vivientes (SFCS)

No sin razón el R. P. Anizán, al principio de cuyo artículo nos referimos en todo momento, recordaba las primeras palabras del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”. El Verbo, el Logos, es a la vez Pensamiento y Palabra: en sí, es el Intelecto divino, que es ellugar de los posibles”; con relación a nosotros, se manifiesta y se expresa por la Creación, en la cual se realizan en existencia actual algunos de esos mismos posibles que, en cuanto esencias, están contenidos en Él desde toda la eternidad. La Creación es obra del Verbo; es también, por eso mismo, su manifestación, su afirmación exterior; y por eso el mundo es como un lenguaje divino para aquellos que saben comprenderlo: Caeli enarrant gloriam Dei (Ps. XIX, 2). El filósofo Berkeley no se equivocaba, pues, cuando decía que el mundo es “el lenguaje que el Espíritu infinito habla a los espíritus finitos”; pero erraba al creer que ese lenguaje no es sino un conjunto de signos arbitrarios, cuando en realidad nada hay de arbitrario ni aun en el lenguaje humano, pues toda significación debe tener en el origen su fundamento en alguna conveniencia o armonía natural entre el signo y la cosa significada. Porque Adán había recibido de Dios el conocimiento de la naturaleza de todos los seres VIVIENTES, pudo darles sus nombres (Génesis, II, 19-20); y todas las tradiciones antiguas concuerdan en enseñar que el verdadero nombre de un ser es uno con su naturaleza o esencia misma. 2002 EMS IV: EL VERBO Y EL SÍMBOLO

Acabamos de ver que la apelación de “Corazón del Mundo” o de “Centro del Mundo” es extendida a la entera Tierra de Israel, en tanto que ésta es considerada como la “Tierra Santa”; y hay que destacar también que ella recibe, en el mismo aspecto, otras diversas denominaciones, entre las cuales la de “Tierra de los Vivientes” es una de las más notables. Se habla de “la Tierra de los Vivientes que comprende siete tierras”, y P. Vulliaud observa que “esta tierra es Canaán en la cual había siete pueblos”, lo que es exacto en el sentido literal, bien que una interpretación simbólica sea igualmente posible y por ello se dice: “Yo marcharé ante el Señor en las Tierras de los VIVIENTES (be-aretsoth ha-hayim?)” (Ps., CXVI, 9). Se sabe que la liturgia católica emplea esta apelación de “Tierra de los Vivientes” para la morada celestial de los elegidos, que era en efecto figurada por la Tierra prometida, puesto que Israel, penetrando en ella, debía ver el fin de sus tribulaciones; y, desde otro punto de vista aún, la Tierra Santa, en tanto que centro espiritual, era una imagen del Cielo, pues, según la tradición judía, “todo lo que hacen los israelitas sobre la tierra se cumple según los tipos de lo que pasa en el mundo celestial”. 2125 EMS XII: LA TIERRA SANTA Y EL CORAZÓN DEL MUNDO

Y pues que esto es verdad para todas las formas tradicionales, sería un error querer asimilar pura y simplemente el Sanâtana Dharma a alguna de entre ellas, cualesquiera que pueda ser por lo demás, por ejemplo a la tradición hindú tal y cual se presenta actualmente a nosotros; y si este error es a veces cometido de hecho, ello no puede ser más que entre aquellos cuyo horizonte, en razón de las circunstancias en las cuales se encuentran, está limitado exclusivamente a esta sola tradición. Si no obstante esta asimilación es legítima en una cierta medida según lo que acabamos de explicar, los adherentes de cada una de las demás tradiciones podrían decir también, en el mismo sentido y al mismo título, que su propia tradición es el Sanâtana Dharma; una tal afirmación sería siempre verdadera en un sentido relativo, si bien que sea evidentemente falsa en el sentido absoluto. Hay no obstante una razón por la cual la noción del Sanâtana Dharma aparece como ligada más especialmente a la tradición hindú: Es que esta es, de todas las formas tradicionales actualmente VIVIENTES, la que deriva más directamente de la tradición primordial, si bien que es en cierto modo como la continuación al exterior de aquella, teniendo en cuenta siempre, bien entendido, las condiciones en las cuales se desarrolla el ciclo humano, condiciones de las cuales ella misma da una descripción más completa que todas las que uno podría encontrar en otras partes, y ya que participa así a un más alto grado que todas las demás, en su perpetuidad. Además, es interesante hacer observar que la tradición hindú y la tradición islámica son las únicas que afirman expresamente y con toda claridad la validez de todas las demás tradiciones ortodoxas; y, si ello es así, es porque, pues que son la primera y la última en fecha en el curso del Manvantara, ambas deben integrar igualmente, aunque bajo modos diferentes, todas esas formas diversas que se han producido en el intervalo, a fin de volver posible elretorno a los orígenes” por el cual el final del ciclo deberá coincidir con su comienzo, y que, en el punto de salida de un nuevo Manvantara, manifestará de nuevo al exterior el verdadero Sanâtana Dharma. 2453 EH SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)

Dado que hemos llegado a hablar de las doctrinas orientales, haremos a este propósito otra observación: Luego de haber destacado muy justamente el desacuerdo que reina entre los egiptólogos y los demás «especialistas» del mismo género, lo que hace imposible fiarse de su opinión, M. Vulliaud señala que sucede la misma cosa entre los hinduistas (t. II, p. 363), lo que es exacto; ¿pero cómo no ha visto que este último caso no era de ningún modo comparable a los otros? En efecto, tratándose de pueblos como los antiguos egipcios y los asirios, que han desaparecido sin dejar sucesores legítimos, no tenemos evidentemente ningún medio de control directo, y en efecto está permitido gustar un cierto escepticismo en cuanto al valor de ciertas reconstrucciones fragmentarias e hipotéticas; pero al contrario para la India o la China, cuyas civilizaciones se han continuado hasta nosotros y permanecen siempre VIVIENTES, es perfectamente posible saber a qué atenerse a su respecto; lo que importa no es tanto lo que dicen los indianistas, sino lo que piensan los hindúes mismos. M. Vulliaud que se preocupa de no recurrir más que a fuentes hebraicas para saber lo que es verdaderamente la Kabbala y tiene sobre este punto una enorme razón, dado que la Kabbala es la Tradición hebraica misma, ¿No podría admitir que uno no debe actuar de otro modo cuando se trata de estudiar las demás Tradiciones? 2541 FTCC «LA KABBALA JUDÍA»

Una concepción que se vincula bastante estrechamente con la de la reencarnación, y que cuenta también con numerosos partidarios entre los reencarnacionistas, es aquella según la cual cada ser debería, en el curso de su evolución, pasar sucesivamente por todas las formas de vida, terrestres u otras (Hablamos solamente de “formas de vida”, porque hay que entender bien que quienes sostienen tal opinión no podrían concebir nada fuera de la vida (y de la vida en la forma), de suerte que, para ellos, esta expresión encierra todas las posibilidades, mientras que, para nosotros, no representa al contrario más que una posibilidad de manifestación muy especial.). A eso, sólo hay una palabra que responder: tal teoría es una imposibilidad, por la simple razón de que existe una indefinidad de formas VIVIENTES por las cuales un ser cualquiera no podrá jamás pasar, siendo esas formas todas aquellas que están ocupadas por todos los otros seres. Luego es absurdo el pretender que un ser, para llegar al término de su evolución, debe recorrer todas las posibilidades consideradas individualmente, puesto que este enunciado encierra una imposibilidad; y podemos ver aquí un caso enteramente particular de esta concepción enteramente falsa, tan extendida en Occidente, según la cual no se podría llegar a la síntesis por el análisis, mientras que, al contrario, es imposible llegar de esta manera (Véase “Le Démiurge”.). Incluso cuando un ser hubiera recorrido así una indefinidad de posibilidades, toda esta evolución no podría nunca ser más que rigurosamente igual a cero con relación a la Perfección, pues lo indefinido, procediendo de lo finito y estando producido por él (como lo muestra claramente la generación de los números), luego estando ahí contenido en potencia, no es en suma más que el desarrollo de las potencialidades de lo finito, y, por consiguiente, no puede evidentemente tener ninguna relación con lo Infinito, lo que viene a ser como decir que, considerado desde lo Infinito o desde la Perfección, que es idéntica al Infinito), no puede ser más que cero. La concepción analítica de la evolución viene pues a añadir indefinidamente cero a sí mismo, por una indefinidad de adiciones distintas y sucesivas, cuyo resultado final será siempre cero (Lo que es cierto, de manera general, de lo indefinido considerado con relación (o más bien con ausencia de relación) al Infinito, permanece verdadero para cada aspecto particular de lo indefinido, o, si se quiere, para la indefinidad particular que corresponde al desarrollo de cada posibilidad considerada aisladamente; luego esto es cierto, especialmente, para la inmortalidad (extensión indefinida de la posibilidad vida), que, en consecuencia, no puede ser más que cero con relación a la Eternidad; tendremos por lo demás ocasión para explicarnos más ampliamente sobre este punto (véase también “A propos du Grand Architecte de l’Univers”, en Etudes sur la Franc-Maçonnerie, t. II, p. 273.); no se puede salir de esta serie estéril de operaciones analíticas más que por la integración, y ésta se efectúa de un solo golpe, por una síntesis inmediata y trascendente, que no está lógicamente precedida por ningún análisis (Para más detalles sobre la representación matemática del ser por una doble integración realizando el volumen universal, véase nuestro estudio sobre Le Symbolisme de la Croix.). 5157 MISCELÁNEA LA GNOSIS Y LAS ESCUELAS ESPIRITUALISTAS

No sin razón han podido recordarse ( (Cf. R. P. Anizan, al comienzo del artículo de Reg., noviembre de 1925)) a propósito del simbolismo las primeras palabras del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”. El Verbo, el Logos, es a la vez Pensamiento y Palabra: en sí, es el Intelecto divino, que es ellugar de los posibles”; con relación a nosotros, se manifiesta y se expresa por la Creación, en la cual se realizan en existencia actual algunos de esos mismos posibles que, en cuanto esencias, están contenidos en Él de toda eternidad. La Creación es obra del Verbo; es también, por eso mismo, su manifestación, su afirmación exterior; y por eso el mundo es como un lenguaje divino para aquellos que saben comprenderlo: Caeli enarrant gloriam Dei (Ps. XIX, 2). El filósofo Berkeley no se equivocaba, pues, cuando decía que el mundo es “el lenguaje que el Espíritu infinito habla a los espíritus finitos”; pero erraba al creer que ese lenguaje no es sino un conjunto de signos arbitrarios, cuando en realidad nada hay de arbitrario ni aun en el lenguaje humano, pues toda significación debe tener en el origen su fundamento en alguna conveniencia o armonía natural entre el signo y la cosa significada. Porque Adán había recibido de Dios el conocimiento de la naturaleza de todos los seres VIVIENTES, pudo darles sus nombres (Génesis, II, 19-20); y todas las tradiciones antiguas concuerdan en enseñar que el verdadero nombre de un ser es uno con su naturaleza o esencia misma. 6623 SFCS EL VERBO Y EL SIMBOLO

El pâça, en efecto, en el simbolismo hindú, es con más frecuencia un “nudo corredízo” o “lazo” que sirve en la caza para coger a los animales; en esta forma, es uno de los principales emblemas de Mrtyu (la ‘Muerte’) o de Yama (el dios de los muertos), y también de Váruna; y los “animales” a los cuales cogen por medio de ese pâça son en realidad todos los seres VIVIENTES (paçu). De ahí también el sentido de “atadura” o “vínculo”: el animal, así cogido, se encuentra atado por el nudo corredizo que se cierra en torno de él; del mismo modo, el ser viviente está atado por las condiciones limitativas que lo retienen en su estado particular de existencia manifestada. Para salir de este estado de paçu, es preciso que el ser se libere de esas condiciones, es decir, en términos simbólicos, escape del pâça, o pase a través del nudo corredizo sin que éste se le ciña; lo cual equivale a decir que el ser pase por las quijadas de la Muerte sin que ellas se cierren sobre él (Cf. las figuraciones simbólicas de Shinje, forma tibetana de Yama). El ojal del pâça es, pues, como lo dice Coomaraswamy, otro aspecto de la “puerta estrecha”, exactamente como el “enhebrar la aguja” representa el paso a través de esa misma “puerta solar” en el simbolismo del bordado; agregaremos que el hilo que pasa por el ojo de la aguja tiene también como equivalente en otro simbolismo, el del tiro con arco, la flecha que atraviesa el blanco por el centro; y de esto se dice propiamente “dar en el blanco”, expresión también muy significativa en el mismo respecto, pues el paso de que se trata, por el cual se efectúa la “salida del cosmos”, es también el “blanco” o la meta que debe alcanzarse para encontrarse finalmente “liberado” de los vínculos o ataduras de la existencia manifestada. 7181 SFCS EL “OJO DE LA AGUJA”