MICHEL WALDBERG — OS BOSQUES DO ZEN
”Excertos da tradução espanhola de Francisco Javier Aguirre González, do capítulo EL TAO EN SUS RELACIONES CON EL TCH’AN Y EL ZEN”
Falta por decir que la actitud taoísta y la mahayanista coinciden en muchos aspectos y que ambas se hallan en la base del Tch’an. Para convencerse de ello pueden leerse las obras de Wei Wu Wei, de las que extraigo la siguiente meditación:
Por mucho que creamos que «lo que somos» es objetivo. Por mucho que pensemos que podría haber en nosotros algo de objetivo,
Por mucho que no nos parezca ridicula la idea de que podría haber algo de objetivo en lo que somos;
Por mucho que pronunciemos la palabra «Yo» con la idea de que podría tener algún tipo de entidad,
Por mucho que no sea el Invulnerable Yo, el Yo Intangible, el Yo Innombrable, el Yo Inconcebible quien actúa directamente, Estamos limitados1.
Este «Yo Intangible» no es otra cosa que el «Yo Original» que el patriarca Huei-neng nos ordena redescubrir en sus Discursos y Sermones. Ahora bien, sólo «quien comprende la lección del Inconsciente» puede resucitar su «rostro original», el que poseía incluso antes de nacer. Rostro independiente de la forma y del nombre, rostro que no ha ensuciado la abominable finitud, contra la cual se sublevó Buda enérgicamente.
Creer que existe «algo que somos», un objeto psíquico o somático, es someterse a una irremediable servidumbre. Romper los muros que nos separan de lo real equivale a tomar conciencia de la vanidad de nuestro pensamiento tal como funciona de ordinario, captando siempre su objeto como separado. Es preciso «que nos liberemos de esta idea condicionada según la cual tendríamos una existencia personal objetiva» (Ibid.). Pero tampoco debemos aferramos a la idea de lo que somos verdaderamente. Debemos dejar de pensar según los moldes usuales para percibir y actuar definitivamente en absoluta libertad.
Esta es la lección del Tao, ésta también es la lección de los sutras mahayanistas. Entre los últimos, uno de los más célebres es sin duda el Prana-paramita-hridaya-sutra. Se halla en él la misma exaltación del Vacío que en los textos taoístas y el fundamento de la meditación de Wei Wu Wei que he citado:
El Triunfador de la Ilusión se hallaba sobre el Monte de los Buitres, rodeado de una gran concurrencia de monjes y Bodhisatvas. Despertando del estado de samadhi en el que se había sumergido, tras haber saludado al noble Bodhisatva Avalokiteshvara, le planteó la siguiente cuestión:
«¿Cuál debe ser la visión de un hijo o hija de buena familia según la Prana-paramita?».
Avalokiteshvara respondió: «Tal es la visión del Bodhisatva: Los cinco agregados serán (conocidos como) no ser.
Aparecer será (conocido como) no ser, y no ser será conocido como Apariencia.
Aparecer será conocido como no separado de no ser, y no ser, como no separado de la Apariencia.
Percibir será conocido como no ser, y no ser será conocido como Percepción.
Percibir será conocido como no separado de no ser, y no ser, como no separado de la Percepción.
Del mismo modo también: Concebir, Co-(n)ocer, ser consciente, serán conocidos de manera que cada uno sea percibido como no ser, y no ser, percibido como cada uno (…)
Oh, Shariputra, la visión del no ser (la ausencia de toda objetividad) es increada, indestructible, ni simple ni compuesta, ni limitada ni ilimitada.
De este modo, oh Shariputra, en la visión del Bodhisatva no puede haber ni Apariencia, ni Percepción, ni Concepción, ni Co-(n)ocimiento, ni Conciencia.
No puede haber allí ojo ni oreja, nariz ni lengua, cuerpo ni espíritu.
No puede haber allí forma ni sonido, olor ni sabor, tacto ni concepto.
No puede haber allí ninguna «realidad» de los objetos de la visión, del oído, del olfato, del gusto, del tacto, del pensamiento.
En la visión del Bodhisatva no puede haber ninguna «realidad» de la ignorancia o de la ausencia de ignorancia, de la enfermedad y la muerte o de la ausencia de enfermedad y de muerte; del sufrimiento, del comienzo o de la terminación del sufrimiento; ninguna «realidad» en una «Vía»; ninguna «realidad» del saber, de la captación o de la no captación de ningún objeto.
Por esto, oh Shariputra, gracias a la ausencia de Volición, los Bodhisatvas, penetrados de la Prana-paramita, no se hallan limitados por los procesos del pensamiento interpretativo, y de esa forma carecen de temor, no son víctimas de la ilusión y han encontrado el Nirvana2.
La visión del Bodhisatva es prana mismo, sabiduría trascendental, conocimiento interior y subjetivo, más allá de todo saber, que ME separa necesariamente del objeto, más allá de todo nombre, que sitúa fuera de mí este objeto. Prana puede describirse también como conocimiento inmediato y entonces se confunde con la iluminación:
Prana es Sambhodi (la iluminación), prana es Sarvajnata (el conocimiento completo), prana es Nirvana, prana es Tathata (quiddidad), prana es Chitta (espíritu), prana es Buddhata («budeidad»); considerado en sí mismo,prana es lo Inaccesible por excelencia (anapalabdha) y lo Impensable por excelencia (aychinta). Y tanto lo Inaccesible como lo Impensable están a la base de todas las realidades y pensamientos3.
Es preciso leer el discurso que Huei-neng, sexto patriarca del Tch’an, considerado como el gran difusor de las ideas y del método Tch’an en China, consagra al Prana para convencerse de las estrechas relaciones que existen en el seno del Tch’an entre las visiones taoísta y mahayanista de lo real. Por supuesto que ni el Tch’an ni el Zen pueden reducirse al Tao ni al Mahayana, pero sucede muy a menudo que el occidental se interesa más por las formas del Zen que por la gran tradición de donde emana y que perpetúa.
Creo que la curiosidad debe dirigirse más bien a los textos fundamentales, que son el Tao-te-King y los grandes sutras mahayanistas (Lankavatara, Gand-Vyuha, Prana-paramita-hridaya, por citar algunos); es indudable que en ellos reside — si se ME permite este verbo y la expresión que le sigue — el «espíritu» del Zen.
Prana-paramita-hridaya sulra. Traducción del autor y de Charles Duits. ↩
D. T. Suzuki, op. cit., p. 1213 (tercera serie). ↩