Sin extendernos sobre estas consideraciones que no se refieren más que indirectamente a nuestro tema, diremos también que un centro del género de aquellos de los que acabamos de hablar existía en Creta en la época prehelénica (El nombre de Minos es por sí mismo una indicación suficiente a este respecto, como el de Ménès en lo que concierne a Egipto; remitimos también, en cuanto a Roma, a lo que hemos dicho de Numa, y recordaremos la significación del de Shlomoh para Jerusalem. — A propósito de Creta, señalamos de pasada el uso del Laberinto, como símbolo característico, por los constructores de la edad media; lo más curioso es que el recorrido del Laberinto trazado sobre el enlosado de algunas iglesias era considerado como reemplazando al peregrinaje a Tierra Santa para aquellos que no podían cumplirlo.), y que parece que Egipto haya contado con varios de ellos, probablemente fundados en épocas sucesivas, como Menfis y Thebas (Se ha visto también que Delfos había desempeñado este papel para Grecia; su nombre evoca el del delfín, cuyo simbolismo es muy importante. — Otro nombre destacable es Babilonia: Bab-Ilu significa «puerta del Cielo», lo que es una de las cualificaciones aplicadas por Jacob a Luz; por lo demás, puede tener también el sentido de «casa de Dios», como Beith-El; pero deviene sinónimo de «confusión» (Babel) cuando se pierde la tradición: es entonces la inversión del símbolo, la Janua Inferni que toma el lugar de la Janua Coeli.). El nombre de esta última ciudad, que fue también el de una ciudad griega, debe retener más particularmente nuestra atención, como designación de centros espirituales, en razón de su identidad manifiesta con el de la Thebah hebraica, es decir, con el del Arca del diluvio. Éste es también una representación del centro supremo, considerado especialmente en tanto que asegura la conservación de la tradición, en el estado de repliegue en cierto modo (Este estado es asimilable al que representa para el comienzo de un ciclo el «Huevo del Mundo», que contiene en germen todas las posibilidades que se desarrollarán en el curso del ciclo; el Arca contiene del mismo modo todos los elementos que servirán a la restauración del mundo, y que son así los gérmenes de su estado futuro.), en el periodo transitorio que es como el intervalo de dos ciclos y que está marcado por un cataclismo cósmico que destruye el estado anterior del mundo para hacer lugar a un estado nuevo (Es también una de las funciones del «Pontificado» asegurar el paso o la transmisión tradicional de un ciclo a otro; la construcción del Arca tiene aquí el mismo sentido que la de un puente simbólico, ya que ambos están destinados igualmente a permitir el «paso de las aguas», que tiene por lo demás significaciones múltiples.). El papel del Noah bíblico (Se observará también que NOÉ es designado como habiendo sido el primero que plantó la viña (Génesis, IX, 20), hecho que hay que aproximar a lo que hemos dicho más atrás sobre la significación simbólica del vino y su papel en los ritos iniciáticos, a propósito del sacrificio de Melquisedek.) es semejante al que desempeña en la tradición hindú Satyavrata, que deviene después, bajo el nombre de Vaivaswasta, el Manu actual; pero hay que destacar que, mientras que esta última tradición se refiera así al comienzo del presente Manvantara, el diluvio bíblico marca solo el comienzo de otro ciclo más restringido, comprendido en el interior de este mismo Manvantara (Una de las significaciones históricas del diluvio bíblico puede ser aproximada al cataclismo en el que desapareció la Atlántida.); no se trata del mismo acontecimiento, sino solo de dos acontecimientos análogos entre ellos (La misma observación se aplica naturalmente a todas las tradiciones diluvianas que se encuentran en un gran número de pueblos; las hay que conciernen a ciclos todavía más particulares, y es concretamente el caso, en los griegos, de los diluvios de Deucalion y de Ogygès.). 5952 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO XI
De estas dos posiciones de la concha, que se encuentran en las dos mitades del símbolo de Cáncer, la primera corresponde a la figura del arca de NOÉ (o de Satyávrata en la tradición hindú), que puede representarse como la mitad inferior de una circunferencia, cerrada por su diámetro horizontal, en cuyo interior se contiene el punto en que se sintetizan todos los gérmenes en estado de completo repliegue (La semicircunferencia debe considerarse aquí como un equivalente morfológico del elemento espiral a que nos hemos referido antes; pero en éste se ve netamente el desarrollo efectuándose a partir del punto-germen inicial). La segunda posición está simbolizada por el arco iris que aparece “en la nube”, es decir, en la región de las Aguas superiores, en el momento que señala el restablecimiento del orden y la renovación de todas las cosas, mientras que el arca, durante el cataclismo, flotaba sobre el océano de las Aguas inferiores; es, pues, la mitad superior de la misma circunferencia; y la reunión de las dos figuras, mutuamente inversas y complementarias, forma una sola figura circular o cíclica completa, reconstitución de la forma esférica primordial: esta circunferencia es el corte vertical de la esfera, cuyo corte horizontal está representado por el recinto circular del Paraíso terrestre (Ver Le Roi du Monde, cap. XI. Esto tiene igualmente una relación con los misterios de la letra nûn del alfabeto árabe (cfr. cap. XXIII: “Los misterios de la letra Nûn”)). En el yin-yang extremo-oriental, se encuentran en la parte interior las dos semicircunferencias, pero desplazadas por un desdoblamiento del centro, que representa una polarización, la cual para cada estado de manifestación, es análoga a la de Sat o el Ser puro en Púrusha-Prákrti para la manifestación universal (Es una primera distinción o diferenciación, pero aún sin separación de los complementarios; a este estadio corresponde propiamente la constitución del Andrógino, mientras que, anteriormente a esa diferenciación, no puede hablarse sino de la “neutralidad” que es la del Ser puro (ver Le Symbolisme de la Croix, cap. XXVIII)). 6854 SFCS EL JEROGLIFICO DE CÁNCER
Para comprender bien de qué se trata, es menester ante todo recordar que Vishnu, manifestándose en la forma de pez (Matsya), ordena a Satyávrata, el futuro Manu Vaivásvata, construir el arca en la que deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro, y que, con esa misma forma, guía luego el arca sobre las aguas durante el cataclismo que marca la separación de los dos Manvántara sucesivos. El papel de Satyávrata es aquí semejante al de Seyyîdná Nû (NOÉ), cuya arca contiene igualmente todos los elementos que servirán para la restauración del mundo después del diluvio; poco importa, por lo demás, que la aplicación efectuada sea diferente, en el sentido de que el diluvio bíblico, en su significación más inmediata, parece señalar el comienzo de un ciclo más restringido que el Manvántara: si no es el mismo suceso, se trata al menos de dos sucesos análogos, en que el estado anterior del mundo se destruye para dejar lugar a un nuevo estado (Cf. Le Roi du Monde, cap. XI). Si ahora comparamos la historia de Jonás con lo que acabamos de recordar, vemos que la ballena, en vez de desempeñar únicamente el papel de pez conductor del arca, se identifica en realidad con el arca misma; en efecto, Jonás permanece encerrado en el cuerpo de la ballena, como Satyávrata y NOÉ en el arca, durante un período que es también para él, si no para el mundo exterior, un período de “oscurecimiento”, correspondiente al intervalo entre dos estados o dos modalidades de existencia; también aquí, la diferencia es secundaria, pues las mismas figuras simbólicas son siempre de hecho susceptibles de una doble aplicación: “macrocósmica” y “microcósmica”. Sabido es, además, que la salida de Jonás del seno de la ballena se ha considerado siempre como símbolo de resurrección, y por ende de paso a un estado nuevo; y esto debe ponerse en relación, por otra parte, con el sentido de “nacimiento” que, en la Cábala hebrea especialmente, se vincula con la letra nûn y debe entenderse en sentido espiritual, como un “nuevo nacimiento”, es decir, como una regeneración del ser individual o cósmico. 6889 SFCS LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN
nri……………………….1
Hay también, para expresar esta unión, y precisamente en relación directa con el Atmâ-Gitâ, un término que es particularmente digno de resaltar: Es el de Nârayâna, «el que camina (NA: o que es llevado) sobre las aguas», es un nombre de Vishnu, aplicado por transposición a Paramâtmâ o al Principio supremo, así como lo hemos dicho más atrás; las aguas representan aquí las posibilidades formales o individuales (NA: En la tradición cristiana, la marcha de Cristo sobre las aguas tiene una significación que se refiere exactamente al mismo simbolismo.). Por otra parte, nara o nri es el hombre, o antes bien el ser individual en tanto que pertenece a la especie humana; hay lugar para observar la estrecha relación que existe entre ese término y el Nara que designa las aguas (NA: Quizás que, entre los griegos, el nombre de Nereo y de las Nereidas, es decir, las ninfas de las aguas, no carezcan de relación con el sánscrito Nârâ.); esto nos llevaría por lo demás demasiado lejos de nuestro sujeto. Es así que Nara y Nârâyana son respectivamente lo individual y lo Universal, el «yo» y el «Sí mismo», el estado manifestado de un ser y su Principio no manifestado; y los mismos están reunidos indisolublemente en el conjunto Nara-nârârayana, conjunto del cual se habla a veces como de dos ascetas que residen sobre el Himalaya, lo que recuerda más especialmente el último de los textos de las Upanishads que hemos mencionado hace un momento, texto en el cual los «dos que están metidos en la caverna» son designados al mismo tiempo como «permaneciendo sobre la más alta cima» (NA: Hay aquí una indicación de las relaciones simbólicas de la caverna y de la montaña, relaciones a las cuales tuvimos ocasión de hacer alusión en El Rey del Mundo.). Se dice también que, en ese mismo conjunto Nara es Arjuna, y Nârâyana es Krishna; en fin, son los dos que están montados sobre el mismo carro, los que son siempre, bajo un nombre u otro, y cualesquiera que por lo demás sean las formas simbólicas empleadas, jîvâtma y Paramâtmâ. 2233 EH ÂTMÂ-GÎTÂ (Publicado en V.J., en marzo de 1930)