René Guénon — FORMAS TRADICIONAIS E CICLOS CÓSMICOS
ALGUNAS PRECISIONES SOBRE LA DOCTRINA DE LOS CICLOS CÓSMICOS
DURAÇÃO DOS CICLOS
En cuanto a las cifras indicadas en diversos textos para la duración del Manvantara, y por consecuencia para la de los Yugas, debe ser bien entendido que es menester no mirarlas de ningún modo como constituyendo una «cronología» en el sentido ordinario de este término, queremos decir como expresando números de años que deben ser tomados al pie de la letra; es por lo demás por lo que algunas variaciones aparentes en estos datos no implican en el fondo ninguna contradicción real. Lo que es de considerar en estas cifras, de una manera general, es solamente el número 4320, por la razón que vamos a explicar después, y no en punto ninguno los ceros más o menos numerosos de los cuales vaya seguido, y que pueden inclusive estar sobre todo destinados a extraviar a los que querrían entregarse a algunos cálculos. Esta precaución puede parecer extraña a primera vista, pero es, sin embargo, fácil de explicar: Si la duración real del Manvantara fuera conocida, y si además, estuviera determinado con exactitud su punto de partida, cada quien podría sin dificultad extraer de ello deducciones que permitirían prever algunos acontecimiento futuros; ahora bien, jamás ninguna Tradición ortodoxa ha encarecido las búsquedas por medio de las cuales el hombre puede llegar a conocer el porvenir en una medida más o menos extensa, presentando como presenta ese conocimiento prácticamente muchos más inconvenientes que ventajas verdaderas. Es por lo que el punto de partida y la duración del Manvantara han sido siempre disimulados más o menos cuidadosamente, sea añadiendo o quitando un número determinado de años a los datos reales, sea multiplicando o dividiendo las duraciones de los periodos cíclicos de manera de conservar solamente sus proporciones exactas; y añadiremos que algunas correspondencias han sido a veces invertidas también por motivos similares.
Si la duración del Manvantara es 4320, las de los cuatro Yugas serán respectivamente 1728, 1296, 864 y 432; pero, ¿por qué número será menester multiplicar estos para obtener la expresión de esas duraciones en años? Es fácil destacar que todos los números cíclicos están en relación directa con la división geométrica del círculo: Así, 4320 = 360 x 12; nada hay por lo demás de arbitrario o de puramente convencional en esta división, ya que, por razones que relevan de la correspondencia que existe entre la aritmética la geometría, es normal que la misma se efectúe siguiendo múltiplos de 3, 9, 12, mientras que la duración decimal es la que conviene propiamente a la línea recta. Empero, esta observación, aunque verdaderamente fundamental, no permitiría ir más lejos en la determinación de los periodos cíclicos, si no se supiera además, que la base principal de ésos, en el orden cósmico, es el periodo astronómico de la precesión de los equinoccios, cuya duración es de 25.920 años de tal suerte que el desplazamiento de los puntos equinocciales es de un grado cada 72 años. Este número de 72 es precisamente un sub-múltiplo de 4.320 = 72 x 60, y 4.320 es a su vez, un sub-múltiplo de 25.920 = 4.320 x 6; el hecho de que se reencuentren para la precesión de los equinoccios los números ligados a la división del círculo es por lo demás todavía una prueba del carácter verdaderamente natural de esta última; pero la cuestión que aquí se plantea ahora es ésta: ¿Qué múltiplo o submúltiplo del periodo astronómico en cuestión corresponde realmente a la duración del Manvantara?
El periodo que aparece lo más frecuentemente en las diferentes Tradiciones, a decir verdad, es quizás menos el mismo el mismo de la precesión de los equinoccios que su mitad: Es en efecto ésta la que corresponde concretamente a lo que era el «gran año» de los Persas y de los Griegos, evaluado frecuentemente por aproximación en 12.000 o 13.000 años, siendo su duración exacta de 12.960 años. Siendo dada la importancia enteramente particular que es así atribuida a este periodo, es de suponer que el Manvantara deberá comprender un número entero de esos «grandes años»; ¿pero cuál será entonces ese número? A este respecto, encontramos al menos, en otra parte que en la Tradición hindú, una indicación precisa, y que parece bastante plausible como para poder por esta vez ser aceptada literalmente: Entre los Caldeos, la duración del reino de Xisuthros que es manifiestamente idéntico a Vaivaswata, el Manu de la era actual, es fijada en 64.800 años, o sea, exactamente cinco «grandes años». Destacamos incidentalmente que el número 5, siendo el de los bhûtas o elementos del mundo sensible, debe necesariamente tener una importancia especial bajo el punto de vista cosmológico, lo que tiende a confirmar la realidad de una tal evaluación; quizás que inclusive hubiera lugar a considerar una cierta correlación entre los cinco bhûtas y los cinco «grandes años» sucesivos de que se trata, y ello tanto más cuanto que, de hecho, se encuentra en las Tradiciones antiguas de América central una asociación expresa de los elementos con algunos periodos cíclicos; pero hay ahí una cuestión que exigiría ser examinada más de cerca. Sea como fuere, si tal es en efecto la duración real del Manvantara, y si se continúa tomando como base el número 4.320, que es igual al tercio del «gran año», es pues por 15 que este número deberá ser multiplicado. Por otra parte, los cinco «grandes años» estarán naturalmente repartidos de manera desigual, pero siguiendo relaciones simples, en los cuatro Yugas: El Krita-Yuga contendrá pues dos «grandes años», el Trêtâ-Yuga uno y medio, el Dwâpara-Yuga uno, y el Kali-Yuga medio año; estos números son por otra parte, bien entendido, la mitad de los que teníamos precedentemente al representar mediante 10 la duración del Manvantara. Evaluados en años ordinarios, estas mismas duraciones de los cuatro Yugas serán respectivamente de 25.920, 19.440, 12.960 y 6.480 años, que forman el total de 64.800 años; y se ha de reconocer que estas cifras se quedan al menos en límites perfectamente verosímiles, pudiendo muy bien corresponder a la antigüedad real de la presente humanidad terrestre.
Detendremos aquí estas pocas consideraciones, ya que, por lo que es del punto de partida de nuestro Manvantara, y, por consecuencia, del punto exacto de su curso en el que nos encontramos actualmente, no entendemos arriesgarnos a ensayar determinarlos. Sabemos, por todos los datos Tradicionales, que estamos desde hace ya mucho tiempo en el Kali-Yuga; podemos decir, sin ningún temor a errar, que estamos inclusive en una fase avanzada de este, fase cuyas descripciones dadas en los Purânas responden por lo demás, de la manera más sorprendente a los caracteres de la época actual; pero, ¿no sería imprudente querer precisar más? y, por añadidura, ¿no concluiría eso inevitablemente en esas especies de predicciones a las cuales la doctrina Tradicional ha opuesto, no sin graves razones, tantos obstáculos?