Entre las atribuciones de las Ordenes de Caballería y más particularmente de los Templarios, una de las más conocidas pero no de las mejor comprendidas en general, es la de «Guardianes de TIERRA SANTA». Seguramente, si nos atenemos al sentido más externo, se encuentra una explicación inmediata de este hecho en la conexión que existe entre el origen de estas Ordenes y las Cruzadas pues, tanto para los Cristianos como para los judíos, parece ser que la «TIERRA SANTA» no designa nada más que Palestina. Sin embargo la cuestión se completa cuando se observa que diversas organizaciones orientales cuyo carácter iniciático no es dudoso, como los Asacis y los Drusos, han tomado igualmente el mismo nombre de «guardianes de la TIERRA SANTA». En efecto, en ese caso ya no puede tratarse de Palestina, y además es remarcable que estas organizaciones presenten tan gran número de rasgos comunes con las órdenes de caballería occidentales, que incluso algunas de ellas hayan estado históricamente en relación con aquéllas, ¿Qué hay que entender pues en realidad por «TIERRA SANTA» y a quién corresponde exactamente ese papel de «guardianes» que parece relacionado con un género de iniciación determinado, que se puede llamar iniciación «caballeresca», dando a este término una extensión mayor que la que se le da de ordinario, pero que las analogías existentes entre las diferentes formas de las que hablamos bastarían ampliamente para legitimarla? 1292 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Por lo demás ya hemos mostrado, particularmente en nuestro estudio sobre El Rey del Mundo, que la expresión «TIERRA SANTA» tiene un cierto número de sinónimos: «Tierra Pura», «Tierra de los Santos», «Tierra de Inmortalidad», «Tierra de los Vivos», que esas designaciones equivalentes se vuelven a encontrar en las tradiciones de todos los pueblos, y que se aplican siempre esencialmente a un centro espiritual cuya localización es una región determinada puede, según el caso, ser entendida literal o simbólicamente, o a la vez en uno y otro sentido. Toda «TIERRA SANTA» es también designada por expresiones como «Centro del Mundo» o «Corazón del Mundo» y esto requiere algunas explicaciones, pues esas designaciones uniformes aunque diversamente aplicadas, podrían fácilmente entrañar ciertas confusiones. 1293 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Si consideramos por ejemplo la tradición hebrea, vemos que se habla en el Sepher Ietsirah del «Palacio Santo» o «Palacio interior», que es el verdadero «Centro del Mundo» en el sentido cosmogónico del término; y vemos también que este «Palacio Santo» tiene su imagen en el mundo humano, por su residencia en un cierto lugar de la Shekinah, que es la «presencia real» de la Divinidad (NA: Ver nuestros artículos sobre El Corazón del Mundo en la Kábala hebrea y la TIERRA SANTA y el Corazón del Mundo, en la revista Regnabit, julio-agosto y septiembre-octubre de 1926, cf. también cap. IV de El Simbolismo de la Cruz.) para el pueblo de Israel, esta residencia de la Shekinah era el Tabernáculo (NA: Mishkan) que, por esta razón, era considerado como el «Corazón del Mundo» porque era efectivamente el centro espiritual de su propia tradición. Este centro además, no fue al principio un lugar fijo; cuando se trata de un pueblo nómada, como era el caso, su centro espiritual debe desplazarse con él aun permaneciendo, no obstante, siempre el mismo en el curso de ese desplazamiento. «La residencia de la Shekinah dice el Sr. Vuillaud, no fue fijada más que el día en que el Templo fue construido, para lo cual David había preparado el oro, la plata y todo lo que Salomón necesitaba para concluir la obra. (NA: Es bueno hacer notar que las expresiones que son empleadas aquí evocan la asimilación que ha sido establecida frecuentemente entre la construcción del Templo, considerado en su significado ideal, y la «Gran Obra» de los hermetistas.) El Tabernáculo de la Santidad de Jehovah, la residencia de la Shekinah, es el Santo de los Santos, que es el corazón del Templo, que es el mismo centro de Sión en el centro de la Tierra de Israel, como la Tierra de Israel es el centro del mundo». (NA: La Kabbale juive, París, 1923, t. p. 509.) Se puede resaltar que hay aquí una serie de extensiones dadas gradualmente a la idea del centro en las aplicaciones que son hechas sucesivamente, de manera que el nombramiento de «Centro del Mundo» o de «Corazón del Mundo» es finalmente extendido a la Tierra de Israel entera, en tanto que ésta es considerada como la «TIERRA SANTA»; es necesario añadir que bajo el mismo punto de vista recibe también, entre otras denominaciones, la de «Tierra de los Vivos». Se ha hablado de que la «Tierra de los Vivos comprende siete tierras», y el Sr. Vuillaud observa que «esta Tierra es Canaan en la que había siete pueblos», (NA: Ibid., t. II, p. 116.) lo que es exacto en sentido literal, aunque una interpretación simbólica sea igualmente posible. Esta expresión de «Tierra de los Vivos» es exactamente sinónima de «morada de inmortalidad», y la liturgia católica la aplica a la morada celeste de los elegidos que estaba representada por la Tierra prometida, puesto que Israel al penetrar en ella debía ver el fin de sus tribulaciones. Desde otro punto de vista aún, la Tierra de Israel en tanto que centro espiritual, era una imagen del cielo, pues según la tradición judía «todo lo que hacen los israelitas sobre la tierra es cumplido según las pautas de lo que pasa en el mundo celeste». (NA: Ibid., t. I, p. 501.) 1294 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Lo que se dice aquí de los israelitas puede decirse paralelamente de todos los pueblos poseedores de una tradición verdaderamente ortodoxa; y de hecho, el pueblo de Israel no es el único que ha asimilado su país al «Corazón del Mundo» y que lo ha considerado como una imagen del Cielo, dos ideas que, por lo demás, no son sino una realidad. El uso del mismo simbolismo se reencuentra en otros pueblos que poseyeron igualmente una «TIERRA SANTA», es decir un país donde estaba establecido un centro espiritual, teniendo por ello un papel comparable al del Templo de Jerusalén para los hebreos. A este respecto, la «TIERRA SANTA» es como el Omphalos, que era siempre la imagen visible del «Centro del Mundo» para el pueblo que habitaba la región donde era colocado. (NA: Ver nuestro artículo sobre Las Piedras de rayo, en Le Voile d’Isis, de mayo de 1929.) 1295 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
La conclusión a sacar de estas consideraciones es que hay tantas «Tierras Santas» particulares como formas tradicionales regulares existen, puesto que representan los centros espirituales que corresponden respectivamente a esas diferentes formas; pero, si el mismo simbolismo se aplica uniformemente a todas esas «Tierras Santas», es que esos centros espirituales tienen todos una constitución análoga, y a menudo hasta en los detalles más precisos, porque son otras tantas imágenes de un mismo centro único y supremo, que es verdadera y únicamente el «Centro del Mundo» pero del que toman sus atributos, participando de su naturaleza por una comunicación directa en la cual reside la ortodoxia tradicional, y representándolo efectivamente de una forma más o menos exterior para tiempos y lugares determinados. En otras palabras, existe una «TIERRA SANTA» por excelencia, prototipo de todas las demás, centro espiritual al cual todos los demás centros están subordinados, sede de la Tradición primordial de la que todas las tradiciones particulares se derivan por adaptación a tales o cuales condiciones definidas, que son las de un pueblo o las de una época. Esta «TIERRA SANTA» por excelencia es la «región suprema» según el sentido del término sánscrito Paradesha, del que los Caldeos han hecho Pardes y los Occidentales Paradis; es en efecto el «Paraíso terrenal», que es el punto de partida de toda tradición, que tiene en su centro la fuente única de la que parten los cuatro ríos hacia los cuatro puntos cardinales (NA: Esta fuente es idéntica a la «fuente de enseñanza» a la que hemos tenido la ocasión de hacer diferentes alusiones (NA: ver p. 29).) y que es también la «morada de inmortalidad» como es fácil de comprender remontándose a los primeros capítulos del Génesis. (NA: Es por eso que la «fuente de enseñanza» es al mismo tiempo la «fuente de la juventud» (NA: fons juventutis), porque el que bebe es liberado de la condición temporal; ella está además situada al pie del «Árbol de la Vida» (NA: ver más adelante nuestro estudio sobre El lenguaje secreto de Dante y de los «Fieles de Amor») y sus aguas se identifican evidentemente con el «elixir de la larga vida» de los hermetistas (NA: la idea de «longevidad» tiene aquí el mismo significado que en las tradiciones orientales), o del «brebaje de inmortalidad», el cual es objeto de diferentes denominaciones.) 1297 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
No podemos volver aquí sobre todas las cuestiones que conciernen al Centro supremo y que además ya hemos tratado mas o menos completamente: su conservación de una manera mas o menos oculta según los períodos, del comienzo al fin de un ciclo, es decir, desde el «Paraíso terrenal» hasta la «Jerusalén celestial» que representan las dos fases extremas; los nombres múltiples bajo los cuales es designado, como los de Tula, Luz, Salem, Agartha; los diferentes símbolos que lo representan, como la montaña, la caverna, la isla y bastantes otros, en conexión inmediata, la mayor parte, con el simbolismo del «Polo» o del «Eje del Mundo». A estas representaciones podemos añadir las de una ciudad, una ciudadela, un templo o un palacio según el aspecto bajo el cual se lo considere más especialmente; he aquí la ocasión de recordar, al mismo tiempo, que el Templo de Salomón que se relaciona más directamente con nuestro tema, y su triple recinto, del que hemos hablado recientemente, representa la jerarquía iniciática de ciertos centros tradicionales (NA: Ver nuestro artículo sobre El triple recinto druídico, en Le Voile d’Isis, de junio de 1929; hemos señalado precisamente la relación de esta figura bajo sus dos formas, circular y cuadrada, con el simbolismo del «Paraíso terrenal» y de la «Jerusalén celestial».) y también el misterioso laberinto que, bajo una forma más compleja, se refiere a una concepción similar, con la diferencia de que lo que es puesto en evidencia es la idea de un «encaminamiento» hacia el centro escondido. (NA: El laberinto cretense era el palacio de Minos, nombre idéntico al de Manu, que designa al Legislador primordial. Por otra parte se puede comprender por lo que decimos aquí, la razón por la cual el recorrido del laberinto trazado sobre el enlosado de ciertas iglesias en la Edad Media, era considerado como sustituto del peregrinaje a TIERRA SANTA para aquellos que no podían cumplirlo; es necesario recordar que el peregrinaje es precisamente una de las representaciones de la iniciación, de manera que el «peregrinaje a TIERRA SANTA» es, en el sentido esotérico lo mismo que la «búsqueda de la Palabra perdida» o la «conquista del Santo Grial».) 1298 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Debemos añadir ahora que el simbolismo de la «TIERRA SANTA» tiene un doble sentido: que sea referido al Centro supremo o a un centro subordinado, representa no solamente ese centro mismo sino también, por una asociación que es completamente natural, la tradición que emana o que es conservada, es decir, en el primer caso, la Tradición primordial y en el segundo, una cierta forma tradicional particular. (NA: Analógicamente, desde el punto de vista cosmogónico, el «Centro del Mundo» es el punto original desde donde es proferido el Verbo creador, y es también el Verbo mismo.) Este doble sentido se vuelve a encontrar paralelamente y de una forma muy clara en el simbolismo del «Santo Grial», que es a la vez un vaso (NA: grasale) y un libro (NA: gradale o graduale); este último aspecto designa manifiestamente la tradición, mientras que el otro concierne más directamente al estado correspondiente a la comprensión efectiva de esa tradición; es decir, el «estado edénico» si se trata de la Tradición primordial, y aquel que ha llegado a este estado es, por ello mismo, reintegrado al Pardes, de tal manera que se puede decir que su residencia es desde entonces el «Centro del Mundo». (NA: Es importante tener en cuenta a este propósito que en todas las tradiciones, los lugares simbolizan estados. Por otra parte, resaltaremos que hay un parentesco evidente entre el símbolo del vaso o de la copa y el de la fuente que ha salido más arriba, se ha visto también que, en los egipcios, el vaso era el jeroglífico del corazón, centro vital del ser. Finalmente recordemos lo que ya hemos dicho en otras ocasiones respecto al vino como sustituto del soma védico y como símbolo de la doctrina oculta; todo esto, bajo una forma u otra, trata siempre del «brebaje de inmortalidad» y de la restauración del «estado primordial».) No es sin motivo que recordamos aquí estos dos símbolos pues su estrecha similitud muestra que cuando se habla de la «Caballería del Santo Grial» o de los «guardianes de TIERRA SANTA», lo que debe entenderse por estas dos expresiones es exactamente lo mismo; nos queda por explicar, en la medida de lo posible, en qué consiste propiamente la función de estos «guardianes», función que en particular fue la de las Templarios. (NA: Saint-Yves d’Alveydre emplea para designar a los «guardianes» del Centro supremo, la expresión de «Templarios del Agartha»; las consideraciones que exponemos aquí harán ver la justicia de este término, que de por sí quizá no habría recogido plenamente todo el significado.) 1299 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Para comprender mejor lo que es, es necesario distinguir entre los detentadores de la tradición, cuya función es la de conservarla y transmitirla, y aquellos que reciben solamente, en uno u otro grado, una comunicación y podríamos decir, una participación. Los primeros, depositarios y dispensadores de la doctrina se atienen a la fuente, que es propiamente el centro, de allí, la doctrina se comunica y se reparte jerárquicamente a los diversos grados iniciáticos según las corrientes representadas por los ríos del Pardes, o si se quiere retomar la representación que hemos estudiado, por los canales que yendo del interior al exterior religan entre sí los recintos sucesivos que corresponden a los diversos grados. Todos aquellos que participan de la tradición no han llegado pues al mismo grado y no cumplen la misma función; será necesario hacer una distinción entre estas dos cosas que, aunque se correspondan generalmente de cierta manera, no son estrictamente solidarias, pues puede ocurrir que un hombre esté intelectualmente cualificado para alcanzar los grados más elevados pero que no sea apto por ello mismo para cumplir todas las funciones en la organización iniciática. Aquí, son éstas únicamente las funciones que vamos a considerar y, desde ese punto de vista, diremos que los «guardianes» llegan hasta el límite del centro espiritual, tomado en su sentido más extenso, o al último recinto, aquel por el cual este Centro está a la vez separado del «mundo exterior» y puesto en relación con él. Por consiguiente, estos «guardianes» tienen una doble función: por una parte son propiamente los defensores de la «TIERRA SANTA» en el sentido de que prohiben el acceso a aquellos que no poseen las cualificaciones que hemos llamado su «cobertura exterior», es decir que la ocultan a los ojos profanos; por otra parte, aseguran también ciertas relaciones regulares con el exterior, como lo explicaremos enseguida. 1300 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Es evidente que el papel de defensores es, por hablar en el lenguaje de la tradición hindú, una función de los Kshatriyas; y precisamente toda iniciación «caballeresca» está esencialmente adaptada a la naturaleza propia de los hombres que pertenecen a la casta guerrera, es decir la de los Kshatriyas. De ahí proceden las características especiales de esta iniciación, el simbolismo particular del que hace uso, y particularmente la intervención de un elemento afectivo designado muy explícitamente por el término «Amor»; nos hemos explicado suficientemente ya en otras ocasiones para no tener que detenernos más. (NA: Ver más adelante el cap. V: El lenguaje secreto de Dante y de los «Fieles de Amor».) Pero en el caso de los Templarios, hay algo más a considerar: aunque su iniciación ha sido esencialmente «caballeresca», como convenía a su naturaleza y a su función, tenían un doble carácter, a la vez militar y religioso; debía ser así si estuvieron, como tenemos razones para pensarlo, entre los «guardianes» del Centro supremo, en donde la autoridad espiritual y el poder temporal están reunidos en su principio común, y que comunica la marca de esta reunión a todo lo que le atañe directamente. En el mundo occidental, todo lo espiritual toma forma específicamente religiosa, los verdaderos «guardianes de TIERRA SANTA», en cuanto que tuvieron una existencia de alguna manera «oficial», debían ser caballeros, pero caballeros que fuesen monjes al mismo tiempo; y efectivamente, esto es lo que fueron los Templarios. 1301 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Por otra parte se puede comprender, en estas condiciones, que la destrucción de la Orden de los Templarios haya entrañado para Occidente la ruptura de las relaciones regulares con el «Centro del Mundo»; y es en el siglo XIV hasta el que hay que remontar la desviación que debía inevitablemente resultar de esta ruptura, y que ha ido en aumento gradualmente hasta nuestra época. Esto no quiere decir que todo ligamen haya sido cortado de un solo golpe; durante bastante tiempo, las relaciones pudieron ser mantenidas en cierta medida, pero solamente de forma oculta, por intermedio de organizaciones como la Fede Santa o los «Fieles de Amor», como la «Caballería del Santo Grial», y sin duda bastantes otras, todas herederas del espíritu de la Orden del Temple y la mayor parte relacionadas con ella por una filiación más o menos directa. Los que conservaron vivo este espíritu y que inspiraron esas organizaciones sin constituirse nunca ellos mismos en un grupo definido fueron los que se llamaron, con un nombre esencialmente simbólico, los Rosa-Cruces; pero llegó un día que esos Rosacruces debieron abandonar Occidente, donde las condiciones habían llegado a ser tales que su acción no podía ejercerse mas, y se dice que entonces se retiraron a Asia, reabsorbidos de alguna manera hacia el Centro supremo del que ellos eran una emanación. Para el mundo occidental no hay «TIERRA SANTA» que guardar, puesto que el camino que conduce a ella está completamente perdido desde entonces; ¿cuánto tiempo durará esta situación todavía? Ésta es una cuestión a la que no nos pertenece aportar una repuesta; no queremos arriesgar ninguna predicción, la solución depende de Occidente mismo, pues sólo volviendo a las condiciones normales y reinstaurando el espíritu de su propia tradición, tiene aún posibilidad de hacerlo, y podrá ver abrirse de nuevo la vía que lleva al «Centro del Mundo». 1303 ESOTERISMO CRISTIANO LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Otro punto interesante a este respecto es la relación establecida entre el «Amor» y la «Muerte» en el simbolismo de los «Fieles de Amor»; esta relación es doble, porque la palabra «Muerte» tiene un doble sentido. Por una parte, hay una cercanía y aun una asociación del «Amor» y de la «Muerte» (NA: p. 159), debiendo ésta ser entendida entonces como la «muerte iniciática», y esta cercanía parece continuarse en la corriente de donde han salido, al final de la Edad Media, las representaciones de la «danza macabra»; (NA: Hemos visto, en un antiguo cementerio del siglo XV, capiteles en las esculturas de los cuales están curiosamente reunidos los atributos del Amor y de la Muerte.) por otra parte, hay también una antítesis establecida desde otro punto de vista entre el «Amor» y la «Muerte» (NA: p. 166), antítesis que puede explicarse por la constitución misma de ambos términos: la raíz mor les es común y, en a-mor, está precedida de a privativa, como en el sánscrito a-mara, a-mrita, de manera que «Amor» puede interpretarse como una especie de equivalente jeroglífico de «inmortalidad». Los «muertos» pueden en este sentido, de una forma más general, ser vistos como designando a los profanos, mientras que los «vivos», o aquellos que han alcanzado la «inmortalidad» son los iniciados; es ahora el momento de recordar aquí la expresión de «Tierra de los Vivos» sinónimo de «TIERRA SANTA» o «Tierra de los Santos», «Tierra Pura», etc.; y la oposición que acabamos de indicar equivale bajo este punto de vista a la del Infierno, que es el mundo profano, y de los Cielos, que son los grados de la jerarquía iniciática. 1323 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
En cuanto a la «verdadera fe» de la que se ha hablado hace poco, es la que es llamada Fede Santa, expresión que como la palabra Amore, se aplica al mismo tiempo a la organización iniciática misma. Esta Fede Santa, de la que Dante fue Kadosch, es la fe de los Fedeli d’Amore; y también es la Fede dei Santi, es decir la Emounak de los Kadosch, como ya lo hemos explicado en El Esoterismo de Dante. Esta designación de los iniciados como «Santos», cuyo equivalente hebreo, es Kadosch se comprende perfectamente por el significado de los «Cielos» tal como lo acabamos de indicar, puesto que los Cielos son, en efecto, descritos como la morada de los Santos; debe ser relacionada con muchas otras denominaciones análogas, como la de Puros, Perfectos, Cátaros, Sufís, lkhwan-es-Safa, etc., ya que todas han sido tomadas en el mismo sentido y ello permite comprender lo que es verdaderamente la «TIERRA SANTA». (NA: Quizá no estaría de más subrayar por otra parte que las iniciales F.S. pueden leerse también Fides Sapientia, traducción exacta de la Pistis Sophfia gnóstica.) 1324 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
La cuestión de la «TIERRA SANTA» podría también dar la clave de las relaciones de Dante y de los «Fieles de Amor» con los templarios; este es un tema que está tratado muy incompletamente en el libro del Sr. Valli. Éste considera las relaciones con los templarios (NA: PP. 423-426), así como con los alquimistas (NA: p. 248) como de una incontestable realidad, e indica algunas cosas interesantes, como por ejemplo la de los nueve años de prueba de los templarios con la edad simbólica de nueve años en la Vita Nuova (NA: p. 274); pero habría muchas otras cosas que decir. Así, a propósito de la residencia central de los templarios fijada en Chipre (NA: PP. 261 y 425), sería curioso estudiar el significado del nombre de esta isla, sus relaciones con Venus y el «tercer cielo», el simbolismo del cobre del que procede su nombre, cosas todas ellas que nosotros no podemos, por el momento, más que señalar sin detenernos. 1326 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
El centro espiritual, para un determinado pueblo, no es por otro lado un lugar forzosamente fijo; no puede serlo más que si ese pueblo está él mismo establecido permanentemente en un país determinado. Cuando se trata de un pueblo nómada, las condiciones son muy distintas, y su centro espiritual debe desplazarse con él, aun permaneciendo sin embargo siempre el mismo en el curso de ese desplazamiento; tal fue precisamente el caso del Tabernáculo en tanto que Israel fue errante. He aquí lo que dice al respecto P. Vulliaud, en la obra que ya hemos citado: “Hasta la venida de Abraham, de Isaac y de Jacob, los patriarcas, atrayendo la Shekinah aquí abajo, le prepararon tres tronos. Pero su residencia no era fija. Desde entonces Moisés construyó el Tabernáculo, pero ella era peregrina como su pueblo. También se dice que ella no residía aquí abajo (en un lugar determinado), sino en medio de los Israelitas. Ella no tuvo fijeza más que el día que el templo fue construido, para el cual David había preparado el oro, la plata, y todo lo que necesitaba Salomón para concluir la obra . El Tabernáculo de la Santidad de Jehováh, la residencia de la Shekinah, es el Santo de los Santos que es el Corazón del Templo, que es él mismo el centro de Sión (Jerusalén), como la santa Sión es el centro de la Tierra de Israel, como la Tierra de Israel es el centro del mundo . La expresión de “Corazón del Mundo”, aplicada a Sión, se encuentra especialmente en el Zohar, y también en el Kuzari de Jehudá Halévi; y, en la última frase que acabamos de citar, se puede remarcar que hay como una serie de extensiones dadas gradualmente a la idea del centro en las aplicaciones que se hacen sucesivamente. 2123 EMS XII: LA TIERRA SANTA Y EL CORAZÓN DEL MUNDO
Se pueden también tomar las cosas en el orden inverso, e incluso impulsándolas aún más lejos de lo que acaba de decirse: no solamente todo lo que ha sido enumerado, es decir, la Tierra de Israel, la montaña de Sión, el Templo, el Santo de los Santos o el Tabernáculo, pero todavía, tras éste, el Arca de la Alianza que estaba en el Tabernáculo, y, en fin, sobre el Arca de la Alianza misma, el lugar preciso de la manifestación de la Shekinah, situada entre los dos Kerubim, representan como otras tantas aproximaciones sucesivas de lo que podemos denominar el “Polo espiritual”, según un simbolismo común a todas las tradiciones y lo que ya hemos tenido ocasión de indicar precedentemente: es, podría decirse, como el punto de contacto del Cielo y de la Tierra. Hemos explicado en otro lugar que Dante, por su lado, ha presentado precisamente a Jerusalén como el “Polo espiritual” de nuestro mundo; y es que lo es todavía en otro sentido, y más efectivamente que nunca, desde el Cristianismo, como siendo el lugar donde se ha elevado la cruz del Salvador, que se identifica con el “Arbol de Vida”, es decir, con el “Eje del Mundo” ; su función, que antaño se relacionaba especialmente con el pueblo hebreo, se ha universalizado en cierto modo, desde que se ha cumplido el misterio de la Redención. 2124 EMS XII: LA TIERRA SANTA Y EL CORAZÓN DEL MUNDO
Acabamos de ver que la apelación de “Corazón del Mundo” o de “Centro del Mundo” es extendida a la entera Tierra de Israel, en tanto que ésta es considerada como la “TIERRA SANTA”; y hay que destacar también que ella recibe, en el mismo aspecto, otras diversas denominaciones, entre las cuales la de “Tierra de los Vivientes” es una de las más notables. Se habla de “la Tierra de los Vivientes que comprende siete tierras”, y P. Vulliaud observa que “esta tierra es Canaán en la cual había siete pueblos”, lo que es exacto en el sentido literal, bien que una interpretación simbólica sea igualmente posible y por ello se dice: “Yo marcharé ante el Señor en las Tierras de los vivientes (be-aretsoth ha-hayim?)” (Ps., CXVI, 9). Se sabe que la liturgia católica emplea esta apelación de “Tierra de los Vivientes” para la morada celestial de los elegidos, que era en efecto figurada por la Tierra prometida, puesto que Israel, penetrando en ella, debía ver el fin de sus tribulaciones; y, desde otro punto de vista aún, la TIERRA SANTA, en tanto que centro espiritual, era una imagen del Cielo, pues, según la tradición judía, “todo lo que hacen los israelitas sobre la tierra se cumple según los tipos de lo que pasa en el mundo celestial”. 2125 EMS XII: LA TIERRA SANTA Y EL CORAZÓN DEL MUNDO
Se debe además destacar que el pueblo de Israel no es el único que haya asimilado su país al “Corazón del mundo” y que lo haya considerado como una imagen del Cielo, dos ideas que, por lo demás, no son más que una en realidad; el uso del mismo simbolismo se encuentra en otros pueblos que poseían igualmente una “TIERRA SANTA”, es decir, un país donde estaba establecido un templo espiritual teniendo para ellos una función comparable a la del Templo de Jerusalén para los Hebreos. Podemos repetir a este propósito lo que ya hemos dicho con relación al Omphalos, que era siempre la imagen visible del “Centro del Mundo” para el pueblo que habitaba la región donde estaba emplazado; y remitiremos también a lo que añadíamos por entonces (junio de 1926, p. 46) sobre las diferentes tradiciones particulares y sobre su vinculación a la tradición primordial. Se podrá comprender así que países diversos hayan sido calificados simbólicamente de “Corazón del Mundo”, teniendo todos los centros espirituales correspondientes una constitución análoga, y frecuentemente hasta en detalles muy precisos, como siendo otras tantas imágenes de un mismo Centro único y supremo. 2126 EMS XII: LA TIERRA SANTA Y EL CORAZÓN DEL MUNDO
Todavía hemos de señalar, en esta ocasión, una curiosa observación sobre el simbolismo del ibis, que era uno de los emblemas de Toth (llamado Hermès por los Griegos), es decir, de la Sabiduría. Elien, indicando las diversas razones que contribuían a dar a este pájaro un carácter sagrado, dice que, “cuando el ibis repliega su cabeza y su cola bajo las alas, toma la figura de un corazón, y por un corazón representaban los Egipcios jeroglíficamente a Egipto” En fin, puesto que hemos vuelto sobre esta cuestión del corazón en el antiguo Egipto, recordemos todavía un último texto de Plutarco, ya citado aquí por Charbonneau-Lassay : “De todas las plantas que crecen en Egipto, la persea, se dice, es la particularmente consagrada a Isis, porque su fruto semeja un corazón, y su hoja una lengua”; y comparémoslo con lo que Charbonneau-Lassay indicaba también anteriormente a propósito de la inscripción funeraria de un sacerdote de Memfis, de la cual “se desprende que los teólogos de la escuela de Memfis distinguían en la obra del Dios Creador la función del pensamiento creador, que ellos llaman la parte del Corazón, y la del instrumento de la creación, que ellos denominan la parte de la Lengua”. Este Corazón y esta Lengua, son exactamente lo que los textos kabalísticos que reproducimos en nuestro último artículo llaman el Pensamiento y la voz, es decir, los dos aspectos interior y exterior del Verbo; hay ahí, entre la tradición hebrea y la tradición egipcia, una similitud tan perfecta como es posible. Esta concordancia de las tradiciones, que se podría sin duda establecer igualmente sobre muchos otros puntos, ¿no explica que Hebreos y Egipcios hayan podido tener, cada uno aplicándola a su propio país, la misma idea de la “TIERRA SANTA” como “Corazón del Mundo” e imagen del Cielo? 2128 EMS XII: LA TIERRA SANTA Y EL CORAZÓN DEL MUNDO
Es también de esta manera como Dante presenta Jerusalem como siendo el «polo espiritual», así como hemos tenido ya la ocasión de explicarlo; pero cuando uno sale del punto de vista propiamente judaico, esto deviene sobre todo simbólico y no constituye más una localización en el sentido estricto de este término. Todos los centros espirituales secundarios, constituidos en vista de las diferentes adaptaciones de la Tradición Primordial a unas condiciones determinadas, son imágenes del centro supremo; Sión puede no ser en realidad más que uno de estos centros secundarios, y puede a pesar de eso identificarse simbólicamente al centro supremo en virtud de esta analogía, y lo que hemos dicho ya en otra parte a propósito de la «TIERRA SANTA», que no lo es solamente la Tierra de Israel, permitirá comprenderlo más fácilmente. Otra expresión muy de destacar, como sinónimo de «TIERRA SANTA», es la de «Tierra de los Vivientes», se dice que «la Tierra de los Vivientes comprende siete tierras», y M. Vulliaud precisa a este propósito que «esta tierra es Canaan en la cual había siete pueblos» (t. II, p. 116). 2551 FTCC «LA KABBALA JUDÍA»
Por lo demás, es menester no sorprenderse de esta situación «central» atribuida al Imperio chino en relación al mundo entero; de hecho, fue siempre la misma cosa para toda región donde estaba establecido el centro espiritual de una tradición. En efecto, este centro era una emanación o un reflejo del centro espiritual supremo, es decir, del centro de la Tradición primordial de la que todas las formas tradicionales regulares se derivan por adaptación a circunstancias particulares de tiempo y de lugar, y, por consiguiente, estaba constituido a la imagen de este centro supremo al que se identificaba en cierto modo virtualmente (NA: Ver El Rey del Mundo, y también Apercepciones sobre la Iniciación, cap. X.). Por eso es por lo que la región misma que poseía un tal centro espiritual, cualquiera que fuera, era una «TIERRA SANTA», y, como tal, era designada simbólicamente por denominaciones tales como las de «Centro del Mundo» o «Corazón del Mundo», lo que era en efecto para aquellos que pertenecían a la tradición de la que ella era la sede, y a quienes la comunicación con el centro espiritual supremo era posible a través del centro secundario correspondiente a esa tradición (NA: Hemos dado hace un momento un ejemplo de una tal identificación con el «Centro del Mundo» en lo que concierne a la Tierra de Israel; se puede citar también, entre otros, el ejemplo del antiguo Egipto: según Plutarco, «los Egipcios dan a su región el nombre de Chêmia (NA: Kêmi o «tierra negra», de donde ha venido el nombre de la alquimia), y la comparan a un corazón» (NA: Isis y Osiris, 33; traducción de Mario Meunier, p. 116); esta comparación, cualesquiera que sean las razones geográficas u otras que se le hayan podido dar exotéricamente, no se justifica en realidad más que por una asimilación al verdadero «Corazón del Mundo».). El lugar donde este centro estaba establecido estaba destinado a ser, según el lenguaje de la Kabbala hebraica, el lugar de manifestación de la Shekinah o «presencia divina» (NA: Ver El Rey del Mundo, cap. III, y El Simbolismo de la Cruz, cap. VII. — Es esto lo que era el Templo de Jeusalem para la tradición hebraica, y es por eso por lo que el Tabernáculo o el Santo de los Santos era llamado mishkan o «habitáculo divino»; solo el Sumo Sacerdote podía penetrar en él para desempeñar, como el Emperador en China, la función de «mediador».), es decir, en términos extremo orientales, el punto donde se refleja la «Actividad del Cielo», y que es propiamente, como ya lo hemos visto, el «Invariable Medio», determinado por el encuentro del «Eje del Mundo» con el dominio de las posibilidades humanas (NA: La determinación de un lugar susceptible de corresponder efectivamente a este «Invariable Medio» dependía esencialmente de la ciencia tradicional que ya hemos designado en otras ocasiones bajo el nombre de «geografía sagrada».); y lo que es particularmente importante de notar a este respecto, es que la Shekinah era representada siempre como «Luz», del mismo modo que el «Eje del Mundo», así como ya lo hemos indicado, era asimilado simbólicamente a un «rayo luminoso». 2825 RGGT EL «MING-TANG»
En la edad media había una expresión en la que los dos aspectos complementarios de la autoridad se encontraban reunidos de una manera que es muy digna de observación: en aquella época, se hablaba frecuentemente de una región misteriosa a la que se llamaba el «Reino del Prestejuan» (Concretamente, se trata del «Prestejuan», hacia la época de San Luis, en los viajes de Carpin y de Rubruquis. Lo que complica las cosas, es que, según algunos, habría habido hasta cuatro personajes llevando este título: en el Tíbet (o sobre el Pamir), en Mongolia, en la India, y en Etiopía (esta última palabra tiene por otra parte un sentido muy vago); pero es probable que en eso no se trate más que de diferentes representantes de un mismo poder. Se dice también que Gengis-Khan quiso atacar al reino del Prestejuan, pero que éste le repelió desencadenando el rayo contra sus ejercitos. En fin, después de la época de las invasiones musulmanas, el Prestejuan habría dejado de manifestarse, y sería representado exteriormente por el Dalaï-Lama.). Era el tiempo donde lo que se podría designar como la «cobertura exterior» del centro en cuestión se encontraba formada, en una buena parte, por los Nestorianos (o lo que se ha convenido llamar así con razón o sin ella) y los Sabeos (Se han encontrado en el Asia central, y particularmente en la región del Turkestan, cruces nestorianas que son exactamente semejantes como forma a las cruces de caballería, y de las que, algunas, además, llevan en su centro la figura del swastika. — Por otra parte, hay que indicar que los Nestorianos, cuyas relaciones con el Lamaísmo parecen incontestables, tuvieron una acción importante, aunque bastante enigmática, en los comienzos del Islam. Los Sabeos, por su lado, ejercieron una gran influencia sobre el mundo árabe en tiempos de los Khalifas de Baghdad; se pretende también que es entre ellos donde se habrían refugiado, después de una estancia en Persia, los últimos neoplatónicos.); y, precisamente, estos últimos se daban a sí mismos el nombre de Mendayyeh de Yahia, es decir, «discípulos de Juan». A este propósito, podemos hacer a continuación otra precisión: es al menos curioso que muchos grupos orientales de un carácter muy cerrado, desde los Ismaelitas o discípulos del «Viejo de la Montaña» hasta los Drusos del Líbano, hayan tomado uniformemente, lo mismo que las Órdenes de caballería occidentales, el título de «guardianes de la TIERRA SANTA». Ciertamente, la continuación hará comprender mejor sin duda lo que eso puede significar; parece que Saint-Yves haya encontrado una palabra justa, quizás más todavía de lo que él mismo pensaba, cuando habla de los «Templarios del Agarttha». Para que nadie se sorprenda de la expresión de «cobertura exterior» que acabamos de emplear, agregaremos que es menester tener cuidado con el hecho de que la iniciación caballeresca era esencialmente una iniciación de Kshatriyas; esto es lo que explica, entre otras cosas, el papel preponderante que desempeña en ella el simbolismo del Amor (Ya hemos señalado esta particularidad en nuestro estudio sobre El Esoterismo de Dante.). 5810 RGRM CAPÍTULO II
«El término Metatron conlleva todas las acepciones de guardián, de Señor, de enviado, de mediador»; es «el autor de las teofanías en el mundo sensible» (La Kabbale juive, tomo I, PP. 492 y 499.); es «Ángel de la Faz», y también «el Príncipe del Mundo» (Sâr ha-ôlam), y se puede ver por esta última designación que no estamos alejados de ninguna manera de nuestro tema. Para emplear el simbolismo tradicional que ya hemos explicado precedentemente, diremos de buena gana que, como el jefe de la jerarquía iniciática es el «Polo terrestre», Metatron es el «Polo celeste»; y éste tiene su reflejo en aquél, con el que está en relación directa siguiendo el «Eje del Mundo». «Su nombre es Mikaël, el Sumo Sacerdote que es holocausto y oblación ante Dios. Y todo lo que hacen los Israelitas sobre la tierra se cumple según los tipos de lo que pasa en el mundo celeste. El Sumo Pontífice aquí abajo simboliza a Mikaël, príncipe de la Clemencia… En todos los pasajes en los que la Escritura habla de la aparición de Mikaël, se trata de la gloria de la Shekinah» (La Kabbale juive, tomo I, PP. 500 y 501.). Lo que se dice aquí de los Israelitas puede decirse igualmente de todos los pueblos poseedores de una tradición verdaderamente ortodoxa; así pues, con mayor razón debe decirse de los representantes de la tradición primordial de la que todas las otras derivan y a la que todas están subordinadas; y esto está en relación con el simbolismo de la «TIERRA SANTA», imagen del mundo celeste, al que ya hemos hecho alusión. Por otra parte, según lo que hemos dicho más atrás, Metatron no tiene solo el aspecto de la Clemencia, tiene también el de la Justicia; no es solo el «Sumo Sacerdote» (Kohen ha-gâdol), sino también el «Gran Príncipe» (Sâr ha-gadol) y el «jefe de las milicias celestes», es decir, que en él está el principio del poder real, así como el del poder sacerdotal o pontifical al que corresponde propiamente la función de «mediador». Por lo demás, es menester destacar que Melek, «rey», y Maleak, «ángel» o «enviado», no son en realidad más que dos formas de una sola y misma palabra; además, Malaki, «mi enviado» (es decir, el enviado de Dios, o «el ángel en el que está Dios», Maleak ha-Elohim), es el anagrama de Mikaël (Esta última precisión recuerda naturalmente estas palabras: «Benedictus qui venit in nomine Domini»; estas palabras se aplican a Cristo, que el Pasteur de Hermas asimila precisamente a Mikaël de una manera que puede parecer bastante extraña, pero que no debe sorprender a aquellos que comprenden la relación que existe entre el Mesías y la Shekinah. Cristo es llamado también «Príncipe de la Paz», y es al mismo tiempo el «Juez de los vivos y de los muertos».). 5829 RGRM CAPÍTULO III
Es también de esta manera como Dante presenta precisamente a Jerusalem como «Polo espiritual», así como hemos tenido la ocasión de explicarlo en otra parte (El Esoterismo de Dante, ed. francesa de 1957, p. 64.); pero ésta, desde que se sale del punto de vista propiamente judaico, deviene sobre todo simbólica y no constituye ya una localización en el sentido estricto de esta palabra. Todos los centros espirituales secundarios, constituidos en vista de las adaptaciones de la tradición primordial a condiciones determinadas, son, como ya lo hemos mostrado, imágenes del centro supremo; Sión puede no ser en realidad más que uno de estos centros secundarios, y no obstante identificarse simbólicamente al centro supremo en virtud de esta similitud. Jerusalem es efectivamente, como lo indica su nombre, una imagen de la verdadera Salem; lo que hemos dicho y lo que diremos todavía de la «TIERRA SANTA», que no es solo la Tierra de Israel, permitirá comprenderlo sin dificultad. 5883 RGRM CAPÍTULO VI
A este propósito, otra expresión muy destacable como sinónima de «TIERRA SANTA», es la de «Tierra de los Vivos»; designa manifiestamente la «morada de la inmortalidad», de suerte que, en su sentido propio y riguroso, se aplica al Paraíso terrestre o a sus equivalentes simbólicos; pero esta denominación ha sido transportada también a las «Tierras Santas» secundarias, y concretamente a la Tierra de Israel. Se dice que la «Tierra de los Vivos comprende siete tierras», y M. Vulliaud anota a este respecto que «esta tierra es Canaan en la cual había siete pueblos» (La Kabbale juive, tomo II, p. 116.). Sin duda, eso es exacto en el sentido literal; pero, simbólicamente, estas siete tierras, como aquellas de las que se habla en la tradición islámica, podrían corresponder muy bien a los siete dwîpas que, según la tradición hindú, tienen el Mêru como centro común, y sobre los cuales volveremos más adelante. De igual modo, cuando los mundos antiguos, o las creaciones anteriores a la nuestra, son figuradas por los «siete reyes de Edom» (y aquí el número septenario se encuentra en relación con los siete «días» del Génesis), en eso hay una semejanza, demasiado sorprendente para no ser más que accidental, con las eras de los siete Manus contados desde el comienzo del Kalpa hasta la época actual (Un Kalpa comprende catorce Manvantaras; Vaivaswata, el presente Manu, es el séptimo de este Kalpa, llamado Shrî-Shwêta-Varâha-Kalpa o «Era del Jabalí Blanco». — Otra precisión curiosa es ésta: los Judíos dan a Roma la denominación de Edom; ahora bien, la tradición habla también de siete reyes de Roma, y el segundo de estos reyes, Numa, que es considerado como el legislador de la ciudad, lleva un nombre que es la inversión silábica exacta del de Manu, y que puede, al mismo tiempo, ser aproximado al término griego nomos, «ley». Así pues, hay lugar a pensar que esos siete reyes de Roma no son otra cosa, bajo un cierto punto de vista, que una representación particular de los siete Manus para una civilización determinada, de igual modo que los siete sabios de Grecia son, por otra parte, en condiciones similares, una representación de los siete Rishis, en quienes se sintetiza la sabiduría del ciclo inmediatamente anterior al nuestro. ). 5884 RGRM CAPÍTULO VI
Sin extendernos sobre estas consideraciones que no se refieren más que indirectamente a nuestro tema, diremos también que un centro del género de aquellos de los que acabamos de hablar existía en Creta en la época prehelénica (El nombre de Minos es por sí mismo una indicación suficiente a este respecto, como el de Ménès en lo que concierne a Egipto; remitimos también, en cuanto a Roma, a lo que hemos dicho de Numa, y recordaremos la significación del de Shlomoh para Jerusalem. — A propósito de Creta, señalamos de pasada el uso del Laberinto, como símbolo característico, por los constructores de la edad media; lo más curioso es que el recorrido del Laberinto trazado sobre el enlosado de algunas iglesias era considerado como reemplazando al peregrinaje a TIERRA SANTA para aquellos que no podían cumplirlo.), y que parece que Egipto haya contado con varios de ellos, probablemente fundados en épocas sucesivas, como Menfis y Thebas (Se ha visto también que Delfos había desempeñado este papel para Grecia; su nombre evoca el del delfín, cuyo simbolismo es muy importante. — Otro nombre destacable es Babilonia: Bab-Ilu significa «puerta del Cielo», lo que es una de las cualificaciones aplicadas por Jacob a Luz; por lo demás, puede tener también el sentido de «casa de Dios», como Beith-El; pero deviene sinónimo de «confusión» (Babel) cuando se pierde la tradición: es entonces la inversión del símbolo, la Janua Inferni que toma el lugar de la Janua Coeli.). El nombre de esta última ciudad, que fue también el de una ciudad griega, debe retener más particularmente nuestra atención, como designación de centros espirituales, en razón de su identidad manifiesta con el de la Thebah hebraica, es decir, con el del Arca del diluvio. Éste es también una representación del centro supremo, considerado especialmente en tanto que asegura la conservación de la tradición, en el estado de repliegue en cierto modo (Este estado es asimilable al que representa para el comienzo de un ciclo el «Huevo del Mundo», que contiene en germen todas las posibilidades que se desarrollarán en el curso del ciclo; el Arca contiene del mismo modo todos los elementos que servirán a la restauración del mundo, y que son así los gérmenes de su estado futuro.), en el periodo transitorio que es como el intervalo de dos ciclos y que está marcado por un cataclismo cósmico que destruye el estado anterior del mundo para hacer lugar a un estado nuevo (Es también una de las funciones del «Pontificado» asegurar el paso o la transmisión tradicional de un ciclo a otro; la construcción del Arca tiene aquí el mismo sentido que la de un puente simbólico, ya que ambos están destinados igualmente a permitir el «paso de las aguas», que tiene por lo demás significaciones múltiples.). El papel del Noah bíblico (Se observará también que Noé es designado como habiendo sido el primero que plantó la viña (Génesis, IX, 20), hecho que hay que aproximar a lo que hemos dicho más atrás sobre la significación simbólica del vino y su papel en los ritos iniciáticos, a propósito del sacrificio de Melquisedek.) es semejante al que desempeña en la tradición hindú Satyavrata, que deviene después, bajo el nombre de Vaivaswasta, el Manu actual; pero hay que destacar que, mientras que esta última tradición se refiera así al comienzo del presente Manvantara, el diluvio bíblico marca solo el comienzo de otro ciclo más restringido, comprendido en el interior de este mismo Manvantara (Una de las significaciones históricas del diluvio bíblico puede ser aproximada al cataclismo en el que desapareció la Atlántida.); no se trata del mismo acontecimiento, sino solo de dos acontecimientos análogos entre ellos (La misma observación se aplica naturalmente a todas las tradiciones diluvianas que se encuentran en un gran número de pueblos; las hay que conciernen a ciclos todavía más particulares, y es concretamente el caso, en los griegos, de los diluvios de Deucalion y de Ogygès.). 5952 RGRM CAPÍTULO XI
Del testimonio concordante de todas las tradiciones, se desprende muy claramente una conclusión: es la afirmación de que existe una «TIERRA SANTA» por excelencia, prototipo de todas las demás «Tierras Santas», centro espiritual al que todos los demás centros están subordinados. La «TIERRA SANTA» es también la «Tierra de los Santos», la «Tierra de los Bienaventurados», la «Tierra de los Vivos», la «Tierra de la Inmortalidad»; todas estas expresiones son equivalentes, y es menester agregar todavía la de «Tierra Pura» (Entre las escuelas búdicas que existen en Japón, hay una, la de Giô-dô, cuyo nombre se traduce por «Tierra Pura»; esto recuerda, por otra parte, la denominación islámica de los «Hermanos de la Pureza» (Ikhwân Es-Safâ), sin hablar de los Cátharos de la edad media occidental, cuyo nombre significa «puros». Por lo demás, es probable que la palabra Sûfî, que designa a los iniciados musulmanes (o más precisamente a los que han llegado a la meta final de la iniciación, de igual modo que los Yogîs en la tradición hindú), tenga exactamente la misma significación; en efecto, la etimología vulgar, que le hace derivar de sûf, «lana» (de la que habría estado hecha la vestimenta que llevaban los Sûfîs), es muy poco satisfactoria, y la explicación por el griego sophos, «sabio», aunque parece más aceptable, tiene el inconveniente de hacer llamada a un término extraño a la lengua árabe; así pues, pensamos que es menester admitir de preferencia la interpretación que hace venir Sûfî de safâ, «pureza».), que Platón aplica precisamente a la «morada de los Bienaventurados» (La descripción simbólica de esta «Tierra Pura» se encuentra hacia el final del Phédon (traducción de Mario Meunier, PP. 285-289); ya se ha precisado que se puede establecer una especie de paralelo entre esta descripción y la que hace Dante del Paraíso terrestre (John Stewart, The Myths of Plato, PP. 101-l13).). Esta morada se sitúa habitualmente en un «mundo invisible»; pero, si se quiere comprender de qué se trata, es menester no olvidar que ocurre lo mismo con las «jerarquías espirituales» de que hablan también todas las tradiciones, y que representan en realidad grados de iniciación (Por lo demás, los diversos mundos son propiamente estados, y no lugares, aunque puedan ser descritos simbólicamente como tales; la palabra sánscrita loka, que sirve para designarlos, y que es idéntica al latín locus, encierra en ella misma la indicación de este simbolismo espacial. Existe también un simbolismo temporal, según el cual estos mismos estados son descritos bajo la forma de ciclos sucesivos, aunque el tiempo, tanto como el espacio, no sea en realidad más que una condición propia a uno de entre ellos, de suerte que la sucesión no es aquí más que la imagen de un encadenamiento causal.). 5962 RGRM CAPÍTULO XII
En el periodo actual de nuestro ciclo terrestre, es decir, en el Kali-Yuga, esta «TIERRA SANTA» defendida por «guardianes» que la ocultan a las miradas profanas asegurando no obstante algunas relaciones exteriores, es en efecto invisible, inaccesible, pero solo para aquellos que no poseen las cualificaciones requeridas para penetrar en ella. Ahora bien, su localización en una región determinada, ¿debe considerarse, como literalmente efectiva, o solo como simbólica, o es a la vez lo uno y lo otro? A esta cuestión, responderemos simplemente que, para nos, los hechos geográficos mismos, y también los hechos históricos, tienen, como todos los demás, un valor simbólico, que por lo demás, evidentemente, no les quita nada de su realidad propia en tanto que hechos, sino que les confiere, además de esta realidad inmediata, una significación superior (Esto puede ser comparado a la pluralidad de los sentidos según los cuales se interpretan los textos sagrados, y que, lejos de oponerse o de excluirse se completan y se armonizan al contrario en el conocimiento sintético integral. — Desde el punto de vista que indicamos aquí, los hechos históricos corresponden a un simbolismo temporal, y los hechos geográficos a un simbolismo espacial; por lo demás, entre los unos y los otros hay un lazo o una correlación necesaria, como entre el tiempo y el espacio mismos, y es por eso por lo que la localización del centro espiritual puede ser diferente según los periodos considerados.). 5963 RGRM CAPÍTULO XII
Entre las atribuciones de las órdenes de caballería, y más particularmente de los Templarios, una de las más conocidas, pero no de las mejor comprendidas en general, es la de “guardianes de TIERRA SANTA”. Seguramente, si se atiene uno al sentido más exterior, se encuentra una explicación inmediata de este hecho en la conexión existente entre el origen de esas órdenes y las Cruzadas, pues, para los cristianos como para los judíos, ciertamente parece que la “TIERRA SANTA” no designa sino Palestina. Empero, la cuestión se torna más compleja cuando se advierte que diversas organizaciones orientales cuyo carácter iniciático no es dudoso, como los asacíes y los drusos, han tomado igualmente ese mismo título de “guardianes de TIERRA SANTA”. Aquí, en efecto, no puede tratarse ya de Palestina; y, por otra parte, es notable que esas organizaciones presenten un número considerable de rasgos comunes con las órdenes de Caballería occidentales, y que incluso algunas de éstas hayan estado históricamente en relación con aquéllas. ¿Qué debe, pues, entenderse en realidad por “TIERRA SANTA”, y a qué corresponde exactamente ese papel de “guardianes” que parece vinculado a un género de iniciación determinado al cual puede llamarse iniciación “caballeresca”, dando a este término una extensión mayor de la que se le atribuye de ordinario pero que las analogías existentes entre las diversas formas de aquello de que se trata bastarían ampliamente para justificar? Ya hemos mostrado en otro lugar, especialmente en nuestro estudio sobre Le Roi du Monde, que la expresión “TIERRA SANTA”, tiene cierto número de sinónimos: “Tierra pura”, “Tierra de los Santos”, “Tierra de los Bienaventurados”, “Tierra de los Vivos”, “Tierra de Inmortalidad’, que estas designaciones equivalentes se encuentran en las tradiciones de todos los pueblos, y que se aplican siempre esencialmente a un centro espiritual cuya localización en una región determinada, por lo demás, puede entenderse, según los casos literal o simbólicamente, o en ambos sentidos a la vez. Toda “TIERRA SANTA” se designa además por expresiones como las de “Centro del Mundo” o “Corazón del Mundo” lo cual requiere alguna explicación, pues estas designaciones uniformes, aunque diversamente aplicadas, podrían fácilmente llevar a ciertas confusiones. 6755 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Si consideramos, por ejemplo, la tradición hebrea, vemos que se habla, en el Sefer Yetsiráh, del “santo Palacio” o “Palacio interior”, que es el verdadero “Centro del Mundo”, en el sentido cosmogónico del término; y vemos también que ese “santo Palacio” tiene su imagen en el mundo humano por la residencia, en cierto lugar, de la Shejináh, que es la “presencia real” de la Divinidad (Ver nuestros artículos sobre “Le Coeur du Monde dans la Kabbale hébraïque” y “La Terre Sainte et le Coeur du Monde”, en la revista Reg., julio-agosto y septiembre-octubre de 1926. (Estos artículos habían sido retomados, por una parte, en Le Roi du Monde (1927), caps. III y VI, y por otra debían serlo de nuevo en Le Symbolisme de la Croix (1931), caps. IV y VII)). Para el pueblo de Israel, esa residencia de la Shejináh era el Tabernáculo (Mishkán), que por esa razón era considerado por él como el “Corazón del Mundo”, pues constituía efectivamente el centro espiritual de su propia tradición. Este centro, por lo demás, no fue al comienzo un lugar fijo; cuando se trata de un pueblo nómada, como era el caso, su centro espiritual debe desplazarse con él, aunque permaneciendo siempre en el corazón de ese desplazamiento. “La residencia de la Shejináh — dice P. Vuillaud — sólo se fijó el día en que se construyó el Templo, para el cual David había preparado el oro, la plata y todo cuanto era necesario a Salomón para dar cumplimiento a la obra (Es bien notar que las expresiones aquí empleadas evocan la asimilación, frecuentemente establecida, entre la construcción del Templo, encarada en su significación ideal, y la “Gran Obra” de los hermetistas). El Tabernáculo de la Santidad de Jehováh, la residencia de la Shejináh, es el Sanctasantórum que es el corazón del Templo, el cual es a su vez el centro de Sión (Jerusalén), como la santa Sión es el centro de la Tierra de Israel, como la Tierra de Israel es el centro del mundo” (La Kabbale juive, t. I, pág. 509). Puede advertirse que hay aquí una serie de extensiones, dada gradualmente a la idea de centro en las aplicaciones que de ella se hacen sucesivamente, de suerte que la denominación de “Centro del Mundo” o de “Corazón del Mundo” es finalmente extendida a la Tierra de Israel en su totalidad, en tanto que considerada como la “TIERRA SANTA”; y ha de agregarse que, en el mismo respecto, recibe también, entre otras denominaciones, la de “Tierra de los Vivos”. Se habla de la “Tierra de los Vivos que comprende siete tierras”, y P. Vuillaud observa que “esta Tierra es Canaán, en la cual había siete pueblos” (La Kabbale, t. II, pág.116), lo cual es exacto en el sentido literal, aunque sea igualmente posible una interpretación simbólica. La expresión “Tierra de los Vivos” es exactamente sinónima de “morada de inmortalidad”, y la liturgia católica la aplica a la morada celeste de los elegidos, que estaba en efecto figurada por la Tierra Prometida, puesto que Israel, al penetrar en ésta, debía ver el fin de sus tribulaciones. Desde otro punto de vista más, la Tierra de Israel, en cuanto centro espiritual, era una imagen del Cielo, pues, según la tradición judía, “todo lo que los israelitas hacen en la tierra se cumple según los tipos de lo que ocurre en el mundo celeste” (Ibid., t. I, pág. 501). 6756 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Lo que aquí se dice de los israelitas puede decirse igualmente de todos los pueblos poseedores de una tradición verdaderamente ortodoxa; y, en efecto, el pueblo de Israel no es el único que haya asimilado su país al “Corazón del Mundo” y lo haya considerado como una imagen del Cielo, ideas ambas que, por lo demás, no son en realidad sino una. El uso de idéntico simbolismo se encuentra entre otros pueblos que poseían igualmente una “TIERRA SANTA”, es decir, una región donde estaba establecido un centro espiritual dotado para ellos de un papel comparable al del Templo de Jerusalén para los hebreos. A este respecto ocurre con la “TIERRA SANTA” como con el “Ómphalos”, que era siempre la imagen visible del “Centro del Mundo” para el pueblo que habitaba la región donde estaba situado (Ver nuestro artículo sobre “Les pierres de foudre” (aquí, cap. XXV, “Las ‘piedras del rayo’”)). 6757 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
La conclusión que debe sacarse de estas consideraciones es que hay tantas “Tierras’ Santas” particulares como formas tradicionales regulares existen, puesto que representan los centros espirituales que corresponden respectivamente a las diferentes formas; pero, si igual simbolismo se aplica uniformemente a todas esas “Tierras Santas”, ello se debe a que los centros espirituales tienen todos una constitución análoga, y a menudo hasta en muy precisos pormenores, porque son otras tantas imágenes de un mismo centro único y supremo, solo el cual es verdaderamente el “Centro del Mundo”, pero del cual aquéllos toman los atributos como participantes de su naturaleza por una comunicación directa, en la cual reside la ortodoxia tradicional, y como representantes efectivos de él, de una manera más o menos exterior, para tiempos y lugares determinados. En otros términos, existe una “TIERRA SANTA” por excelencia, prototipo de todas las otras, centro espiritual al cual todas las demás están subordinadas, sede de la tradición primordial, de la cual todas las tradiciones particulares derivan por adaptación a tales o cuales condiciones definidas de un pueblo o de una época. Esa “TIERRA SANTA” por excelencia es la “comarca suprema”, según el sentido del término sánscrito Paradeça, del cual los caldeos hicieron Pardés y los occidentales Paraíso; es, en efecto, el “Paraíso terrestre”, ciertamente punto de partida de toda tradición, que tiene en su centro la fuente única de donde parten los cuatro ríos que fluyen hacia los cuatro puntos cardinales (Esta fuente es idéntica a la “fuente de enseñanza” a la cual hemos tenido precedentemente oportunidad de hacer aquí mismo diferentes alusiones), y es a la vez “morada de inmortalidad”, como es fácil advertirlo refiriéndose a los primeros capítulos del Génesis (Por eso la “fuente de enseñanza” es al mismo tiempo la “fuente de juvencia” (fons iuventutis), porque quien bebe de ella se libera de la condición temporal; está, por otra parte, situada al pie del “Árbol de Vida” (ver nuestro estudio sobre “Le Langage secret de Dante et des Fidèles d’Amour’” en V. I., febrero de 1929) y sus aguas se identifican evidentemente con el “elixir de longevidad” de los hermetistas (la idea de “longevidad” tiene aquí la misma significación que en las tradiciones orientales) o al “elixir de inmortalidad”, de que se trata en todas partes bajo nombres diversos) 6759 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
No podemos volver aquí sobre todas las cuestiones concernientes al Centro supremo, que hemos tratado más o menos completamente en otros lugares: su conservación, de un modo más o menos oculto según los períodos, desde el comienzo hasta el fin del ciclo, o sea desde el “Paraíso terrestre” hasta la “Jerusalén celeste”, que representan las dos fases extremas; los múltiples nombres con los cuales se lo designa, como los de Tula, Lûz, Salêm, Agarttha; los diferentes símbolos que lo figuran, como la montaña, la caverna, la isla y muchos otros, en relación inmediata, por su mayor parte, con el simbolismo del “Polo” o del “Eje del Mundo”. A estas figuraciones podríamos agregar también las que lo presentan como una ciudad, una ciudadela, un templo o un palacio, según el aspecto especial en que se lo encara; y ésta es la ocasión de recordar, al mismo tiempo que el Templo de Salomón, más directamente vinculado con nuestro tema, el triple recinto de que hemos hablado recientemente considerándolo como representación de la jerarquía iniciática de ciertos centros tradicionales (Ver nuestro artículo sobre “La triple enceinte druidique” (aquí, cap. X: “El triple recinto druídico”); hemos señalado allí, precisamente, la relación de esta figura, en sus dos formas: circular y cuadrada, con el simbolismo del “Paraíso terrestre” y de la “Jerusalén celeste”), y también el misterioso laberinto, que, en forma más compleja, se vincula con una concepción similar, con la diferencia de que pone en evidencia sobre todo la idea de un “encaminarse” hacia el centro escondido (El laberinto cretense es el palacio de Minos, nombre idéntico al de Manu, y designación, por lo tanto, del legislador primordial. Por otra parte, puede comprenderse, por lo que aquí decimos, la razón de que el recorrido del laberinto trazado en el embaldosado de ciertas iglesias, en el Medioevo, fuera considerado como un sustituto de la peregrinación a TIERRA SANTA para quienes no podían realizarla; ha de recordarse que la peregrinación es una de las figuras de la iniciación, de suerte que la “peregrinación a TIERRA SANTA” es, en sentido esotérico, lo mismo que la “búsqueda de la Palabra perdida” o la “búsqueda del Santo Graal”). 6760 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Debemos añadir ahora que el simbolismo de la “TIERRA SANTA” tiene un doble sentido: ya se refiera al Centro supremo o a un centro subordinado, representa no solo a este centro mismo sino también, por una asociación por lo demás muy natural, a la tradición que de él emana o que en él se conserva, es decir, en el primer caso, a la tradición primordial, y en el segundo, a determinada forma de tradición particular (Analógicamente, desde el punto de vista cosmogónico el “Centro del Mundo” es el punto original de donde se profiere el Verbo creador, que es también el Verbo mismo). Este doble sentido se encuentra análogamente, y de modo muy neto, en el simbolismo del “Santo Graal”, que es a la vez un vaso (grasale) y un libro (gradale o graduale); este último aspecto designa manifiestamente la tradición, mientras que el primero concierne más directamente al estado correspondiente a la posesión efectiva de esa tradición, vale decir al “estado edénico”, si se trata de la tradición primordial; y quien ha llegado a tal estado está, por eso mismo, reintegrado al Pardés, de suerte que puede decirse que su morada se encuentra en adelante en el “Centro del Mundo” (Importa recordar, a este propósito, que en todas las tradiciones los lugares simbolizan esencialmente estados. Por otra parte, haremos notar que hay un parentesco evidente entre el simbolismo del vaso o la copa y el de la fuente, de que hemos tratado más arriba: se ha visto también que, entre los egipcios. el vaso era el jeroglífico del corazón, centro vital del ser. Recordemos, por último, lo que ya hemos señalado en otras ocasiones con referencia al vino como sustituto del soma védico y como símbolo de la doctrina oculta; en todo ello, con una u otra forma, se trata siempre del elixir de inmortalidad” y de la restauración del “estado primordial”) 6761 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
No sin motivo hemos relacionado aquí ambos simbolismos, pues su estrecha similitud muestra que, cuando se habla de la “caballería del Santo Graal” o de los “Guardianes de la TIERRA SANTA”, debe entenderse por ambas expresiones exactamente la misma cosa; nos falta explicar, en la medida de lo posible, en qué consiste propiamente la función de esos “guardianes”, función que fue en particular la de los Templarios (Saint-Yves d’Alveidre emplea, para designar a los “guardianes” del Centro supremo, la expresión “Templarios del Agarttha”; las consideraciones que aquí formulamos harán ver la exactitud de este término, cuya significación él mismo quizá no había captado plenamente) 6762 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Así, pues, no todos los que participan de la tradición han llegado al mismo grado ni realizan las mismas funciones; inclusive sería preciso establecer una distinción entre ambas cosas, las cuales, aunque generalmente en cierta manera se corresponden, no son empero estrictamente solidarias, pues puede ocurrir que un hombre esté intelectualmente cualificado para recibir los grados más altos pero no sea apto por eso para cumplir todas las funciones en la organización iniciática. Aquí, solo debemos considerar las funciones; y, desde este punto de vista, diremos que los “guardianes” están en el límite del centro espiritual, tomado en su sentido más lato, o en el último recinto, aquel por el cual el centro está a la vez separado del “mundo exterior” y en relación con él. Por consiguiente, estos “guardianes” tienen una doble función: por una parte, son propiamente los defensores de la “TIERRA SANTA” en el sentido de que vedan el acceso a quienes no poseen las cualificaciones requeridas para penetrar, y constituyen lo que hemos llamado su “cobertura externa”, es decir, la ocultan a las miradas profanas; por otra parte, aseguran también así ciertas relaciones regulares con el exterior, según lo explicaremos en seguida. 6765 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Es evidente que el papel de defensor es, para hablar el lenguaje de la tradición hindú, una función de kshátriya; y, precisamente, toda iniciación “caballeresca” está esencialmente adaptada a la naturaleza propia de los hombres que pertenecen a la casta guerrera, o sea la de los kshátriya. De ahí provienen los caracteres especiales de esta iniciación, el simbolismo particular de que hace uso, y especialmente la intervención de un elemento afectivo, designado muy explícitamente por el término “Amor”; nos hemos explicado suficientemente sobre este asunto para que sea innecesario detenernos más en él (Ver “Le Langage secret de Dante et des ‘Fidéles d’Amour’”, en V. I., febrero de 1929). Pero, en el caso de los Templarios, hay algo más que tomar en cuenta: aunque su iniciación haya sido esencialmente “caballeresca”, como convenía a su naturaleza y función, tenían un doble carácter, a la vez militar y religioso; y así debía ser si pertenecían, como tenemos buenas razones para creerlo, a los “guardianes” del Centro supremo, donde la autoridad espiritual y el poder temporal se reúnen en su principio común, y que comunica la marca de esta reunión a todo cuanto le está directamente vinculado. En el mundo occidental, donde lo espiritual toma la forma específicamente religiosa, los verdaderos “Guardianes de la TIERRA SANTA”, en tanto que tuvieron una existencia en cierto modo “oficial”, debían ser caballeros, pero caballeros que fuesen monjes a la vez; y, en efecto, eso precisamente fueron los Templarios. 6766 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Esto no significa, empero, que todo vínculo haya sido cortado de una vez por todas; durante bastante tiempo pudieron haberse mantenido relaciones en cierta medida, pero solo de una manera oculta, por intermedio de organizaciones como la Fede Santa o los “Fieles de Amor”, como la “Massenie del Santo Graal”, y sin duda muchas otras, todas herederas del espíritu de la Orden del Temple, y en su mayoría vinculadas con ella por una filiación más o menos directa. Aquellos que conservaron vivo este espíritu y que inspiraron tales organizaciones sin constituirse nunca ellos mismos en ninguna agrupación definida, fueron aquellos a quienes se llamó, con un nombre esencialmente simbólico, los Rosacruces; pero llegó un día en que los Rosacruces mismos debieron abandonar Occidente, donde las condiciones se habían hecho tales que su acción no podía ejercerse ya, y, se dice, se retiraron entonces a Asia, reabsorbidos en cierto modo hacia el Centro supremo, del cual eran como una emanación. Para el mundo occidental, ya no hay “TIERRA SANTA” que guardar, puesto que el camino que a ella conduce se ha perdido ya enteramente; ¿cuánto tiempo todavía durará esta situación, y cabe siquiera esperar que la comunicación pueda ser restablecida tarde o temprano? Es ésta una pregunta a la cual no nos corresponde dar respuesta; aparte de que no queremos arriesgar ninguna predicción, la solución no depende sino de Occidente mismo, pues solo retornando a condiciones normales y recobrando el espíritu de su tradición, si le queda aún la posibilidad, podrá ver abrirse de nuevo la vía que conduce al “Centro del Mundo”. 6770 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
El laberinto, como bien lo ha visto Jackson Knight, tiene una doble razón de ser, en cuanto permite o veda, según los casos, el acceso a determinado lugar donde no todos pueden penetrar indistintamente; solo los que están “cualificados” podrán recorrerlo hasta el fin, mientras que los otros se verán impedidos de penetrar o extraviarán el camino. Se ve inmediatamente que hay aquí la idea de una “selección”, en relación evidente con la admisión a la iniciación misma: el recorrido del laberinto no es propiamente, pues, a este respecto, sino una representación de las pruebas iniciáticas; y es fácil comprender que, cuando servía efectivamente como medio de acceso a ciertos santuarios, podía ser dispuesto de tal manera que los ritos correspondientes se cumplieran en ese trayecto mismo. Por otra parte, se encuentra también la idea de “viaje”, en el aspecto en que esa idea se asimila a las pruebas mismas, como puede verificárselo aún hoy en ciertas formas iniciáticas, la masonería por ejemplo, donde cada una de las pruebas simbólicas se designa, precisamente, como un “viaje”. Otro simbolismo equivalente es el de la “peregrinación”; y recordaremos a este respecto los laberintos que se trazaban otrora en las lajas del piso de ciertas iglesias, cuyo recorrido se consideraba como un 14 sustituto” del peregrinaje a TIERRA SANTA; por lo demás, si el punto en el que termina ese recorrido representa un lugar reservado a los “elegidos”, ese lugar es real y verdaderamente una “TIERRA SANTA” en el sentido iniciático de la expresión: en otros términos, ese punto no es sino la imagen de un centro espiritual, como todo lugar de iniciación lo es igualmente (Jackson Knight menciona estos laberintos. pero no les atribuye sino una significación simplemente religiosa; parece ignorar que su trazado no pertenecía en modo alguno a la doctrina exotérica, sino exclusivamente al simbolismo de las organizaciones iniciáticas de constructores). 6963 SFCS LA CAVERNA Y EL LABERINTO
A. K. Coomaraswamy ha estudiado ( “The Iconography of Dürer’s ‘Knots’ and Leonardo’s ‘Concatenation’” en The Art Quarterly, número de primavera de 1944) la significación simbólica de ciertos “nudos” que se encuentran entre los grabados de Alberto Durero; tales “nudos” son muy complicados entrelazamientos formados por el trazado de una línea continua, y el conjunto se dispone en una figura circular; en varios casos, el nombre de Durero aparece inscripto en el centro. Esos “nudos” han sido relacionados con una figura similar atribuida generalmente a Leonardo de Vinci, y en cuyo centro se leen las palabras: Academia Leonardi Vinci; algunos han querido ver en ellas la “signatura colectiva” de una “Academia” esotérica, como existían en cierto número en la Italia de la época, y sin duda no carecen de razón. En efecto, tales dibujos se han llamado a veces “dédalos” o “laberintos”, y, como lo señala Coomaraswamy, pese a la diferencia de formas, que puede deberse en parte a razones de orden técnico, tienen efectivamente estrecha relación con los laberintos, y más en particular con los que se trazaban en el embaldosado de ciertas iglesias medievales; ahora bien, éstos se consideran igualmente como una “signatura colectiva” de las corporaciones de constructores. En cuanto simbolizan el vínculo que une entre sí a los miembros de una organización iniciática, o por lo menos esotérica, tales trazados ofrecen evidentemente similitud notable con la “cadena de unión” masónica; y si se recuerdan los nudos de ésta, el nombre de “nudos” (Knoten) dado a tales dibujos, al parecer por el mismo Durero, resulta también muy significativo. Por esta razón, y por otra sobre la cual volveremos luego, es también importante advertir que se trata de líneas sin solución de continuidad (Podrá recordarse aquí el pentalfa, que, como signo de reconocimiento entre los pitagóricos, debía trazarse en línea continua. (Es una estrella de cinco puntas formada por cinco segmentos de recta, y semejante a cinco alfas mayúsculas entrelazadas cuyos rasgos transversales forman un pentágono central. (N. del T))); los laberintos de las iglesias, igualmente, podían recorrerse de extremo a extremo sin encontrar en ninguna parte punto de interrupción ninguno que obligara a detenerse o a rehacer el camino, de modo que constituían en realidad una vía muy larga que debía cumplirse enteramente antes de llegar al centro (Cf. W. R. Lethaby, Architecture, Mysticism and Myth, cap. VII. Este autor, que era arquitecto, ha reunido en su libro un gran número de informaciones interesantes acerca del simbolismo arquitectónico, pero desgraciadamente no ha sabido ver la verdadera significación). En ciertos casos, como en Amiens, el “maestro de obra” se había hecho representar en la parte central, así como Vinci y Durero inscribían en ella sus nombres; se situaban así simbólicamente en una “TIERRA SANTA” (Sabido es que estos laberintos se llamaban comúnmente “caminos de Jerusalén” y que su recorrido se consideraba como equivalente a la peregrinación a TIERRA SANTA; en Saint-omer, el centro contenía una representación del Templo de Jerusalén), es decir, en un lugar reservado a los “elegidos”, según lo hemos explicado en otro lugar ( “La Caverne et le Labyrinthe” (aquí, cap. XXIX: “La Caverna y el Laberinto”)), o en un centro espiritual que era, en todos los casos, una imagen o reflejo del verdadero “Centro del Mundo”, tal como en la tradición extremo-oriental el Emperador se situaba siempre en el lugar central (Ver La Grande Triade, cap. XVI. Podría recordarse, con motivo de esta vinculación, el título de Imperator dado al jefe de ciertas organizaciones rosacruz). 7268 SFCS ENCUADRES Y LABERINTOS