— PESSOA
Ananda Coomaraswamy: IMPERMANÊNCIA
El uso de «persona», en el sentido propio, para traducir purusa, arriba, puede citarse en Boecio, Contra Eutiquio II, «No hay ninguna persona de un caballo, o de un buey, o de cualquier otro de los animales, que, mudos e irracionales, viven una vida solo de sensación, pero nosotros decimos que hay una persona de un hombre, de Dios o de un Ângel»; así como también en su definición mejor conocida, ídem III, «La persona es una substancia individual de una naturaleza racional», y en Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica I.39.1C, donde la Persona se define como refiriéndose a la Esencia divina, cuando la Esencia divina se considera como sujeto, es decir, «concretamente» y con relación al mundo como objeto. Santo Tomás escribió también, Summa Theologica I.29.3 y ad 2, «Persona significa lo que es más perfecto en toda la naturaleza —es decir, un individuo subsistente de una naturaleza racional. De aquí que. puesto que Su Esencia contiene todas las perfecciones, este nombre de “persona” se aplique adecuadamente a Dios; sin embargo, no como se aplica a las criaturas, sino de una manera más excelente… la dignidad de la naturaleza divina excede cualquier otra dignidad; y así el nombre de “persona” pertenece preeminentemente a Dios». (IDENTIDADE SUPREMA)
METAFÍSICA
Pero la cuestión no acaba aquí. Es cierto que nada mortal por naturaleza puede devenir inmortal, no importa que sea mucho o poco el tiempo que ello pueda durar. Sin embargo, la tradición insiste en que nosotros debemos «conocer nuestro sí mismo», qué y Quién somos. Al confundir nuestra intuición-de-ser con nuestra consciencia-de-ser-Fulano, nos hemos olvidado de nosotros mismos. De hecho, se trata de un caso de amnesia y de identidad equivocada. Recordemos que una «persona» es primariamente una máscara y un disfraz asumido, que «todo el mundo es un escenario», y que puede haber sido un engaño más bien pueril haber asumido que las dramatis personae eran las «personas verdaderas» de los actores mismos. Desde el punto de vista de nuestra tradición, el cogito ergo sum cartesiano es un non sequitur absoluto y un argumento circular. Pues yo no puedo decir cogito verdaderamente, sino solo cogitatur. «Yo» ni pienso ni veo, sino que hay Otro que es el solo en ver, oír y pensar en mí y en actuar a través de mí; una Esencia, Fuego, Espíritu o Vida que no es más ni menos «mío» que «vuestro», pero que él mismo jamás deviene alguien; un principio que informa y vivifica un cuerpo tras otro, y que aparte del cual no hay ningún otro que transmigre de un cuerpo a otro, un principio que jamás nace y jamás muere, aunque preside en cada nacimiento y cada muerte («ni un gorrión cae al suelo…»). Esta es una Vida que se vive dove s’appunta ogni ubi de ogni quando, un lugar sin dimensiones y un ahora sin duración, cuya experiencia empírica es imposible y que solo puede conocerse in-mediatamente. Esta Vida es el «Espíritu» que nosotros «entregamos» cuando este hombre muere y el espíritu retorna a su fuente y el polvo al polvo. EL SIGNIFICADO DE LA MUERTE
Frithjof Schuon: O OLHO DO CORAÇÃO
A «Face de Deus» (Wajhu’ Llâh) representa, no simbolismo sufi, a essência divina (Dhâtu’ Llâh, a Quididade ou Aseidade, hyparxis na teologia grega), quer dizer a Realidade velada, a princípio pelos graus inumeráveis da manifestação universal, em seguida pelo «Espírito» (Er-Ruh) que é o centro desta ao mesmo tempo que sua «Essência luminosa» (En-Nur), depois enfim pelo Ser ele mesmo; é por isso que a «Face de Deus» é chamada também o «absolutamente invisível» (El-Ghayb el-mutlaq), ou o «Invisível dos invisíveis» (Ghayb el ghuyub).
Roberto Pla: Evangelho de Tomé – Logion 5
Dito de outra maneira: o homem leva impresso em seu espírito ou essência o rosto de Deus, porque o homem pneumático “é” (está feito à) imagem de Deus. Inspirado, ou conduzido pelo débil, longínquo, resplendor desta “imagem”, o homem de baixo, o Adão psíquico, busca ao fim, o rosto de Deus1. Como explica Paulo Apostolo: “Agora vemos em um espelho, em enigma… agora conheço de um modo imperfeito” (1Co 13,12). O que o Apóstolo pretende alcançar é uma contemplação “cara a cara”, quer dizer, desde o rosto em imagem que somos enquanto homem pneumático, frente ao rosto original do Ser, de Deus. O que ocorre é que tal contemplação só é possível quando esse processo misterioso que leva ao nascimento em água e Espírito, tenha sido culminado. Tal nascimento é o “selo” batismal que converte manifestamente em um filho da luz, em luz da Vida, ao homem em Cristo.
Para contemplar o rosto “cara a cara” é indispensável “conhecer” de um modo perfeito, coisa que é inacessível ao homem de abaixo, pois tal Conhecimento perfeito, não o pode obter o homem sem passar antes pela morte, tal como está dito: “O que perde sua vida por mim a encontrará”. Tudo isso quer dizer que somente por esta “paixão e morte” em Cristo é possível levantar a luz do justo ao nível da consciência pura. Por isso se disse: “Os retos contemplarão seu rosto” (Sl 11,7), e também: ao voltar da contemplação), “ME fartarei de tua imagem” (Sl 17,15).
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Esto se repete em muitos Salmos: “Teu rosto busco” (27,8). “Ide atrás de seu rosto sem descanso” (105,4); “A raça dos que te buscam… vão atrás de teu rosto” (24,6), etc… ↩