En cuanto al origen del nombre del “laberinto”, es bastante oscuro y ha dado lugar a muchas discusiones; parece que, al contrario de lo que algunos han creído, no se relaciona directamente con el nombre de la lâbrys o doble hacha cretense, sino que ambas derivan igualmente de una misma palabra muy antigua que designaba la piedra (raíz la-, de donde lâos en griego, lapis en latín), de suerte que, etimológicamente, el laberinto podría no ser en suma otra cosa que una construcción de piedra, perteneciente al género de las construcciones llamadas “ciclópeas”. Empero, no es ésa sino la significación más exterior de la palabra, que, en sentido más profundo, se vincula al conjunto del simbolismo de la piedra, al cual hubimos de referirnos en diversas oportunidades, sea con motivo de los “betilos”, sea con motivo de las “piedras del rayo” (identificadas, precisamente, con el hacha de piedra o lábrys), y que presenta aún muchos otros aspectos. Jackson Knight lo ha entrevisto por lo menos, pues alude a los hombres “nacidos de la piedra” (lo que, señalémoslo de paso, da la explicación de la palabra griega laós (‘pueblo, gente’)), de lo cual la leyenda de Decaulión ofrece el ejemplo más conocido: esto se refiere a cierto período un estudio más preciso del cual, si fuera posible, permitiría seguramente dar a la llamada “edad de piedra” un sentido muy otro del que le atribuyen los prehistoriadores. Por otra parte, esto nos reconduce al tema de la caverna, la cual, en cuanto excavada en la roca, natural o artificialmente, está también muy próxima a ese simbolismo (Las CAVERNAS prehistóricas fueron, verosímilmente, no habitaciones, como de ordinario se cree, sino los santuarios de los “hombres de la piedra”, entendidos en el sentido que acabamos de indicar; así, pues, la caverna habría recibido en las formas tradicionales del período de que se trata, y en relación con cierta “ocultación” del conocimiento, el carácter de símbolo de los centros espirituales, y consiguientemente de lugar de iniciación); pero debemos agregar que ésta no es razón para suponer que el mismo laberinto haya debido también forzosamente ser excavado en la roca: aunque haya podido serlo en ciertos casos, ello no es sino un elemento accidental, podría decirse, y no entra en su definición, pues, cualesquiera sean las relaciones entre el laberinto y la caverna, importa no confundirlos, sobre todo cuando se trata de la caverna iniciática, que aquí consideramos más en particular. SFCS: LA CAVERNA Y EL LABERINTO
En efecto, es muy evidente que, si la caverna es el lugar en que se cumple la iniciación misma, el laberinto, lugar de las pruebas previas, no puede ser sino el camino que conduce a ella, a la vez que el obstáculo que veda el acercamiento a los profanos “no cualificados”. Recordaremos, por otra parte, que en Cumas el laberinto estaba representado en las puertas, como si, de alguna manera, esa figuración sustituyera al propio laberinto (Un caso similar, a este respecto, es el de las figuras “laberínticas” trazadas en paredes, en Grecia antigua, para vedar el acceso de los influjos maléficos a las casas); y podría decirse que Eneas, mientras se detiene a la entrada para contemplarla, recorre en efecto el laberinto, mental ya que no corporalmente. Por otra parte, no parece que ese modo de acceso haya sido siempre exclusivamente reservado para santuarios establecidos en CAVERNAS o asimilados simbólicamente a ellas, pues, como lo hemos explicado ya, no se trata de un rasgo común a todas las formas tradicionales; y la razón de ser del laberinto, tal como la hemos definido antes, puede convenir igualmente a los aledaños de todo lugar de iniciación, de todo santuario destinado a los “misterios” y no a los ritos públicos. Formulada esta reserva, hay sin embargo una razón para suponer que, en el origen por lo menos, el empleo del laberinto haya de haber estado más particularmente vinculado con la caverna iniciática: pues uno y otra parecen haber pertenecido al comienzo a las mismas formas tradicionales, las de esa época de los “hombres de piedra” a que aludíamos poco ha; habrían comenzado, pues, por estar estrechamente unidos, aunque no lo hayan quedado invariablemente en todas las formas ulteriores. SFCS: LA CAVERNA Y EL LABERINTO
El eje, ya esté figurado materialmente en forma de árbol o de pilar central, ya esté representado por la llama ascendente y la “columna de humo” de Agni en el caso en que el centro del edificio está ocupado por el altar o el hogar (En el caso, ya antes señalado, de una habitación dispuesta en torno de un patio interior a cielo abierto (y sin recibir otra luz que la de ese lado interno), el centro del patio está ocupado a veces por una fuente; ésta representa entonces la “Fuente de Vida”, que mana del pie del “Árbol del Medio” (aunque, naturalmente, el árbol pueda no tener allí figufación material)), siempre termina exactamente en la sumidad del domo, e inclusive, a veces, según ya lo hemos señalado, lo atraviesa y se prolonga más allá en forma de mástil, o como el mango del parasol, en otro ejemplo de simbolismo equivalente. Es visible aquí que esa sumidad del domo se identifica con el cubo de la rueda celeste del “carro cósmico”; y, como hemos visto que el centro de esta rueda está ocupado por el sol, resulta que el paso del eje por ese punto representa ese paso “allende el Sol” y a través de él, sobre el cual hemos tratado más arriba. Lo mismo ocurre también cuando, en ausencia de una figuración material del eje, el domo está perforado en su sumidad por una abertura circular (por la cual escapa, en el caso recién recordado, el humo del hogar situado inmediatamente debajo); esa abertura es una representación del disco solar mismo en cuanto “Ojo del Mundo”, y por ella se efectúa la salida del “cosmos”, según lo hemos explicado en los estudios dedicados al simbolismo de la caverna (Entre los indios de América del Norte, que parecen haber conservado más elementos tradicionales perfectamente reconocibles de lo que generalmente se cree, los diferentes “mundos” se representan a menudo como una serie de CAVERNAS superpuestas, y los seres pasan de uno a otro subiendo a lo largo de un árbol central; naturalmente, nuestro mundo es una de esas CAVERNAS, con el cielo por bóveda). De todos modos, por esa abertura central, y por ella solamente, el ser puede pasar al Brahma-loka (‘mundo de Brahma (Principio supremo)’), que es un dominio esencialmente “extracósmico” (A este respecto, cabe referirse a las descripciones del devâ-yâna, del cual el Brahma-Loka es el punto de llegada “más allá del sol” (ver L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XXI)); y ella es también la “puerta estrecha” que, en el simbolismo evangélico, da análogamente acceso al “Reino de Dios” (En el simbolismo del tiro con arco, el centro del blanco tiene igualmente esa significación; sin insistir aquí sobre este asunto, recordaremos solo que la flecha es también un símbolo “axial” y además una de las figuras más frecuentes del “rayo solar”. En ciertos casos, se ata un hilo a la flecha, junto con la cual atravesará el blanco; esto recuerda de modo particularmente notable la figura evangélica del “ojo de la aguja”, y el símbolo del hilo (sûtra) se encuentra también en el término sûtrâtmâ (el Âtmâ considerado como un hilo que atraviesa el Universo; ver cap. LXI). (Sobre el simbolismo del tiro con arco, véase el articulo de Coomaraswamy en É. T., octubre-noviembre y diciembre de 1945)). SFCS: LA PUERTA ESTRECHA
Hemos mencionado anteriormente ( (Cap. XLI: “La Puerta estrecha”.)) el simbolismo conservado entre los indios de América del Norte, según el cual los diferentes mundos se representan como una serie de CAVERNAS superpuestas y los seres pasan de un mundo a otro subiendo a lo largo de un árbol central. Un simbolismo semejante se encuentra realizado, en diversos casos, por ritos en los cuales el hecho de trepar a un árbol representa el ascenso del ser según el “eje”; tales ritos son védicos tanto como “shamánicos”, y su difusión misma es un indicio de su carácter verdaderamente “primordial”. SFCS: EL SIMBOLISMO DE LA ESCALA