Los indios pueden haber considerado que la mangosta no solo despedaza a la serpiente sino que también la junta de nuevo, algo así como la comadreja del folklore la cual se supone que revive a su pareja muerta por medio de una hierba dadora de vida. Puede ser, y probablemente es, con una «hierba de virilidad» como la mangosta de Atharva Veda Samhitâ 139.6 junta de nuevo a la «serpiente» y así la «CURA» (bheshajati) como ellos «CURAn» al Año dividido en Shatapatha Brâhmana I.6.3.35, 36; y nosotros podemos decir incluso que el Ahi identificado con el «alma» (la Aditi-Vâc «doblemente lenguada» de Shatapatha Brâhmana III.2.4.16) es la «pareja» del Nakula identificado con el Eros divino que, ciertamente, «junta de nuevo lo que por amor está dividido». Pero teniendo presente que sobrenatural no significa innatural y que sobreesencial no significa no esencial, decimos que no es como historia natural, sino como mito, como han de comprenderse los actos de la mangosta. El nakula-ofiomacos es un tipo o ejemplo del sacrificador divino o humano; la serpiente «un símbolo de la CURA mágica». Apéndice 3: Nakula: Ophiomaches
La naturaleza de esta procesión divina en la Persona, la relación del Uno con los Muchos, y la originación de nuestra consciencia y mutabilidad, no se formulan más claramente en ninguna otra parte que en Maitri Upanishad II.6 sig. Aquí la Persona inteligenciante (manomayah purushah, cf. Mundaka Upanishad II.2.7), Prajâpati, el Progenitor (el Soplo, Atharva Veda Samhitâ XI.4.11), despertando como si fuera del sueño, se divide a sí mismo quíntuplemente, para despertar (pratibodhanâya) a sus hijos sin vida. «Él, teniendo todavía fines inalcanzados (akrtârthah), desde dentro del corazón consideró, “Coma yo de los objetos sensoriales (arthân asnâni)”. Por consiguiente, pasando a través de estas aberturas (khânimâni bhitvâ) y saliendo, con cinco rayos (rasmibhih) come de los objetos sensoriales (vishayân atti): estos poderes cognitivos (buddhindriyâni = prajñâni, prajña-mâtrâ, tan-mâtrâ, inteligencias) son sus “rayos” o sus “riendas”, los órganos de acción (karmendriyâni) son sus corceles, el cuerpo es su carro, la mente (manas = nous) es su Gobernante (niyantr), su naturaleza (prakrti = physis) el látigo; impelido sólo por él como su energizante, este cuerpo gira como la rueda del alfarero; impelido sólo por él este cuerpo se levanta en un estado de consciencia (cetanavat); sólo él es su movedor». Como un espectador (prekshakah, visionador, presenciador), y como él es en sí mismo (svasthah = apathes, autos, en eauto estos, Hermes, Lib II.12A), transmigra (carati) completamente inafectado (alepyah) por los destinos en los que sus vehículos, ya sean eminentes o ineminentes, están implicados; pero mientras se considera a sí mismo como este hombre, Fulano, mientras se identifica a sí mismo con sus experiencias y pasiones, «se enreda a sí mismo consigo mismo, como un pájaro en la red»; y como «sí mismo elemental (bhutâtman)» es vencido por la causalidad, el bien y el mal, y todos los «pares» de contradictorios. La CURA para este Sí mismo elemental ha de encontrarse en la disipación de su «ignorancia» (avidyâ) con el reconocimiento de «su propio Sí mismo inmortal y Duque», de quien se dice en otra parte, en el más famoso de los logoi Aupanishada, que «Eso eres Tú». Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología