Sin embargo, incluso las situaciones invariables pueden atenuarse por desgaste: la masa de los parias de la India es favorecida por la ley cósmica de compensación a causa de su número y la homogeneidad que de éste resulta: el propio número actúa como una substancia absorbente, pues la masa como tal tiene algo de la inocencia niveladora de la tierra; así como, según el esoterismo musulmán, las llamas del infierno terminarán por enfriarse, siendo Dios «esencialmente» bueno – no «accidentalmente» -, así la transgresión congénita del paria, luego su «impureza», ha de atenuarse al final de los tiempos, e incluso reabsorberse completamente en muchos casos, pero sin abolir por ello la herencia, de la cual el individuo seguirá siendo eslabón o parte (NA: Según el Mânava-Dharma-Shâstra, «hay que reconocer por sus actos al hombre que pertenece a la clase vil… La falta de sentimientos nobles, la rudeza de palabras, la crueldad (NA: maldad) y el olvido de los deberes, denotan en este bajo mundo al nombre que debe el ser a una madre digna de desprecio». Con toda evidencia, estos criterios ya no pueden aplicarse tal cual a la masa de los parias, como tampoco, inversamente, todos los miembros de las castas superiores poseen las virtudes conformes con su dharma respectivo. Añadamos que este aspecto del problema es independiente de la cuestión de los templos; aun admitiendo que pueda suprimirse cierto formalismo social a causa de condiciones cíclicas nuevas, lo cual no podemos discutir, tal suavizamiento de las formas exteriores seguiría siendo independiente de la cuestión de saber si los parias han de tener acceso a los santuarios de los brahmanes. Un templo hindú es algo muy diferente de una iglesia o una mezquita; no es en absoluto un lugar de culto obligatorio, sino la morada de una presencia divina. El principio de exclusión sacral, con los derechos dogmáticos imprescindibles que implica, es, por lo demás, conocido por todas las religiones; recordemos tan sólo el atrio del templo de Jerusalén y el iconostasio de las iglesias ortodoxas.). Para esos individuos, el hecho de ser paria será un aspecto del karma – una consecuencia de «acciones anteriores» -, exactamente como una enfermedad o una desgracia cualquiera lo es para un miembro de una casta elevada; por otro lado, la «intocabilidad» – un poco como la condición de las viudas – tiene un valor religioso para los propios parias, lo cual explica la negativa de la mayor parte de ellos a salir de su condición abandonando el mundo hindú (NA: Es lo que Su SANTIDAD el Shankarâchârya de Kanchi ha puesto de relieve en estos términos: «El sistema de las castas, aunque ejerciendo una disciplina rígida con vistas al bienestar de la sociedad, se ha neutralizado a sí mismo en el caso de personas altamente espirituales, como Nandanar, el santo paria, o Dharma Vyadha, o incluso Vidura en el Mahâbhârata. Nandanar se negó incluso en el estado de éxtasis espiritual a entrar en el recinto del templo, pero se sintió transportado de júbilo sólo con ver la torre del santuario; y el brahmán del templo veneraba a Nandanar como el brahmán de los brahmanes… La diversidad de las prescripciones de casta tiene su razón suficiente en sí misma, que aprovecha en el fondo a toda la humanidad. El shûdra de antaño se negaba a compartir su casa con un brahmán o un kshatriya. Y un chandâla se oponía con no menor obstinación a que un brahmán entrara en su barrio; y si alguna vez, por accidente, un brahmán entraba en el barrio de los chandâlas, éstos se veían en la obligación de proceder a ritos purificatorios. Esto muestra que la responsabilidad por la preservación de las prescripciones disciplinarias de determinada casta no eran asunto solamente de ésta, sino que incumbía a todos; descansaba en cada componente de la sociedad total.» (NA: Our Spiritual Crisis, citado en The Hindu, 1 de julio de 1956).); por regla general, todos están orgullosos de pertenecer a su «casta» particular de paria, aun los chandâlas. 1748 FSCR: EL SENTIDO DE LAS CASTAS
Si queremos retirarnos al Corazón para encontrar en él la Verdad total y la SANTIDAD subyacente y prepersonal, debemos manifestar el Corazón no solamente en nuestra inteligencia, sino también en nuestra alma en general, mediante las actitudes espirituales y las cualidades morales; porque toda belleza del alma es un rayo de luz que proviene del Corazón y vuelve hacia él. Como ontológicamente el Corazón precede a la actividad exterior, su esfera está más próxima a la Misericordia que la esfera de la Ley, de los méritos y de los deméritos; pues, según una célebre fórmula, «Mi Clemencia precede a Mi Cólera», La religión del Corazón es la Religión primordial en el tiempo, y quintaesencial en el alma. 3802 EPV: IV LA RELIGIÓN DEL CORAZÓN
Se dice a menudo que Dios, o la Esencia divina, es absolutamente indefinible o inefable; si se nos preguntara sin embargo qué Nombre de Dios da cuenta de la Esencia divina, diríamos que «el Santo», porque la SANTIDAD no limita de ninguna manera e incluye todo lo que es divino; además, esta noción de SANTIDAD transmite el perfume de lo Divino en sí mismo, luego el de Inexpresable. 3844 EPV: IV LA VÍA DE LA UNIDAD
Dios, al ser pura SANTIDAD, es Poder, Consciencia, Felicidad; se podría decir también que es puro Ser, puro Espíritu, pura Posibilidad. Esto es lo que significan los términos sánscritos Sat, Chit, Ananda, y los términos árabes Wujûd, Shujûd y Hayât, o Qudrah, Hikmah y Rahmah. Este es el grado supremo, el de la Esencia, Dhât, o el de la Unidad, Ahadiyah; siendo el grado no-supremo el de las cualidades, Çifât, o el de la Unicidad, Wâhidiyah. 3846 EPV: IV LA VÍA DE LA UNIDAD
Lo que intrínsecamente es Ser, extrínsecamente será Omnipotencia; lo que intrínsecamente es Espíritu, extrínsecamente será Omnisciencia; y lo que intrínsecamente es Felicidad – la Totalidad de todas las posibilidades, luego la Irradiación -, extrínsecamente será Misericordia. Porque la Misericordia o la Generosidad, o la Bondad y aún la Belleza, proceden del desbordamiento interno de la Divinidad; «Dios es Amor». Amar a Dios, o ser sensible al perfume de la SANTIDAD o tener el sentido de lo Sagrado, es ser amado por Dios; ama quien percibe la Belleza, y la Belleza se revela en aquel a quien Ella ama. La Belleza, Jamâl, es apaciguadora; es, pues, vecina de la Paz, Salâm. 3864 EPV: IV LA VÍA DE LA UNIDAD
La fe perfecta depende de la evidencia metafísica del Uno y del amor innato a lo Sagrado o a la SANTIDAD. El sentido de lo Sagrado, que no es otra cosa que la predisposición casi natural al amor a Dios y la sensibilidad para las manifestaciones teofánicas o para los perfumes celestiales, este sentido de lo Sagrado implica esencialmente el sentido de la belleza y la tendencia a la virtud; siendo la belleza, por decirlo así, la virtud exterior, y la virtud, la belleza interior. El sentido de lo Sagrado implica igualmente el sentido de la transparencia metafísica de las cosas, la capacidad de captar lo increado en lo creado; o de percibir el rayo vertical – mensajero del Arquetipo – independientemente del plano de refracción horizontal, que determina el grado existencial pero no el contenido divino. 3866 EPV: IV LA VÍA DE LA UNIDAD