O HIERÓGLIFO DE CÂNCER (RG)
Si se considera la repartición de los signos zodiacales según los cuatro trígonos elementales, se ve que el signo de Cáncer corresponde al “fondo de las Aguas” es decir, en sentido cosmológico, al medio embriogénico en que están depositados los gérmenes del mundo manifestado, gérmenes correspondientes, en el orden “macrocósmico”, al Brahmanda o “Huevo del Mundo”, y, en el orden “microcósmico”, al pinda, prototipo formal de la individualidad, preexistente en modo sutil desde el origen de la manifestación cíclica, como una de las posibilidades que deberán desarrollarse en el curso de dicha manifestación1. Esto puede igualmente ser referido al hecho de que el signo de Cáncer es el domicilio de la Luna, cuya relación con las Aguas es bien conocida, y que, como las Aguas mismas, representa el principio pasivo y plástico de la manifestación: la esfera lunar es propiamente el “mundo de la formación”, o el dominio de la elaboración de las formas en el estado sutil, punto de partida de la existencia en modo individual2.
En el símbolo astrológico de Cáncer, ♋, se ve el germen en estado de semidesarrollo, que es precisamente el estado sutil; se trata, pues, no del embrión corpóreo, sino del prototipo formal a que acabamos de referirnos, y cuya existencia se sitúa en el dominio psíquico o “mundo intermedio”. Por otra parte, su figura es la de la u sánscrita, elemento de espiral que, en el ákshara o monosílabo sagrado Om, constituye el término intermedio entre el punto (m), que representa la no-manifestación principial, y la línea recta (a), que representa el desarrollo completo de la manifestación en el estado denso o burdo (corpóreo)3.
Además, este germen es doble en el signo de Cáncer, y sus dos partes idénticas se sitúan en posiciones inversas, representando por eso mismo dos términos complementarios: es el yang y el yín de la tradición extremo-oriental, donde el símbolo yin-yang que los reúne tiene precisamente forma análoga. Este símbolo, en cuanto representativo de las revoluciones cíclicas, cuyas fases están vinculadas con el predominio alternativo del yang y del yin, se halla en relación con otras figuras de gran importancia desde el punto de vista tradicional, como la del svástika, y también la de la doble espiral, que se refiere al simbolismo de los dos hemisferios. Éstos, el uno luminoso y el otro oscuro (yang, en su sentido original, es el lado de la luz, y yin el de la sombra), son las dos mitades del “Huevo del Mundo”, asimiladas respectivamente al Cielo y la Tierra4. Son también, para cada ser, y siempre en virtud de la analogía entre “microcosmo” y “macrocosmo”, las dos mitades del Andrógino primordial, que generalmente se describe, de modo simbólico, como de forma esférica5; esta forma esférica es la del ser completo que está en virtualidad en el germen originario, y que debe ser reconstituido en su plenitud efectiva al término del desarrollo cíclico individual.
No Yin-Yang extremo-oriental, encontra-se na parte interior as duas semicircunferências do símbolo zodiacal de Câncer, porém deslocadas por um desdobramento do centro, representando uma polarização que é, para cada estado da manifestação, análoga à polarização de Sat ou do Ser puro em Purusha-Prakriti para a manifestação universal. Trata-se de uma primeira distinção ou diferenciação, ainda sem separação, dos complementares; é a esse estágio que corresponde propriamente a constituição do Andrógino, enquanto que, anteriormente a essa diferenciação, apenas se pode falar da “neutralidade” do Ser puro (RG)
Ver L’HOMME ET SON DEVENIR SELON LE VÊDÂNTA, cap. XIII y XIX. La analogía constitutiva del “microcosmo” y el “macrocosmo”, considerados en este aspecto, se expresa en la doctrina hindú con esta fórmula: “Yathâ pinda, tathâ Brahmanda”, ‘tal el embrión individual (sutil), tal el Huevo del Mundo’. ↩
Ver ibid., cap. XXI. Hemos señalado en diversas ocasiones la identidad del “mundo de la formación” o Yetsiráh, según la terminología de la Qabbalah hebrea, y el dominio de la manimanifestación sutil. ↩
Sobre estas formas geométricas correspondientes respectivamente a los tres mâtrâ de Om, véase ibid., cap. XVI. Conviene recordar a este respecto que el punto es el principio primordial de todas las figuras geométricas, como lo no-manifestado lo es de todos los estados de manifestación, y que, siendo no-formal y “sin dimensiones”, es en su orden la unidad verdadera e indivisible, lo que hace de él un símbolo natural del Ser puro. ↩
Estos dos hemisferios estaban figurados entre los griegos por los tocados redondos de los Dioscuros, que son las dos mitades del huevo de Leda, es decir, del huevo de cisne, que, como también el huevo de serpiente, representa el “Huevo del Mundo” (cf. el Hamsa (‘cisne’ o ‘ganso silvestre’) de la tradición hindú). ↩
Ver, por ejemplo, el discurso que Platón pone en el Banquete en boca de Aristófanes, cuyo valor simbólico, empero evidente, los comentarios modernos cometen el error de desconocer. Hemos desarrollado las consideraciones concernientes a esta forma esférica en LE SYMBOLISME DE LA CROIX. ↩