cual tiende cada vez más a hacerse yang en relación al Principio (o más bien a darse la ilusión de ello, pues no hay que decir que eso es una imposibilidad) y yin en relación a la manifestación; y es de ahí de donde han nacido a la vez el orgullo y la humildad. ¡Cuando la decadencia llega a su última fase, el orgullo desemboca finalmente en la negación del Principio, y la humildad en la de toda jerarquía; de estas dos negaciones los exoteristas religiosos rechazan evidentemente la primera, la rechazan incluso con verdadero horror cuando toma el nombre de «ateísmo», pero, por el contrario, tenemos muy frecuentemente la impresión de que no están tan alejados de la segunda! (NA: Aprovecharemos esta ocasión para señalar también accesoriamente un reproche particularmente grotesco que se nos ha hecho, y que en suma se relaciona también con el mismo orden de ideas, queremos decir con la intrusión de la sentimentalidad en un dominio donde legítimamente no podría tener acceso: ¡parece que nuestros escritos tienen el grave defecto de «carecer de ALEGRÍA»! Qué algunas cosas nos causen ALEGRÍA o no, eso no puede depender en todo caso más que de nuestras propias disposiciones individuales, y, en sí mismas, esas cosas no intervienen para nada en nuestros escritos, que son totalmente independientes de semejantes contingencias; eso no puede ni debe pues interesar a nadie, y sería perfectamente ridículo y fuera de lugar introducir algo de eso en la exposición de doctrinas tradicionales al respecto de las cuales las individualidades, y la nuestra tanto como toda otra, no cuentan absolutamente para nada.) 4058 IRS SOBRE EL PRETENDIDO «ORGULLO INTELECTUAL»
Se ve por estos ejemplos que en las fiestas de ese género hay invariablemente un elemento “siniestro” y aun “satánico”, y es de notar, muy particularmente, que precisamente este elemento mismo es lo que place al vulgo y excita su ALEGRÍA: se trata, en efecto, de algo muy propio, más que cualquier otra cosa, para dar satisfacción a las tendencias del “hombre caído”, en cuanto estas tendencias lo llevan a desarrollar sobre todo las posibilidades más inferiores de su ser. Y precisamente en esto reside la verdadera razón de ser de tales fiestas: se trata, en suma, de “canalizar” en alguna forma esas tendencias y hacerlas lo más inofensivas posible dándoles ocasión de manifestarse, pero solo durante períodos muy breves y en circunstancias bien determinadas, y asignando además a esa manifestación límites estrictos que no se le permite sobrepasar (Esto está en relación con el asunto del “recuadro” simbólico, sobre el cual nos proponemos volver (véase cap. LXVI)). Si no fuera así, esas mismas tendencias, faltas del mínimo de satisfacción exigido por el estado actual de la humanidad, arriesgarían producir una explosión, si así puede decirse (Al final del Medioevo, cuando las fiestas grotescas de que hablamos fueron suprimidas o cayeron en desuso, se produjo una expansión de la hechicería sin ninguna proporción con lo que se había visto en los siglos precedentes; estos dos hechos guardan entre sí una relación bastante directa, aunque generalmente inadvertida, lo que es tanto más asombroso cuanto que hay ciertas semejanzas bastante llamativas entre dichas fiestas y el sabat de los hechiceros, donde todo se hacía también “al revés”), y extender sus efectos a la existencia entera, tanto colectiva como individual, causando un desorden muchísimo más grave que el que se produce solo durante algunos días expresamente reservados a ese fin, y además tanto menos temible cuanto que se encuentra por eso mismo como “regularizado”, pues, por una parte, esos días están como puestos fuera del curso normal de las cosas, de modo de no ejercer sobre éste ningún influjo apreciable, y empero, por otra parte, el hecho de que no haya nada de imprevisto “normaliza” en cierto modo el desorden mismo y lo integra en el orden total. 6873 SFCS SOBRE LA SIGNIFICACION DE LAS FIESTAS “CARNAVALESCAS”
Sabido es, por lo demás, que en el cristianismo las fiestas de los dos San Juan están en relación directa con los dos solsticios (Esas fiestas se sitúan en realidad un poco después de la fecha exacta de los solsticios, lo que manifiesta de modo aún más neto su carácter, ya que el descenso y el ascenso han comenzado ya efectivamente; a esto corresponde, en el simbolismo védico, el hecho de que las puertas del Pitr-loka y del Deva-loka se consideran situadas respectivamente, no exactamente al sur y al norte, sino hacia el sudoeste y el nordeste), y, cosa muy notable, aunque nunca la hayamos visto indicada en ninguna parte, lo que acabamos de recordar está expresado en cierta manera por el doble sentido del nombre mismo de “Juan” (Queremos referirnos aquí al significado etimológico de ese nombre en hebreo; en cuanto a la vinculación entre Juan y Jano, aunque debe entenderse que es una asimilación fónica sin ninguna relación, evidentemente, con la etimología, no por eso es menos importante desde el punto de vista simbólico, ya que, en efecto, las fiestas de los dos San Juan han sustituido realmente a las de Jano, en los respectivos solsticios de verano e invierno). En efecto, la palabra hebrea hanán tiene a la vez el sentido de ‘benevolencia’ y ‘misericordia’ y el de ‘alabanza’ (es por lo menos curioso comprobar que, en nuestra misma lengua, palabras como “gracia(s)” tienen exactamente esa doble significación); por consiguiente, el nombre Yahanán (o, más bien, Yehohanán) puede significar ‘misericordia de Dios’ y también ‘alabanza a Dios’. Y es fácil advertir que el primero de estos dos sentidos parece convenir muy particularmente a San JuanJuan Bautista, y el segundo a San Juan Evangelista; por lo demás, puede decirse que la misericordia es evidentemente “descendente” y la alabanza, “ascendente”, lo que nos reconduce a su respectiva relación con las dos mitades del ciclo anual (Recordaremos también, vinculándola más especialmente a las ideas de “tristeza” y “ALEGRÍA” que indicábamos en el texto, la figura “folklórica” francesa, tan conocida, pero sin duda generalmente no comprendida muy bien, de “Juan que llora y Juan que ríe”, que es en el fondo una representación equivalente a la de los dos rostros de Jano; “Juan que llora” es el que implora la misericordia de Dios, es decir, San JuanJuan Bautista; y “Juan que ríe” es el que le dirige alabanzas, es decir, San Juan Evangelista). 7035 SFCS ACERCA DE LOS DOS SAN JUAN