No budismo antigo: «transmigração», à qual estão submetidos todos os seres vivos (sttva), homens, deuses, animais, retornantes esfomeados e danados, e que os obriga a renascer indefinidamente, mudando em geral de tipo de existência, de destino (gati), em função da qualidade boa (kushala) ou má (akushala) de seus atos (karman) passados. A meta do budismo é de pôr um fim a esta transmigração alcançando um estado estável e definitivo, onde não se sofrerá mais nascimento nem morte nem dor (dukha): o nirvana.
No Mahayana, particularmente no Madhyamaka, diz-se que não há a menor diferença entre a transmigração e a extinção (mas não que sejam idênticas). O nirvana é, com efeito, o samsara evacuado; e o samsara, o nirvana ocultado pelo véu das aparências. Samsara e nirvana formam um par enganador, segundo G. Bugault; na verdade só o nirvana é objeto último, meta última e sentido último. (Excertos de Les notions philosophiques).
René Guénon: Estados Póstumos
El conjunto de la manifestación universal se designa frecuentemente en sánscrito por el término samsara; así como ya lo hemos indicado, este conjunto conlleva una indefinidad de ciclos, es decir, de estados y de grados de existencia, de tal suerte que cada uno de estos ciclos, que se termina en el pralaya como el que es considerado aquí más particularmente, no constituye propiamente más que un momento del samsara. Por lo demás, recordaremos todavía una vez más, para evitar todo equívoco, que el encadenamiento de estos ciclos es en realidad de orden causal y no sucesivo, y que las expresiones empleadas a este respecto por analogía con el orden temporal deben considerarse como puramente simbólicas.
Pierre Gordon: Imagem do Mundo na Antiguidade
P. Masson-Oursel observa: «samsara não quer dizer nascimentos e mortes sem fim, mas fluir com, atravessar uma série de estados. No ponto de partida, é a transferência, a uma série de seres, do mana próprio ao objeto iniciático, que foi o caso, nesta doutrina do samsara, tão característica da imagem do mundo na Índia., Depois, ao longo do tempo, seguindo a regra, uma sistematização e uma cristalização se operaram.
Marco Pallis: “A Buddhist Spectrum”
The conception of existence as samsara, cosmic flux, together with its parallel conception of karma, concordant action and reaction as the determinant of each beings part in that flux, is an essential feature of all the traditions directly or indirectly deriving from India. Though the subject is here being considered from a Buddhist angle, most of what will be said could apply to Hinduism equally well.
Let us first consider the Round of Existence through its symbolical representation, said to go back to the Buddha himself, as a circle subdivided into six sectors, each containing one of the typical classes of sentient beings. These sectors can be arranged in three pairs, as follows:
our world: (1) human (the central state); (2) animals (peripheral states); supernal worlds: (3) gods, or devas; (4) titans, or asuras; infernal worlds: (5) tantalized ghosts, or pretas; (6) hells.
This symbolic scheme is familiar wherever the Buddhist tradition prevails.
Ananda Coomaraswamy: Coomaraswamy Evangelho do Budismo
Estamos ahora en mejor posición para comprender la teoría de la peregrinación de las almas en el budismo primitivo. Digo particularmente en el budismo primitivo, porque en la mayor parte del pensamiento pre-budista y en todo el popular, sea brahmánico o budista, la doctrina de la metempsicosis, el pasaje de la vida de una forma a otra en el momento de la muerte, se concibe animísticamente como la transmigración de un alma individual.
Tomemos por ejemplo un texto como la Bhagavad Gita, II, 22:
“Así como un hombre deja de lado los ropajes gastados y toma otros nuevos, así el Habitante-del-cuerpo descarta los cuerpos gastados y va a otros nuevos”. Aquí el lenguaje es claramente animístico. Un lector entenderá que un alma, maniquí etéreo, cambia de uno a otro habitáculo y un segundo lector, observando que Éste (Habitante-del-cuerpo) no es otro que Aquél, el cual es ‘ni así, ni así’, percibe que, desde un punto de vista empírico, nada — nada que podamos llamar algo — transmigra. Hay aquí una ambigüedad inseparable de todos los casos de concepciones sublimadas de experiencias originalmente animísticas o sensoriales1. El pensamiento brahmánico no trata de escapar de esta ambigüedad de expresión, hecho que es, además, de significación histórica y esta continuidad de desarrollo tiene la ventaja de no establecer ningún abismo insalvable entre el animista y el filósofo.
[…]
Debemos guardarnos, por lo tanto, como dice Buddhagosha, de suponer que la manera de exponer el caso exprese exactamente el hecho. Esto se aplica en el caso del término Samsara, pues este “Peregrinaje” no es para Gautama el peregrinaje de cosa alguna. El budismo no enseña la transmigración de las almas, sino sólo la del carácter, la de la personalidad sin persona.
Muchas son las analogías empleadas por Gautama para demostrar que ninguna cosa transmigra de una vida a otra. El fin de una vida y el comienzo de otra, ciertamente, apenas difieren en esencia del cambio que tiene lugar cuando un joven se hace hombre: esto también es una transmigración, un peregrinaje, una nueva transformación.
Entre los símiles usados más a menudo encontramos especialmente adecuado el de la llama. La vida es una llama, y la transmigración, la nueva transformación, el renacimiento, constituyen la trasmisión de la llama de un combustible compuesto a otro; sólo eso y nada más que eso. Si encendemos una vela con otra, la llama comunicada es una y la misma llama, en el sentido de la continuidad observada, pero la vela no es la misma. Además no podríamos ofrecer una mejor ilustración, si se nos permite tomar un ejemplo moderno, que la de una serie de bolas de billar en contacto; si se hace rodar una bola contra la última de la serie, la que se movía se detendrá bruscamente y se pondrá en movimiento la primera de las estacionadas. Aquí está precisamente la transmigración budista: la primera bola que se movía no pasa, queda atrás y muere; pero es indudablemente el movimiento de esa bola, su impulso, su kamma y no ningún movimiento recién creado el que renace en la bola delantera. La reencarnación budista es la transmisión sin fin de tal impulso a través de una serie interminable de formas; la salvación budista es llegar a comprender que las formas, las bolas de billar, son estructuras compuestas, sujetas al deterioro, y que nada se trasmite salvo un impulso, un vis a tergo, que depende de la acumulación del pasado. Es el carácter de un hombre y no él mismo lo que continúa.