magia (RGEH)

Se tiene costumbre, en occidente, de atribuir al Tantrismo un carácter “mágico”, o al menos de creer que la MAGIA juega en el mismo una función predominante; hay en esto un error de interpretación en lo que concierne al Tantrismo, y quizás que lo haya también en lo que concierne a la MAGIA, al sujeto de la cual nuestros contemporáneos no tienen en general más que ideas extremadamente vagas y confusas, como lo hemos mostrado ya en uno de nuestros artículos. No vamos a volver al presente sobre ese último punto; pero, si tomamos estrictamente la MAGIA en su sentido propio, y si suponemos que es precisamente así como se la entiende, nos preguntaríamos solamente lo que, en el Tantrismo en el mismo, puede dar pretexto a esta falsa asimilación, ya que es siempre más interesante explicar un error que atenerse a su constatación pura y simple. EH: TANTRISMO Y MAGIA (NA: Publicado en E. T., de agosto-septiembre de 1937.)

Para empezar, recordaremos que la MAGIA, de orden tan inferior como ella sea en ella misma, es no obstante una ciencia tradicional auténtica; como tal, puede legítimamente tener un lugar entre las aplicaciones de una doctrina ortodoxa, provisto que no sea ese más que el lugar subordinado y muy secundario que conviene a su carácter esencialmente contingente. Por otra parte, siendo dado que el desarrollo efectivo de las ciencias tradicionales particulares es determinado de hecho por las condiciones propias de tal o de cual época, es natural y en cierto modo normal que las más contingentes de entre las mismas se desarrollen sobre todo en el período en el que la humanidad queda más alejada de la intelectualidad pura, es decir, en el Kali-Yuga, y que así tomen en este período de obscuridad, aún permaneciendo en los límites que les sean asignados por su naturaleza misma, una importancia que no habrían podido tener jamás en los períodos anteriores las ciencias tradicionales, cualesquiera que ellas sean, pueden siempre servir de “soportes” para elevarse a un conocimiento de orden superior, y es eso lo que, más que lo que ellas son en ellas mismas, les confiere un valor propiamente doctrinal; pero, como lo hemos dicho ya en otra parte, de una manera general es que los tales “soportes”, deben devenir de más en más contingentes a medida que se cumpla el “descenso” cíclico, y ello, a fin de permanecer adaptados a las posibilidades humanas de cada época. El desarrollo de las ciencias tradicionales inferiores no es pues en suma más que un caso particular de esta “materialización” necesaria de los soportes de la cual hemos hablado; pero, al mismo tiempo, va de suyo que los peligros de desviación devienen tanto más grandes cuanto que más lejos se vaya en ese sentido, y es esto por lo que la MAGIA u otra ciencia cualesquiera entre las de su rango quedan manifiestamente entre las que dan lugar lo más fácilmente a toda suerte de deformaciones y de usos ilegítimos; la desviación, en todos los casos, no es por lo demás imputable, en definitiva, más que a las condiciones mismas de este período de “oscurecimiento” que es el Kali-Yuga. EH: TANTRISMO Y MAGIA (NA: Publicado en E. T., de agosto-septiembre de 1937.)

Es fácil comprender la relación directa que todas las antedichas consideraciones tienen con el Tantrismo, forma doctrinal especialmente adaptada al Kali-Yuga; y, si se añade que, como lo hemos indicado en otra parte, el Tantrismo insiste muy especialmente sobre la “potencia” o el “poder” en tanto que medio e inclusive como base posible de “realización”, uno podrá extrañarse ya de que el Tantrismo deba acordar por lo mismo una importancia muy considerable, se podría decir que inclusive el máximo de importancia compatible con su relatividad, a las ciencias que, de una manera u de otra, sena susceptibles de contribuir al desarrollo de este “poder” en un dominio cualesquiera. Es así que de la MAGIA, pues que está evidentemente en ese caso, no contestaremos en punto ninguno que encuentre aquí un lugar; pero lo que es menester decir claramente, es que ella no podría constituir de ningún modo lo esencial del Tantrismo: Cultivar la MAGIA por ella misma, al mismo título que tomar como fin el estudio o la producción de “fenómenos” de no importa qué género, es encerrarse en la ilusión en lugar de tender a liberarse a ella; esto no es más que la desviación, y en consecuencia, eso no es ya en punto ninguno el Tantrismo, aspecto que es de una tradición ortodoxa y “vía” destinada a conducir al ser a la verdadera “realización”. EH: TANTRISMO Y MAGIA (NA: Publicado en E. T., de agosto-septiembre de 1937.)

Generalmente se reconoce de buena gana que haya una iniciación tántrica, pero lo más frecuentemente, sin caer en la cuenta de lo que está realmente implicado en esta; todo lo que hemos expuesto en varias ocasiones, al sujeto de los fines espirituales que son los de toda iniciación regular sin ninguna excepción, nos dispensa de insistir largamente sobre este punto. La MAGIA como tal, pues que se refiere exclusivamente al dominio “síquico” por definición misma, con seguridad que no tiene nada de iniciático; por consiguiente, si inclusive sucede que un ritual iniciático ponga en obra ciertos elementos aparentemente “mágicos”, será menester que, por el fin mismo que se les asigna, y por la manera bajo la cual se los emplee en conformidad con ese fin, se los “transforme” en algo de un orden enteramente diferente, orden en lo que lo “síquico” no será ya más que uno soporte de lo espiritual, y es así que no es de MAGIA del todo que se tratará aquí en realidad, como tampoco, por ejemplo, se trata de geometría cuando se efectúa ritualmente el trazado de un yantra; el “soporte” tomado en su “materialidad”, si uno lo puede expresar así, no debe jamás ser confundido con el carácter de orden superior que le es esencialmente conferido por su destino. Esta confusión no puede ser más que el hecho de observadores superficiales, incapaces de ver, sea ello lo que fuere, más allá de las apariencias formales más exteriores, lo que es en efecto el caso de casi todos aquellos que, en el occidente moderno, han querido ocuparse de esas cosas, a las cuales les han aportado siempre toda la incomprensión inherente a la mentalidad profana; es por lo demás esta misma confusión la que, lo hacemos observar de pasada, queda igualmente en el punto de partida de las interpretaciones “naturalistas” que los antedichos han pretendido dar de todo simbolismo tradicional. EH: TANTRISMO Y MAGIA (NA: Publicado en E. T., de agosto-septiembre de 1937.)

A estas pocas observaciones, añadiremos todavía otra de una carácter poco diferente: Se sabe cuál es la importancia de los elementos tántricos que han penetrado algunas formas del budismo, las que se hallan comprendidas en la designación general de Mahâyâna; pero, lejos de no ser más que un budismo corrompido, del modo en que está de moda decirlo en occidente, esas formas representan antes al contrario el resultado de una adaptación enteramente tradicional del budismo. Que uno no pueda apenas, en algunos casos, reencontrar fácilmente los caracteres propios al budismo original, eso importa poco; o ante todo, eso mismo no hace más que testimoniar la transformación que así ha sido operada (Este pasaje es concordante con las modificaciones que René Guénon mismo aportó sobre la cuestión del budismo en la 4a Edición de la Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes (1952).). Uno puede entonces plantear esta cuestión: ¿De qué modo una parecida cosa hubiera podido ser el hecho del tantrismo, si este no fuera verdaderamente nada más ni otra cosa que MAGIA? Hay aquí una imposibilidad perfectamente evidente para cualquiera con la menor consciencia de las realidades tradicionales; ello no es, en el fondo, otra cosa que la imposibilidad misma que hay en que lo inferior produzca lo superior, o que de lo “menos” salga lo “más”; ¿Pero esta absurdidad no es, precisamente, la que se encuentra implicada en todo el pensamiento “evolucionista” de los occidentales modernos, y que es la que por lo mismo contribuye, en una larga medida, a falsear irremediablemente todas sus concepciones? EH: TANTRISMO Y MAGIA (NA: Publicado en E. T., de agosto-septiembre de 1937.)

M. A. K. Coomaraswamy ha hecho observar recientemente (NA: Cuenta rendida del libro póstumo de Heinrich Zimmer, Myths and Symbols in Indian Art Civilization, en la Review of Religion, n de marzo de 1947.) que es preferible traducir Mâyâ por “arte” antes que por “ilusión” como se hace lo más habitualmente; esta traducción corresponde en efecto a un punto de vista que uno podría decir más principal. Es así que «El que produce la manifestación por medio de Su “arte” es el Arquitecto Divino», y el Mundo es Su “obra de arte”; como tal, el Mundo no es ni más ni menos irreal de lo que lo puedan ser las propias obras de arte, las que, a causa de su impermanencia relativa, son también irreales si se las compara al “arte” que reside en el artista. El peligro principal del empleo del término “ilusión”, en efecto, es que se arriesga demasiado frecuentemente a hacerle sinónimo de “irrealidad” entendida de una manera absoluta, es decir, el considerar las cosas que se dicen ilusorias como no siendo más que una nada pura y simple, cuando es que se trata en realidad de grados diferentes en la realidad; pero no vamos a llevar más lejos ese punto. Por el momento, añadiremos a este propósito que la traducción tan frecuente de Mâyâ por “MAGIA”, traducción que a veces se ha pretendido apoyar sobre una similitud verbal enteramente exterior y que no resulta de hecho de ningún parentesco etimológico, nos parece muy influenciada por el prejuicio occidental moderno que quiere que la MAGIA no tenga más que efectos puramente imaginarios, es decir, desprovistos de toda realidad, lo que viene todavía al mismo error. En todo caso, inclusive para aquellos que reconocen la realidad, en su orden relativo, de los fenómenos producidos por la MAGIA, no hay evidentemente razón ninguna para atribuir a las producciones del “arte” Divino un carácter especialmente “mágico”, como tampoco la hay por lo demás para restringir en cierto modo el alcance del simbolismo que las asimila a las “obras de arte” entendidas en su sentido más general (NA: Bien entendido que ese sentido debe ser conforme a la concepción tradicional del arte, y no en punto ninguno a las teorías “estéticas” de los modernos.). EH: MÂYÂ (NA: Publicado en E. T., de julio-agosto de 1947.)