René Guénon — (?Sigmund_Freud)
Hemos expuesto ya en otra parte el papel del psicoanálisis en la obra de subversión que, sucediendo a la “solidificación” materialista del mundo, constituye la segunda fase de la acción antitradicional característica de la época moderna en su totalidad (Ver Le Régne de la Quantité et les Signes des Temps, cap. XXXIV). Es preciso que volvamos aún sobre este asunto, pues desde hace algún tiempo notamos que la ofensiva psicoanalista va cada vez más lejos, en el sentido de que, dirigiéndose directamente a la tradición so pretexto de explicarla, tiende ahora a deformar su noción misma del modo más peligroso. A este respecto, cabe hacer una distinción entre variedades desigualmente “avanzadas” del psicoanálisis: éste, que había sido concebido primeramente por Freud, se encontraba todavía limitado hasta cierto punto por la actitud materialista que él se proponía siempre mantener; por supuesto, el psicoanálisis no por eso dejaba de tener ya un carácter netamente “satánico”, pero por lo menos ello le vedaba todo intento de penetrar en ciertos dominios, o, aun si a pesar de todo lo pretendía, no lograba de hecho sino falsificaciones harto groseras, de donde confusiones que era aún relativamente fácil disipar. Así, cuando Freud hablaba de “simbolismo”, lo que él designaba abusivamente así no era en realidad sino un simple producto de la imaginación humana, variable de un individuo a otro, y sin nada de común verdaderamente con el auténtico simbolismo tradicional. No era sino una primera etapa, y estaba reservado a otros psicoanalistas modificar las teorías de su “maestro” en el sentido de una falsa espiritualidad, con el fin de poder, por una confusión mucho más sutil, aplicarlas a una interpretación del simbolismo tradicional mismo. Fue sobre todo el caso de C. G. Jung cuyas primeras tentativas en este dominio datan ya de hace bastante tiempo (Ver a este respecto A. Préau, La Fleur d’or ou le Taoïsme sans Tao); es de notar, pues resulta muy significativo, que para esa interpretación partió de una comparación que creyó poder establecer entre ciertos símbolos y algunos dibujos realizados por enfermos; y ha de reconocerse que, en efecto, estos dibujos presentan a veces, con respecto a los símbolos verdaderos, una suerte de semejanza “paródica” que no deja de ser más bien inquietante en cuanto a la naturaleza de lo que los inspira. SFCS : TRADICIÓN E “INCONSCIENTE”
38.- Longfield Beatty. The Garden of the Golden Flower. (Rider and Co., London).- Este libro, cuyo título mismo es una alusión manifiesta a la interpretación del Secreto de la Flor de Oro dada por C. G. Jung, es un ejemplo característico de la lamentable influencia ejercida por las concepciones psicoanalíticas sobre aquellos que quieren ocuparse de simbolismo sin poseer datos tradicionales suficientes. Sin duda, el autor entiende ir más lejos que los psicoanalistas y no limitarse al solo dominio reconocido por ellos, pero no deja de considerar menos a Freud y sus discípulos, y también a Frazer por otro lado, como “autoridades incontestadas” en su orden, lo que no puede más que proporcionarle un mal punto de partida. Si la tesis se limitara a considerar dos principios complementarios, así como su unión y lo que de ahí resulta, y a buscar reencontrar esos tres términos en los diferentes “niveles” que él llama respectivamente, “físico”, “místico” (?) y espiritual, no habría ciertamente nada que objetar, puesto que ello es efectivamente conforme a las enseñanzas de toda cosmología tradicional; pero entonces no habría evidentemente ninguna necesidad de apelar al psicoanálisis, ni por lo demás a teorías psicológicas cualesquiera que sean. Solamente que la influencia de éstas, y también la del “tótem” y del “tabú”, aparecen a cada instante en la manera especial como estas cuestiones son tratadas; el autor ¿no llega hasta a hacer del “inconsciente” la fuente de todo simbolismo y del demasiado famoso “complejo de Edipo” (cualesquiera que sean, por otro lado, los esfuerzos que hace para “espiritualizar” su significado) el punto central de todas sus explicaciones. Las que da respecto a los “héroes solares” y otros “mitos” y “leyendas”, y que forman la mayor parte de la obra, son además, de modo general, extremadamente confusas, y él mismo no parece siempre muy seguro de su exactitud; se tiene la impresión de que intenta proceder por una serie de aproximaciones sucesivas, sin que se pueda ver claramente a qué le conducen; y las correspondencias sobre todo embrolladas y frecuentemente dudosas que indica en diversos cuadros (él los llama singularmente “ecuaciones”) apenas aclaran la exposición. Añadamos aún que, sobre las doctrinas tradicionales mismas, su información, a juzgar por la bibliografía colocada al final del libro, parece ser muy restringida y no provenir demasiado frecuentemente más que de escritos muy poco dignos de confianza a este respecto; como los de los teosofistas, por ejemplo, (la Doctrina Secreta, de la SRA. Blavatsky, etc., el Cristianismo Esotérico de la SRA. Besant), o aún la Qabbalah Mística, de Dion Fortune, de la que hablamos aquí en otra ocasión (n de diciembre de 1937 — Comptes Rendus); su conocimiento de la tradición extremo oriental parece reducirse casi a la Creative Energy de Mears, que es una interpretación “cristianizada” y no poco fabuladora del Yi-King; todo ello es sin duda muy insuficiente, pero, en el fondo, es esta insuficiencia misma la que explica que haya podido dejarse seducir tan fácilmente por el psicoanálisis… No insistiremos más largamente, pero anotaremos sin embargo aún que la extraña idea de un Anticristo femenino, que él ha sacado del Gospel of the Witches de Leland y a la cual atribuye cierta importancia, pues vuelve sobre ella en varias ocasiones, ¡no representa mejores garantías que el resto desde el punto d vista auténticamente tradicional! El Teosofismo : RESEÑAS DE LIBROS — Mayo de 1946