EL “CUATRO DE CIFRA”
Entre las antiguas marcas corporativas, hay una de carácter particularmente enigmático: aquella a la cual se denomina “cuatro de cifra”, porque, en efecto, tiene la forma de la cifra 4, a la cual se agregan a menudo líneas suplementarias, horizontales o verticales, y que se combina generalmente, sea con otros símbolos diversos, sea con letras o monogramas, para formar un conjunto complejo en el cual ocupa siempre la parte superior. Ese signo era común a gran número de corporacíones, si no a todas, y no sabemos por qué un autor ocultista, que por añadidura atribuye gratuitamente a los cátaros el origen del mismo, ha pretendido recientemente que pertenecía exclusivamente a una “sociedad secreta” de impresores y libreros; es cierto que se lo encuentra en muchos pies de imprenta, pero no es menos frecuente entre los talladores de piedras, los pintores de vitrales, los tapiceros, por no citar sino unos pocos ejemplos, suficientes para mostrar que tal opinion es insostenible. Se ha observado, inclusive, que particulares o familias habían hecho figurar ese signo en sus casas, en sus piedras sepulcrales o en sus blasones; pero aquí, en ciertos casos, nada prueba que el signo no deba atribuirse a un tallador de piedras más bien que al propietario mismo, y, en los otros, se trata ciertamente de personajes que estaban vinculados de algún modo, a veces hereditariamente, a determinadas corporacione ( Hemos aludido en otro lugar a vínculos de este género en relación con los masones “aceptados” ( Aperçus sur l’Initiation, cap. XXIX ) ). Como quiera que fuere, no cabe duda de que el signo de que se trata tiene carácter corporativo y está en relación directa con las iniciaciones artesanales; e incluso, a juzgar por el empleo que de él se hace, cabe suponer que fue esencialmente una marca del grado de maestro.

En cuanto a la significación del “cuatro de cifra”, que es evidentemente lo interesante para nosotros, los autores que han hablado de ello están lejos de hallarse acordes, tanto más cuanto que generalmente parecen ignorar que un.símbolo puede muy bien ser realmente susceptible de varias interpretaciones distintas pero no excluyentes. Nada hay en ello que deba sorprender, como quiera opinen quienes se atienen a un punto de vista profano, pues no solo la multiplicidad de sentidos es, de modo general, inherente al simbolismo, sino además, en este caso como en muchos otros, puede haber habido superposición y hasta fusión de varios símbolos en uno. W. Deonna, que ha tenido oportunidad de citar el “cuatro de cifra” entre otros símbolos que figuran en armas antiguas ( “Armes avec motifs astrologiques et talismaniques”, en Revue de l’Histoire des Religions, número de julio-octubre de 1924 ), se refiere, de modo por lo demás harto sumario, al origen y el significado de esa marca y menciona la opinión según la cual ella representa lo que denomina de modo más bien extravagante “el valor místico de la cifra 4”; sin rechazar enteramente esta interpretación, prefiere sin embargo otra, y supone “que se trata de un signo astrológico”, el de Júpiter. Éste, en efecto, presenta en su aspecto general cierta semejanza con la cifra 4; y es seguro también que el uso de este signo puede tener alguna relación con la idea de “maestría”; pero, ello no obstante, y contra la opinión del señor Deonna, pensamos que no se trata sino de una asociación secundaria, la cual, por legítima que sea ( Encontramos, por lo demás, otro caso de la misma asociación entre el simbolismo de Júpiter y el del cuaternario en el cuarto arcano del Tarot ), no hace empero sino añadirse a la significación primera y principal del símbolo.

No nos parece dudoso, en efecto, que se trate ante todo de un símbolo cuaternario, no tanto a causa de su parecido con la cifra 4, que podría en suma no ser sino “adventicio” en cierto modo, sino por otra razón más decisiva: esa cifra 4, en todas las marcas en que figura, tiene una forma que es exactamente la de una cruz en la cual el extremo superior del travesaño vertical y uno de los extremos del travesaño horizontal están unidos por una línea oblicua; ahora bien: es incontestable que la cruz, sin perjuicio de todas sus demás significaciones, es esencialmente un símbolo del cuaternario ( La cruz representa al cuaternario en su aspecto “dinámico”, mientras que el cuadrado lo representa en su aspecto “estático” ). Confirma aún esta interpretación el hecho de que hay casos en que el “cuatro de cifra”, en su asociación con otros símbolos, tiene manifiestamente un lugar que ocupa la cruz en otras figuraciones más habituales, idénticas a aquellas con esa sola diferencia; ocurre particularmente así cuando el “cuatro de cifra” se encuentra en la figura del “globo del Mundo”, o bien cuando está encima de un corazón, como sucede con frecuencia sobre todo en marcas de impresores ( El corazón coronado de una cruz es, naturalmente, en la iconografía cristiana, la representación del “Sagrado Corazón”, el cual, por otra parte, desde el punto de vista simbólico, es una imagen del “Corazón del Mundo”; y es de notar que, siendo el esquema geométrico del corazón un triángulo con el vértice hacia abajo, el del símbolo entero no es otra cosa que el símbolo alquímico del azufre en posición invertida, el cual representa el cumplimiento de la “Gran Obra”, ( En el artículo “Le Chrisme et le Coeur dans les anciennes marques corporatives”, de Regnabit. noviembre de 1925, Guénon agregaba, con respecto a esa misma vinculación simbólica: “Encontramos aquí el triángulo invertido, cuya equivalencia con el corazón y la copa hemos señalado ya; aislado, ese triángulo es el signo alquímico del agua, mientras que el triángulo recto, o sea con el vértice hacia arriba, es el del fuego. Ahora bien; entre las diversas significaciones que el agua tiene constantemente en las tradiciones más diversas, hay una particularmente interesante de registrar aquí: es el símbolo de la Gracia y de la regeneración por ella operada en el ser que la recibe; bastará recordar, a este respecto, el agua bautismal, las cuatro fuentes de agua viva del Paraíso terrestre, y tamién el agua que junto con la sangre mana del Corazón de Cristo, fuente inextinguible de la Gracia. Por último — y ello viene a corroborar aún estas explicaciones -, la inversión del símbolo del azufre significa el descenso de los influjos espirituales al “mundo de abajo”, es decir, al mundo terrestre y humano; es, en otros términos, el “rocío celeste” de que hemos hablado ya” ) ).

Esto no es todo, y hay aún algo quizá no menos importante, aunque el señor Deonna se haya negado a admitirlo: en el artículo al cual nos hemos referido, después de señalar que se ha querido “derivar esa marca del monograma constantiniano, ya libremente interpretado y desfigurado en los documentos merovingios y carolingios” ( Por otra parte, habría que distinguir cuidadosamente entre las deformaciones accidentales, debidas a la incomprensión de los símbolos, y las deformaciones intencionales y significativas ), dice que “esta hipótesis parece enteramente arbitraria” y que “no la impone ninguna analogía”. Estamos lejos de compartir esta opinión; y, por otra parte, es curioso comprobar que entre los ejemplos reproducidos por ese autor mismo, hay dos que figuran el crisma completo, en el cual el P ( ‘ro’ ) está reemplazado pura y simplemente por el “cuatro de cifra”; ¿no habría debido esto incitarle por lo menos a una mayor prudencia? Es menester observar también que se encuentran indiferentemente dos orientaciones opuestas del “cuatro de cifra” ( Decimos indiferentemente, pero puede que ello haya correspondido a alguna diferencia de ritos o de corporaciones; de paso, agreguemos a este respecto que aun si la presencia de un signo cuaternario en las marcas indicaba la posesión del cuarto grado de una organización iniciática, lo que no es imposible aunque sea sin duda difícil de establecer, ello evidentemente en nada afectaba al valor simbólico inherente al signo ); y, cuando está vuelto hacia la derecha en vez de hacia la izquierda según la posición normal del 4, presenta una similitud particularmente notable con el P. Hemos explicado ya ( “Les symboles de l’analogie” ( aquí, cap. L: “Los símbolos de la analogía” ) ) que se distingue el crisma simple y el crisma llamado “constantiniano”: el primero está formado por seis radios opuestos dos a dos a partir de un centro, es decir, por tres diámetros, uno vertical y los otros dos oblicuos, y, en cuanto “crisma” se lo considera formado por la unión de las letras griegas I y X; el segundo, que se considera análogamente como reunión de las letras griegas X y P, deriva inmediatamente de aquél por el agregado, en la parte superior del diámetro vertical, de un ojal que está destinado a transformar el I en P, pero que tiene también otras significaciones y se presenta, por lo demás en varias formas diversas ( Hemos mencionado el caso en que este ojal del P ( ‘ro’ ) toma la forma particular del símbolo egipcio del “ojal de Horus”; en tal caso, el P tiene al mismo tiempo una semejanza particularmente neta con ciertas agujas “prehistóricas” que, según lo ha señalado Coomaraswamy, en vez de estar perforadas, como lo estuvieron más tarde, presentaban simplemente recurvado uno de sus extremos, formando una especie de ojal por donde pasaba el hilo ( cf. “Le ‘trou de l’aiguille’” ( aquí, cap. LV: “El ‘ojo de la aguja’” ) ) ), lo que hace aún menos sorprendente su reemplazo por el “cuatro de cifra”, el cual, en suma, no es sino una variante más ( Acerca del “Crisma de Constantino”, señalaremos que la reunión de las tres iniciales de la inscripción In hoc signo vinces que lo acompaña da IHSV, es decir, el nombre de Jesús; este hecho parece pasar generalmente inadvertido, pero está indicado expresamente en el simbolismo de la “Orden de la Cruz Roja de Roma y de Constantino”, que es un side-degree, es decir, un “anexo” de los altos grados de la masonería inglesa ). Todo esto se aclara, por otra parte, cuando se observa que la línea vertical, tanto en el crisma como en el “cuatro de cifra”, es en realidad una figura del “Eje del Mundo”; en su extremo superior, el ojal del P es, como el “ojo” de la aguja, un símbolo de la “puerta estrecha”; y, en lo que concierne al “cuatro de cifra”, basta recordar su relación con la cruz y el carácter, igualmente “axial” de ésta, y considerar además que el agregado de la línea oblicua que completa la figura uniendo las extremidades de dos de los brazos de la cruz y cerrando así uno de los ángulos de ella combina ingeniosamente con la significación cuaternaria, que no existe en el caso del crisma, el simbolismo idéntico de la “puerta estrecha”; y se reconocerá que hay en ello algo perfectamente apropiado para una marca del grado de maestro.