ARTURO REGHINI — OS NÚMEROS SAGRADOS NA TRADIÇÃO PITAGÓRICA MAÇÔNICA
PRÓLOGO DO AUTOR
Excertos da tradução de J. M. Río
Libertad va buscando, que es tan querida como sabe quien por ella rechaza la vida. Dante, Purgatorio. I, 71-721.
Según los antiguos rituales y las antiguas constituciones masónicas, el fin de la francmasonería es el perfeccionamiento del hombre.
Los antiguos misterios clásicos no tenían otro objeto y conferían la télétê, perfección iniciática. Este término técnico estaba vinculado etimológicamente con los tres sentidos de fin, muerte y perfección, como ya lo hace observar el pitagórico Plutarco. Jesús utiliza también la palabra téleios cuando exhorta a sus discípulos a ser “perfectos como vuestro padre que está en los cielos”, incluso si, por una de esas frecuentes incongruencias de las santas escrituras, afirma que “nadie es perfecto excepto mi padre que está en los cielos”.
Esa definición podría parecer explícita y precisa; y sin embargo un ligero cambio formal ha alterado gravemente el concepto. Tomemos como ejemplo el diccionario de pianigiani que afirma que el fin de la francmasonería es el perfeccionamiento de la humanidad; gran cantidad de profanos, al igual que numerosos masones, aceptan esa definición. A primera vista puede parecer que perfeccionamiento del hombre y perfeccionamiento de la humanidad significan lo mismo; de hecho, se refieren a dos conceptos profundamente distintos, y su aparente sinonimia genera un equívoco y oculta una incomprensión. Otros utilizan la expresión perfeccionamiento de los hombres, equívoca por igual. Evidentemente, es casi imposible decretar cuál es la expresión justa, porque cualquier francmasón puede declarar justa la que más de acuerdo está con sus preferencias, y aún complacerse, quizás, en el equívoco. Pero si se trata de determinar, histórica y tradicionalmente, la interpretación correcta y conforme con el simbolismo masónico, la cuestión cambia de aspecto y ya no se trata de preferencias particulares.
El manuscrito encontrado por Locke (1696) en la Bodleian Library — y que no se publicó hasta 1748 — se atribuye a enrique vi de Inglaterra: define la francmasonería como “el conocimiento de la naturaleza y la comprehensión de las fuerzas que hay en ella”; enuncia expresamente la existencia de un vínculo entre la masonería y la escuela itálica, pues afirma que Pitágoras, un griego, viajó para instruirse, a Egipto, a Siria y a todos los países en donde los venecianos (léase los fenicios) habían introducido la masonería. Admitido en todas las logias de los masones, adquirió un gran saber, volvió a la Magna Grecia… y fundó una importante logia en Crotona.1
A decir verdad el manuscrito habla de Peter Gower; y, como el nombre Gower existe en Inglaterra, Locke se quedó bastante perplejo ante la identificación de Gower con Pitágoras. Pero otros manuscritos y las constituciones de Anderson mencionan explícitamente a Pitágoras. El manuscrito de Cooke dice que la masonería es la parte principal de la geometría, y que fue Euclides, sabio y sutil inventor, quien dió las reglas de este arte y lo llamó masonería. Hay otras huellas de reminiscencias pitagóricas tanto en los “Old Charges” como en el más antiguo de los rituales impresos2 (1724) que atribuye una importancia particular a los números impares, de acuerdo en ello con la tradición pitagórica.3
Todos los antiguos manuscritos masónicos concuerdan al señalar el perfeccionamiento del hombre, el del simple individuo, como único objetivo de la francmasonería. Las pruebas iniciáticas, los viajes simbólicos, el trabajo del aprendiz y del compañero tienen un carácter manifiestamente individual y no colectivo.
Según la más antigua concepción masónica, la “gran obra” del perfeccionamiento, se realiza trabajando sobre la “piedra bruta”, es decir sobre el individuo, desbastando, puliendo y escuadrando la piedra bruta hasta transformarla en “piedra cúbica de la maestría”, gracias a las reglas tradicionales del “arte real” masónico de edificación espiritual. Existe una perfecta analogía con una tradición paralela, la tradición hermética que, por lo menos desde 1600, se encuentra injertada en ella y enseña que la “gran obra” se realiza trabajando sobre la “materia prima” y transformándola en “piedra filosofal” según las reglas del “arte real hermético”. Operación que resume la máxima de basilio valentino: V.I.T.R.I.O.L. (Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem = visita el interior de la tierra, por rectificación encontrarás la piedra oculta) o la tabla de esmeralda, que modernos arabistas atribuyen al pitagórico Apolonio de Tiana. Por el contrario, según la concepción masónica profana y más moderna, el trabajo de perfeccionamiento debe ser realizado sobre la colectividad humana, es la humanidad o la sociedad la que hay que transformar y perfeccionar; y de ese modo a la ascesis espiritual del individuo se la substituye con la política colectiva. Los trabajos masónicos acaban por tener entonces una meta y un carácter primeramente social, a veces únicamente social. El verdadero fin de la francmasonería — el perfeccionamiento del individuo — pasa a segundo plano cuando no es francamente descuidado, olvidado e ignorado.
Tradicionalmente es la primera concepción sin duda la correcta, y en la literatura masónica del siglo XVIII estuvieron muy de moda las comparaciones e identificaciones exageradas y fantasiosas entre los Misterios de Eleusis y la francmasonería. Es indiscutible que el patrimonio ritual y simbólico de la orden masónica solamente armoniza con la concepción más antigua del fin de la masonería; efectivamente, el testamento del candidato a la iniciación, los viajes simbólicos, las terribles pruebas, el nacimiento a la luz iniciática, la muerte y la resurrección de hiram, no pueden comprenderse en relación con los trabajos masónicos y el fin de la francmasonería si todo debe reducirse a no hacer otra cosa que política.
NOTAS:
Hutchinson, Spirit of Masonry; Preston, Illustrations of Masonry; G. de Castro, Mondo Segreto, IV, 91; A. Reghini, Noterelle iniziatiche, sull’origine del simbolismo, en rassegna massonica, junio-julio 1923. ↩
The grand mystery of free-masons discovered wherein are the several questions put to them at their meetings and installation, Londres 1724. ↩
Virgilio, Bucólicas, Égloga viii. ↩