Por consiguiente, para nosotros, la verdadera India no es esa India más o menos modernizada, es decir, occidentalizada, con la que sueñan algunos jóvenes alumnos en las universidades de Europa y de América, los cuales, por orgullosos que se sientan del saber enteramente exterior que hayan adquirido de aquella, no son no obstante, desde el punto de vista oriental, otra cosa que perfectos ignorantes, y constituyen, bajo ese mismo punto de vista y a pesar de sus pretensiones, todo lo contrario de una elite intelectual en el sentido en que nosotros la entendemos. La India verdadera, es la que permanece siempre fiel a la enseñanza que su elite se transmite a través de los siglos, es la que conserva integralmente el depósito de una tradición cuya fuente se remonta más alto y más allá de la humanidad; es la India de Manu y de los Rishis, la India de Shrî Râma y de Shrî Krishna. Sabemos que no siempre estuvo al frente de lo que se designa hoy por el nombre de elite; sin duda siquiera que después de la estancia ártica primitiva de la que habla el Vêda, la elite ocupó sucesivamente muchas situaciones geográficas diferentes; y quizás que ocupará otras todavía, pero poco importa, ya que la elite estará siempre allí donde esté el asiento de esta gran tradición cuyo mantenimiento entre los hombres es su misión y su razón de ser. Por la cadena ininterrumpida de sus Sabios, de sus Gurús y de su Yogîs, la misma subsiste a través de todas las vicisitudes del mundo exterior inconmovible como el Mêru; durará tanto como el Sanâtana DHARMA (NA: que se podría traducir por Lex perennis, tan exactamente como lo permite una lengua occidental), y jamás cesará de contemplar las cosas todas, mediante el ojo frontal de Shiva, en la serenidad inmutable del eterno presente. Todos los esfuerzos hostiles se quebrarán finalmente contra la sola fuerza de la verdad como las nubes se disipan delante del sol, inclusive aún cuando hayan llegado a oscurecerle momentáneamente a nuestras miradas. La acción destructiva del tiempo no deja subsistir más que lo que es superior al tiempo: devorará a todos aquellos que hayan limitado su horizonte al mundo del cambio y puesto toda realidad en el devenir, a aquellos que se han hecho una religión de lo contingente y de lo transitorio, ya que «aquél que sacrifica a un dios devendrá el alimento de ese dios»; ¿pero qué podría el tiempo contra aquellos que llevan en ellos mismos la consciencia de la Eternidad? EH: EL ESPIRITU DE LA INDIA ( (Publicado en Le Monde Nouveau, de junio de 1930.)
M. Gualtherus H. Mees, en su libro DHARMA and Society, libro del que ya hemos dicho algunas palabras, se extiende sobre todo, como lo apuntábamos entonces, sobre la cuestión de las castas; por lo demás, para traducir ese término no acepta el sentido en que nosotros le entendemos, sino que antes prefiere guardar el término sánscrito varna sin traducirle, o bien asimilarle a una expresión como la de «clases naturales», expresión que, en efecto define bastante bien aquello de que se trata, pues que es verdaderamente una repartición jerárquica de los seres humanos en conformidad con la naturaleza propia de cada uno de ellos. No obstante, es de temer que el término «clases», inclusive acompañado de un calificativo, evoque la idea de algo más o menos comparable a las clases sociales de occidente, clases que, ellas sí, son la verdad puramente artificial, y las que no tienen cosa ninguna en común con una jerarquía tradicional, jerarquía de la cual representan todo lo más una especie de parodia o de caricatura. Es así que, por nuestra parte, encontramos que vale todavía más emplear el término «castas», término que no tiene seguramente más que un valor enteramente convencional, pero que al menos ha sido hecho expreso para designar la organización hindú, pero M. Mees reserva ese término a las «castas» múltiples que existen de hecho en la India actual, y en las cuales quiere ver algo enteramente diferente de los varnas primitivos. No podemos participar en esta manera de considerar las cosas, pues que estas no son en realidad más que subdivisiones secundarias, debidas a una complejidad o a una mayor diferenciación de la organización social, y, cualesquiera que sea su multiplicidad, no dejan de entrar menos por ello siempre en el cuadro de los cuatro varnas, los que solos constituyen la jerarquía fundamental y permanecer necesariamente invariables, en tanto que expresión de los principios tradicionales y reflejo cósmico en el orden social humano. EH: VARNA (Publicado en V. J. de noviembre de 1935)
La noción del Sanâtana DHARMA es una de aquellas que no tienen equivalente exacto en occidente, si bien que parece imposible encontrar un término o una expresión que la traduzca enteramente y bajo todos sus aspectos; toda traducción que uno pudiera proponer de la misma sería, si no enteramente falsa, al menos sí muy insuficiente. Ananda K. Coomaraswamy pensaba que la expresión que mejor podría quizás dar de ella al menos una aproximación era la de Philosophia Perennis, tomada en el sentido en el que era entendida en la Edad Media; eso es verdad en efecto bajo algunos aspectos, pero hay no obstante notables diferencias, diferencias que es tanto más útil examinar cuanto que algunos parecen creer muy fácilmente en la posibilidad de asimilar pura y simplemente esas dos nociones una a la otra. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Debemos hacer observar primero que la dificultad no cae sobre la traducción del término sanâtana, término del que el latín perennis es bien realmente un equivalente; es propiamente de “perennidad” o de perpetuidad que es cuestión aquí, y no en punto ninguno de eternidad como se dice a veces. En efecto, ese término sanâtana implica una idea de duración, mientras que la eternidad, antes al contrario, es esencialmente la “no duración”; la duración en cuestión aquí es indefinida, si se quiere, o más precisamente “cíclica”, en la acepción del término griego aiônios, término que tampoco tiene el sentido de “eterno” como los modernos, por una deplorable confusión, se le atribuyen muy frecuentemente. Lo que es perpetuo en ese sentido, es lo que subsiste constantemente desde el comienzo al fin de un ciclo; y según la tradición hindú, el ciclo que debe ser considerado en lo que concierne al Sanâtana DHARMA es un Manvantara, es decir, la duración de la manifestación de una humanidad terrestre. Añadiremos de inmediato, ya que se verá más adelante toda la importancia de ello, que sanâtana tiene también el sentido de “primordial” y es por lo demás fácil comprender el lazo muy directo de este sentido con lo que acabamos de indicar, pues que lo que es verdaderamente perpetuo no puede ser más que lo que se remonta al origen mismo del ciclo. En fin, debe ser bien entendido que esta perpetuidad, con la estabilidad que implica necesariamente, aunque no debe ser confundida de ningún modo con la eternidad y aunque no tiene con ella medida en común ninguna, es no obstante como un reflejo, en las condiciones de nuestro mundo, de la eternidad y de la inmutabilidad que pertenecen a los principio mismos de los cuales el Sanâtana DHARMA es la expresión en relación a este. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
El término perennis, en él mismo, puede comprender también todo lo que acabamos de explicar; pero sería muy difícil decir hasta qué punto los escolásticos de la Edad Media, al lenguaje de los cuales pertenecía más particularmente el término de Philosophia Perennis, pudieron tener claramente consciencia del mismo, ya que su punto de vista, aún siendo evidentemente tradicional, no se extendía no obstante más que a un dominio exterior y por lo mismo limitado bajo múltiples aspectos. Sea lo que fuere, y admitiendo que se pudiera, independientemente de toda consideración histórica, restituir a ese término la plenitud de su significado, no quedaría menos por ello lo que hace llamada a las más serias reservas en cuanto a la asimilación que cuestionábamos al comienzo, y que es el término de Philosophia, término que corresponde precisamente de una cierta manera a esta limitación del punto de vista escolástico. En primer lugar, el término en cuestión, dado sobre todo el uso que hacen del mismo habitualmente los modernos, puede muy fácilmente dar lugar a equívocos; verdad es que se los podría disipar tomándose el cuidado de precisar que la Philosophia Perennis no es punto ninguno “una” filosofía, es decir, una concepción particular, más o menos limitada y sistemática y que tiene por autor a tal o a cual individuo, no, sino que es antes el fondo común de donde proceden todas las filosofías y del cual, las mismas tienen lo que hay en ellas de válido; y esta manera de considerarla respondería ciertamente en efecto al pensamiento de los escolásticos. Solamente, que en esto no habría por ello menos una impropiedad, ya que lo que aquí es cuestión, si fuera considerado como una expresión auténtica de la verdad como debe serlo, sería antes Sophia que Philosophia; la “sabiduría” no debe ser confundida con la aspiración que tiende hacia ella o con la búsqueda que conduce a la misma, y estas son todo lo que designa propiamente, siguiendo su etimología misma, el término “filosofía”. Se dirá quizás que este término es susceptible de una cierta transposición, y, aunque la misma no nos parece imponerse como lo sería si no tuviéramos verdaderamente ningún otro término mejor a nuestra disposición, tampoco entendemos no obstante contestar su posibilidad; pero, inclusive en el caso más favorable, quedará todavía muy lejos de poder ser mirada como un equivalente de DHARMA, ya que jamás podrá designar más que una doctrina que, cualesquiera que sea la extensión del dominio que abarque de hecho, permanecerá en todo caso únicamente teórica, y ya que, en consecuencia, no corresponderá de ningún modo a todo lo que comprende el punto de vista tradicional en toda su integralidad. Bajo este punto de vista, en efecto, la doctrina jamás es considerada como una simple teoría bastándose a sí misma, sino antes como un conocimiento que debe ser realizado efectivamente y, además, que conlleva aplicaciones que se extienden a todas las modalidades de la vida humana sin excepción. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Esta extensión resulta de la significación misma del término DHARMA, término que es por lo demás imposible de traducir enteramente por un término único en las lenguas occidentales: Es así que por su raíz dhri, que tiene los sentidos de llevar, soportar, sostener, mantener…, designar ante todo un principio de conservación de los seres, y en consecuencia de estabilidad, en tanto al menos que esta estabilidad es compatible con las condiciones de la manifestación. Es1 importante hacer observar que la raíz dhri es casi idéntica, como forma y como significación, a otra raíz dhru, de la cual deriva el término dhruva que designa al “polo”; es efectivamente a esta idea de “polo” o de “eje” del mundo manifestado a la que conviene referirse si uno quiere comprender la noción del DHARMA en su sentido más profundo: Es lo que permanece invariable en el centro de las revoluciones de todas las cosas, y lo que regla el uso del cambio mismo por aquello de que no participa en él. A este respecto, es menester no olvidar que el lenguaje, por el carácter sintético del pensamiento que expresa, está aquí mucho más estrechamente ligado al simbolismo de lo que lo está en las lenguas modernas, en las que un tal caso no subsiste ya más que en una cierta medida y en virtud de una lejana derivación; y quizás que se pudiera mostrar inclusive, si eso no nos alejara demasiado de nuestro sujeto, que esta noción del DHARMA se vincula muy directamente a la representación simbólica del “eje” por la figura del “Arbol del Mundo”. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Podría decirse que el DHARMA, si uno debiera considerarle así más que en principio, es necesariamente sanâtana, e inclusive en una acepción más extensa que la que hemos considerado más arriba, pues que, en lugar de limitarse a un cierto ciclo y a los seres que se manifiestan en él, se aplica igualmente a todos los seres y a todos sus estado de manifestación. En efecto, encontramos aquí la idea de permanencia y de estabilidad; pero va de suyo que esta, fuera de la cual no podría en punto ninguno ser cuestión de DHARMA, puede no obstante ser aplicada de una manera relativa, a diferentes niveles y en dominios más o menos restringidos, y es esto lo que justifica todas las acepciones secundarias o “especializadas” de las que el término en cuestión es susceptible. Por lo mismo que debe ser concebido como principio de conservación de los seres, el DHARMA reside, para estos, en la conformidad a su naturaleza esencial; por consiguiente se puede hablar, en ese sentido, del DHARMA propio de cada ser, que es designado más precisamente como swadharma, o de cada categoría de seres, tanto como del dharma de un mundo o de un estado de existencia, o solamente de un porción determinada de este, o, en fin, de un cierto periodo o de un cierto pueblo; y, cuando se habla de Sanâtana DHARMA, es entonces como lo hemos dicho, del conjunto de una humanidad que es cuestión, y eso durante toda la duración de su manifestación, duración que constituye un Manvantara. Todavía puede decirse, en ese caso, que es la “ley” o la “norma” propia de ese ciclo, formulada desde su origen por el Manu que le rige, es decir, por la Inteligencia Cósmica que refleja en él la Voluntad Divina y expresa allí el Orden Universal; y es este, en principio, el verdadero sentido del Mânava-DHARMA, independientemente de todas las adaptaciones particulares que podrían ser derivadas de él mismo, y que recibirán, por lo demás legítimamente, la misma designación por que estas no serán en suma más que como traducciones suyas requeridas por tales o cuales circunstancias de tiempo y de lugar. No obstante, es menester añadir que, en parecido caso, puede suceder que la idea misma de “ley” conlleve de hecho una cierta restricción, ya que, aunque pueda también, como ello sucede en el caso de su equivalente hebreo Thorah, ser aplicada por extensión al contenido de todo el conjunto de las Escrituras Sagradas, en aquello en lo que la idea en cuestión hace pensar de la manera más inmediata es naturalmente en el aspecto “legislativo” propiamente dicho, aspecto que seguramente queda muy lejos de constituir toda la tradición, aunque sea parte integrante de ella en toda civilización que pueda ser calificada de normal. Este aspecto no es en realidad más que una aplicación al orden social (NA: pero que por lo demás, como todas las demás aplicaciones, presupone necesariamente la doctrina puramente metafísica que es la parte esencial y fundamental de la Tradición), del conocimiento principal de lo que todo lo demás depende enteramente y sin el cual nada verdaderamente tradicional, en cualesquiera dominio que eso sea, podría existir de ninguna manera. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Hemos hablado del Orden Universal, que es, en la manifestación, la expresión de la Voluntad Divina, y que reviste en cada estado de existencia modalidades particulares determinadas por las condiciones propias a este estado; el DHARMA podría, bajo un cierto aspecto al menos, ser definido como conformidad al orden, y es esto lo que explica el estrecho parentesco que existe entre esta noción y la noción de rita, que es también el orden y que tiene etimológicamente el sentido de “rectitud” como el símbolo ideográfico Te de la tradición extremo-oriental con el cual el DHARMA hindú tiene amplias relaciones, lo que recuerda todavía la idea del “eje”, que es la de una dirección constante e invariable. Al mismo tiempo, ese término rita es manifiestamente idéntico al término “rito”, y este último, en su acepción primitiva, designada también, en efecto, todo lo que es cumplido en conformidad con el orden; es así que en una civilización integralmente tradicional, y con mayor razón en el origen mismo, todo tiene una carácter propiamente ritual. El rito no viene en ella a tomar una acepción más restringida, si ello no es como consecuencia de la degeneración que da nacimiento a una actividad “profana” en cualesquiera dominio que esto sea; toda distinción de “sagrado” y de “profano” supone, en efecto, que algunas cosas son consideradas en adelante fuera del punto de vista tradicional, en lugar de que este se aplique a todos igualmente, y esas cosas, por lo mismo que son consideradas como “profanas”, son verdaderamente devenidas adharma o anrita. Debe ser bien entendido que el rito, que corresponde entonces a lo “sagrado”, conserva siempre al contrario el mismo carácter “dhármico”, si uno lo puede expresar de este modo, y representa lo que permanece todavía tal cual era anteriormente a esta degeneración, y que es la actividad no-ritual la que no es realmente más que una actividad desviada o anormal. En particular, todo lo que no es más que “convención” o “costumbre”, sin ninguna razón profunda, y de institución puramente humana, no existía en punto ninguno originariamente y no es, por lo mismo más que el producto de una desviación; y el rito, considerado tradicionalmente como debe serlo para merecer ese nombre, no tiene, sea lo que fuere lo que algunos puedan pensar de ello, en absoluto relaciones ningunas con todo eso, que no puede ser jamás más que falsificación o parodia de los mismos. Además, y esto es todavía un punto esencial, cuando hablamos aquí de conformidad con el orden, es menester entender por ello no solamente con el orden humano, sino también, e inclusive ante todo, con el orden cósmico; en toda concepción tradicional, en efecto, hay siempre una estricta correspondencia entre un orden y el otro, y es precisamente el rito el que mantiene sus relaciones de una manera consciente, relaciones que implican en cierto modo una colaboración del hombre, en la esfera donde se ejerza su actividad, con el orden cósmico el mismo. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Resulta de aquí que, si uno considera el Sanâtana DHARMA en tanto que tradición integral, comprende en modo principal todas las ramas de la actividad humana, las que son por lo demás “transformadas” por ello mismo pues que, del hecho de esta integración, ellas participan del carácter “no-humano” que es inherente a toda tradición, o que, por decirlo mejor, constituye la esencia misma de la tradición como tal. Es pues, en consecuencia, el exacto opuesto del “humanismo”, es decir, del punto de vista que pretende reducirlo todo al nivel puramente humano, y que, en el fondo, no es más que uno con el punto de vista profano mismo; y es en lo que, precisamente, la concepción tradicional de las ciencias y de las artes difiere profundamente de su concepción profana, a tal punto que uno podría decir, sin exageración ninguna, que esta última queda separada de aquella por un verdadero abismo. Bajo el punto de vista tradicional, toda ciencia y todo arte no son realmente válidos y legítimos más que en tanto que los mismos se vinculen a los principios universales, de tal suerte que aparezcan en definitiva como una aplicación de la doctrina fundamental en un cierto orden contingente, de igual modo que la legislación y la organización social los son también en otro dominio. Por esta participación en la esencia de la tradición, ciencia y arte son también, en todos sus modos de operación, incluidos en ese carácter ritual que hemos cuestionado hace un momento, carácter del cual ninguna actividad está desprovista en tanto que permanezca lo que debe ser normalmente; y añadiremos que no hay, bajo ese punto de vista, distinción ninguna por hacer entre las artes y los oficios, los que tradicionalmente no son más que una sola y misma cosa. No podemos insistir más aquí sobre todas esas consideraciones, consideraciones que por lo demás ya hemos desarrollado en otras ocasiones; pero pensamos al menos haber dicho bastante de ello como para mostrar en cuanto rebasa todo esto bajo todos los aspectos a la “filosofía”, en cualquier sentido en que esta pueda ser entendida. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Ahora, debe pues ser fácil comprender lo que es el Sanâtana DHARMA: No es otra cosa que la tradición Primordial, que sola subsiste continuamente y sin cambio a través de todo el Manvantara y que posee así la perpetuidad cíclica, y ello, porque su primordialidad misma la sustrae a las vicisitudes de las épocas sucesivas, y que es la sola que puede también, en todo rigor, ser mirada como verdadera y plenamente integral. Por lo demás, a consecuencia de la marcha descendente del ciclo y del oscurecimiento espiritual que resulta de ella, la tradición Primordial ha devenido oculta e inaccesible para la humanidad ordinaria; ella es la fuente primera y el fondo común de todas las formas tradicionales particulares, que proceden de aquella por adaptación a las condiciones especiales de tal pueblo o de cual época, pero ninguna de estas podría ser identificada al Sanâtana DHARMA mismo o ser considerada como una expresión adecuada de él, ello, aunque no obstante sean siempre cada una de ellas como una imagen más o menos velada de este Sanâtana DHARMA. Toda tradición ortodoxa es un reflejo y, se podría decir que un “sustituto” de la tradición primordial, en toda la medida en que lo permitan las circunstancias contingentes, de suerte que, si ella no es el Sanâtana DHARMA, no obstante le representa verdaderamente para aquellos que se adhieren y participan de la misma, de una manera efectiva, pues que los antedichos no pueden alcanzarle más que a través de ella, y ya que por lo demás la tradición, en su caso, expresa del Sanâtana DHARMA, si no la integralidad, al menos todo lo que les concierne del mismo directamente, y eso bajo la forma más apropiada a su naturaleza individual. En un cierto sentido, todas esas formas tradicionales diversas se hallan contenidas en modo principal en el Sanâtana DHARMA, pues que son otras tantas adaptaciones regulares y legítimos de este, y ya que inclusive ninguno de los desarrollos de los cuales resultan ser susceptibles en el curso de los tiempos podría ser jamás otra cosa en el fondo; y, en otro sentido inverso y complementario de este, todas contienen a su vez el Sanâtana DHARMA como lo que hay en ellas de más interior y de más central y que son en sus diferentes grados de exterioridad, como velos que le recubrieran y no le dejaran transparentarse más que de una manera atenuada y más o menos parcial. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Y pues que esto es verdad para todas las formas tradicionales, sería un error querer asimilar pura y simplemente el Sanâtana DHARMA a alguna de entre ellas, cualesquiera que pueda ser por lo demás, por ejemplo a la tradición hindú tal y cual se presenta actualmente a nosotros; y si este error es a veces cometido de hecho, ello no puede ser más que entre aquellos cuyo horizonte, en razón de las circunstancias en las cuales se encuentran, está limitado exclusivamente a esta sola tradición. Si no obstante esta asimilación es legítima en una cierta medida según lo que acabamos de explicar, los adherentes de cada una de las demás tradiciones podrían decir también, en el mismo sentido y al mismo título, que su propia tradición es el Sanâtana DHARMA; una tal afirmación sería siempre verdadera en un sentido relativo, si bien que sea evidentemente falsa en el sentido absoluto. Hay no obstante una razón por la cual la noción del Sanâtana DHARMA aparece como ligada más especialmente a la tradición hindú: Es que esta es, de todas las formas tradicionales actualmente vivientes, la que deriva más directamente de la tradición primordial, si bien que es en cierto modo como la continuación al exterior de aquella, teniendo en cuenta siempre, bien entendido, las condiciones en las cuales se desarrolla el ciclo humano, condiciones de las cuales ella misma da una descripción más completa que todas las que uno podría encontrar en otras partes, y ya que participa así a un más alto grado que todas las demás, en su perpetuidad. Además, es interesante hacer observar que la tradición hindú y la tradición islámica son las únicas que afirman expresamente y con toda claridad la validez de todas las demás tradiciones ortodoxas; y, si ello es así, es porque, pues que son la primera y la última en fecha en el curso del Manvantara, ambas deben integrar igualmente, aunque bajo modos diferentes, todas esas formas diversas que se han producido en el intervalo, a fin de volver posible el “retorno a los orígenes” por el cual el final del ciclo deberá coincidir con su comienzo, y que, en el punto de salida de un nuevo Manvantara, manifestará de nuevo al exterior el verdadero Sanâtana DHARMA. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Nos es menester todavía señalar dos concepciones erróneas que no son sino muy difundidas en nuestra época, y que testimonian una incomprensión ciertamente mucho más grave y más completa que la asimilación del Sanâtana DHARMA a una forma tradicional particular. Una de esas concepciones es la de los auto-denominados “reformadores”, como se encuentra hoy hasta en la India misma, los que creen poder encontrar el Sanâtana DHARMA procediendo para ello a una especie de simplificación más o menos arbitraria de la tradición, que no corresponde en realidad más que a sus propias tendencias individuales, y que son lo más frecuentemente debidas a los prejuicios de la influencia del espíritu moderno y occidental. Es de observar que, generalmente, lo que esos “reformadores” se aprestan a eliminar de este modo es ante todo precisamente lo que tiene el significado más profundo, sea porque este se les escapa enteramente, sea porque va a la contra de sus ideas preconcebidas; y esta actitud es bastante comparable a la de los “críticos” que rechazan como “interpolaciones” todo lo que, en un texto, no concuerda con la idea que estos se hacen de ellos o con el sentido que quisieran encontrar allí. Es así que cuando hablamos de “retorno a los orígenes” como lo hacíamos hace un momento, es seguramente de otra cosa que se trata, y de algo que no depende por lo demás de ningún modo de la iniciación de los individuos como tales; por lo demás, uno no ve del todo por qué la tradición primordial debería ser simple como esas gentes lo pretenden, si no es que, por enfermedad o debilidad intelectual, uno deseara que ello fuera así; y, nos preguntamos, ¿Por qué la verdad habría de estar obligada a acomodarse a la mediocridad de las facultades de comprensión de la media de los hombres actuales? Y es así que para darse cuenta que nada hay de esto; basta comprender, de una parte que el Sanâtana DHARMA contiene todo lo que ha de ser expresado a través de todas las formas tradicionales sin excepción, con algo más todavía, y de otra parte, que son necesariamente las verdades del orden más elevado y más profundo las que son devenidas las más inaccesibles del hecho del oscurecimiento espiritual e intelectual inherente al descenso cíclico; en esas condiciones, la simplicidad querida a los modernistas de toda especie queda evidentemente tan lejos como es posible de constituir una marca de la antigüedad de una doctrina tradicional, y con mayor razón de su primordialidad. La otra concepción errónea sobre la cual queremos llamar la atención pertenece sobre todo a las diversas escuelas contemporáneas que se vinculan a lo que se ha convenido designar bajo el nombre de “ocultismo”: Estas escuelas proceden habitualmente por “sincretismo”, es decir, aproximando las diversas tradiciones, en la medida en la que pueden conocerlas, de una manera enteramente exterior y superficial, y ni tan siquiera para intentar extraer lo que las mismas tengan de común, no, sino solamente para yuxtaponer mal que bien los elementos tomados a las unas y a las otras; y el resultado de esas construcciones tan heteróclitas como fantásticas es presentado como la expresión de una “sabiduría antigua” o de una “doctrina arcaica” de la cual habrían salido todas las tradiciones, y que debería también ser identificada a la tradición primordial o al Sanâtana DHARMA, aunque, por lo demás, estos términos parecen ser poco menos que ignorados de las escuelas en cuestión. Va de suyo que todo eso, sean cuales fueren sus pretensiones, no podría tener el menor calor y no responde más que a un punto de vista profano, y ello, tanto más cuanto que esas concepciones se acompañan casi invariablemente de un desconocimiento total de la necesidad, para cualquiera que quiera penetrar a un grado cualquiera en el dominio de la espiritualidad, de adherirse ante todo a una tradición determinada; y es bien entendido que no queremos hablar en eso de una adhesión efectiva con todas las consecuencias que la misma implica, comprendida en ellas la práctica de los ritos de esta tradición, y no en punto ninguno de una vaga simpatía “ideal” como la que se traen algunos occidentales al declararse hindúes o budistas sin saber demasiado lo que esto sea, y en todo caso sin siquiera haber pensado jamás en obtener un vinculamiento real y regular a esas tradiciones. Es este no obstante el punto de partida del cual nadie puede dispensarse, y no es sino después que cada uno podrá, según la medida de sus capacidades, buscar el ir más lejos; y no se trata aquí, en efecto, de especulación en el vacío, no, sino antes de un conocimiento que debe ser esencialmente ordenado en vista de una realización espiritual. Es solamente por esto que, es desde el interior de las tradiciones, y podríamos decir más exactamente todavía que desde su centro mismo, si es que uno consigue llegar a él, que uno puede tomar realmente consciencia de lo que constituye su unidad esencial y fundamental, y en consecuencia alcanzar verdaderamente la plena consciencia y conocimiento del Sanâtana DHARMA. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)