Hemos visto hace un momento que un árbol que ostenta una forma ternaria, como el “árbol sefirótico”, puede sintetizar en él, en cierto modo, las naturalezas del “Árbol de la Vida” y del “Árbol de la Ciencia”, como si éstos se encontraran reunidos en uno solo, puesto que aquí el ternario es descomponible en la unidad y la dualidad de las cuales es la suma (En un pasaje de la Astrée de Honoré d’Urfé, se trata de un árbol de tres troncos, según una tradición que parece ser de origen druídico. ). En lugar de un árbol único, se puede tener también, con la misma significación, un conjunto de tres árboles unidos por sus raíces, donde el del medio es el “Árbol de la Vida”, y donde los otros dos corresponden a la dualidad del “Árbol de la Ciencia”. Se encuentra algo comparable en la figuración de la cruz de Cristo entre otras dos cruces, las del buen y del mal ladrón: éstos están colocados respectivamente a la derecha y a la izquierda de Cristo crucificado como los elegidos y los condenados estarán a la derecha y a la izquierda de Cristo triunfante en el “JUICIO FINAL”; y, al mismo tiempo que representan evidentemente el bien y el mal, corresponden también, en relación a Cristo, a la “Misericordia” y al “Rigor”, los atributos característicos de las dos columnas laterales del “árbol sefirótico”. La cruz de Cristo ocupa siempre el lugar central que pertenece propiamente al “Árbol de la Vida”; y, cuando está colocada entre el sol y la luna, como se ve en la mayoría de las antiguas figuraciones, es todavía la misma cosa: ella es entonces verdaderamente el “Eje del Mundo” (NA: Este identificación de la cruz con el “Eje del Mundo” se encuentra enunciada expresamente en la divisa de los cartujos: “Stat Crux dum volvitur orbis”.- Cf. el símbolo del “globo del mundo”, donde la cruz, coronando el polo, tiene igualmente el lugar del eje (ver El esoterismo de Dante, cap. VIII).). SC IX