sociedad

Sobre esta base los antiguos rishis se establecieron como las cuatro almas de la vida humana, Dharma, Artha, Kama, Moksha, es decir, Moralidad, Consecución, Salud, Cumplimiento de Deseos y Liberación. El hecho de que almas individuales estén en diferentes estapas de desarrollo, además de poseer capacidades especiales o tendencias tanto como méritos propios de acuerdo con la naturaleza de su acción pasada, se refleja en la teoría de casta (yama, litetalmente, color), cada una con su apropiada moralidad (svadharma).

«Casta», como ha dicho Sister Nivedita, «es continuidad de raza; es el sentido histórico; es la dignidad de la tradición y propósito para el futuro. Es aún más: es la familiaridad de todo un pueblo en todos sus rangos con el único supremo motivo humano: la noción de noblesse oblige.» [AKC]


En una sociedad aristocrática como la contemplada por Valmiki, la severidad de la disciplina social se incrementa hacia la cima: aquellos que tienen más poder deben practicar un mayor autocontrol, en parte debido a la noblesse oblige, parte debido a que esa austera disciplina es la condición necesaria sin la cual el poder podría rápidamente desaparecer. Es necesario recordar este carácter esencial de una sociedad verdaderamente aristocrática, si deseamos comprender algunos de los más significativos, y para el demócrata e individualista los más incomprensibles y indefendibles, episodios del Ramayana. Sobre el kshatriya, y sobre todo sobre el rey, recae el deber de mantener el dharma; por ello él debe no sólo proteger a los hombres y a los dioses contra la violencia, como dando muerte a los rakshasas, sino que debe, para dar el ejemplo, ajustarse a las reglas de la moral aceptada, aun cuando esas reglas no tengan para él personal significancia. Es así que Rama repudia dos veces a Sita, aunque siempre estuvo satisfecho en su propia mente de su completa fidelidad. Este repudio de Sita forma el elemento más dramático y remarcable de toda la historia. Rama y Sita son reunidos después de un año de separación, y al término de un largo y arduo conflicto: en ese momento, en que un sentimiento moderno demandaría un «final feliz», se hace una suprema prueba de carácter para ambos, y la tragedia final es sólo pospuesta por la aparición de los dioses y la reivindicación de Sita por ordalías. En estos trágicos episodios, que forman la crisis moral culminante en las vidas de Rama y Sita, Valmiki está justificado tanto como maestro y como artista. La sociedad ideal de Valmiki está casi libre de pecado, por ello él es el más capacitado para exhibir el largo alcance de los efectos de un mal proceder de individuos aislados y de errores singulares. Aún Kaikeyi no es hecha innoble: ella es sólo muy joven, ciega y testaruda; pero toda la tragedia de la vida de Rama y el cumplimiento de los propósitos de los dioses supremos son consecuencia del mal proceder de ella.

Contra este mundo humano de la Edad de Plata es dibujado el mundo inhumano y lleno de pecados de los rakshasas, donde la codicia y lujuria y violencia y engaño reemplazan a la generosidad y autocontrol y amabilidad y verdad. Pero estas malvadas pasiones están aparentemente dirigidas contra hombres y dioses y todos aquellos que son ajenos a los rakshasas: entre ellos mismos existen el cariño filial y la suprema devoción de la esposa, hay coraje indoblegable y la más franca lealtad. La ciudad de los rakshasas es preeminentemente justa, construida por Vishvakarman mismo; ellos practican todas las artes; aman a los dioses, y mediante la austeridad y penitencia consiguen grandes regalos de ellos: en una palabra, ellos florecen como el laurel, y si son malvados, por lo menos no son innobles. Entre ellos se encuentra alguno, como Vibhishana, que de ninguna manera es malvado. Después de todo, entonces, estos rakshasas no son inhumanos, sino que su condición es una imagen del a-dharmic, los perversos, aspecto de la sociedad humana —una alegoría que todos entenderíamos si nos fuese presentada hoy por primera vez como en Los Pingüinos, de Anatole France. [AKC]