Esto nos lleva directamente a hablar del segundo papel de los «guardianes» del Centro supremo, papel que consiste, como acabamos de decir, en asegurar ciertas relaciones exteriores y sobre todo, añadiremos, mantener el nexo entre la Tradición primordial y las tradiciones secundarias y derivadas. Para que pueda ser así, es necesario que haya para cada forma tradicional una o varias organizaciones constituidas de esta forma, según todas las apariencias, pero compuestas de hombres que tengan consciencia de lo que está más allá de las formas, es decir, de la doctrina única que es la fuente y la esencia de todas las demás y que no es otra cosa que la Tradición Primordial. En un mundo de tradición judeocristiana tal organización debía, bastante naturalmente, tomar como símbolo el Templo de Salomón; éste, además, habiendo dejado de existir materialmente desde hacía mucho tiempo, no podía tener más que un significado ideal, siendo como una imagen del Centro supremo, así como lo es todo centro espiritual subordinado; y la etimología del nombre de Jerusalén indica bastante claramente que no es sino una imagen visible de la misteriosa Salem de MELQUISEDEC. Si tal fue el carácter de los Templarios, debían, para cumplir el papel que les fue asignado y que concernía a una cierta tradición determinada, la de occidente, permanecer relacionados exteriormente con la forma de esa tradición; pero, al mismo tiempo, la consciencia interior de la verdadera unidad doctrinal debía hacerles capaces de comunicar con los representantes de otras tradiciones; (NA: Esto se relaciona con lo que hemos llamado simbólicamente el «don de lenguas»; sobre este tema nos remitimos a nuestro artículo contenido en el número especial de Le Voile d’Isis consagrado a los Rosa-Cruz, y convertido en el capítulo XXXVII de Apreciaciones sobre la Iniciación.) esto es lo que explica sus relaciones con ciertas organizaciones orientales y sobre todo, como es natural, con las que jugaron por lo demás un papel similar al suyo. 1302 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
No hay que dejarse detener por las formas exteriores, sean las que sean, los «Fieles de Amor» sabían ir más allá de esas formas, y he aquí una prueba: en una de las primeras novelas del Decamerón de Bocaccio, MELQUISEDEC afirma que entre el judaísmo, el cristianismo y el islamismo «nadie sabe cuál es la verdadera fe». El Sr. Valli ha acertado al interpretar esta afirmación en el sentido de que «la verdadera fe está escondida bajo los aspectos exteriores de las diversas creencias» (NA: p. 433); pero lo que es más remarcable, y esto no lo ha visto, es que estas palabras sean puestas en boca de MELQUISEDEC, que es precisamente el representante de la tradición única escondida bajo todas las formas exteriores; y hay ahí algo que muestra que algunos en occidente sabían aún en esa época lo que es el verdadero «centro del mundo». Sea como fuere, el empleo de un lenguaje «afectivo», como a menudo es el de los «Fieles de Amor», también es una forma exterior por la que no debemos dejarnos ilusionar; puede recubrir muy bien algo muy distinto y profundo, y en particular, la palabra «amor» puede, en virtud de la transposición analógica, significar una cosa totalmente distinta del sentimiento que designa de ordinario. Este sentido profundo del «amor» en conexión con las doctrinas de las órdenes de caballería, podría obtenerse claramente de las relaciones entre las indicaciones siguientes: primero, la palabra de San Juan, «Dios es Amor»; después, el grito de guerra de los templarios, «Viva Dios Santo Amor»; finalmente, el último verso de la Divina Comedia, «L’Amor che muove il Sole e l’altre stelle». (NA: A propósito de las órdenes de caballería, digamos que la «Iglesia Joanita» designa la reunión de todos los que, de cualquier forma, se relacionan con lo que se ha llamado en la Edad Media el «Reino del Preste Juan», al cual hemos hecho alusión en nuestro estudio sobre El Rey del Mundo.) 1322 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
Había en Palmyra, en Vermont, un hombre joven de bastante mala reputación, llamado Joseph Smith; se había significado frente a sus conciudadanos, durante uno de esos períodos de entusiasmo religioso que los americanos llaman revivals, difundiendo el relato de una visión con la que pretendía haber sido favorecido; después se convirtió en “buscador de tesoros”, viviendo del dinero que le remitían gentes crédulas a las que prometía indicar, gracias a ciertos procedimientos adivinatorios, las riquezas enterradas en el suelo. Es entonces cuando echó mano al manuscrito de Spalding, doce años después de la muerte de su autor; se cree que este manuscrito le fue dado por uno de sus colegas, Sydney Rigdon, que lo habría sustraído de una imprenta en la que hacía su aprendizaje; la viuda, el hermano y el antiguo socio de Spalding siempre reconocieron y afirmaron formalmente la identidad del Libro de Mormón con el Manuscrito Reencontrado. Pero el “buscador de tesoros” pretendía que, guiado por un ángel, había sacado el libro del lugar en que Mormón lo había enterrado, en forma de placas de oro cubiertas de caracteres jeroglíficos; añadió que el ángel le había hecho descubrir igualmente dos piedras traslúcidas, que no eran otras que el Urim y el Thummim que figuraban sobre el pectoral del Sumo Sacerdote de Israel (Éxodo, XXVIII, 30.- Estas dos palabras hebreas significan “luz” y “verdad”.), y cuya posesión, que le procuraba el don de lenguas y el espíritu de profecía, le había permitido traducir las misteriosas placas. Una decena de testigos declararon haber visto esas placas; tres de ellos afirmaron incluso que también habían visto al ángel, que enseguida los había elevado y tomado bajo su guarda. Entre estos últimos estaba Martin Harris, que vendió su granja para ayudar a los costes de publicación del manuscrito, a pesar de los avisos del profesor Anthon, de New York, a quien había sometido una muestra de los pretendidos jeroglíficos, y que le había puesto en guardia contra lo que le parecía una vulgar superchería. Es de suponer que Smith se había procurado algunas placas de latón y había trazado en ellas caracteres copiados de diversos alfabetos; según el Sr. Anthon (Carta al Sr. Howe, 17 de Febrero de 1834.), había sobre todo una mezcla de caracteres griegos y hebreos, así como una grosera imitación del calendario mexicano publicado por Humboldt. Por lo demás, es extremadamente difícil decir si los que se adhirieron a Smith al principio fueron sus víctimas o sus cómplices; en lo que respecta a Harris, cuya fortuna fue gravemente comprometida por el poco éxito que en principio tuvo el Libro de Mormón, no tardó en renegar de la nueva fe y en pelearse con Smith, éste pronto tuvo una revelación que dispuso su manutención a cargo de sus adherentes; después, el 6 de Abril de 1830, otra revelación vino a constituirlo profeta de Dios, con la misión de enseñar a los hombres una nueva religión y establecer la “Iglesia de los Santos de los Últimos Días” (Church of Latter-Day Saints), en la que debía entrarse por un nuevo bautismo; la iglesia sólo contaba entonces con seis miembros, pero, al cabo de un mes, tenía una treintena, entre los que estaban el padre y los hermanos de Smith. Esta Iglesia, en suma, no se diferenciaba mucho de la mayoría de sectas protestantes; en los trece artículos de fe que entonces fueron formulados por el fundador, cabe señalar solamente la condena del bautismo de los niños (articulo 4), la creencia “en que un hombre puede ser llamado por Dios mediante la profecía y la imposición de manos” (articulo 5), y que los dones milagrosos tales como la “profecía, revelación, visiones, curación, exorcismo, interpretación de lenguas”, han sido perpetuados en la iglesia (artículo 7), el añadido del Libro de Mormón a la Biblia como “palabra de Dios” (articulo 8), y por último la promesa de “que Dios revelará aún grandes cosas concernientes a Su Reino” (articulo 9). Mencionemos todavía el artículo 10, concebido así: “Creemos en la reunión literal de Israel y en la restauración de las diez tribus; creemos que Sión será reconstruida sobre este continente, que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá la gloría paradisíaca”. El comienzo de este articulo recuerda curiosamente los proyectos de Noah; la continuación es la expresión de un “milenarismo” que no es absolutamente excepcional en las iglesias protestantes, y que, en esta misma región de Nueva Inglaterra, debía también dar nacimiento, hacia 1840, a los “Adventistas del Séptimo Día”. Finalmente, Smith quiso reconstituir la organización de la iglesia primitiva: Apóstoles, Profetas, Patriarcas, Evangelistas, Ancianos, Diáconos, Pastores y Doctores, más dos jerarquías de pontífices, una según el orden de Aarón y otra según el orden de MELQUISEDEC. 5036 MISCELÁNEA LOS ORÍGENES DEL MORMONISMO
En el mundo de tradición judeocristiana, tal organización debía, naturalmente, tomar por símbolo el Templo de Salomón; éste, por lo demás, habiendo dejado de existir materialmente desde hacía mucho, no podría tener entonces sino una significación puramente ideal, como imagen del Centro supremo, tal cual lo es todo centro espiritual subordinado; y la etimología misma del nombre Jerusalén indica con harta claridad que ella no es sino una imagen visible de la misteriosa Salêm de MELQUISEDEC. Si tal fue el carácter de los Templarios, para desempeñar el papel que les estaba asignado, y que concernía a una determinada tradición, la de Occidente, debían permanecer vinculados exteriormente con la forma de esta tradición; pero, a la vez, la conciencia interior de la verdadera unidad doctrinal debía hacerlos capaces de comunicar con los representantes de las otras tradiciones (Esto se refiere a lo que se ha llamado simbólicamente el “don de lenguas”; sobre este tema, remitiremos a nuestro artículo contenido en el número especial de V. I., dedicado a los Rosacruces (retomado en Aperçus sur l’Initiation, cap. XXXVII)): esto explica sus relaciones con ciertas organizaciones orientales, y sobre todo, como es natural, con aquellas que en otras partes desempeñaban un papel similar al de ellos. 6768 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Volvamos ahora a la figuración que hemos tomado como punto de partida de estas observaciones: se ven en ella, decíamos, el cetro y la llave en las manos de Jano: lo mismo que la corona (que empero puede considerarse también como símbolo de potencia y elevación en el sentido más amplio, tanto en el orden espiritual como en el temporal, y que en este caso nos parece tener más bien tal acepción), el cetro es el emblema del poder real, y la llave, por su parte, lo es entonces, más especialmente, del poder sacerdotal. Debe señalarse que el cetro está a la izquierda de la figura, del lado del rostro masculino, y la llave a la derecha, del lado del rostro femenino; ahora bien; según el simbolismo empleado por la Cábala hebrea, a la derecha y a la izquierda corresponden respectivamente dos atributos divinos: la Misericordia (Hésed) y la Justicia (Dîn) (En el símbolo del árbol sefirótico, que representa el conjunto de dos atributos divinos, las dos “columnas” laterales son, respectivamente, las de la Misericordia y la Justicia; en la cúspide de la “columna del medio”, y dominando las dos “columnas” laterales, está la “Corona” (Kéter); la posición análoga de la corona de Jano, en nuestra figuración, con respecto a la llave y al cetro, nos parece dar lugar a una vinculación que justifica lo que acabamos de decir en cuanto a su significado: sería el poder principal, único y total, de que proceden los dos aspectos designados por los otros dos emblemas), las cuales convienen también, manifiestamente, a Cristo, y más especialmente cuando se considera su papel de Juez de los vivos y los muertos. Los árabes, realizando una distinción análoga en los atributos divinos y en los nombres que a ellos corresponden, dicen “Belleza” (Djemâl) y “Majestad” (Djelâl); y podría comprenderse así, con estas últimas designaciones, que los dos aspectos hayan sido representados por un rostro femenino y otro masculino, respectivamente (En Le Roi du Monde hemos explicado más completamente el simbolismo de la izquierda y la derecha, de la “mano de justicia” y la “mano de bendición”, señalado igualmente por diversos Padres de la Iglesia, San Agustín especialmente). En suma, la llave y el cetro, reemplazando aquí al conjunto de dos llaves, emblema quizá más habitual de Jano, no hacen sino poner aún más en claro uno de los sentidos de este emblema, que es el del doble poder procedente de un principio único: poder sacerdotal y poder real, reunidos, según la tradición judeocristiana, en la persona de MELQUISEDEC, el cual, como dice San Pablo, es “hecho semejante al Hijo de Dios” (Epístola a los Hebreos, VII, 3). 6840 SFCS ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DE JANO