Meddeb – Ibn Arabi sobre a Imagem

UNA de las cuestiones principales planteadas a la mística se refiere a la imagen. ¿De qué manera formular lo que nos rebasa? ¿Según qué criterios se puede traducir en los términos de lo visible la experiencia que tiene como horizonte lo invisible? ¿Cómo dar cuenta de lo irrepresentable? ¿A partir de qué analogías describir al Todo-Otro? Todo ello remite a la experiencia de la visión, al ejercicio de la imaginación, a la entrada en escena de la imagen mental. Y se prolonga a través de la instancia estética, y la manera de ofrecer tal irrepresentable, mediante los instrumentos de la imitación, es decir, la pintura y la escultura, soportes que acogen las imágenes tangibles. Acerca de la legitimidad o no de anunciar al dios sobre tales soportes: he ahí la cuestión central que obsesiona en teología.

El Islam tiene reputación de ser iconoclasta. Si bien el ejercicio mundano de la imagen ha podido ser constatado, sin embargo no hay ni rastro de algo que parezca remitirnos a la representación de la divinidad y a su función cultual. Pero, removiendo en algunos textos escritos en medio islámico, podemos hacer más problemática semejante constatación, y los textos que interrogamos son los que han abierto brecha, los que revelan que las fronteras que encierran el pensamiento común han sido traspasadas, textos que se extralimitan sin dejar de permanecer activos en la razón islámica.

Antes de hurgar en esos textos, demos a conocer los términos de la problemática general que ha colaborado al nacimiento de tales textos. Se trata de presentar los conceptos que han guiado la reflexión sobre la cuestión de la representación. Nos referimos a los muqabil o correlativos de oposición, designados con los vocablos tashbîh y tanzîh, traducibles por antropomorfismo y abstracción.

Tashbîh y tanzîh son dos vocablos contrarios. Si tashbîh1) implica el acercamiento, tanzîh evoca el alejamiento. Si uno juega con la similitud y el parecido, el otro instaura la distancia, el alejamiento. He traducido tanzîh, esa via remotionis, por abstracción pensando en el sentido antiguo, el que procede del bajo latín: abstractio, que indica lo que separa, aísla, aleja. Recordemos también que tashbîh, que designa el antropomorfismo en teología, remite a la figura de estilo que se vale del acercamiento o paralelismo, la comparación. Lo que convierte en funcional nuestro duelo de contrarios, tashbîh/tanzîh, es la manera cómo uno y otro recorren la distancia que separa. El tashbîh procede a un movimiento de acercamiento que anula la distancia; mientras que el tanzîh aparta lo que separa, para fundamentar a Dios en oscuridad, incognoscible, impenetrable.

Esta problemática dividió al Islam. No entremos en los detalles de los debates que suscitó entre mutazilíes, hanbalies, ashanes. Digamos simplemente que está asumida en el texto que nos interesa, el del andalusí Ibn Arabi (siglo XII/XIII), tras múltiples avatares teológicos y políticos cuyos comienzos se vislumbran a finales del siglo VIII.

Recordemos también que tal problemática parece encontrarse como en su casa cuando se expresa a lo largo del texto de Ibn Arabi. El pensamiento de este autor actúa a favor del dúo de oposición como principio metodológico. La lógica de su escrito se despliega a través de un paisaje que dispone en orden los conceptos contrarios y que piensa a través del filtro de éstos. Su especulación no se inscribe en la identidad aristotélica. Ibn Arabi instaura la unión de los contrarios (al-gam bayna ad-diddayn) como procedimiento de razonamiento, a la vez que como referencia ontológica. Llega a esto después de haber meditado el pasaje coránico compuesto de versículos contrarios. Los sentidos opuestos no se excluyen, uno no anula al otro: constituyen dos momentos diferentes y necesarios, colaborando en el seno de una misma verdad. Para extender su captación de la verdad en su integralidad conviene interiorizar y vivir simultáneamente ambos momentos en el impulso de un mismo movimiento. La contradicción no se resuelve en el recinto clausurado de la síntesis. La unión de los contrarios ayuda a descubrir el parecido en lo diferente.

El tanzîh y el tashbîh constituyen en Ibn Arabi los dos vectores que distribuyen los medios de representar la pareja de oposición que rige al Ser: el Uno y lo múltiple; el Uno, que descarga partes de él mismo en la pluralidad formal a través de la cual se manifiesta el mundo; el Uno, en sí irrepresentable; y el mundo como profusión de seres particulares, visibles, que llevan la huella del Uno, invisible; el Uno, que se despliega según la pulverulencia de los seres particulares, que se disemina en la heterogeneidad del mundo. Tanzîh y tashbîh se revelan ágiles para actuar cuando se mueven sobre semejante relieve.

[Abdel Wahab Meddeb, La imagen y lo invisible. Los dos Horizontes (Textos sobre Ibn Arabi)]


  1. Tashbîh, literalmente: “comparación, equiparación”; en sentido figurado: “alegoría, metáfora”, “antropormorfismo”. Tanzîh, literalmente: “Alejamiento (del mal)”; en sentido figurado: “carencia en Dios de atributos humanos”. (Nota del traductor 

Ibn Arabi (1165-1240)