El «segundo nacimiento», entendido como correspondiente a la iniciación primera, es propiamente, como ya lo hemos dicho, lo que se puede llamar una regeneración psíquica; y es en efecto en el orden psíquico, es decir, en el orden donde se sitúan las modalidades sutiles del estado humano, donde deben efectuarse las primeras fases del desarrollo iniciático; pero éstas no constituyen una meta en sí mismas, y no son todavía más que preparatorias en relación a la realización de posibilidades de un orden más elevado, queremos decir, del orden espiritual en el verdadero sentido de esta palabra. Por consiguiente, el punto del proceso iniciático al que acabamos de hacer alusión es el que marcará el paso del orden psíquico al orden espiritual; y este paso podría ser considerado más especialmente como constituyendo una «segunda muerte» y un «tercer nacimiento» (NA: En el simbolismo masónico, se corresponde a la iniciación al grado de Maestro.). Conviene agregar que este «tercer nacimiento» será representado más bien como una «RESURRECCIÓN» que como un nacimiento ordinario, porque aquí ya no se trata de un comienzo en el mismo sentido que cuando la iniciación primera; las posibilidades ya desarrolladas, y adquiridas de una vez por todas, deberán volver a encontrarse después de este paso, pero «transformadas», de una manera análoga a aquella en la que el «cuerpo glorioso» o «cuerpo de RESURRECCIÓN» representa la «transformación» de las posibilidades humanas, más allá de las condiciones limitativas que definen el modo de existencia de la individualidad como tal. 690 RGAI DE LA MUERTE INICIÁTICA
Esto nos lleva a considerar los otros sentidos de la «longevidad», que se refieren efectivamente a posibilidades diferentes de las del estado corporal; pero, para comprender bien de qué se trata exactamente, es menester precisar primero con claridad la diferencia que existe entre la «transmutación» y la «transformación». Nós tomamos siempre la palabra «transformación» en su acepción estrictamente etimológica, que es la de «paso más allá de la forma»; por consiguiente, el ser no podrá llamarse «transformado» más que si ha pasado efectivamente a un estado supraindividual (puesto que todo estado individual, cualquiera que sea, es por eso mismo formal); así pues, en eso se trata de algo cuya realización pertenece esencialmente al dominio de los «misterios mayores». En lo que se refiere al cuerpo mismo, su «transformación» no puede ser otra cosa que su transposición en modo principial; en otros términos, lo que se puede llamar el cuerpo «transformado», es propiamente la posibilidad corporal liberada de las condiciones limitativas a las que está sometida en cuanto a su existencia en modo individual (y que, por lo demás, como toda limitación, no tienen más que un carácter puramente negativo), y encontrándose necesariamente, en su rango y al mismo título que todas las demás posibilidades, en la realización total del ser (NA: Ese es el sentido superior de la «RESURRECCIÓN» y del «cuerpo glorioso», aunque estos términos puedan emplearse también a veces para designar algo que, de hecho, se sitúa sólo en los prolongamientos del estado humano, pero que corresponde de alguna manera a esas realidades de orden principial y que es como su reflejo, lo que es sobre todo el caso para algunas posibilidades inherentes al «estado primordial» como las que consideraremos un poco más adelante.). Es evidente que eso es algo que rebasa toda concepción posible de la «longevidad», ya que ésta, por definición misma, implica forzosamente una duración, y, por consiguiente, no puede ir, en la mayor extensión de la que sea susceptible, más allá de la «perpetuidad» o de la indefinidad cíclica, mientras que, al contrario, aquello de lo que se trata aquí, puesto que pertenece al orden principial, depende por eso mismo de la eternidad que es uno de sus atributos esenciales; así pues, con la «transformación», se está más allá de toda duración, y no ya en una duración cualquiera, por indefinidamente prolongada que se la pueda suponer. 950 RGAI TRANSMUTACIÓN Y TRANSFORMACIÓN
Hacíamos alusión hace un momento a la corriente tradicional venida de las regiones occidentales; los relatos de los antiguos, relativos a la Atlántida, indican su origen; después de la desaparición de este continente, que es el último de los grandes cataclismos ocurridos en el pasado, no parece dudoso que restos de su tradición hayan sido transportados a regiones diversas, donde se han mezclado a otras tradiciones preexistentes, principalmente a ramas de la tradición hiperbórea; y es muy posible que las doctrinas de los celtas, en particular, hayan sido producto de esta fusión. Estamos muy lejos de contestar estas cosas; pero que se piense bien en esto: la forma propiamente «atlantiana» ha desaparecido hace ya millares de años, con la civilización a la que pertenecía, y cuya destrucción no puede haberse producido más que a consecuencia de una desviación que era quizás comparable, bajo algunos aspectos, a la que constatamos hoy día, aunque con una notable diferencia teniendo en cuenta que la humanidad no había entrado todavía entonces en el Kali-Yuga; es así como esta tradición no correspondía más que a un periodo secundario de nuestro ciclo, y como sería un gran error pretender identificarla a la tradición primordial de la que han salido todas las demás, y que es la única que permanece desde el comienzo hasta el fin. Estaría fuera de propósito exponer aquí todos los datos que justifican estas afirmaciones; no retendremos de ellos más que la conclusión, que es la imposibilidad de hacer revivir al presente una tradición «atlantiana», o incluso de vincularse a ella más o menos directamente; por lo demás, hay mucha fantasía en las tentativas de esta suerte. Por eso no es menos verdad que puede ser interesante buscar el origen de los elementos que se encuentran en las tradiciones posteriores, provisto que se haga con todas las precauciones necesarias para guardarse de algunas ilusiones; pero estas investigaciones no pueden desembocar en ningún caso en la RESURRECCIÓN de una tradición que no estaría adaptada a ninguna de las condiciones actuales de nuestro mundo. 1101 LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO CAPÍTULO II
Otro símbolo que equivale frecuentemente al de la copa es un símbolo floral: la flor, en efecto, ¿no evoca por su forma la idea de un «receptáculo» y no se habla del «cáliz» de una flor? En Oriente, la flor simbólica por excelencia es el loto, en Occidente es, más a menudo, la rosa la que juega el mismo papel. No queremos decir que éste sea el único significado de esta última, como tampoco del loto, puesto que, por contra, nosotros mismos indicamos otro anteriormente; pero lo veríamos de buen grado en el dibujo bordado sobre el canon del altar de la abadía de Fontevrault (NA: Regnabit, enero de 1925, figura pág. 106.) en el que la rosa está colocada al pie de una lanza a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. Esta rosa aparece ahí asociada a la lanza exactamente como lo está además la copa, y parece recoger las gotas de sangre más que provenir de su transformación; pero, por lo demás, ambos significados se completan antes que oponerse, pues esas gotas que caen sobre la rosa, la vivifican y la hacen abrirse. Es el «rocío celeste», según la representación empleada a menudo en relación con la idea de la Redención, o con las ideas conexas de regeneración y de RESURRECCIÓN, esto aún pediría largas explicaciones, pero nos limitaremos a resaltar las concordancias de las diferentes tradiciones respecto a este otro símbolo. 1414 ESOTERISMO CRISTIANO EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL
Por otra parte, no es difícil constatar que Virgilio mismo, en cuanto a lo que nos ocupa, ha tenido predecesores en los Griegos, y recordar a este propósito el viaje de Ulises al país de los Cimmerios, así como el descenso de Orfeo a los Infiernos; ¿pero la concordancia que se observa en todo esto no prueba nada más que una serie de apropiaciones o de imitaciones sucesivas? La verdad es que lo que se trata tiene la relación más estrecha con los misterios de la antigüedad, y que estos diversos relatos poéticos o legendarios no son más que traducciones de una misma realidad: la rama de oro que Eneas, conducido por la Sibila, va a coger primero al bosque (esa misma «selva selvaggia» donde Dante sitúa también el comienzo de su poema), es la rama que llevaban los iniciados de Éleusis, y que recuerda también la acacia de la Masonería moderna, «prenda de RESURRECCIÓN y de inmortalidad». Pero hay más, y el Cristianismo mismo nos presenta también un simbolismo parecido: en la liturgia católica, es por la fiesta de los Ramos (El nombre latino de esta fiesta es Dominica in Palmis; la palma y la rama no son evidentemente más que una sola y misma cosa, y la palma tomada como emblema de los mártires tiene igualmente la significación que indicamos aquí. — Recordaremos también la denominación popular de «Pascua florida», que expresa de una manera muy clara, aunque inconsciente en aquellos que la emplean hoy día, la relación del simbolismo de esta fiesta con la RESURRECCIÓN.) como se abre la semana santa, que verá la muerte de Cristo y su descenso a los Infiernos, después su RESURRECCIÓN, que pronto será seguida de su ascensión gloriosa; y es precisamente el lunes santo cuando comienza el relato de Dante, como para indicar que ha sido al ir a la búsqueda de la rama misteriosa cuando se ha extraviado en el bosque obscuro donde va a encontrar a Virgilio; y su viaje a través de los mundos durará hasta el domingo de Pascua, es decir, hasta el día de la RESURRECCIÓN. 1562 RGED CAPÍTULO V
Muerte y descenso a los Infiernos por un lado, RESURRECCIÓN y ascensión a los Cielos por el otro, son como dos fases inversas y complementarias, de las que la primera es la preparación necesaria de la segunda, fases que se encontrarían igualmente sin esfuerzo en la descripción de la «Gran Obra» hermética; y la misma cosa se afirma claramente en todas las doctrinas tradicionales. Es así como en el Islam encontramos el episodio del «viaje nocturno» de Mohammed, viaje que comprende igualmente el descenso a las regiones infernales (isrâ), y después el ascenso a los diversos paraísos o esferas celestes (mirâj); y algunos relatos de este «viaje nocturno» presentan con el poema de Dante similitudes particularmente sorprendentes, a tal punto que algunos han querido ver en él una de las fuentes principales de su inspiración. Don Miguel Asín Palacios ha mostrado las múltiples relaciones que existen, en cuanto al fondo e incluso en cuanto a la forma, entre la Divina Comedia (sin hablar de algunos pasajes de la Vita Nuova y del Convito), por una parte, y por otra, el Kitâb el-isrâ (Libro del Viaje nocturno) y los Futûhât el-Mekkiyah (Revelaciones de la Meca) de Mohyiddin ibn Arabi, obras unos ochenta años anteriores, y concluye que esas analogías son más numerosas ellas solas que todas las que los comentadores han llegado a establecer entre la obra de Dante y todas las demás literaturas de todos los países (Miguel Asín Palacios. La Escatología musulmana en la Divina Comedia, Madrid, 1919. — Cf. también Blochet, les Sources orientales de «la Divine Comédie», París, 1901. ). He aquí algunos ejemplos de ello: «en una adaptación de la leyenda musulmana, un lobo y un león cortan la ruta al peregrino, como la pantera, el león y la loba hacen retroceder a Dante… Virgilio es enviado a Dante y Gabriel a Mohammed por el Cielo; ambos, durante el viaje, satisfacen la curiosidad del peregrino. El Infierno es anunciado en las dos leyendas por signos idénticos: tumulto violento y confuso, ráfagas de fuego… La arquitectura del Infierno dantesco está calcada sobre la del Infierno musulmán: los dos son una gigantesca tolva formada por una serie de pisos, de grados o escalones circulares que descienden gradualmente hasta el fondo de la tierra; cada uno de ellos encierra una categoría de pecadores, cuya culpabilidad y cuya pena se agravan a medida que los mismos habitan un círculo más hundido. Cada piso se subdivide en otros diferentes, afectos a categorías variadas de pecadores; finalmente, estos dos Infiernos están situados debajo de la ciudad de Jerusalem… A fin de purificarse al salir del Infierno y de poder elevarse al Paraíso, Dante se somete a una triple ablución. Una misma triple ablución purifica las almas en la leyenda musulmana: antes de penetrar en el Cielo, son sumergidas sucesivamente en las aguas de los tres ríos que fertilizan el jardín de Abraham… La arquitectura de las esferas celestes a través de las cuales se cumple la ascensión es idéntica en las dos leyendas; en los nueve cielos están dispuestas, según sus méritos respectivos, las almas bienaventuradas que, finalmente, se juntan todas en el Empíreo o última esfera… Lo mismo que Beatriz se desvanece ante San Bernardo para guiar a Dante en las últimas etapas, de igual modo Gabriel abandona a Mohammed cerca del trono de Dios a donde será atraído por una guirnalda luminosa… La apoteosis final de las dos ascensiones es la misma: los dos viajeros, elevados hasta la presencia de Dios, nos describen a Dios como un foco de luz intensa, rodeado de nueve círculos concéntricos formados por las filas cerradas de innumerables espíritus angélicos que emiten rayos luminosos; una de las filas circulares más próximas del foco es la de los Querubines; cada círculo rodea al círculo inmediatamente inferior, y los nueve giran sin tregua alrededor del centro Divino… Los pisos infernales, los cielos astronómicos, los círculos de la rosa mística, los coros angélicos que rodean el foco de la Luz divina, los tres círculos que simbolizan la trinidad de personas, están tomados palabra a palabra por el poeta florentino a Mohyiddin ibn Arabi (A. Cabaton, «la Divine Comédie» et l’Islam, en la Revue de l’Histoire des Religions, 1920; este artículo contiene un resumen del trabajo de M. Asín Palacios.)». 1564 RGED CAPÍTULO V
Pero se dirá, ¿qué relación hay entre los dos puntos de que se trata y las extremidades del ciclo cronológico? Para uno de ellos, el Paraíso terrestre, esta relación es evidente, y eso es lo que corresponde al comienzo del ciclo; pero, para el otro, es menester precisar que la Jerusalem terrestre se toma como la prefiguración, de la Jerusalem celeste que describe el Apocalipsis; simbólicamente, por lo demás, es también en Jerusalem donde se coloca el lugar de la RESURRECCIÓN y del juicio que terminan el ciclo. La situación de los dos puntos en los antípodas uno del otro toma también una nueva significación si se observa que la Jerusalem celeste no es otra cosa que la reconstitución misma del Paraíso terrestre, según una analogía que se aplica en sentido inverso (Entre el Paraíso terrestre y la Jerusalém celeste hay la misma relación que entre los dos Adam de los que habla San Pablo (1a Epístola a los Corintios, XV).). En el comienzo de los tiempos, es decir, del ciclo actual, el Paraíso terrestre se ha hecho inaccesible a consecuencia de la caída del hombre; la nueva Jerusalem debe «descender del cielo a la tierra» en el final del mismo ciclo, para marcar el restablecimiento de todas las cosas en su orden primordial, y se puede decir que desempeñará para el ciclo futuro el mismo papel que el Paraíso terrestre para éste. En efecto, el fin de un ciclo es análogo a su comienzo, y coincide con el comienzo del ciclo siguiente; lo que no era más que virtual en el comienzo del ciclo se encuentra realizado efectivamente en su fin, y engendra entonces inmediatamente las virtualidades que se desarrollarán a su vez en el curso de ciclo futuro; pero esa es una cuestión sobre la que no podríamos insistir más sin salirnos enteramente de nuestro tema (Hay todavía a este propósito muchas otras cuestiones en las que podría ser interesante profundizar, como por ejemplo en ésta: ¿por qué el Paraíso terrestre es descrito como un jardín y con un simbolismo vegetal, mientras que la Jerusalem celeste es descrita como una ciudad y con un simbolismo mineral? Ello es porque la vegetación representa la elaboración de los gérmenes en la esfera de la asimilación vital, mientras que los minerales representan los resultados definitivamente fijados, «cristalizados» por así decir, al término del desarrollo cíclico.). Para indicar aún otro aspecto del mismo simbolismo, agregaremos que el centro del ser, al que ya hemos hecho alusión más atrás, es designado por la tradición hindú como la «ciudad de Brahma» (en sánscrito Brahma-pura), y que varios textos hablan de él en términos que son casi idénticos a los que encontramos en la descripción apocalíptica de la Jerusalém celeste (La aproximación a la que estos textos dan lugar es todavía más significativa cuando se conoce la relación que une al Cordero del simbolismo Cristiano con el Agni vêdico (cuyo vehículo es representado por un carnero). No pretendemos que haya, entre las palabras Agnus e Ignis (equivalente latino de Agni), otra cosa que una de esas similitudes fonéticas a las que hacíamos alusión más atrás, que pueden no corresponder a ningún parentesco lingüístico propiamente dicho, pero que por ello no son puramente accidentales. De lo que queremos hablar sobre todo, es de un cierto aspecto del simbolismo del fuego, que, en diversas formas tradicionales, se liga bastante estrechamente a la idea del «Amor», transpuesta en un sentido superior como lo hace Dante; y, en esto, Dante se inspira todavía de San Juan, al que las Órdenes de caballería han vinculado siempre principalmente sus concepciones doctrinales. — Conviene hacer observar, además que el Cordero se encuentra asociado a la vez a las representaciones del Paraíso terrestre y a las de la Jerusalem celeste.). Finalmente, y para volver a lo que concierne más directamente al viaje de Dante, conviene notar que, si es el punto inicial del ciclo el que deviene el término de la travesía del mundo terrestre, en eso hay una alusión formal a ese «retorno a los orígenes» que tiene un lugar tan importante en todas las doctrinas tradicionales, y sobre el que, por una coincidencia bastante sorprendente, el esoterismo Islámico y el Taoísmo insisten más particularmente; lo que se trata, por lo demás, es todavía la restauración del «estado edénico», de la que ya hemos hablado, y que debe ser considerada como una condición preliminar para la conquista de los estados superiores del ser. 1652 RGED CAPÍTULO VIII
Así pues, el centro de la tierra representa el punto extremo de la manifestación en el estado de existencia considerado; es un verdadero punto de detención, a partir del cual se produce un cambio de dirección, donde la preponderancia pasa de la una a la otra de las dos tendencias adversas. Por eso es por lo que, desde que se ha alcanzado el fondo de los Infiernos, comienza la ascensión o el retorno hacia el principio, ascensión que sucede inmediatamente al descenso; y el paso de un hemisferio al otro se hace rodeando el cuerpo de Lucifer, de una manera que hace pensar que la consideración de este punto central no deja de tener ciertas relaciones con los misterios masónicos de la «Habitación del Medio», donde se trata igualmente de muerte y de RESURRECCIÓN. Por todas partes y siempre, encontramos igualmente la expresión simbólica de las dos fases complementarias que, en la iniciación o en la «Gran Obra» hermética (lo que no es en el fondo más que una sola y misma cosa), traducen estas mismas leyes cíclicas, universalmente aplicables, y sobre las cuales, para nos, reposa toda la construcción del poema de Dante. 1656 RGED CAPÍTULO VIII
Otro símbolo que con frecuencia equivale al de la copa es un símbolo floral: la flor, en efecto, ¿no evoca por su forma la idea de un “receptáculo”, y no se habla del “cáliz” de una flor? En Oriente, la flor simbólica por excelencia es el loto; en Occidente, la rosa desempeña lo más a menudo ese mismo papel. Por supuesto, no queremos decir que sea ésa la única significación de esta última, ni tampoco la del loto, puesto que, al contrario, nosotros mismos habíamos antes indicado otra; pero nos inclinaríamos a verla en el diseño bordado sobre ese canon de altar de la abadía de Fontevrault (Regnabit, enero de 1925, figura página 106), donde la rosa está situada al pie de una lanza a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. Esta rosa aparece allí asociada a la lanza exactamente como la copa lo está en otras partes, y parece en efecto recoger las gotas de sangre más bien que provenir de la transformación de una de ellas; pero, por lo demás, las dos significaciones se complementan más bien que se oponen, pues esas gotas, al caer sobre la rosa, la vivifican y la hacen abrir. Es la “rosa celeste”, según la figura tan frecuentemente empleada en relación con la idea de la Redención, o con las ideas conexas de regeneración y, de RESURRECCIÓN; pero esto exigiría aún largas explicaciones, aun cuando nos limitáramos a destacar la concordancia de las diversas tradiciones con respecto a este otro símbolo. 1949 EMS I: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL
Según la Escritura, el “Arbol de la Vida” estaba emplazado en mitad del Edén (Génesis, II, 9), y, como hemos explicado en nuestro estudio sobre la leyenda del Santo Grial, el Edén era él mismo el Centro espiritual del Mundo. Este árbol representaba por tanto, el eje invariable alrededor del cual se cumple la revolución de todas las cosas (revolución con la cual se relaciona igualmente el ciclo zodiacal); y por ello el “Arbol de Vida” es designado en otras tradiciones como el “Arbol del Mundo”. Enumeraremos solamente algunos de los árboles que, en los diferentes pueblos, se han tomado para simbolizar este “Arbol del Mundo”: la higuera en la India, la encina entre los Celtas y en Dodona, el fresno entre los Escandinavos, el tilo en los Germanos. Pensamos que hay que ver también una figura del “Arbol del Mundo” o del “Arbol de Vida” en el ex libris hermético del siglo XVIII que Charbonneau ha reproducido en el mismo artículo (p. 179); aquí, está representado por la acacia, símbolo hebreo de inmortalidad e incorruptibilidad, luego de RESURRECCIÓN. Es precisamente, según la tradición hebraica también, del “Arbol de Vida” de donde emana este “rocío celeste” del que hemos tenido ocasión de hablar ya en diversas ocasiones y por el cual debe operarse la RESURRECCIÓN de los muertos. 1988 EMS III: ACERCA DE ALGUNOS SÍMBOLOS HERMÉTICO-RELIGIOSOS
En su notable artículo de agosto-septiembre de 1925, Louis Charbonneau-Lassay ha mostrado que el árbol, de manera general, es, en el Cristianismo tanto como en la antigüedad precristiana, un emblema de RESURRECCIÓN. Por nuestra parte, hemos indicado (diciembre de 1925) que el árbol es también una figura del “Eje del Mundo”; y estas dos significaciones, que además no carecen de relaciones bastante estrechas entre ellas y que se completan admirablemente, son propias una y otra para hacer del árbol, como efectivamente ha ocurrido, un símbolo de Cristo. 2026 EMS VI: LOS ÁRBOLES DEL PARAÍSO
«La Kabbala da a la Shekinah un Paredro, que lleva nombres idénticos a los suyos, que posee por consecuencia los mismos caracteres» (PP. 496-498), y que tiene naturalmente tantos aspectos diversos como la dicha Shekinah; su nombre es Metatron, y este nombre es numéricamente equivalente al de Shaddai, el «Todo-Poderoso» (del cual se dice que es el nombre del Dios de Abraham). La etimología del término Metatron es muy incierta; M. Vulliaud desgrana a este propósito varias hipótesis, una de las cuales la hace derivar del caldaico Mitra que significa «lluvia», y que tiene también, por su raíz, una cierta relación con la «luz». Si ello es así, por lo demás, la semejanza con el Mitra hindú y zoroastriano no constituye una razón suficiente para admitir una toma en préstamo del judaísmo a doctrinas extranjeras, como tampoco constituye otro tanto la función atribuida a la lluvia en las diferentes Tradiciones orientales, y a este propósito señalaremos que la Tradición judía habla de un «rocío de luz» que emana del «Árbol de Vida» y por medio del cual se efectuará la RESURRECCIÓN de los muertos (p. 99), como también de una «efusión de rocío» que representa la influencia celeste que se comunica a todos los mundos (p. 465), y que recuerda singularmente el simbolismo alquímico y rosicruciano. 2547 FTCC «LA KABBALA JUDÍA»
En este estado, los diferentes objetos de la manifestación, incluso los de la manifestación individual, tanto externos como internos, no son destruidos, sino que subsisten en modo principial, puesto que están unificados por eso mismo de que ya no son concebidos bajo el aspecto secundario y contingente de la distinción; vuelven a encontrarse necesariamente entre las posibilidades del “Sí mismo”, y éste permanece consciente por sí mismo de todas estas posibilidades, consideradas “no distintivamente” en el Conocimiento integral, desde que es consciente de su propia permanencia en el “eterno presente” ( NA: Es esto lo que permite transponer metafísicamente la doctrina teológica de la “RESURRECCIÓN de los muertos”, así como la concepción del “cuerpo glorioso”; éste, por lo demás, no es un cuerpo en el sentido propio de esta palabra, sino que es su “transformación” ( o su “transfiguración” ), es decir, su transposición fuera de la forma y de las demás condiciones de la existencia individual, o también, en otros términos, es la “realización” de la posibilidad permanente e inmutable de la que el cuerpo no es más que la expresión transitoria en modo manifestado. ). Si ello fuera de otro modo, y si los objetos de la manifestación no subsistieran así principialmente ( suposición que, por lo demás, es imposible en sí misma, ya que estos objetos no serían entonces más que una pura nada, que no podría existir de ninguna manera, ni siquiera en modo ilusorio ), no podría haber ningún retorno del estado de sueño profundo a los estados de sueño y de vigilia, puesto que toda manifestación formal sería irremediablemente destruida para el ser desde que ha entrado en el sueño profundo; ahora bien, antes al contrario, un tal retorno es siempre posible, y se produce efectivamente, al menos para el ser que no está actualmente “liberado”, es decir, definitivamente libre de las condiciones de la existencia individual. 3284 HDV XIV
Hay lugar a hacer una precisión importante sobre el sentido en el que debe entenderse la “inmortalidad” de que se trata aquí: en efecto, hemos dicho en otra parte que la palabra sánscrita amrita se aplica exclusivamente a un estado que es superior a todo cambio, mientras que, por la palabra correspondiente, los occidentales entienden simplemente una extensión de las posibilidades del orden humano, que consiste en una prolongación indefinida de la vida ( lo que la tradición extremo oriental llama “longevidad” ), en condiciones transpuestas de una cierta manera, pero que permanecen siempre más o menos comparables a las de la existencia terrestre puesto que conciernen igualmente a la individualidad humana. Ahora bien, en el caso presente, se trata de un estado que es todavía individual, y sin embargo se dice que la inmortalidad puede ser obtenida en este estado; eso puede parecer contradictorio con lo que acabamos de recordar, ya que se podría creer que no se trata más que de la inmortalidad relativa, entendida en el sentido occidental; pero no hay nada de eso en realidad. Es verdad que la inmortalidad, en el sentido metafísico y oriental, para ser plenamente efectiva, no puede alcanzarse sino más allá de todos los estados condicionados, individuales o no, de tal suerte que, dado que es absolutamente independiente de todo modo de sucesión posible, se identifica a la Eternidad misma; así pues, sería completamente abusivo dar el mismo nombre a la “perpetuidad” temporal o a la indefinidad de una duración cualquiera; pero no es así como es menester entenderlo. Se debe considerar que la idea de “muerte” es esencialmente sinónima de cambio de estado, lo que, como ya lo hemos explicado, es su acepción más extendida; y, cuando se dice que el ser ha alcanzado virtualmente la inmortalidad, eso se comprende en el sentido de que ya no tendrá que pasar a otros estados condicionados, diferentes del estado humano, o recorrer otros ciclos de manifestación. No es todavía la “Liberación” actualmente realizada, y por la que se haría efectiva la inmortalidad, puesto que las “trabas individuales”, es decir, las condiciones limitativas a las que el ser está sometido, no están enteramente destruidas; pero es la posibilidad de obtener esta “Liberación” a partir del estado humano, en el prolongamiento en el que el ser se encuentra mantenido por toda la duración del ciclo al que pertenece este estado ( lo que constituye propiamente la “perpetuidad” ) ( NA: La palabra griega aionios significa realmente “perpetuo” y no “eterno”, ya que se deriva de aion ( idéntico al latín aevum ), que designa un ciclo indefinido, lo que, por lo demás, era también el sentido primitivo del latín saeóculum, “siglo”, por el cual se traduce a veces. ), de tal suerte que pueda estar comprendido en la “transformación” final que se cumplirá cuando este ciclo esté acabado, y que hará retornar todo lo que se encuentre entonces implicado en él al estado principial de no manifestación ( Habría que hacer precisiones sobre la traducción de esta “transformación” final a lenguaje teológico en las religiones occidentales, y en particular sobre la concepción del “Juicio final” que se vincula a ella muy estrechamente; pero eso necesitaría explicaciones demasiado extensas y una puesta a punto muy compleja como para que sea posible detenernos en ello aquí, tanto más cuanto que, de hecho, el punto de vista propiamente religioso se limita a la consideración del fin de un ciclo secundario, más allá del cual todavía puede tratarse de una continuación de existencia en el estado individual humano, lo que no sería posible si se tratara de la integralidad del ciclo al que pertenece este estado. Eso no quiere decir, por lo demás, que no pueda hacerse la transposición partiendo del punto de vista religioso, así como lo hemos indicado más atrás para la “RESURRECCIÓN de los muertos” y el “cuerpo glorioso”; pero, prácticamente, no se hace por aquellos que se atienen a las concepciones ordinarias y “exteriores”, y para quienes no hay nada más allá de la individualidad humana; volveremos de nuevo sobre ello a propósito de la diferencia esencial que existe entre la noción religiosa de la “salvación” y la noción metafísica de la “Liberación”. ). Por eso es por lo que se da a esta posibilidad el nombre de “Liberación diferida” o de “Liberación por grados” ( krama mukti ), porque no será obtenida así sino por medio de etapas intermediarias ( estados póstumos condicionados ), y no de una manera directa e inmediata como en los otros casos de los que se hablará más adelante ( No hay que decir que la “Liberación diferida” es la única que pueda considerarse para la inmensa mayoría de los seres humanos, lo que no quiere decir, por lo demás, que todos llegarán a ella indistintamente, puesto que es menester considerar el caso donde el ser, que no ha obtenido siquiera la inmortalidad virtual, debe pasar a otro estado individual, en el que tendrá naturalmente la misma posibilidad de alcanzar la “Liberación” que en el estado humano, pero también, si puede decirse, la misma posibilidad de no alcanzarla. ). 3368 HDV XVIII
La Liberación, en el caso del que acabamos de hablar en último lugar, es propiamente la liberación fuera de la forma corporal ( vidêha-mukti ), obtenida a la muerte de una manera inmediata, puesto que el Conocimiento es ya virtualmente perfecto antes del término de la existencia terrestre; por consiguiente, debe ser distinguida de la Liberación diferida y gradual ( krama-mukti ), pero debe serlo también de la liberación obtenida por el Yogî desde la vida actual ( jîvan-mukti ), en virtud del Conocimiento, ya no solo virtual y teórico, sino plenamente efectivo, es decir, que realiza verdaderamente la “Identidad Suprema”. En efecto, es menester comprender bien que el cuerpo, como cualquier otra contingencia, no puede ser un obstáculo al respecto de la Liberación; nada puede entrar en oposición con la totalidad absoluta, frente a la cual todas las cosas particulares son como si no fueran; en relación a la meta suprema, hay una perfecta equivalencia entre todos los estados de existencia, de suerte que, entre el hombre vivo y el hombre muerto ( entendiendo estas expresiones en el sentido terrestre ), aquí ya no subsiste ninguna distinción. Aquí vemos todavía una diferencia esencial entre la Liberación y la “salvación”: ésta, tal como la consideran las religiones occidentales, no puede ser obtenida efectivamente, y ni siquiera asegurada ( es decir, obtenida virtualmente ), antes de la muerte; lo que la acción permite alcanzar, la acción puede también hacerlo perder siempre; y puede haber incompatibilidad entre algunas modalidades de un mismo estado individual, al menos accidentalmente y bajo condiciones particulares ( Esta restricción es indispensable, ya que, si hubiera incompatibilidad absoluta o esencial, la totalización del ser se tornaría imposible, puesto que ninguna modalidad puede permanecer fuera de la realización final. Por lo demás, la interpretación más exotérica de la “RESURRECCIÓN de los muertos” basta para mostrar que, incluso desde el punto de vista teológico, no puede haber una antinomia irreductible entre la “salvación” y la “incorporación”. ), mientras que ya no hay nada de tal desde que se trata de estados supraindividuales, ni con mayor razón para el estado incondicionado. Considerar las cosas de otro modo, es atribuir a un modo especial de manifestación una importancia que no podría tener, y que incluso la manifestación toda entera no tiene tampoco; únicamente la prodigiosa insuficiencia de las concepciones occidentales relativas a la constitución del ser humano puede hacer posible una semejante ilusión, y únicamente ella puede también hacer encontrar sorprendente que la Liberación pueda cumplirse tanto en la vida terrestre como en todo otro estado. 3456 HDV XXIII
“Suponed, dice el mismo Parly Pratt, que de la población de nuestra tierra, una persona de cada cien tenga parte en la bendita RESURRECCIÓN; ¿qué porción podría tocar a cada uno de los Santos? Nosotros respondemos: cada uno de ellos podrá tener ciento cincuenta acres de tierra, lo que será plenamente suficiente para pastorear la manada, construir espléndidas viviendas, y también para cultivar flores y todas las cosas que agradan al agricultor y al botánico”. Otro “Apóstol”, Spencer, canciller de la Universidad de Deseret y autor del Orden Patriarcal, dice también: “La residencia futura de los Santos no es algo figurado; tanto como aquí abajo, necesitarán casas para ellos y sus familias. Literalmente, aquellos que han sido despojados de sus bienes, casas, tierras, mujer o hijos, recibirán cien veces más… Abraham y Sarah continuarán multiplicándose no sólo aquí abajo, sino en todos los mundos por venir… La RESURRECCIÓN os dará vuestra propia mujer, que guardaréis por toda la eternidad, y criaréis niños de vuestra propia carne”. Algunos espiritistas, es cierto, no esperan a la RESURRECCIÓN para hablarnos de ¡”matrimonios celestes”! y de ¡”niños astrales”! 5062 MISCELÁNEA LOS ORÍGENES DEL MORMONISMO
Ya, en varias ocasiones, hemos declarado que rechazamos absolutamente las hipótesis fundamentales del espiritismo, a saber la reencarnación (Véase especialmente «Le Démiurge», y también Le Symbolisme de la Croix y L’Erreur Spirite.), la posibilidad de comunicar con los muertos por medios materiales, y la pretendida demostración experimental de la inmortalidad humana (Véase Etudes sur la Franc-Maçonnerie, t. II, p. 273.). Por otra parte, esas teorías no son propias solamente de los espiritistas y, en particular, la creencia en la reencarnación es compartida por la mayoría de entre ellos (Se sabe que, no obstante, la mayor parte de los espiritistas americanos son la excepción y no son reencarnacionistas.) con los teosofistas y un gran número de ocultistas de diferentes categorías. No podemos admitir nada de esas doctrinas, pues son formalmente contrarias a los principios más elementales de la Metafísica; además, y por esta razón misma, son claramente antitradicionales; por añadidura, no han sido inventadas más que en el curso del siglo XIX, bien que sus partidarios se esfuerzan por todos los medios posibles, torturando y desnaturalizando los textos, en hacer creer que remontan a la más alta antigüedad, empleando para ello los argumentos más extraordinarios y más inesperados; es así como hemos visto muy recientemente, en una revista que tendremos la caridad de no nombrar, el dogma católico de la “RESURRECCIÓN de la carne” interpretado en un sentido reencarnacionista; y aún es un sacerdote, sin duda fuertemente sospechoso de heterodoxia, ¡quien osa sostener semejantes afirmaciones! Es cierto que la reencarnación jamás ha sido condenada explícitamente por la Iglesia Católica, y ciertos ocultistas lo destacan en todo momento con evidente satisfacción; pero no parecen darse cuenta de que, si es así, es muy simplemente porque no era incluso posible suponer que vendría un día en que se imaginaría tal locura. En cuanto a la “RESURRECCIÓN de la carne”, no es en realidad más que una manera defectuosa de designar la “RESURRECCIÓN de los muertos”, que, esotéricamente (Entiéndase bien que esta interpretación esotérica nada tiene en común con la doctrina católica actual, puramente exotérica; a este respecto véase Le Symbolisme de la Croix.), puede corresponder a que el ser que realiza en sí el Hombre Universal reencuentra, en su totalidad, los estados que eran considerados como pasados con relación a su estado actual, pero que son eternamente presentes en la “permanente actualidad del ser extra-temporal” (Véase «Pages dédiées á Mercure», La Gnose, 2 año, n 1, p. 35 y n 2, p. 66.). 5119 MISCELÁNEA LA GNOSIS Y LAS ESCUELAS ESPIRITUALISTAS
«La Kabbala da a la Shekinah un paredro que lleva nombres idénticos a los suyos, que posee por consiguiente los mismos caracteres» (La Kabbale juive, tomo I, PP. 497-498.), y que tiene naturalmente tantos aspectos diferentes como la Shekinah misma; su nombre es Metatron, y este nombre es numéricamente equivalente al de Shaddaï (El número de cada uno de estos nombres, obtenido por la adición de los valores de las letras hebraicas de que están formados, es 314.), el «Todopoderoso» (que se dice que es el nombre del Dios de Abraham). La etimología de la palabra Metatron es muy incierta; entre las diversas hipótesis que se han emitido sobre este tema, una de las más interesantes es la que le hace derivar del caldeo Mitra, que significa «lluvia», y que tiene también, por su raíz, una cierta relación con la «luz». Por lo demás, si ello es así, sería menester no creer que la similitud con el Mitra hindú y zoroastriano constituye una razón suficiente para admitir que haya en eso una apropiación del Judaísmo de doctrinas extranjeras, ya que no es de esa manera completamente exterior como conviene considerar las relaciones que existen entre las diferentes tradiciones; y diremos otro tanto en lo que concierne al papel atribuido a la lluvia en casi todas las tradiciones, en tanto que símbolo del descenso de las «influencias espirituales» del Cielo sobre la Tierra. A este propósito, señalamos que la doctrina hebraica habla de un «rocío de luz» que emana del «Árbol de la Vida» y por el cual debe operarse la RESURRECCIÓN de los muertos, así como de una «efusión del rocío» que representa la influencia celeste comunicándose a todos los mundos, lo que recuerda singularmente el simbolismo alquímico y rosacruciano. 5828 RGRM CAPÍTULO III
Volvamos a la palabra hebraica luz, cuyas diversas significaciones son muy dignas de atención: esta palabra tiene ordinariamente el sentido de «almendra» (y también de «almendro», puesto que designa por extensión tanto al árbol como a su fruto) o de «hueso»; ahora bien, el hueso es lo más interior y oculto que hay, y está enteramente cerrado, de ahí la idea de «inviolabilidad» (Por eso es por lo que el almendro ha sido tomado como símbolo de la Virgen.) (idea que se vuelve a encontrar en el nombre del Agarttha). La misma palabra luz es también el nombre dado a una partícula corporal indestructible, representada simbólicamente como un hueso muy duro, y a la cual el alma permanecería ligada después de la muerte y hasta la RESURRECCIÓN (Es curioso observar que esta tradición judaica ha inspirado muy probablemente algunas teorías de Leibnitz sobre el «animal» (es decir, el ser vivo) que subsiste perpetuamente con un cuerpo, pero «reducido a pequeño» después de la muerte.). Como el hueso de la almendra contiene el germen, y como el hueso corporal contiene la médula, este luz contiene los elementos virtuales necesarios a la restauración del ser; y esta restauración se operará bajo la influencia del «rocío celeste», que revivifica las osamentas desecadas; es a esto a lo que hace alusión, de la manera más clara, esta palabra de San Pablo: «Sembrado en la corrupción, resucitará en la gloria» (I Epístola a los Corintios, XV, 42. — Hay en estas palabras una aplicación estricta de la ley de analogía: «Lo que está arriba es como lo que está abajo, pero en sentido inverso».). Aquí como siempre, la «gloria» se refiere a la Shekinah, considerada en el mundo superior, y con la cual el «rocío celeste» tiene una estrecha relación, así como ya hemos podido darnos cuenta de ello precedentemente. Puesto que el luz es imperecedero (En sánscrito, la palabra akshara significa «indisoluble», y por consiguiente «imperecedero» o «indestructible»; designa a la sílaba, elemento primero y germen del lenguaje, y se aplica por excelencia al monosílabo Om, que se dice que contiene en sí mismo la esencia del triple Vêda.), es, en el ser humano, el «núcleo de la inmortalidad», como el lugar que es designado por el mismo nombre es la «morada de la inmortalidad»: ahí se detiene, en los dos casos, el poder del «Ángel de la Muerte». Es en cierto modo el huevo o el embrión del Inmortal (Se encuentra su equivalente, bajo otra forma, en las diferentes tradiciones, y en particular, con desarrollos muy importantes, en el Taoísmo. — A este respecto, es el análogo, en el orden «microcósmico», de lo que es el «Huevo del Mundo» en el orden «macrocósmico», ya que encierra las posibilidades del «ciclo futuro» (la vita venturi saeculi del Credo católico).); puede ser comparado también a la crisálida de donde debe salir la mariposa (Uno puede remitirse aquí al simbolismo griego de Psyché, que reposa en gran parte sobre esta similitud (Ver Psyché por F. Pron).), comparación que traduce exactamente su papel en relación a la RESURRECCIÓN. 5897 RGRM CAPÍTULO VII
Volvamos de nuevo a la representación del “Paraíso terrestre”: de su centro, es decir, del pie mismo del “Árbol de la Vida”, parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, y que trazan así la cruz horizontal sobre la superficie misma del mundo terrestre, es decir, en el plano que corresponde al dominio del estado humano. Estos cuatro ríos, que se pueden relacionar con el cuaternario de los elementos ( La Qabbalah hace corresponder a estos cuatro ríos las cuatro letras de las que está formada la palabra PaRDeS. ), y que han salido de una fuente única que corresponde al éter primordial ( NA: Según la tradición de los “Fieles de Amor”, esta fuente es la “fuente de la juventud” ( fons juventutis ), representada siempre como situada al pie de un árbol; sus aguas son pues asimilables al “brebaje de la inmortalidad” ( el amrita de la tradición hindú ); las relaciones del “Árbol de la Vida” con el Soma vêdico y el Haoma mazdeísta son por lo demás evidentes ( ver El Rey del Mundo, cap. IV y VI ). — Recordaremos también, a este propósito, el “rocío de luz” que, según la Qabbalah hebraica, emana del “Árbol de la Vida”, y por el que debe operarse la RESURRECCIÓN de los muertos ( ver El Rey del Mundo, cap. III ); el rocío juega igualmente una función importante en el simbolismo hermético. En las tradiciones extremo orientales se hace mención del “árbol del rocío dulce”, situado sobre el monte Kouenlum, que se toma frecuentemente como un equivalente del Mêru y de las demás “montañas sagradas” ( la “montaña polar”, que es, como el árbol, un símbolo del “Eje del Mundo”, así como acabamos de recordarlo ). — Según la misma tradición de los “Fieles de Amor” ( ver Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei “Fedeli d’Amore” ), esta fuente es también la “fuente de la enseñanza”, lo que se refiere a la conservación de la tradición primordial en el centro espiritual del mundo; encontramos pues aquí, entre el “estado primordial” y la “tradición primordial”, el lazo que hemos señalado en otra parte sobre el tema del simbolismo del “Santo Grial”, considerado bajo el doble aspecto de la copa y del libro ( ver El Rey del Mundo, cap. V ). Recordaremos todavía la representación, en el simbolismo cristiano, del Cordero sobre el libro sellado con siete sellos, sobre la montaña desde donde descienden los cuatro ríos ( ver El Rey del Mundo, cap. IX ); veremos más adelante la relación que existe entre el símbolo del “Árbol de la Vida” y el del “Libro de la Vida”. — Otro simbolismo que puede dar lugar a unas aproximaciones interesantes se encuentra en algunos pueblos de la América central, que, “en la intersección de dos diámetros rectangulares trazados en un círculo, colocan el carácter sagrado, peyotl o hicouri, que simboliza la “copa de la inmortalidad”, y que tiene la reputación de encontrarse en el centro de una esfera hueca y en el centro del mundo” ( A. Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés. Le Peyotl, París, 1927, p. 154 ). Cf. también, en correspondencia con los cuatro ríos, las cuatro copas sacrificiales de los Rhibus en el Vêda. ), dividen en cuatro partes, que se pueden relacionar con las cuatro fases de un desarrollo cíclico ( Ver El esoterismo de Dante, cap. VIII, donde, a propósito de la figura del “viejo de Creta”, que representa las cuatro edades de la humanidad, hemos indicado la existencia de una relación analógica entre los cuatro ríos de los Infiernos y los cuatro ríos del Paraíso terrestre. ), el recinto circular del “Paraíso terrestre”, el cual no es otra cosa que la sección horizontal de la forma esférica universal de la que ya hemos hablado más atrás ( Ver El Rey del Mundo, cap. XI. ). 6194 SC IX
Otro símbolo que con frecuencia equivale al de la copa es un símbolo floral: la flor, en efecto, ¿no evoca por su forma la idea de un “receptáculo”, y no se habla del “cáliz” de una flor? En Oriente, la flor simbólica por excelencia es el loto; en Occidente, la rosa desempeña lo más a menudo ese mismo papel. Por supuesto, no queremos decir que sea ésa la única significación de esta última, ni tampoco la del loto, puesto que, al contrario, nosotros mismos habíamos antes indicado otra; pero nos inclinaríamos a verla en el diseño bordado sobre ese canon de altar de la abadía de Fontevrault ( (Ver Reg., enero de 1925, figura pág. 106)), donde la rosa está situada al pie de una lanza a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. Esta rosa, aparece allí asociada a la lanza exactamente como la copa lo está en otras partes, y parece en efecto recoger las gotas de sangre más bien que provenir de la transformación de una de ellas; pero, por lo demás, las dos significaciones se complementan más bien que se oponen, pues esas gotas, al caer sobre la rosa, la vivifican y la hacen abrir. Es la “rosa celeste”, según la figura tan frecuentemente empleada en relación con la idea de la Redención, o con las ideas conexas de regeneración y, de RESURRECCIÓN; pero esto exigiría aún largas explicaciones, aun cuando nos limitáramos a destacar la concordancia de las diversas tradiciones con respecto a este otro símbolo ( (Sobre el simbolismo floral véase infra, cap. IX)). 6644 SFCS EL SAGRADO CORAZON Y LA LEYENDA DEL SANTO GRAAL
Por otra parte, en lo que a los celtas se refiere, hemos cuidado recordar qué precauciones se imponen cuando quiere hablarse de ellos, en ausencia de toda documentación escrita; pero, ¿por qué querría suponerse, a despecho de los indicios contrarios que a pesar de todo poseemos, que hayan sido menos favorecidos que los demás pueblos de la Antigüedad? En efecto, en todas partes vemos, y no sólo en Egipto, la asimilación simbólica establecida entre el corazón y la copa o el vaso; en todas partes, el corazón está considerado como el centro del ser, centro a la vez divino y humano en las aplicaciones múltiples que permite; en todas partes, también, la copa sacrificial representa el Centro o el Corazón del Mundo, la “morada de inmortalidad” (Habríamos podido recordar también el athanor hermético, el vaso en que se cumple la “Gran Obra”, cuyo nombre, según algunos, derivaría del griego athánatos, “inmortal”; el fuego invisible que se mantiene perpetuamente en él corresponde al calor vital que reside en el corazón. Hubiéramos podido, igualmente, establecer vinculaciones con otro símbolo muy difundido, el del huevo, que significa RESURRECCIÓN e inmortalidad, y sobre el cual tendremos quizá oportunidad de volver. Señalemos por otra parte, al menos a titulo de curiosidad, que la copa del Tarot (cuyo origen es, por lo demás, harto misterioso) ha sido reemplazada por el corazón en los naipes franceses, lo que es otro índice de la equivalencia de ambos símbolos); ¿qué más se ha menester? Sabemos bien que la copa y la lanza, o sus equivalentes, han tenido además otras significaciones que las que hemos indicado, pero, sin detenernos en ello, podemos decir que todas esas significaciones, por extrañas que algunas puedan parecer a los ojos de los modernos, son perfectamente concordes entre sí, y expresan en realidad las aplicaciones de un mismo principio a órdenes diversos, según una ley de correspondencia en la cual se funda la armoniosa multiplicidad de sentidos que se incluyen en todo simbolismo. 6653 SFCS EL SAGRADO CORAZON Y LA LEYENDA DEL SANTO GRAAL
En el mito de Adonis (cuyo nombre, por otra parte, significa “el Señor”), cuando el héroe es herido de muerte por el colmillo de un jabalí, que desempeña aquí el mismo papel que la lanza ( (Sobre el simbolismo del jabalí y sobre su carácter “polar”, que lo pone precisamente en relación también con el “Eje del Mundo”, véase cap. XI:, “El Jabalí y la Osa”)), su sangre, derramándose en tierra, da nacimiento a una flor; y sin duda es encontrarían con facilidad otros ejemplos similares. Esto se encuentra igualmente en el simbolismo cristiano; así, L. Charbonneau-Lausay ha señalado “un hierro para hostias, del siglo XII, donde se ve la sangre de las llagas del Crucificado caer en pequeñas gotas que se transforman en rosas, y el vitral del siglo XIII, de la catedral de Angers, donde la sangre divina, manando en arroyuelos, se expande también en forma de rosas” (Reg., enero de 1925. Señalemos también, como referida a un simbolismo conexo, la figuración de las cinco llagas de Cristo por cinco rosas, situada una en el centro de la cruz y las otras cuatro entre los brazos de ella, conjunto que constituye igualmente uno de los principales símbolos de los :Rosacruces). La rosa es en Occidente, junto con el lirio, uno de los equivalentes más habituales de lo que es en Oriente el loto; aquí, parece por lo demás que el simbolismo de la flor esté referido únicamente a la producción de la manifestación (Debe quedar bien claro, para que esta interpretación no dé lugar a ninguna clase de objeciones, que existe una relación muy estrecha entre “Creación” y “Redención”, las cuales no son en suma sino dos aspectos de la operación del Verbo divino) y que Prákrti se encuentre más bien representada por el suelo mismo que la sangre vivifica; pero hay también casos en que parece ser de otro modo. En el mismo artículo que acabamos de citar, Charbonneau-Lassay reproduce un diseño bordado en un canon de altar de la abadía de Fontevrault, que data de la primera mitad del siglo XVI y se conserva hoy en el museo de Nápoles, donde se ve la rosa al pie de una lanza puesta verticalmente y a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. Esa rosa aparece allí asociada a la lanza exactamente como la copa lo está en otros casos, y parece ciertamente recoger gotas de sangre más bien que provenir de la transformación de una de ellas; por lo demás, es evidente que las dos significaciones no se oponen en modo alguno sino más bien se complementan, pues las gotas, al caer sobre la rosa, la vivifican y la hacen abrirse; y va de suyo que este papel simbólico de la sangre tiene, en todos los casos, su razón de ser en la relación directa de ella con el principio vital, transpuesto aquí al orden cósmico. Esa lluvia de sangre equivale también al “rocío celeste” que, según la doctrina cabalística, emana del “Árbol de Vida”, otra figura del “Eje del Mundo”, y cuyo influjo vivificante está principalmente vinculado con las ideas de regeneración y RESURRECCIÓN, manifiestamente conexas con la idea de Redención cristiana; y el rocío desempeña también importante papel en el simbolismo alquímico y rosacruz ( “Cf. Le Roi du Monde, cap. III. La similitud existente entre el nombre del rocío (ros) y el de la rosa (rosa) no puede, por otra parte, dejar de ser notada por quienes saben cuán frecuente es el empleo de cierto simbolismo fónico). 6736 SFCS LAS FLORES SIMBOLICAS
Para comprender bien de qué se trata, es menester ante todo recordar que Vishnu, manifestándose en la forma de pez (Matsya), ordena a Satyávrata, el futuro Manu Vaivásvata, construir el arca en la que deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro, y que, con esa misma forma, guía luego el arca sobre las aguas durante el cataclismo que marca la separación de los dos Manvántara sucesivos. El papel de Satyávrata es aquí semejante al de Seyyîdná Nû (Noé), cuya arca contiene igualmente todos los elementos que servirán para la restauración del mundo después del diluvio; poco importa, por lo demás, que la aplicación efectuada sea diferente, en el sentido de que el diluvio bíblico, en su significación más inmediata, parece señalar el comienzo de un ciclo más restringido que el Manvántara: si no es el mismo suceso, se trata al menos de dos sucesos análogos, en que el estado anterior del mundo se destruye para dejar lugar a un nuevo estado (Cf. Le Roi du Monde, cap. XI). Si ahora comparamos la historia de Jonás con lo que acabamos de recordar, vemos que la ballena, en vez de desempeñar únicamente el papel de pez conductor del arca, se identifica en realidad con el arca misma; en efecto, Jonás permanece encerrado en el cuerpo de la ballena, como Satyávrata y Noé en el arca, durante un período que es también para él, si no para el mundo exterior, un período de “oscurecimiento”, correspondiente al intervalo entre dos estados o dos modalidades de existencia; también aquí, la diferencia es secundaria, pues las mismas figuras simbólicas son siempre de hecho susceptibles de una doble aplicación: “macrocósmica” y “microcósmica”. Sabido es, además, que la salida de Jonás del seno de la ballena se ha considerado siempre como símbolo de RESURRECCIÓN, y por ende de paso a un estado nuevo; y esto debe ponerse en relación, por otra parte, con el sentido de “nacimiento” que, en la Cábala hebrea especialmente, se vincula con la letra nûn y debe entenderse en sentido espiritual, como un “nuevo nacimiento”, es decir, como una regeneración del ser individual o cósmico. 6889 SFCS LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN
Es lo que indica muy netamente la forma de la letra árabe nûn: esta letra está constituida por la mitad inferior de una circunferencia y por un punto que es el centro de ella. Ahora bien; la semicircunferencia inferior es también la figura del arca que flota sobre las aguas, y el punto que se encuentra en su interior representa el germen contenido o encerrado allí; la posición central del punto muestra, por lo demás, que se trata en realidad del “germen de inmortalidad” del “núcleo” indestructible que escapa a todas las disoluciones exteriores. Cabe notar también que la semicircunferencia, con su convexidad vuelta hacia abajo, es uno de los equivalentes esquemáticos de la copa; como ésta, tiene, pues, en cierto modo, el sentido de una “matriz” en la cual se encierra ese germen aún no desarrollado, y que, como veremos en seguida, se identifica con la mitad inferior o “terrestre” del “Huevo del Mundo” (Por una curiosa vinculación, éste sentido de “matriz” (la yoni sánscrita) se encuentra también implicado en el griego delphys, que es a la vez el nombre del ‘delfín’). Según este aspecto de elemento “pasivo” de la transmutación espiritual, el-Hût es también, en cierta manera, la figura de toda individualidad, en tanto que ésta porta el “germen de inmortalidad” en su centro, representado simbólicamente como el corazón; y podemos recordar a este respecto las relaciones estrechas, que ya hemos expuesto en otras ocasiones, existentes entre el simbolismo del corazón, el de la copa y el del “Huevo del Mundo”. El desarrollo del germen espiritual implica que el ser sale de su estado individual y del medio cósmico que es el dominio propio de ese estado, así como al salir del cuerpo de la ballena Jonás “resucita”; y, si se recuerda lo que hemos escrito antes, se comprenderá sin esfuerzo que esta salida es también la misma cosa que la salida de la caverna iniciática, cuya concavidad está igualmente representada por la de la semicircunferencia del nûn. El “nuevo nacimiento” supone necesariamente la muerte al estado anterior, ya se trate de un individuo o de un mundo; muerte y nacimiento o RESURRECCIÓN, son dos aspectos mutuamente inseparables, pues no constituyen en realidad sino las dos faces opuestas de un mismo cambio de estado. El nûn en el alfabeto árabe, sigue inmediatamente al mîm, que entre sus principales significaciones tiene la de muerte (el-mawt), y cuya forma representa al ser completamente replegado sobre sí mismo, reducido en cierto modo a una pura virtualidad, a lo cual corresponde ritualmente la actitud de la prosternación; pero esta virtualidad, que puede parecer una aniquilación transitoria, se hace en seguida, por la concentración de todas las posibilidades esenciales del ser en un punto único e indestructible, el germen mismo de donde saldrán todos sus desarrollos en los estados superiores. 6890 SFCS LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN
Conviene señalar que el simbolismo de la ballena no tiene solamente un aspecto “benéfico”, sino uno “maléfico” también, lo cual, aparte de las consideraciones de orden general sobre el doble sentido de los símbolos, se justifica más particularmente por su conexión con las dos formas: muerte y RESURRECCIÓN, bajo las cuales aparece todo cambio de estado según que se lo encare de un lado o del otro, es decir, con relación al estado antecedente o al estado consecuente. La caverna es a la vez un lugar de sepultura y un lugar de “RESURRECCIÓN”, y, en la historia de Jonás, la ballena desempeña precisamente este doble papel; por otra parte, ¿no podría decirse que el Matsya-avatâra mismo se presenta primero con la apariencia nefasta de anunciador de un cataclismo, antes de convertirse en el “salvador” de él? Por otra parte, el aspecto “maléfico” de la ballena se halla manifiestamente emparentado con el Leviatan hebreo (El Mákara hindú, que es también un monstruo marino, aunque tiene ante todo la significación “benéfica” vinculada al signo de Capricornio, cuyo lugar ocupa en el Zodiaco, no deja de tener en muchas de sus figuraciones rasgos que recuerdan el simbolismo “tifónico” del cocodrilo); pero está representado sobre todo, en la tradición árabe, por los “hijos de la ballena” (benât el-Hût), que, desde el punto de vista astrológico, equivalen a Râhu y Ketu (Nombre de dos Ásura (“demonios”) relacionados con los eclipses. (N. del T)) en la tradición hindú, especialmente en lo referente a los eclipses, y de quienes se dice “que se beberán el mar” el último día del ciclo, ese día en que “los astros se levantarán por Occidente y se pondrán por Oriente”. No podemos insistir más sobre este punto sin salirnos enteramente de nuestro tema; pero debemos al menos llamar la atención sobre el hecho de que aquí se encuentra otra relación inmediata más con el fin del ciclo y el cambio de estado consiguiente, pues ello es muy significativo y aporta una nueva confirmación de las precedentes consideraciones. 6891 SFCS LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN
Pasaremos por alto otras cuestiones que, por importantes que sean en sí mismas, no intervienen aquí sino accesoriamente, como por ejemplo la de la significación de la “rama de oro”; es muy discutible que pueda identificársela, salvo en un aspecto muy secundario, con el bastón o la varita que en formas diversas se encuentra muy generalmente en el simbolismo tradicional (Sería ciertamente mucho más exacto asimilar esta “rama de oro” al muérdago druídico y a la acacia masónica, para no mencionar los “ramos” de la fiesta cristiana que lleva precisamente este nombre, en cuanto símbolo y prenda de RESURRECCIÓN e inmortalidad). Sin insistir más en ello, examinaremos ahora lo que concierne al laberinto, cuyo sentido puede parecer aún más enigmático, o al menos más disimulado, que el de la caverna, y las relaciones existentes entre ésta y aquél. 6962 SFCS LA CAVERNA Y EL LABERINTO
Aquí, naturalmente, ciertas relaciones se encontrarán modificadas: la caverna vuelve a ser un “sepulcro”, no ya esta vez en razón exclusivamente de su situación “subterránea”, sino porque el “cosmos” íntegro es en cierto modo el “sepulcro” del cual el ser debe salir ahora; el “tercer nacimiento” está precedido necesariamente de la “segunda muerte”; que no es ya la muerte al mundo profano, sino verdaderamente la “muerte al cosmos” (y también “en el cosmos”), y por eso el nacimiento “extracósmico” se asimila siempre a una “RESURRECCIÓN” (Se encuentra igualmente lo análogo de todo esto en el simbolismo de la crisálida y de su transformación en mariposa). Para que pueda ocurrir tal “RESURRECCIÓN”, que es al mismo tiempo la salida de la caverna, es necesario que sea retirada la piedra que cierra la abertura del “sepulcro” (es decir, de la caverna misma); veremos en seguida cómo puede traducirse esto en ciertos casos en el simbolismo ritual. 6996 SFCS LA CAVERNA Y “EL HUEVO DEL MUNDO
Es interesante notar, en lo que concierne más especialmente al simbolismo heráldico, que los seis rayos constituyen una especie de esquema general según el cual han sido dispuestas en el blasón, las figuras más diversas. Obsérvese. por ejernplo, un águila o cualquier otra ave heráldica, y no será difícil advertir que se encuentra efectivamente esa disposición, correspondiendo, respectivamente, la cabeza, la cola y las extremidades de las alas y las patas a las puntas de los seis radios; obsérvese luego un emblema tal como la flor de lis, y se hará la misma comprobación. Poco importa, por lo demás, en este último caso, el origen histórico del emblema, que ha dado lugar a muchas hipótesis diversas: ya sea la flor de lis verdaderamente una flor, lo que estaría de acuerdo, además, con la equivalencia de la rueda y de ciertos símbolos florales como, el loto, la rosa y el lirio (que, por lo demás, tiene en realidad seis pétalos); ya haya sido primitivamente un hierro de lanza, o un pajaro, o una abeja, el antiguo símbolo caldeo de la realeza (jeroglífico sâr), o inclusive un sapo (Esta opinión, por extraña que pueda parecer, debía de admitirse en época bastante antigua, pues en las tapicerías del siglo XV de la catedral de Reims el estandarte de Clodoveo lleva tres sapos. Por otra parte, es muy posible que primitivamente este sapo haya sido en realidad una rana, animal que, en razón de sus metamorfosis, es un antiguo símbolo de “RESURRECCIÓN”, y que había mantenido esta significación en el cristianismo de los primeros siglos); o bien, como es más probable, resulte de una especie de “convergencia” o de fusión de varias de esas figuras, que no deja subsistir sino los rasgos comunes a ellas, en todo caso la flor de lis está en estricta conformidad con el esquema a que nos referíamos, y esto es lo que esencialmente importa para determinar su significación principal. 7140 SFCS LOS SÍMBOLOS DE LA ANALOGÍA
Va de suyo que todas estas observaciones deben relacionarse con el hecho de que en las diversas tradiciones aparezcan símbolos vegetales como “prenda de RESURRECCIÓN y de inmortalidad”: la “rama de oro” de los Misterios antiguos, la acacia que la sustituye en la iniciación masónica, así como los ramos o las palmas en la tradición cristiana; y también con el papel que de modo general desempeñan en el simbolismo los árboles de hojas perennes y los que producen gomas o resinas incorruptibles (Cf. L’Ésotérisme de Dante, cap. V, y Le Roi du Monde, cap. IV). Por otra parte, la circunstancia de que el vegetal se considere a veces en la tradición hindú como de naturaleza “asúrica” (‘demoníaca’) no podría constituir objeción; en efecto, el crecimiento del vegetal es en parte aéreo, pero también en parte subterráneo, lo que implica en cierto modo una doble naturaleza, correspondiente además, en cierto sentido, al “Árbol de Vida” y el “Árbol de Muerte”. Por lo demás, la raíz, o sea la parte subterránea, constituye el “soporte” originario de la vegetación aérea, lo que corresponde a la “prioridad” de naturaleza de los Ásura con respecto a los Deva; y no sin razón, seguramente, la lucha entre los Deva y los Ásura se desarrolla principalmente por la posesioón del “licor de inmortalidad”. 7164 SFCS EL “ÁRBOL DE VIDA” Y EL LICOR DE INMORTALIDAD