swastika

En fin, una precisión que tiene también su importancia es ésta: hemos dicho hace un momento que los términos de activo y de pasivo, que expresan solo una relación, podían ser aplicados a diferentes grados; de ello resulta que, si consideramos la cruz de tres dimensiones, en la que el eje vertical y el plano horizontal están en esta relación de activo y de pasivo, se podrá considerar también, además, la misma relación entre los dos ejes horizontales, o entre lo que representen respectivamente. En este caso, para conservar la correspondencia simbólica establecida en primer lugar, aunque estos ejes sean ambos horizontales en realidad, se podrá decir que uno de ellos, el que juega el papel activo, es relativamente vertical en relación al otro. Por ejemplo, si consideramos a estos dos ejes como respectivamente el eje solsticial y el eje equinoccial, así como lo hemos dicho más atrás, conformemente al simbolismo del ciclo anual, podremos decir que el eje solsticial es relativamente vertical en relación al eje equinoccial, de tal suerte que, en el plano horizontal, desempeña analógicamente el papel de eje polar (eje Norte-Sur), y el eje equinoccial desempeña entonces el papel de eje ecuatorial (eje Este-Oeste) (Esta precisión encuentra concretamente su aplicación en el simbolismo del SWASTIKA, del que trataremos más adelante.). Así pues, en su plano, la cruz horizontal reproduce unas relaciones análogas a las que son expresadas por la cruz vertical; y, para volver aquí al simbolismo metafísico que es el que nos importa esencialmente, podemos decir también que la integración del estado humano, representada por la cruz horizontal, es, en el orden de existencia al que se refiere, como una imagen de la totalización misma del ser, representada por la cruz vertical (NA: A propósito del complementarismo, señalaremos también que, en el simbolismo del alfabeto árabe, las dos primeras letras, alif y be, se consideran respectivamente como activa o masculina y como pasiva o femenina; siendo la forma de la primera vertical, y siendo la de la segunda horizontal, su reunión forma la cruz. Por otra parte, puesto que los valores numéricos de estas letras son respectivamente 1 y 2, esto concuerda todavía con el simbolismo aritmético pitagórico, según el cual la “monada” es masculina y la “diada” femenina; la misma concordancia se encuentra por lo demás en otras tradiciones, por ejemplo en la tradición extremo oriental, en la que, en las figuras de los koua o “trigramas” de Fo-hi, el yang, principio masculino, se representa por un trazo lleno, y el yin, principio femenino, por un trazo cortado (o mejor interrumpido en su medio); estos símbolos, llamados las “dos determinaciones”, evocan respectivamente la idea de la unidad y de la dualidad; no hay que decir que esto, como en el pitagorismo mismo, debe entenderse en un sentido completamente diferente que en el del simple sistema de “numeración” que Leibnitz se había imaginado encontrar ahí (ver Oriente y Occidente). De una manera general, según el Yi-king, los números impares corresponden al yang y los números pares corresponden al yin; parece que la idea pitagórica de lo “par” y de lo “impar” se encuentra también en lo que Platón llama lo “mismo” y lo “otro”, que corresponden respectivamente a la unidad y a la dualidad, consideradas por lo demás exclusivamente en el mundo manifestado. — En la numeración china, la cruz representa el número 10 (la cifra romana X, no es, ella también, más que la cruz dispuesta de otro modo); se puede ver ahí una alusión a la relación del denario con el cuaternario: 1+2+3+4 = 10, relación que estaba figurada también por la Tétraktis pitagórica. En efecto, en la correspondencia de las figuras geométricas con los números, la cruz representa naturalmente el cuaternario; más precisamente, le representa bajo un aspecto dinámico, mientras que el cuadrado le representa bajo su aspecto estático; la relación entre estos dos aspectos está expresada por el problema hermético de la “cuadratura del círculo”, o, según el simbolismo geométrico de tres dimensiones, por una relación entre la esfera y el cubo a la cual hemos tenido la ocasión de hacer alusión a propósito de las figuras del “Paraíso terrestre” y de la “Jerusalem celeste” (ver El Rey del Mundo, cap. XI). Finalmente, a propósito de esto, observaremos todavía que, en el número 10, las dos cifras 1 y 0 corresponden también respectivamente a lo activo y a lo pasivo, representados, según otro simbolismo, por el centro y la circunferencia, simbolismo que se puede vincular al de la cruz señalando que el centro es la huella del eje vertical sobre el plano horizontal, en el que, entonces, debe suponerse situada la circunferencia, que representará la expansión en este mismo plano por una de las ondas concéntricas según las cuales se efectúa; el círculo con el punto central, figura del denario, es al mismo tiempo el símbolo de la perfección cíclica, es decir, de la realización integral de las posibilidades implícitas en un estado de existencia.). 74 SC VI

Una de las formas más destacables de lo que hemos llamado la cruz horizontal, es decir, de la cruz trazada en el plano que representa un cierto estado de existencia, es la figura del SWASTIKA, que bien parece vincularse directamente a la Tradición Primordial, ya que se encuentra en los países más diversos y más alejados los unos de los otros, y eso desde las épocas más remotas; lejos de ser un símbolo exclusivamente oriental como se cree a veces, es uno de los que están más generalmente extendidos, desde el extremo oriente hasta el extremo occidente, ya que existe hasta en algunos pueblos indígenas de América (NA: Bastante recientemente, hemos observado incluso una información que parecería indicar que las tradiciones de la América antigua no están tan completamente perdidas como se piensa; por lo demás, el autor del artículo donde la hemos encontrado, probablemente no se ha dado cuenta de su alcance; hela aquí reproducida textualmente: “En 1925, una gran parte de los indios de Cuna se sublevaron, mataron a los gendarmes de Panamá que habitaban en su territorio, y fundaron la República independiente de Tulé, cuya bandera es un SWASTIKA sobre fondo naranja en bordado rojo. Esta república existe todavía en la hora actual” (Les Indiens de l’isthme de Panama, por G. Grandidier: Journal des Débats, 22 de enero de 1929). Se destacará sobre todo la asociación del SWASTIKA con el nombre de Tulé o Tula, que es una de las designaciones más antiguas del centro espiritual supremo, designación aplicada también después a algunos de los centros subordinados (ver El Rey del Mundo, cap. X).). Es cierto que, en la época actual, se ha conservado sobre todo en la India y en el Asia central y oriental, y que quizás no es más que en estas regiones donde se sabe todavía lo que significa; pero, sin embargo, en Europa misma, no ha desaparecido enteramente (NA: En Lituania y en Courlandia, los campesinos trazan todavía este signo en sus casas; sin duda ya no conocen su sentido y no ven en el más que una suerte de talismán protector; pero lo que es quizás más curioso es que le dan su nombre sánscrito de SWASTIKA. Por lo demás, parece que el lituano sea, de todas las lenguas europeas, la que tiene mayor semejanza con el sánscrito. — No hay que decir que dejamos enteramente de lado el uso completamente artificial e incluso antitradicional del SWASTIKA por los “racistas” alemanes, que, bajo la denominación fantástica y algo ridícula de hakenkreuz o “cruz de ganchos”, hicieron de él muy arbitrariamente un signo del antisemitismo, bajo el pretexto de que este emblema habría sido propio de la supuesta “raza aria”, mientras que, antes al contrario, como acabamos de decirlo, es un símbolo realmente universal. — A propósito de esto señalamos que la denominación de “cruz gamada”, que se da frecuentemente al SWASTIKA en occidente a causa de la semejanza de la forma de sus brazos con la letra griega gamma, es igualmente errónea; en realidad, los signos llamados antiguamente gammadia eran enteramente diferentes, aunque se hayan encontrado a veces, de hecho, más o menos estrechamente asociados al SWASTIKA en los primeros siglos del cristianismo. Uno de estos signos, llamado también la “cruz del Verbo” está formado de cuatro gammas cuyos ángulos están vueltos hacia el centro; la parte interior de la figura, que tiene la forma de cruz, representa a Cristo, y los cuatro gammas angulares a los cuatro Evangelistas; esta figura equivale a Cristo, y los cuatro gammas angulares a los cuatro Evangelistas; esta figura equivale así a la representación bien conocida de Cristo en medio de los cuatro animales. Se encuentra otra disposición donde una cruz central está rodeada de cuatro gammas colocadas en cuadrado (donde los ángulos están vueltos hacia fuera en lugar de estarlo hacia dentro); la significación de esta figura es la misma que la de la precedente. Agregamos, sin insistir más en ello, que estos signos ponen el simbolismo de la escuadra (cuyas forma es la del gamma) en relación directa con el de la cruz.). En la antigüedad, encontramos este signo, en particular, en los celtas y en la Grecia prehelénica (NA: Existen diversas variantes del SWASTIKA, concretamente uno formado de brazos curvos (que tienen la apariencia de dos S cruzadas), y otras formas que indican una relación con diversos símbolos cuyo significado no podemos desarrollar aquí; la más importante de estas formas es el SWASTIKA dicho “clavijero”, porque sus brazos están constituidos por dos llaves (ver La Gran Triada, cap. VI). Por otra parte, algunas figuras que no han guardado más que un carácter puramente decorativo, como esa a la que se da el nombre de “greca”, se derivan originariamente del SWASTIKA.); y, en occidente todavía, fue antiguamente uno de los emblemas de Cristo, e incluso permaneció en uso como tal hasta el final de la Edad Media (Ver El Rey del Mundo, I.). 121 SC X

Hemos dicho en otra parte que el SWASTIKA es esencialmente el “signo del Polo” (Ver El Rey del Mundo, II. — Puesto que ya hemos indicado en aquella ocasión las interpretaciones fantásticas de los occidentales modernos, aquí no vamos a volver sobre ello.); si le comparamos a la figura de la cruz inscrita en la circunferencia, podemos darnos cuenta fácilmente de que, en el fondo, son dos símbolos equivalentes bajo ciertos aspectos; pero la rotación alrededor del centro fijo, en lugar de estar representada por el trazado de la circunferencia, en el SWASTIKA está solo indicada por las líneas rectas agregadas a las extremidades de los brazos de la cruz y que forman con éstos ángulos rectos; estas líneas son tangentes a la circunferencia, que marcan la dirección del movimiento en los puntos correspondientes. Como la circunferencia representa el mundo manifestado, el hecho de que esté por así decir sobrentendida indica muy claramente que el SWASTIKA no es una figura del mundo, sino más bien de la acción del Principio al respecto del mundo. 122 SC X

Si se relaciona el SWASTIKA con la rotación de una esfera tal como la esfera celeste alrededor de su eje, es menester suponerle trazado en el plano ecuatorial, y entonces el punto central será, como ya lo hemos explicado, la proyección del eje sobre este plano que le es perpendicular. En cuanto al sentido de la rotación indicada por la figura, su importancia es secundaria y no afecta a la significación general del símbolo; de hecho, se encuentran una y otra de las dos formas, que indican una rotación de derecha a izquierda o de izquierda a derecha (NA: La palabra SWASTIKA es, en sánscrito, la única que sirve para designar en todos los casos el símbolo en cuestión; el término sauvastika, que algunos han querido aplicar a una de las dos formas para distinguirla de la otra (que es la única que sería entonces el verdadero SWASTIKA), no es en realidad más que un adjetivo derivado de SWASTIKA, y que indica lo que se refiere a este símbolo o a sus significaciones. — En cuanto a la palabra SWASTIKA misma, se le hace derivar de su asti, fórmula de “bendición” en el sentido propio, que tiene su exacto equivalente en el ki-tôb hebraico del Génesis. En lo que concierne a este último, el hecho de que se encuentre repetido al final del relato de cada uno de los “días” de la creación es bastante destacable si se tiene en cuenta esta aproximación: parece indicar que esos “días” son asimilables a otras tantas rotaciones del SWASTIKA, o, en otros términos, a otras tantas revoluciones completas de la “rueda del mundo”, revoluciones de donde resulta la sucesión de “tarde y mañana”, que se enuncia después (ver también La Gran Tríada, cap. V).), y eso, sin que sea menester ver siempre ahí una intención de establecer entre ellas una oposición cualquiera. Es verdad que, en algunos países y en algunas épocas, han podido producirse, en relación a la tradición ortodoxa, cismas cuyos partidarios han dado voluntariamente a la figura una orientación contraria a la que estaba en uso dentro del medio del cual se separaban, para afirmar su antagonismo mediante una manifestación exterior, pero eso no toca en nada a la significación esencial, que permanece la misma en todos los casos. Por lo demás, a veces se encuentran las dos formas asociadas; entonces se las puede considerar como representando una misma rotación vista desde uno y otro de los dos polos; esto se vincula al simbolismo, muy complejo, de los dos hemisferios, que no nos es posible abordar aquí (A este respecto, hay una relación entre el símbolo del SWASTIKA y el de la doble espiral, muy importante igualmente, y que, por otra parte, está bastante estrechamente emparentado al yin-yang extremo oriental del que se tratará más adelante.). 123 SC X

No podemos pensar tampoco en desarrollar todas las consideraciones a las que puede dar lugar el simbolismo del SWASTIKA, y que, por lo demás, no se vinculan directamente al tema propio del presente estudio; pero, en razón de su importancia considerable bajo el punto de vista tradicional, no nos era posible pasar enteramente bajo silencio esta forma especial de la cruz; por consiguiente, hemos creído necesario dar al menos, en lo que le concierne, estas indicaciones algo sumarias, pero nos quedaremos aquí para no comprometernos en disgresiones demasiado largas. 124 SC X

Agregamos que los hilos de los que está formado el “tejido del mundo” se designan también, en otro símbolo equivalente, como los “cabellos de Shiva”; (Ya hemos hecho alusión a ellos más atrás, cuando hemos hablado de las direcciones del espacio.) se podría decir que son en cierto modo las “líneas de fuerza” del Universo manifestado, y que las direcciones del espacio son su representación en el orden corporal. Se ve sin esfuerzo de cuantas aplicaciones diversas son susceptibles todas estas consideraciones; pero aquí solo hemos querido indicar la significación esencial de este simbolismo del tejido, que es, parece, muy poco conocido en occidente (NA: No obstante, se encuentran algunos rastros de un simbolismo del mismo género en la antigüedad grecolatina, concretamente en el mito de las Parcas; pero éste bien parece no referirse más que a los hilos de la trama, y su carácter “fatal” puede explicarse en efecto por la ausencia de la noción de la urdimbre, es decir, por el hecho de que el ser es considerado únicamente en su estado individual, sin ninguna intervención consciente (para ese individuo) de su principio personal transcendente. Por lo demás, esta interpretación está justificada por la manera en que Platón considera el eje vertical en el mito de Er el Armenio (República, libro X): Según él, en efecto, el eje luminoso del mundo es el “huso de la Necesidad”; es un eje de diamante, rodeado de varias vainas concéntricas, de dimensiones y colores diversos, que corresponden a las diferentes esferas planetarias; la Parca Cloto le hace girar con la mano derecha, y por consiguiente, de derecha a izquierda, lo que es también el sentido más habitual y más normal de la rotación del SWASTIKA. — A propósito de este “eje de diamante” señalamos que el símbolo tibetano del vajra, cuyo nombre significa a la vez “rayo” y “diamante”, está también en relación con el “Eje del Mundo”.). 166 SC XIV

El yin-yang que, en el simbolismo tradicional del extremo oriente, figura “el círculo del destino individual”, es en efecto un círculo, por las razones precedentes. “Es un círculo representativo de una evolución individual o específica (La especie, en efecto, no es un principio transcendente en relación a los individuos que forman parte de ella; en sí misma es del orden de las existencias individuales y no le rebasa; se sitúa pues al mismo nivel en la Existencia universal, y se puede decir que la participación en la especie se efectúa según el sentido horizontal; quizás consagraremos algún día un estudio especial a esta cuestión de las condiciones de la especie.). Y no participa más que por dos dimensiones en el cilindro cíclico universal. No teniendo espesor, no tiene opacidad, y se le representa diáfano y transparente, es decir, que los gráficos de las evoluciones, anteriores y posteriores a su momento (Estas evoluciones son el desarrollo de los demás estados, repartidos así en relación al estado humano; recordamos que, metafísicamente, jamás puede tratarse de “anterioridad” y de “posterioridad” más que en el sentido de un encadenamiento causal y puramente lógico, que no podría excluir la simultaneidad de todas las cosas en el “eterno presente”.), se ven y se imprimen en la mirada a través de él” (Matgioi, La Vía Metafísica, p. 129. — La figura esta dividida en dos partes, una oscura y la otra clara, que corresponden respectivamente a estas evoluciones anteriores y posteriores, puesto que los estados de que se trata, en comparación con el estado humano, pueden considerarse simbólicamente unos como sombríos y los otros como luminosos; al mismo tiempo, la parte oscura es el lado del yin, y la parte clara es el lado del yang, conformemente a la significación original de estos dos términos. Por otra parte, puesto que el yang y el yin son también los dos principios masculino y femenino, se tiene así, desde otro punto de vista, y como lo hemos indicado más atrás, la representación del “Andrógino” primordial cuyas dos mitades están ya diferenciadas sin estar todavía separadas. En fin, en tanto que representativa de las revoluciones cíclicas, cuyas fases están ligadas a la predominancia alternativa del yang y del yin, la misma figura también está en relación con el SWASTIKA, así como con el símbolo de la doble espiral al cual hemos hecho alusión precedentemente; pero esto nos llevaría a consideraciones extrañas a nuestro tema.). Pero, bien entendido, “es menester no perder jamás de vista que si, tomado aparte, el yin-yang puede considerarse como un círculo, es, en la sucesión de las modificaciones individuales (NA: Consideradas en tanto que se corresponden (en sucesión lógica) en los diferentes estados del ser, que por lo demás deben considerarse en simultaneidad para que las diferentes espiras de hélice puedan compararse entre ellas.), un elemento de hélice: toda modificación individual es esencialmente un vórtice de tres dimensiones (NA: Es un elemento del vórtice esférico universal que hemos tratado precedentemente; siempre hay analogía y en cierto modo “proporcionalidad” (sin que pueda haber ninguna medida común) entre el todo y cada uno de sus elementos, incluso infinitesimales.); no hay más que un solo estado humano, y no se vuelve a pasar jamás por el camino ya recorrido” (NA: Matgioi, La Vía Metafísica, PP. 131-132 (nota). — Esto excluye también formalmente la posibilidad de la “reencarnación”. A este respecto, se puede destacar también, que, desde el punto de vista de la representación geométrica, una recta no puede encontrar a un plano más que en un solo punto; esto es así, en particular, en el caso del eje vertical en relación a cada plano horizontal.). 242 SC XXII

Por la operación del “Espíritu Universal” (Âtma), que proyecta el “Rayo Celeste” que se refleja sobre el espejo de las “Aguas”, se encierra en el seno de éstas una chispa divina, germen espiritual increado, que, en el Universo potencial (Brahmânda o “Huevo del Mundo”), es esta determinación del “No-Supremo” Brahma (Apara-Brahma) que la tradición hindú designa como Hiranhagarbha (es decir, el “Embrión de Oro”) (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XIII.). En cada ser considerado en particular, esta chispa de la Luz Inteligible constituye, si se puede hablar así, una unidad fragmentaria (expresión por lo demás inexacta si se tomara al pie de la letra, puesto que la unidad es en realidad indivisible y sin partes) que, al desarrollarse para identificarse en acto a la Unidad total, a la que es en efecto idéntica en potencia (ya que contiene en sí misma la esencia indivisible de la luz, como la naturaleza del fuego está contenida entera en cada chispa) (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. V.), se irradiará en todos los sentidos a partir del centro, y realizará en su expansión el perfecto florecimiento de todas las posibilidades del ser. Este principio de esencia divina involucionado en los seres (en apariencia solo, ya que no podría ser afectado realmente por las contingencias, y ya que ese estado de “envolvimiento” no existe más que desde el punto de vista de la manifestación), es también, en el simbolismo Vêdico, Agni (NA: Agni es figurado como un principio ígneo (del mismo modo, por lo demás, que el Rayo luminoso que le hace nacer), puesto que al fuego se le considera como el elemento activo en relación al agua, el elemento pasivo. — Agni en el centro del SWASTIKA, es también el cordero en la fuente de los cuatro ríos en el simbolismo cristiano (ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. III; El esoterismo de Dante, cap. IV; El Rey del Mundo, cap. IX).), manifestándose en el centro del SWASTIKA, que es, como lo hemos visto, la cruz trazada en el plano horizontal, y que, por su rotación alrededor de este centro, genera el ciclo evolutivo que constituye cada uno de los elementos del ciclo universal. El centro, que es el único punto que permanece inmóvil en este movimiento de rotación, es, en razón misma de su inmovilidad (imagen de la inmutabilidad principial), el motor de la “rueda de la existencia”; encierra en sí mismo la “ley” (en el sentido del término sánscrito Dharma) (NA: Ver Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, 3ª Parte, V, y El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. IV. — Hemos indicado también en otra parte la relación que existe entre el término Dharma y el nombre sánscrito del Polo, Dhruva, derivados respectivamente de las raíces dhri y dhru, que tienen el mismo sentido y expresan esencialmente la idea de estabilidad (El Rey del Mundo, cap. I).), es decir, la expresión o la manifestación de la “Voluntad del Cielo”, para el ciclo que corresponde al plano horizontal en el que se efectúa esta rotación, y, según lo que hemos dicho, su influencia se mide, o al menos se mediría si tuviéramos la facultad para ello, por el paso de la hélice evolutiva en el eje vertical (NA: “Cuando se dice ahora (en el curso de la manifestación) “el Principio”, este término ya no designa el Ser solitario, tal como fue primordialmente; designa el Ser que existe en todos los seres, norma universal que preside la evolución cósmica. La naturaleza del Principio, la naturaleza del Ser, son incomprehensibles e inefables. Solo lo limitado puede comprenderse (en modo individual humano) y expresarse. Del Principio que actúa como el polo, como el eje de la universalidad de los seres, de él solo decimos que es el polo, que es el eje de la evolución universal, sin intentar explicarle” (Tchoang-tseu, cap. XXV). Por eso es por lo que el Tao “con un nombre”, que es “La Madre de los diez mil seres” (Tao-te-king, cap. I), es la “Gran Unidad” (Tai-i), situada simbólicamente, como lo hemos visto más atrás, en la estrella polar: “Si es menester dar un nombre al Tao (aunque no pueda ser nombrado), se le llamará (como equivalente aproximativo) la “Gran Unidad”? Los diez mil seres son producidos por Tai-i, modificados por yin y yang”. — En occidente, en la antigua “Masonería operativa”, una plomada, imagen del eje vertical, se suspendía de un punto que simbolizaba el polo celeste. Es también el punto de suspensión de la “balanza” de la que hablan diversas tradiciones (ver El Rey del Mundo, cap. X); y esto muestra que la “nada” (Ain) de la Qabbala hebraica corresponde al “no-actuar” (wou-wei) de la tradición extremo oriental.). 265 SC XXIV

Si retomamos ahora el símbolo de la serpiente enrollada alrededor del árbol, del que hemos dicho algunas palabras más atrás, constataremos que esta figura es exactamente la de la hélice trazada alrededor del cilindro vertical de la representación geométrica que hemos estudiado. Puesto que el árbol simboliza el “Eje del Mundo” como lo hemos dicho, la serpiente figurará pues el conjunto de los ciclos de la manifestación universal (Entre esta figura y la del ouroboros, es decir, la serpiente que se muerde la cola, hay la misma relación que entre la hélice completa y la figuración circular del yin-yang, en la que, tomada aparte una de sus espiras, se considera como plana; el ouroboros representa la indefinidad de un ciclo considerado aisladamente, indefinidad que, para el estado humano y en razón de la presencia de la condición temporal, reviste el aspecto de la “perpetuidad”.); y, en efecto, el recorrido de los diferentes estados se representa, en algunas tradiciones, como una migración del ser en el cuerpo de esta serpiente (Este simbolismo se encuentra concretamente en la Pistis Sophia gnóstica, donde el cuerpo de la serpiente está partido según el Zodiaco y sus subdivisiones, lo que nos lleva por lo demás a la figura del ouroboros, ya que, en estas condiciones no puede tratarse más que del recorrido de un solo ciclo, a través de las diversas modalidades de un mismo estado; en este caso, la migración considerada se limita pues, para el ser, a los prolongamientos del estado individual humano.). Como este recorrido puede considerarse según dos sentidos contrarios, ya sea en el sentido ascendente, hacia los estados superiores, ya sea en el sentido descendente, hacia los estados inferiores, los dos aspectos opuestos del simbolismo de la serpiente, benéfico uno y maléfico el otro, se explican así por sí mismos (NA: A veces, el símbolo se desdobla para corresponder a estos dos aspectos, y se tienen entonces dos serpientes enrolladas en sentidos contrarios alrededor de un mismo eje, como en la figura del caduceo. Un equivalente de éste se encuentra en algunas formas del bastón brâhmanico (Brahma-danda), por un doble enrollamiento de líneas puestas respectivamente en relación con los dos sentidos de rotación del SWASTIKA. Este simbolismo tiene por lo demás aplicaciones múltiples, que no podemos pensar en desarrollar aquí; una de las más importantes es la que concierne a las corrientes sutiles en el ser humano (ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XX); la analogía del “microcosmo” y del “macrocosmo” es válida también bajo este punto de vista particular.). 272 SC XXV