La confusión de la iniciación con el misticismo es sobre todo el hecho de aquellos que, por razones cualesquiera, quieren negar más o menos expresamente la realidad de la iniciación misma reduciéndola a algo diferente; por otro lado, en los medios que tienen al contrario pretensiones iniciáticas injustificadas, como los medios ocultistas, se tiene la tendencia a considerar como formando parte integrante del dominio de la iniciación, si no incluso como constituyéndola esencialmente, una muchedumbre de cosas de otro género que, ellas también, le son completamente extrañas, y entre las cuales la magia ocupa lo más frecuentemente el primer lugar. Las razones de esta equivocación son también, al mismo tiempo, las razones por las cuales la magia presenta peligros especialmente graves para los occidentales modernos, el primero de los cuales es su tendencia a atribuir una importancia excesiva a todo lo que son «fenómenos», como da testimonio de ello por todas partes el desarrollo que han dado a las ciencias experimentales; si son seducidos tan fácilmente por la magia y, si se ilusionan hasta tal punto sobre su alcance real, es porque la magia es también una ciencia experimental, aunque bastante diferente, ciertamente, de aquellas que la enseñanza universitaria conoce bajo esta denominación. Así pues, es menester no engañarse a su respecto: en eso se trata de un orden de cosas que no tiene en sí mismo absolutamente nada de «transcendente»; y, si una tal ciencia puede ser legitimada, como toda otra, por su vinculamiento a los principios superiores de los que depende todo, según la concepción general de las ciencias tradicionales, no obstante, ella no se colocará entonces más que en el último rango de las aplicaciones secundarias y contingentes, entre aquellas que están más alejadas de los principios, y que, por consiguiente, deben ser consideradas como las más inferiores de todas. Es así como la magia es considerada en todas las civilizaciones orientales: que existe en ellas, es un hecho que no hay lugar a contestar, pero está muy lejos de ser tenida en tanto honor como se imaginan muy frecuentemente los occidentales, que prestan tan gustosamente a los demás sus propias tendencias y sus propias concepciones. En el Tíbet mismo, tanto como en la India o en China, la práctica de la magia, en tanto que «especialidad», si se puede decir así, es abandonada a aquellos que son incapaces de elevarse a un orden superior; esto, bien entendido, no quiere decir que otros no puedan producir también a veces, excepcionalmente y por razones particulares, fenómenos exteriormente semejantes a los fenómenos mágicos, pero el propósito e incluso los medios puestos en obra son entonces completamente diferentes en realidad. Por lo demás, para atenerse a lo que se conoce en el mundo occidental mismo, solo hay que tomar historias de SANTOS y de brujos, y ver cuantos hechos similares se encuentran por una parte y por la otra; y eso muestra bien que, contrariamente a la creencia de los modernos «cientificistas», los fenómenos, cualesquiera que sean, no podrían probar absolutamente nada por sí mismos (NA: Cf. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXXIX.). 212 RGAI MAGIA Y MISTICISMO
Recordaremos también, a este propósito, la perfecta insignificancia de los fenómenos en sí mismos, puesto que puede ocurrir que fenómenos completamente semejantes exteriormente procedan de causas por completo diferentes y que ni siquiera son del mismo orden; así, es fácilmente concebible que el ser que posee un alto grado espiritual, si tiene que provocar ocasionalmente un fenómeno cualquiera, no actuará en eso de la misma manera que aquel que ha adquirido la facultad para ello a consecuencia de «entrenamientos» psíquicos, y que su acción se ejercerá según modalidades muy diferentes; la comparación de la «teúrgia» y de la «magia», que estaría fuera de propósito emprender aquí, daría lugar también a la misma precisión. Por lo demás, esta verdad debería ser reconocida sin esfuerzo incluso por aquellos que se quedan únicamente en el dominio esotérico, ya que, si pueden constatarse numerosos casos de «levitación» o de «bilocación», por ejemplo, en la historia de los SANTOS, se encuentra ciertamente otro tanto en la de los brujos; las apariencias (es decir, precisamente los «fenómenos» como tales, en el sentido propio y etimológico de la palabra) son en efecto exactamente las mismas en los unos y en los otros, pero nadie concluirá de ahí que las causas sean también las mismas. Desde el punto de vista simplemente teológico, de dos hechos semejantes en todos sus puntos, uno puede ser considerado como un milagro mientras que el otro no lo será, y, para discernirlos, será menester recurrir forzosamente a marcas de un orden diferente independientes de los hechos mismos; podríamos decir, colocándonos naturalmente en otro punto de vista, que un hecho será un milagro si se debe a la acción de una influencia espiritual, y que no lo será si no se debe más que a la de una influencia psíquica. Es lo que ilustra concretamente, de una manera muy clara, la lucha de Moisés y de los magos del Faraón, que, además, representa también la de las potencias respectivas de la iniciación y de la contrainiciación, al menos en la medida y sobre el terreno donde una tal lucha es efectivamente posible; entiéndase bien que, como hemos tenido la ocasión de explicarlo en otra parte, la contrainiciación no puede ejercer su acción más que en el domino psíquico, y que todo lo que es del dominio espiritual le está, por su naturaleza misma, absolutamente prohibido (NA: Ver El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXXVIII y XXXIX. ). 621 RGAI EL RECHAZO DE LOS «PODERES»
Así pues, se puede considerar cada colectividad como disponiendo, además de los medios de acción puramente materiales en el sentido ordinario de la palabra, es decir, que dependen únicamente del orden corporal, de una fuerza de orden sutil constituida de alguna manera por los aportes de todos sus miembros pasados y presentes, y que, por consiguiente, es tanto más considerable y susceptible de producir efectos tanto más intensos cuanto más antigua sea la colectividad y cuanto mayor sea el número de miembros que la componen (NA: Esto puede ser verdad incluso para organizaciones profanas, pero es evidente que, en todo caso, éstas no pueden utilizar esta fuerza más que inconscientemente y para resultados de orden exclusivamente corporal.); por lo demás, es evidente que esta consideración «cuantitativa» indica esencialmente que se trata en efecto del dominio individual, más allá del cual ya no podría intervenir de ninguna manera. Cada uno de sus miembros, cuando tenga necesidad de ello, podrá utilizar para su provecho una parte de esta fuerza, y para eso le bastará poner su individualidad en armonía con el conjunto de la colectividad de la que forma parte, resultado que obtendrá conformándose a las reglas establecidas por ésta y apropiadas a las diversas circunstancias que pueden presentarse; así, si el individuo formula entonces una petición, es en suma, de la manera más inmediata al menos, a lo que se podría llamar el espíritu de la colectividad (aunque la palabra «espíritu» sea ciertamente impropia en parecido caso, puesto que, en el fondo, sólo se trata de una entidad psíquica) a quien, conscientemente o no, dirigirá esta petición. No obstante, conviene agregar que no todo se reduce únicamente a eso en todos los casos: en el de las colectividades pertenecientes a una forma tradicional auténtica y regular, caso que es concretamente el de las colectividades religiosas, y donde la observancia de las reglas de que acabamos de hablar consiste más particularmente en el cumplimiento de algunos ritos, hay además la intervención de un elemento verdaderamente «no humano», es decir, de lo que hemos llamado propiamente una influencia espiritual, pero que aquí debe considerarse, por lo demás, como «descendiendo» al dominio individual, y como ejerciendo su acción en él por medio de la fuerza colectiva en la que toma su punto de apoyo (NA: Se puede destacar que, en la doctrina cristiana, el papel de la influencia espiritual corresponde a la acción de la «gracia», y el de la fuerza colectiva a la «comunión de los SANTOS».). 652 RGAI LA PLEGARIA Y EL ENCANTAMIENTO
A veces, la fuerza de la que acabamos de hablar, o más exactamente la síntesis de la influencia espiritual con esta fuerza colectiva a la que «se incorpora» por así decir, puede concentrarse sobre un «soporte» de orden corporal, tal como un lugar o un objeto determinado, que juega el papel de un verdadero «condensador» (NA: En parecido caso, se trata de una constitución comparable a la de un ser vivo completo, con un «cuerpo» que es el «soporte» del que se trate, un «alma» que es la fuerza colectiva, y un «espíritu» que es naturalmente la influencia espiritual que actúa exteriormente por el medio de los otros dos elementos.), y producir en él manifestaciones sensibles, como las que cuenta la Biblia hebraica sobre el Arca de la Alianza y el Templo de Salomón; aquí se podrían citar también como ejemplos, a un grado o a otro, los lugares de peregrinaje, las tumbas y las reliquias de los SANTOS o de otros personajes venerados por los adherentes de tal o de cual forma tradicional. En eso es donde reside la causa principal de los «milagros» que se producen en las diversas religiones, ya que se trata de hechos cuya existencia es incontestable y no se limitan a una religión determinada; por lo demás, no hay que decir que, a pesar de la idea que uno se hace de ello vulgarmente, estos hechos no deben ser considerados como contrarios a las leyes naturales, como tampoco, desde otro punto de vista, lo «supraracional» no debe tomarse por lo «irracional». En realidad, lo repetimos todavía, las influencias espirituales tienen también sus leyes, que, aunque de un orden diferente al de las fuerzas naturales (tanto psíquicas como corporales), por eso no dejan de presentar con ellas algunas analogías; así, es posible determinar circunstancias particularmente favorables a su acción, que podrán provocar y dirigir, si poseen los conocimientos necesarios a este efecto, aquellos que son sus dispensadores en razón de las funciones de las que están investidos en una organización tradicional. Importa destacar que los «milagros» de los que se trata aquí son, en sí mismos e independientemente de su causa, que es la única que tiene un carácter «transcendente», fenómenos puramente físicos, perceptibles como tales por uno o varios de los cinco sentidos externos; por lo demás, tales fenómenos son los únicos que puedan ser constatados general e indistintamente por toda la masa del pueblo o de los «creyentes» ordinarios, cuya comprensión efectiva no se extiende más allá de los límites de la modalidad corporal de la individualidad. 654 RGAI LA PLEGARIA Y EL ENCANTAMIENTO
Se nos hace además prever una empresa de la mayor envergadura: “El autor, se dice en el librito destinado a presentar el Evangelio supuestamente “reencontrado”, tiene motivos para creer que una Biblia nueva y mejor será, en poco, puesta a nuestra disposición, y que la Iglesia Católica Liberal la adoptará probablemente; pero él es el único responsable de esta opinión, no habiendo sido autorizado por la Iglesia para afirmarlo. Para que la cuestión pudiese plantearse, era naturalmente preciso que la Biblia mejor haya aparecido”. Ello no es todavía más que una simple sugestión, pero es fácil comprender lo que quiere decir; la falsificación va a ser extendida al conjunto de los Libros SANTOS; henos aquí pues prevenidos, y, cada vez que se anuncie el descubrimiento de algún manuscrito conteniendo textos bíblicos o evangélicos hasta ahora conocidos, sabremos que conviene desconfiar más que nuca. 2198 EMS XVIII: UNA FALSIFICACIÓN DEL CATOLICISMO
Hay todavía más: la raíz var- o vr-, en sánscrito, tiene el sentido de ‘cubrir’, ‘proteger’ y ‘ocultar’; y, como lo muestran el nombre de Váruna y su equivalente griego Ouranós, sirve para designar el ciclo, tanto porque cubre la tierra como porque representa los mundos superiores, ocultos a los sentidos (Ver Le Roi du Monde, cap. VII, donde hemos indicado además que la misma palabra caelum tiene originariamente igual significación). Ahora bien; todo esto se aplica perfectamente a los centros espirituales, sea porque están ocultos a los ojos de los profanos, sea porque protegen al mundo por su influjo invisible, sea porque constituyen en la tierra como imágenes del mundo celeste mismo. Agreguemos que la misma raíz tiene todavía otro sentido, el de ‘elección’ o ‘selección’ (vara), que, evidentemente, se adecua también a la región que en todas partes se designa con nombres como los de “tierra de los elegidos”, “tierra de los SANTOS” o “tierra de los bienaventurados” (Señalemos también, con carácter de posible vinculación, la raíz germánica ur, con sentido de ‘primordialidad’). 6900 SFCS EL JABALI Y LA OSA
Este aspecto de las dos columnas se ve netamente sobre todo en el caso del símbolo de las “columnas de Hércules” (En la representación geográfica que sitúa a esas columnas a una y otra parte del actual estrecho de Gibraltar, es evidente que la ubicada en Europa es la columna del norte y la ubicada en África es la de mediodía); el carácter de “héroe solar” de Hércules y la correspondencia zodiacal de sus doce trabajos son cosas demasiado conocidas para que sea necesario insistir en ellas; y es claro que precisamente ese carácter solar justifica la significación solsticial de las dos columnas a las cuales está vinculado su nombre. Siendo así, la divisa “non plus ultra”, referida a esas columnas, aparece como dotada de doble significación: no solamente expresa, según la interpretación habitual, propia del punto de vista terrestre y, por lo demás, válida en su orden, que aquéllas señalan los límites del mundo “conocido”, es decir, en realidad, que son los límites que, por razones cuya investigación podría resultar de interés, no era permitido sobrepasar a los viajeros; sino que indica al mismo tiempo — y sin duda debería decirse ante todo — que, desde el punto de vista celeste, son los límites que el sol no puede franquear y entre las cuales, como entre las dos tangentes de que tratábamos líneas antes, se cumple interiormente su curso anual (En antiguas monedas españolas se ve una figuración de las columnas de Hércules unidas por una suerte de banderola en la que está inscripta la divisa “non plus ultra”; ahora bien — cosa que parece bastante poco conocida y que señalaremos aquí a título de curiosidad , de esa figuración deriva el signo usual del dólar norteamericano; pero toda la importancia fue dada a la banderola, que no era primitivamente sino un accesorio y que fue cambiada en una letra S, cuya forma aproximadamente tenía, mientras que las dos columnas, que constituían el elemento esencial, quedaron reducidas a dos trazos paralelos, verticales como las dos tangentes del círculo en el simbolismo masónico que acabarnos de explicar; y la cosa no carece de cierta ironía, pues precisamente el “descubrimiento” de América anuló de hecho la antigua aplicación geográfica del non plus ultra). Estas últimas consideraciones pueden parecer bastante alejadas de nuestro punto de partida, pero, a decir verdad, no es así, pues contribuyen a la explicación de un símbolo expresamente referido a los dos San Juan; y, por otra parte, puede decirse que, en la forma cristiana de la tradición, todo lo que concierne al simbolismo solsticial está también, por eso mismo, en relación con ambos SANTOS. 7037 SFCS ACERCA DE LOS DOS SAN JUAN
“…Si hay un movimiento esencial, es el que ha hecho del hombre un ser vertical, de estabilidad voluntaria, un ser cuyos impulsos de ideal, cuyas plegarias, cuyos sentimientos más elevados y puros suben como un incienso hacia los cielos. De ese ser, el Ser supremo ha hecho un templo en el Templo y para ello le dotó de un corazón, es decir, de un punto de apoyo inmutable, de un centro de movimiento que hace al hombre adecuado a sus orígenes, semejante a su Causa primera. Al mismo tiempo, es verdad, el hombre fue provisto de un cerebro; pero este cerebro, cuya inervación es propia del reino animal íntegro, se encuentra de facto sometido a un orden de movimiento secundario (con respecto al movimiento inicial). El cerebro, instrumento del pensamiento encerrado en el mundo, y transformador, para uso del hombre y del mundo, de ese pensamiento latente, hace a éste realizable por intermedio suyo. Pero solo el corazón, por un aspir y un expir secreto, permite al hombre, permaneciendo unido a su Dios, ser pensamiento vivo. Así, gracias a esta pulsación regia, el hombre conserva su palabra de divinidad y opera bajo la égida de su Creador, observante de su Ley, feliz de una dicha, que le pertenece a él únicamente, de raptarse a sí mismo, apartándose de la vía secreta que lleva de su corazón al Corazón universal, al Corazón divino… Recaído al nivel de la animalidad, por superior que tenga el derecho de llamarse, el hombre ya no tiene que hacer uso sino del cerebro y sus anexos. Obrando así, vive de sus solas posibilidades transformadoras; vive del pensamiento latente expandido en el mundo; pero ya no está en su poder el ser pensamiento vivo. Empero, las religiones, los SANTOS, los monumentos mismos elevados bajo el signo de una ordenación espiritual desaparecida, hablan al hombre de su origen y de los privilegios propios de éste. Por poco que lo quiera, su atención, exclusivamente dirigida a las necesidades inherentes a su estado relativo, puede dedicarse a restablecer en él el equilibrio, a recobrar la felicidad… El exceso de sus extravíos lleva al hombre a reconocer la inanidad de ellos. Sin aliento, he ahí que por un movimiento instintivo se repliega sobre sí mismo, se refugia en su propio corazón, y, tímidamente, trata de descender a su cripta silenciosa. Allí los vanos ruidos del mundo se acallan. Si permanecen aún, quiere decir que la profundidad muda no ha sido alcanzada todavía, que el umbral augusto no ha sido franqueado aún… El mundo y el hombre son uno. Y el Corazón del hombre, el Corazón del mundo, son un solo Corazón”. 7299 SFCS CORAZON Y CEREBRO