“Él es como el Éter (Âkâsha), que está extendido por todas partes (sin diferenciación), y que penetra simultáneamente el exterior y el interior de las cosas (La UBICUIDAD se toma aquí como símbolo de la omnipresencia, en el sentido en el que ya hemos empleado esta palabra más atrás.); es incorruptible, imperecedero; es el mismo en todas las cosas (puesto que ninguna modificación afecta a su identidad), puro, impasible, inalterable (en su inmutabilidad esencial)”. 369 HDV XXIV