Uno de los símbolos a que queremos referirnos es el triángulo con el VÉRTICE hacia abajo; es como una suerte de representación esquemática de la copa sacrificial, y con tal valor se encuentra en ciertos yantra o símbolos geométricos de la India. Por otra parte, es particularmente notable desde nuestro punto de vista que la misma figura sea igualmente un símbolo del corazón, cuya forma reproduce simplificándola: el “triángulo del corazón” es expresión corriente en las tradiciones orientales. Esto nos conduce a una observación tampoco desprovista de interés: que la figuración del corazón inscripto en un triángulo así dispuesto no tiene en sí nada de ilegítimo, ya se trate del corazón humano, o del Corazón divino, y que, inclusive, resulta harto significativa cuando se la refiere a los emblemas utilizados por cierto hermetismo cristiano medieval, cuyas intenciones fueron siempre plenamente ortodoxas. Si a veces se ha querido, en los tiempos modernos, atribuir a tal representación un sentido blasfemo ( (Ver Reg., agosto-septiembre de 1924)), es porque, conscientemente o no, se ha alterado la significación primera de los símbolos hasta invertir su valor normal; se trata de un fenómeno del cual podrían citarse muchos ejemplos y que por lo demás encuentra su explicación en el hecho de que ciertos símbolos son efectivamente susceptibles de doble interpretación, y tienen como dos faces opuestas. La serpiente, por ejemplo, y también el león, ¿no significan a la vez, según los casos, Cristo y Satán? No podemos entrar a exponer aquí, a ese respecto, una teoría general, que nos llevaría demasiado lejos; pero se comprenderá que hay en ello algo que hace muy delicado al manejo de los símbolos y también que este punto requiere especialísima atención cuando se trata de descubrir el sentido real de ciertos. emblemas y traducirlo correctamente ( (Cf. Le Règne de la quantité et les signes des temps, cap. XXIX: “Le renversement des symboles”)). 42 SFCS EL SAGRADO CORAZON Y LA LEYENDA DEL SANTO GRAAL
“Un ejemplo notable de figuración del Ómphalos es el betilo de Kermaria, cerca de Point-l’Abbé (Finisterre), cuya forma general es la de un cono regular, redondeado en el VÉRTICE. En la parte inferior hay una línea sinuosa que podría no ser sino una forma estilizada de la serpiente (…); el VÉRTICE está rodeado de una greca. En una de las caras hay un svástika; y la presencia de este signo (del cual, por lo demás, la greca es un derivado) bastaría para confirmar de la manera más neta posible la significación de ese curioso monumento. En otra cara hay otro símbolo no menos interesante: es una figura con ocho rayos, circunscripta por un cuadrado, en vez de serlo por un círculo, como la rueda; esta figura es, pues, enteramente comparable a la bandera británica, que debe ser igualmente de origen celta. Lo más extraño, es que este signo del betilo de Kermaria se encuentre exactamente reproducido, en varios ejemplares, en el grafito del torreón de Chinon (…); y en el mismo grafito se ve además la figura con ocho rayos trazada sobre el escudo oval que sostiene un personaje arrodillado. (En nota: Este escudo recuerda netamente la rueda de ocho rayos, así como el de la figura alegórica de Albión, que tiene la misma forma, recuerda la rueda de seis rayos, según lo que hemos señalado). Este signo debe de haber desempeñado un papel bastante importante en el simbolismo de los Templarios (en nota: La misma figura ha sido conservada además en la Masonería moderna; pero en ella se la considera solo como la ‘clave de las cifras’, y se muestra que, en efecto, es posible descomponerla de modo de obtener todas las cifras árabes en forma más o menos esquematizada), pues ‘se encuentra también en antiguas encomiendas del Temple; se la ve igualmente, como signo heráldico, en un gran escudo de armas, en la cabeza de la estatua funeraria de un templario del siglo XIII, de la encomienda de la Roche-en-Cloué (Viena), y en una piedra esculpida, en la encomienda de Mauleon, cerca de Châtillon-sur-Sévre (Deux-Sèvres)’ (Charbonneau-Lassay, Le Coeur rayonnant du donjon de Chinon, pág. 16). Esta última figuración es, por otra parte, la de una rueda propiamente dicha; y no es sino un ejemplo entre muchos otros, de la continuación de las tradiciones célticas a través de todo el Medioevo. Hemos omitido señalar antes, acerca de dicho símbolo, que una de las significaciones principales del número 8 es la de ‘justicia’ y ‘equilibrio’, ideas que, según lo hemos mostrado, se vinculan directamente con la del Centro (sabida es también la importancia de la Ogdóada para los pitagóricos)”)). P. Le Cour indica que el símbolo del triple cuadrado se encuentra también en Roma, en el claustro de San Pablo, del siglo XIII, y que, por otra parte, era conocido en la Antigüedad aun fuera del ámbito céltico, puesto que él mismo lo ha encontrado varias veces en la Acrópolis de Atenas y en las lajas del Partenón y del Erecteión. 152 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO
Sentado esto, volvamos a la relación entre la Tetraktys el cuadrado de cuatro: los números 10 y 16 ocupan la misma fila, la cuarta, respectivamente en la serie de los números triangulares y en la de los números cuadrados. Sabido es que los números triangulares son los obtenidos sumando los enteros consecutivos desde la unidad hasta cada uno de los términos sucesivos de la serie; la unidad misma es el primer número triangular, como es también el primer número cuadrado, pues, siendo el principio y origen de la serie de los números enteros, debe serlo igualmente de todas las demás series así derivadas. El segundo número triangular es 1+2=3, lo que, por lo demás, muestra que, en cuanto la unidad ha producido por su propia polarización el binario, por eso mismo se tiene ya inmediatamente el ternario; y la representación geométrica es evidente: 1 corresponde al VÉRTICE del triángulo, 2 a los extremos de su base, y el triángulo mismo en conjunto es, naturalmente, la figura del número 3. Si se consideran ahora los tres términos del ternario como dotados de existencia independiente, su suma da el tercer número triangular: 1+2+3=6; este número senario, siendo el doble del ternario, implica, puede decirse, un nuevo ternario que es reflejo del primero, como en el conocido símbolo del “sello de Salomón”; pero esto podría dar lugar a otras consideraciones que excederían nuestro tema. Siguiendo la serie, se tiene, para el cuarto número triangular, 1+2+3+4=10, es decir, la Tetraktys; y así se ve, como lo habíamos explicado, que el cuaternario contiene en cierto modo todos los números, puesto que contiene al denario, de donde la fórmula del Tao-te King que hemos citado en una oportunidad anterior: “uno produjo dos, dos produjo tres, tres produjo todos los números”, lo que, equivale además a decir que toda la manifestación está como involucrada en el cuaternario o, inversamente, que éste constituye la base completa del desarrollo integral de aquélla. 207 SFCS LA TETRAKTYS Y EL “CUADRADO DE CUATRO”
Para volver sobre ciertas consideraciones referentes a la figura de la “piedra cúbica”, a la que acabamos de aludir, diremos ante todo que esta figura, en los antiguos documentos, se completa, de modo harto inesperado, con la adición de un hacha que parece situada en equilibrio sobre el VÉRTICE mismo de la pirámide. Esta particularidad ha intrigado a menudo a los especialistas en simbolismo masónico, la mayor parte de los cuales no ha podido ofrecer ninguna explicación satisfactoria; empero, se ha sugerido que el hacha podría muy bien no ser en ese caso sino el jeroglífico de la letra hebrea qâf, y nos ha parecido interesante presentar algunos lineamientos generales a ese respecto, pese al carácter de extrañeza que tales cosas corren riesgo de asumir a los ojos del lector occidental, forzosamente no habituado a este género de consideraciones. 217 SFCS UN JEROGLIFICO DEL POLO
El sentido más general vinculado con la letra de que se trata, sea en hebreo o en árabe, es el de “fuerza” o “potencia” (en árabe, qowah), la cual, por lo demás, según los casos, puede ser de orden material o de orden espiritual (La distinción entre estos dos sentidos se señala en árabe por una diferencia en la ortografía de la palabra: qowah para el primero, qowâ paya el segundo); y ciertamente a este orden corresponde, de modo más inmediato, el simbolismo de un arma como el hacha. En el caso que ahora nos ocupa, evidentemente ha de tratarse de una potencia espiritual; esto resulta de que el hacha está puesta en relación directa, no con el cubo, sino con la pirámide; y podrá recordarse aquí lo que hemos expuesto ya en otras ocasiones sobre la equivalencia del hacha con el vajra (Sobre el vajra, ver cap. XXVI y LII. (N. del T)), que es también, ante todo, el signo de la potencia espiritual. Hay más: el hacha está situada, no en un punto cualquiera, sino, como hemos dicho, en el VÉRTICE de. la pirámide, VÉRTICE que a menudo se considera como representación de la cúspide de una jerarquía espiritual o iniciática; esta posición parece indicar, pues, la más alta potencia espiritual en acción en el mundo, vale decir lo que todas las tradiciones designan como el “Polo”; también aquí, recordaremos el carácter “axial” de las armas simbólicas en general y en particular del hacha, que manifiestamente está en perfecto acuerdo con tal interpretación. 218 SFCS UN JEROGLIFICO DEL POLO
Pero lo más notable es que el nombre mismo de la letra qâf es también, en la tradición árabe, el de la Montaña sagrada o polar (Algunos quieren identificar la montaña de Qâf con el Cáucaso (Qâfqâsîyah); si esta asimilación debiera tomarse literalmente, en el sentido geográfico actual, sería ciertamente errónea, pues no se compadecería en modo alguno con lo que se dice de la Montaña sagrada, que no se la puede alcanzar “ni por tierra ni por mar” (lâ bi-l-barr wa-lâ bi-l-bahr); pero ha de hacerse notar que el nombre de “Cáucaso” se aplicó antiguamente a diversas montañas situadas en muy diferentes regiones, lo que da a pensar que bien puede haber sido originariamente una de las designaciones de la Montaña sagrada, de la cual los otros Cáucasos serían solamente entonces otras tantas “localizaciones” secundarias); la pirámide, que es esencialmente una imagen de ésta, lleva, pues, así, por la letra o por el hacha que la sustituye, su propia designación de tal, como para no dejar subsistir duda alguna sobre la significación que conviene reconocerle tradicionalmente. Además, si el símbolo de la montaña o de la pirámide está referido al “Eje del Mundo”, su VÉRTICE, donde se sitúa dicha letra, se identifica más especialmente con el Polo mismo; pero qâf equivale numéricamente a maqâm (Qâf=100+1+80=181; maqâm=40+100+1+40=181. En hebreo, la misma equivalencia numérica existe entre qôph y maqôm; estas palabras, por lo demás, no difieren de sus correspondientes árabes sino por la sustitución de álif con vav, de lo cual existen muchos otros ejemplos (nâr y nûr, ‘àlam y ‘ôlam, etc); el total es entonces 186), lo que designa a ese punto como el “Lugar” por excelencia, es decir, el único punto que permanece fijo e invariable en todas las revoluciones del mundo. 219 SFCS UN JEROGLIFICO DEL POLO
Por otra parte, importa destacar que ese carácter escondido o secreto, en lo que concierne a los centros espirituales o a sus figuraciones, implica que la verdad tradicional misma, en su integridad, no es ya accesible a todos los hombres indistintamente, lo que indica que se trata de una época de “oscurecimiento” por lo menos relativo; esto permite “situar” tal simbolismo en el curso del proceso cíclico; pero se trata de un punto sobre el cual hemos de volver de manera más completa al tratar las relaciones de la caverna y la montaña en cuanto ambas se toman como símbolos del centro. Por el momento, nos conformaremos con indicar a este respecto que el esquema del corazón es un triángulo con el VÉRTICE hacia abajo (“triángulo del corazón” es otra expresión tradicional); y ese mismo esquema se aplica también a la caverna, mientras que el de la montaña, como el de la pirámide que a ella equivale, es, al contrario, un triángulo con el VÉRTICE hacia arriba; esto muestra que se trata de una relación inversa, y también, en cierto sentido, complementaria. Agregaremos, acerca de esta representación del corazón y la caverna por el triángulo invertido, que es uno de los casos en que a éste no se vincula, evidentemente, ninguna idea de “magia negra”, contra lo que harto a menudo pretenden quienes no tienen del simbolismo sino un conocimiento por completo insuficiente. 387 SFCS EL CORAZON Y LA CAVERNA
Según hemos señalado anteriormente, el esquema de la montaña, al igual que el de la pirámide o el del montículo, sus equivalentes, es un triángulo con el VÉRTICE hacia arriba; el de la caverna, al contrario, es un triángulo con el VÉRTICE hacia abajo, y por ende invertido con respecto a aquél. Este triángulo invertido es igualmente el esquema del corazón (Puede ser referido a esta figuración el hecho de que el nombre árabe del corazón (qa1b) significa propiamente que está en posición “invertida” (maqlûb) (cf. T. Burckhardt, “Du Barzakh”, en É. T., diciembre de 1937)), y el de la copa, que está generalmente asimilada a aquél en el simbolismo, según lo hemos mostrado particularmente en lo que concierne al Santo Graal (En el antiguo Egipto, el vaso era el jeroglífico del corazón. La “copa” del Tarot corresponde también al “corazón” de los naipes ordinarios (franceses; en la baraja española se ha mantenido la figura de la copa (N. del T))). Agreguemos que estos últimos símbolos y sus similares, desde un punto de vista más general, se refieren al principio pasivo o femenino de la manifestación universal, o a alguno de los aspectos de él (El triángulo invertido es en la India uno de los principales símbolos de la Çakti; es también el de las Aguas primordiales), mientras que los símbolos esquematizados por el triángulo con el VÉRTICE hacia arriba se refieren al principio activo o masculino; se trata, pues, de una verdadera complementariedad. Por otra parte, si se disponen ambos triángulos uno debajo del otro, lo que corresponde a la situación de la caverna bajo la montaña, se ve que el segundo puede considerarse como el reflejo del primero (fig. 12); y esta idea de reflejo conviene muy bien a la relación de un símbolo derivado con respecto al símbolo principal, según lo que acabamos de decir acerca de la relación entre la montaña y la caverna en cuanto representaciones sucesivas del centro espiritual en las diferentes fases del desarrollo cíclico. 395 SFCS LA MONTAÑA Y LA CAVERNA
Encontramos otras indicaciones interesantes en las significaciones de la palabra árabe rukn, ‘ángulo’, ‘esquina’; esa palabra, como designa las extremidades de una cosa, es decir, sus partes más retiradas y, por consiguiente, más escondidas (recondita et abscondita, podría decirse en latín), toma a veces un sentido de ‘secreto’ o ‘misterio’; y, a este respecto, su plural arkàn es de vincular con el latín arcanum, que tiene igualmente el mismo sentido, y con el cual presenta una similitud notable; por lo demás, en el lenguaje de los hermetistas por lo menos, el empleo del término “arcano” ha sido influido ciertamente de modo directo por esa palabra árabe (Podría resultar de interés investigar si puede existir un parentesco etimológico real entre la palabra árabe y la latina, incluso en el uso antiguo de esta última (por ejemplo, en la disciplina arcani de los cristianos de los primeros tiempos), o si se trata solo de una “convergencia” producida solo ulteriormente, entre los hermetistas medievales). Además, rukn significa también ‘base’ o ‘fundamento’, lo que nos reconduce a la corner-stone entendida como la “piedra fundamental”; en la terminología alquímica, el-arkàn, cuando esta designación se emplea sin precisar más, son los cuatro elementos, es decir, las “bases” sustanciales de nuestro mundo, asimilados así a las piedras de base de los cuatro ángulos de un edificio, pues sobre ellos se construye en cierto modo todo el mundo corpóreo (representado también por la forma cuadrada) (Esta asimilación de los elementos a los cuatro ángulos de un cuadrado está también en relación, naturalmente, con la correspondencia que existe entre esos elementos y los puntos cardinales); y por aquí llegamos también directamente al simbolismo que ahora nos ocupa. En efecto, no hay solamente esos cuatro arkàn o elementos “básicos”, sino además un quinto rukn, el quinto elemento o “quintaesencia” (es decir el éter, el-athîr); éste no está en el mismo “plano” que los otros, pues no es simplemente una base, como ellos, sino el principio mismo de este mundo (Estaría en el mismo plano (en su punto central) si este plano se tomara como representación de un estado de existencia íntegro; pero no siempre es el caso aquí, pues el edificio total es una imagen del mundo. Observemos, a este respecto, que la proyección horizontal de la pirámide a que nos referíamos más arriba está constituida por el cuadrado de la base con sus diagonales, y las aristas laterales se proyectan según las diagonales y el VÉRTICE en el punto de encuentro de estos elementos, o sea en el centro mismo del cuadrado); será representado, pues, por el quinto “ángulo” del edificio, que es su sumidad; y a este “quinto”, que es en realidad el “primero”, conviene, propiamente la designación de ángulo supremo, de ángulo por excelencia o “ángulo de los ángulos” (rukn el-arkàn), puesto que en él la multiplicidael de los demás ángulos se reduce a la unidad (En el sentido de “misterio”, que hemos indicado, rukn el-arkàn equivale a sirr el-asrâr (‘misterio de los misterios’, ‘misterio supremo’), representado, según lo hemos explicado en otra oportunidad, por el extremo superior de la letra álif; como el álif mismo figura el “Eje del Mundo”, esto, según se verá en seguida, corresponde con toda exactitud a la posición de la keystone). Puede observarse aún que la figura geométrica obtenida reuniendo esos cinco ángulos es la de una pirámide de base cuadrangular: las aristas laterales de la pirámide emanan de su VÉRTICE como otros tantos rayos, así como los cuatro elementos ordinarios, que están representados por los extremos inferiores de esas aristas, proceden del quinto y son producidos por él; y también en el sentido de las aristas, que intencionalmente hemos asimilado a rayos por esta razón (y también en virtud del carácter “solar” del punto de que parten, según lo que hemos dicho respecto del “ojo” del domo), la “piedra angular” de la sumidad se “refleja” en cada una de las “piedras fundamentales” de los cuatro ángulos de la base. Por último, en lo que acabamos de decir está la indicación bien neta de una correlación entre el simbolismo alquímico y el simbolismo arquitectónico, lo que se explica por su común carácter “cosmológico”, es también éste un punto importante, sobre el cual hemos de volver con motivo de otras relaciones del mismo orden. 494 SFCS LA “PIEDRA ANGULAR”
Empero, antes de llegar a ello, nos falta elucidar una cuestión accesoria: acabamos de decir que la “piedra cimera” puede no ser una “clave de bóveda” en todos los casos, y, en efecto, no lo es sino en una construcción cuya parte superior es en forma de cúpula; en cualquier otro caso, por ejemplo el de un edificio coronado por un techo en punta o en forma de tienda, no deja de haber una “última piedra” que, colocada en la sumidad, desempeña a este respecto el mismo papel que la “clave de bóveda” y, por consiguiente, corresponde también a ésta desde el punto de vista simbólico, sin que empero sea posible designarla con ese nombre; lo mismo ha de decirse del caso especial del pyramídion, al cual hemos aludido ya en otra ocasión. Debe quedar bien claro que, en el simbolismo de los constructores medievales, que se apoya en la tradición judeocristiana y se vincula con la construcción del Templo de Salomón como su prototipo (Las “leyendas” del Compagnonnage (‘compañerazgo’, organización artesanal de origen medieval, emparentada con la masonería), en todas sus ramas, dan fe de ello, así como las “superviviencias” propias de la antigua masonería operativa, que hemos considerado aquí), consta, en lo que concierne a la “piedra angular”, que es una “clave de bóveda”; y, si la forma exacta del Templo de Salomón ha podido dar lugar a discusiones desde el punto de vista histórico, es seguro, en todo caso, que esa forma no era la de una pirámide; son éstos hechos que hay que tener necesariamente en cuenta en la interpretación de los textos bíblicos referentes a la “piedra angular” (Así, pues, no podría tratarse de ningún modo, como algunos pretenden, de una alusión a un incidente ocurrido durante la construcción de la “Gran Pirámide” y con motivo del cuál ésta habría quedado inconclusa, lo que, por otra parte, es una hipótesis harto dudosa en sí y una cuestión histórica probablemente insoluble; además esa “inconclusión” misma estaría en contradicción directa con el simbolismo según el cual la piedra que había dido rechazada toma finalmente su lugar eminente como “cabeza del ángulo”). El pyramídion, es decir, la piedra que forma la punta superior de la pirámide, no es en modo alguno una “clave de bóveda”; no por eso deja de ser el “coronamiento” del edificio, y cabe señalar que reproduce su forma íntegra en modo reducido, como si todo el conjunto de la estructura estuviera así sintetizado en esa piedra única; la expresión “cabeza de ángulo”, en sentido literal, le conviene perfectamente, así como el sentido figurado del nombre hebreo del “ángulo” para designar el “jefe” o “cabeza”, tanto más cuanto que la pirámide, partiendo de la multiplicidad de la base para culminar gradualmente en la unidad de la cúspide, se toma a menudo como el símbolo de una jerarquía. Por otra parte, según lo que hemos explicado anteriormente acerca del VÉRTICE y los cuatro ángulos de la base en conexión con el significado de la palabra árabe rukn, podría decirse que la forma de la pirámide está contenida implícitamente en toda estructura arquitectónica; el simbolismo “solar” de esta forma, que hemos indicado en esa oportunidad, se encuentra aún más particularmente expresado en el pyramídion, como lo muestran diversas descripciones arqueológicas citadas por Coomaraswamy: el punto central o el VÉRTICE corresponde al sol mismo, y las cuatro caras (cada una comprendida entre dos “rayos” extremos que delimitan el dominio representado por ella) corresponden a otros tantos aspectos secundarios del mismo sol, en relación con los cuatro puntos cardinales, hacia los cuales las cuatro caras se orientan respectivamente. Pese a todo ello, no es menos verdad que el pyramídion constituye solamente un caso particular de “piedra angular” y no la representa sino en una forma tradicional especial, la de los antiguos egipcios; para responder al simbolismo judeocristiano de dicha piedra, que pertenece a otra forma tradicional sin duda alguna muy distinta de aquélla, le falta un carácter esencial, que es el de ser una “clave de bóveda”. 498 SFCS LA “PIEDRA ANGULAR”
Debe señalarse, empero, en lo que concierne al simbolismo “constructivo”, que la piedra fundamental de que acaba de hablarse no debe confundirse en modo alguno con la “piedra angular”, puesto que ésta es el coronamiento del edificio, mientras que aquélla se sitúa en el centro de su base (Como esta “piedra fundamental” no es angular, su situacióín, en este respecto al menos, no puede dar lugar a confusiones, y por eso no hemos necesitado hablar de ello con motivo de la “piedra angular”); y, así colocada en el centro, difiere igualmente de la “piedra de fundación” en el sentido ordinario del término, la cual ocupa uno de los ángulos de la misma base. Hemos dicho que en las piedras de base de los cuatro ángulos había como un reflejo y una participación de la verdadera “piedra angular” o “piedra cimera”; aquí, también puede hablarse de reflejo, pero se trata de una relación más directa que en el caso precedente, pues la “piedra cimera” y la “piedra fundamental” en cuestión están situadas sobre la misma vertical, de modo que la segunda es como la proyección horizontal de la primera sobre el plano de la base (Esto corresponde a lo que ya hemos indicado acerca de la proyección horizontal de la pirámide, cuyo VÉRTICE se proyecta en el punto de intersección de las diagonales del cuadrado de base, es decir, en el centro mismo de este cuadrado. En la masonería operativa, la ubicación de un edificio se determinaba, antes de iniciarse la construcción, por el llamado “método de los cinco puntos”, consistente en fijar primero los cuatro ángulos donde debían colocarse las cuatro primeras piedras, y después el centro, es decir —ya que la base era normalmente cuadrada o rectangular— el punto de intersección de sus diagonales; las estacas que señalaban esos cinco puntos se llamaban landmarks, y sin duda éste es el sentido primero y originario de ese término masónico); podría decirse que esta “piedra fundamental” sintetiza en sí, aun permaneciendo en el mismo plano que las piedras de los cuatro ángulos, los aspectos parciales representados por éstas (estando este carácter parcial expresado por la oblicuidad de las rectas que las unen a la sumidad del edificio). De hecho, la “piedra fundamental” del centro y la “piedra angular” son respectivamente la base y la cúspide del pilar axial, ya se encuentre éste figurado visiblemente, ya tenga una existencia solo “ideal”; en este último caso, la “piedra fundamental” puede ser una piedra de hogar o una de altar (lo que, por otra parte, es en principio la misma cosa), y de todos modos corresponde en cierto modo al corazón” mismo del edificio. 507 SFCS “LAPSIT EXILLIS”
Ahora bien —y a ello sobre todo queríamos llegar en el presente estudio—: los dos triángulos opuestos del “sello de Salomón” representan dos ternarios, uno de los cuales es como el reflejo o la imagen invertida del otro; y en esto ese símbolo es una figuración exacta de la analogía. También se puede, en la figura de seis radios, tomar los dos ternarios formados respectivamente por las extremidades de los tres radios superiores y por las de los tres inferiores; estando entonces situados enteramente en una y otra parte del plano de reflexión, están separados, en vez de entrelazarse como en el caso precedente; pero su relación inversa es exactamente la misma. Para precisar más este sentido del símbolo, una parte del diámetro horizontal está indicada a veces en el hexagrama (y es de notar que lo está también en la flor de lis); ese diárnetro horizontal representa, evidentemente, el trazado del plano de reflexión o la “superficie de las Aguas”. Agreguemos que habría aún otra representación del “sentido inverso” si se consideraran los dos diámetros oblicuos como formando el contorno aparente de dos conos opuestos por el VÉRTICE, cuyo eje sería el diámetro vertical; aquí igualmente, como su VÉRTICE común, que es el centro de la figura, está situado en el plano de reflexión, uno de esos dos conos es la imagen invertida del otro. 556 SFCS LOS SÍMBOLOS DE LA ANALOGÍA
No nos parece dudoso, en efecto, que se trate ante todo de un símbolo cuaternario, no tanto a causa de su parecido con la cifra 4, que podría en suma no ser sino “adventicio” en cierto modo, sino por otra razón más decisiva: esa cifra 4, en todas las marcas en que figura, tiene una forma que es exactamente la de una cruz en la cual el extremo superior del travesaño vertical y uno de los extremos del travesaño horizontal están unidos por una línea oblicua; ahora bien: es incontestable que la cruz, sin perjuicio de todas sus demás significaciones, es esencialmente un símbolo del cuaternario (La cruz representa al cuaternario en su aspecto “dinámico”, mientras que el cuadrado lo representa en su aspecto “estático”). Confirma aún esta interpretación el hecho de que hay casos en que el “cuatro de cifra”, en su asociación con otros símbolos, tiene manifiestamente un lugar que ocupa la cruz en otras figuraciones más habituales, idénticas a aquellas con esa sola diferencia; ocurre particularmente así cuando el “cuatro de cifra” se encuentra en la figura del “globo del Mundo”, o bien cuando está encima de un corazón, como sucede con frecuencia sobre todo en marcas de impresores (El corazón coronado de una cruz es, naturalmente, en la iconografía cristiana, la representación del “Sagrado Corazón”, el cual, por otra parte, desde el punto de vista simbólico, es una imagen del “Corazón del Mundo”; y es de notar que, siendo el esquema geométrico del corazón un triángulo con el VÉRTICE hacia abajo, el del símbolo entero no es otra cosa que el símbolo alquímico del azufre en posición invertida, el cual representa el cumplimiento de la “Gran Obra”, (En el artículo “Le Chrisme et le Coeur dans les anciennes marques corporatives”, de Regnabit. noviembre de 1925, Guénon agregaba, con respecto a esa misma vinculación simbólica: “Encontramos aquí el triángulo invertido, cuya equivalencia con el corazón y la copa hemos señalado ya; aislado, ese triángulo es el signo alquímico del agua, mientras que el triángulo recto, o sea con el VÉRTICE hacia arriba, es el del fuego. Ahora bien; entre las diversas significaciones que el agua tiene constantemente en las tradiciones más diversas, hay una particularmente interesante de registrar aquí: es el símbolo de la Gracia y de la regeneración por ella operada en el ser que la recibe; bastará recordar, a este respecto, el agua bautismal, las cuatro fuentes de agua viva del Paraíso terrestre, y tamién el agua que junto con la sangre mana del Corazón de Cristo, fuente inextinguible de la Gracia. Por último —y ello viene a corroborar aún estas explicaciones—, la inversión del símbolo del azufre significa el descenso de los influjos espirituales al “mundo de abajo”, es decir, al mundo terrestre y humano; es, en otros términos, el “rocío celeste” de que hemos hablado ya”)). 692 SFCS EL “CUATRO DE CIFRA”
El triángulo recto (o sea, con un VÉRTICE superior) se refiere propiamente al Principio; pero, cuando está invertido por reflejo en la manifestación, la mirada del ojo contenido en él aparece en cierto modo como dirigida “hacia abajo” (Se puede establecer una vinculación entre esto y el significado del nombre de Avalokitèçvara (el Bodhisattva mahayánico a veces llamado “Señor de Compasión”), que se interpreta habitualmente como ‘el Señor que mira hacia abajo’), es decir, del Principio de la manifestación misma, y, además de su sentido general de “omnipresencia”, toma entonces más netamente el significado especial de “Providencia”. Por otra parte, si se considera ese reflejo, más particularmente, en el ser humano, debe notarse que la forma del triángulo invertido no es sino el esquema geométrico del corazón (En árabe, “corazón” se dice qalb, e “invertido” se dice maqlûb, palabra derivada de la misma raíz); el ojo que está en su centro es entonces, propiamente, el “ojo del corazón” (‘aynu-l-qa1b en el esoterismo islámico), con todas las significaciones que implica. Además, conviene agregar que por eso, según otra conocida expresión, se trata del corazón “abierto” (el-qalbu-l-maftùh); esta abertura, ojo o yod, puede ser figurada simbólicamente como una “herida”, y recordaremos a este respecto el corazón irradiante de Saint-Denis d’Orques, sobre el cual ya hemos hablado anteriormente (Ver “Le Coeur rayonnant et le Coeur enflammé” (aquí, cap. LXIX: “El Corazón irradiante y el Corazón en llamas”)), y una de cuyas particularidades más notables es precisamente que la herida, o lo que exteriormente presenta esa apariencia, tiene visiblemente la forma de un yod. 760 SFCS “EL OJO QUE LO VE TODO”