Pero esto no es todo: de la idea de un Dios “en devenir”, que no les pertenece exclusivamente y de la que se puede encontrar más de un ejemplo en el pensamiento moderno, los Mormones han pasado pronto a la de una pluralidad de dioses que forman una jerarquía indefinida. En efecto, le fue revelado a Smith “que nuestra actual Biblia sólo era un texto truncado y pervertido, al cual tenía la misión de devolver su pureza original”, y que el primer versículo del Génesis debía ser interpretado así: “el Dios jefe engendró a los demás dioses con el cielo y la tierra”. Además, “cada uno de estos dioses es el Dios especial de los espíritus de toda carne que habita en el mundo que él ha formado”. Finalmente, cosa aún más extraordinaria, una revelación de Brigham Young, en 1853, nos enseña que el Dios de nuestro planeta es Adán, que no es más que otra forma del arcángel Miguel: “Cuando nuestro padre Adán vino a Edén, trajo consigo a EVA, una de sus mujeres. Él ayudó a la organización de este mundo. Él es Miguel, el Anciano de los Días. Él es nuestro padre y nuestro Dios, el único Dios con el que nosotros tenemos relación”. En estas fantásticas historias hay dos cosas que nos recuerdan ciertas especulaciones rabínicas, mientras que, por otra parte, no podemos dejar de pensar en el “pluralismo” de William James; ¿no estarán los Mormones entre los primeros en haber formulado el concepto, caro a los pragmatistas, de un Dios limitado, el “Invisible Rey” de Wells? 5066 MISCELÁNEA LOS ORÍGENES DEL MORMONISMO
Por lo demás, la naturaleza dual del “Árbol de la Ciencia” no se le aparece a Adam más que en el momento mismo de la “caída”, puesto que es entonces cuando deviene “conocedor del bien y del mal” ( NA: Génesis, III, 22. — Cuando sus “ojos se abrieron”, Adam y EVA se cubrieron de hojas de higuera ( ibid., III, 7 ); esto hay que relacionarlo con el hecho de que, en la tradición hindú, el “Árbol del Mundo” es representado por la higuera, y también con el papel que desempeña este mismo árbol en el EVAngelio. ). Es entonces también cuando se aleja del centro que es el lugar de la unidad primera, a la cual corresponde el “Árbol de la Vida”; y es precisamente “para guardar el camino del Árbol de la Vida” que los Kerubim ( los “tetramorfos” que sintetizan en ellos el cuaternario de las potencias elementales ), armados de la espada flamígera, son colocados a la entrada del Eden ( Génesis, III, 24. ). Este centro ha devenido inaccesible para el hombre “caído”, que ha perdido el “sentido de la eternidad”, que es también el “sentido de la unidad” ( ver El Rey del Mundo, cap. V. ); volver al centro, por la restauración del “estado primordial”, y alcanzar el “Árbol de la Vida”, es redescubrir ese “sentido de la eternidad”. 6184 SC IX
Si nos detenemos en esta interpretación en términos de vida y muerte, aunque no sea en suma sino una aplicación particular de la consideración de dos términos contrarios o antagónicos, ello se debe a que el simbolismo de la serpiente está ligado ante todo a la idea misma de vida (Este sentido es particularmente manifiesto para la serpiente que se enrolla en torno del bastón de Esculapio); en árabe, la serpiente se llama el-hayyah, y la vida el-hayàh (hebreo hayàh, a la vez ‘vida’ y ‘animal’, de la raíz hay, común a ambas lenguas) (El-Hay es uno de los principales nombres divinos; debe traducírselo, no por “el Viviente”, como a menudo se hace, sino por “el Vivificante”, el que da la vida o es el principio de ella). Esto, que se vincula con el simbolismo del “Árbol de Vida” (Ver Le Symbolisme de la Croix, cap. XXV), permite a la vez entrever una singular relación entre la serpiente y EVA (Hawà, la ‘viviente’); y pueden recordarse aquí las figuraciones medievales de la “tentación”, donde el cuerpo de la serpiente, enroscado al árbol, tiene encima un busto de mujer (Se encuentra un ejemplo en el portal izquierdo de Notre-Dame de París). Cosa no menos extraña, en el simbolismo chino Fu-hsi y su hermana Nü-kua, que, se dice, reinaron juntos formando una pareja fraterna, como se la encuentra igualmente en el antiguo Egipto (inclusive hasta en la época de los Tolomeos), se representan a veces con cuerpo de serpiente y cabeza humana; y hasta ocurre que las dos serpientes se entrelacen como las del caduceo, por alusión sin duda al complementarismo del yang y el yin (Se dice que Nü-kua fundió piedras de los cinco colores (blanco, negro, rojo, amarillo, azul) para reparar un desgarramiento en la bóveda celeste, y también que cortó las cuatro patas de la tortuga para asentar en ellas las cuatro extremidades del mundo). Sin insistir más, lo cual arriesgaría llevarnos demasiado lejos, podemos ver en todo ello la indicación de que la serpiente, desde épocas sin duda muy remotas, ha tenido una importancia insospechada hoy; y, si se estudiaran detenidamente todos los aspectos de su simbolismo, especialmente en Egipto y en la India, podría llegarse sin duda a muy inesperadas comprobaciones. 6865 SFCS SHET