nacimiento (AKC)

Ha habido maestros tales como Orfeo, Hermes, Buddha, Lao-tzu y Cristo, cuya existencia humana es de historicidad dudosa, y a quienes puede concederse la dignidad más elevada de una realidad mítica. Shankara, como Plotino, San Agustín o el Maestro Eckhart, fue ciertamente un hombre entre los hombres, aunque nosotros conocemos comparativamente poco sobre su vida. Era brahman por NACIMIENTO, de la India del sur, floreció en la primera mitad del siglo noveno d. C., y fundó una orden monástica que todavía sobrevive. Devino un samnyâsin u «hombre verdaderamente pobre», a la edad de ocho años, como discípulo de un cierto Govinda y del propio maestro de Govinda, Gaudapâda, autor de un tratado sobre las Upanishads en el cual se expuso su doctrina esencial de la no dualidad del Ser divino. Shankara viajó a Benarés y escribió allí el famoso comentario sobre el Brahma Sutra a los doce años de edad; los comentarios sobre las Upanishads y la Bhagavad Gîtâ fueron escritos más tarde. La mayor parte de la vida del gran sabio la pasó errante por la India, enseñando y tomando parte en controversias. Se cree que murió entre los treinta y los cuarenta años de edad. Periplos y disputas como las suyas han sido siempre instituciones característicamente Indias; en sus días, como ahora, el sánscrito era la lengua franca de los hombres instruidos, justamente como durante siglos el latín fue la lengua franca de los países Occidentales, y el debate público libre estaba tan generalmente reconocido que se erigían salas para el acomodo de maestros y ponentes peripatéticos en casi todas las cortes. El Vedânta y La Tradición Occidental

Al mismo tiempo, cada una de estas aparentes definiciones del Espíritu representa la actualidad en el tiempo de una de sus indefinidamente numerosas posibilidades de manifestación formal. La existencia de la aparición comienza con el NACIMIENTO y acaba con la muerte; ella jamás puede repetirse. Nada de Shankara sobrevive excepto un legado. Por lo tanto, aunque nosotros podemos hablar de él como un poder todavía vivo en el mundo, el hombre ha devenido una memoria. Por otra parte, para el Espíritu gnóstico, el Conocedor del campo, el Conocedor de todos los NACIMIENTOs, jamás puede haber en ningún tiempo un cesar de ser un conocimiento inmediato de todas y de cada una de sus modalidades, un conocimiento sin antes ni después (relativo a la aparición o desaparición de Shankara del campo de nuestra experiencia). Se sigue que donde conocimiento y ser, naturaleza y esencia son uno y lo mismo, el ser de Shankara no tiene ningún comienzo y jamás puede cesar. En otras palabras, hay un sentido en el cual nosotros podemos hablar propiamente de «mi espíritu» y de «mi persona» así como del «Espíritu» y de la «Persona», a pesar de que Espíritu y Persona son una substancia perfectamente simple y sin composición. Volveré al significado de la «inmortalidad» después, pero por el momento quiero usar lo que se acaba de decir para explicar lo que se entendía por una distinción no sectaria de puntos de vista. Pues, mientras que el erudito de «filosofía» occidental piensa que el Sâmkhya y el Vedânta son dos «sistemas» incompatibles, a causa de que el primero se ocupa de la liberación de una pluralidad de Personas y el segundo de la libertad de una Persona Innumerable, ninguna antinomia tal es visible para el hindú. Esto puede explicarse señalando que en los textos Cristianos, «Vosotros sois todos uno en Cristo Jesús» y «Quienquiera que está unido al Señor es un espíritu», los plurales «vosotros» y «quienquiera» representan el punto de vista del Sâmkhya y el singular «uno, un» el del Vedânta. El Vedânta y La Tradición Occidental

Una tal comprensión es todavía más rara, y se puede decir anormal para el tipo de humanidad occidental. Si el cristiano moderno no refrenda enteramente la conducta de los héroes de Carlomagno en Zaragoza -«Entraron en las sinagogas y en las mezquitas, cuyas paredes las derribaron todas con mazos y con hachas: hicieron añicos los ídolos… Las gentes paganas eran conducidas en multitudes a la fuente bautismal, para uncirles el yugo de Cristo… Así, de la obscuridad pagana han sido redimidos cinco mil, y son ahora verdaderos cristianos», es al menos completamente cierto que por cada hombre que ha muerto por persecución religiosa en la India, diez mil han muerto en Europa, y es igualmente cierto que la actividad de las misiones cristianas todavía suscriben con todo descaro un programa de conversión por la fuerza – la fuerza del dinero, no ciertamente pagado en efectivo, sino gastado en educación y ayuda médica ofrecidas con motivaciones ulteriores. La «fuerza», como escribió Lafcadio Hearn en una ocasión, «el instrumento principal del propagandismo cristiano en el pasado, es todavía la fuerza que hay detrás de nuestras misiones». No se encontrarán ofensores más grandes que los misioneros contra el mandamiento, «No darás falso testimonio contra tu prójimo». Sin embargo, no quiero insistir en absoluto sobre este punto de vista, sino señalar más bien que aunque la tolerancia religiosa jamás se ha fundado en Europa, como en Asia, en la creencia de que todas las religiones son verdaderas, sino más bien en una indiferencia creciente a todas las doctrinas religiosas, no por ello falta en el cristianismo una base intelectual para una tolerancia expresa de otras formas de creencia. San Juan, ciertamente, habla de la «Verdadera Luz que ilumina a todos los hombres». Incluso Santo Tomás admite que algunos de los Gentiles que vivieron antes del NACIMIENTO temporal de Cristo pueden haberse salvado. Pues como dijo Clemente de Alejandría mucho tiempo antes, «Siempre ha habido una manifestación natural del único Dios Todopoderoso, entre todos los hombres de pensamiento recto». El Maestro Eckhart habla de «Uno de nuestros más antiguos filósofos que encontró la verdad mucho, mucho antes del NACIMIENTO de Dios, antes de que hubiera fe cristiana como ella es ahora», y de nuevo mucho más osadamente, «Aquel para quien Dios es diferente en una cosa diferente de otra y para quien Dios es más querido en una cosa que en otra, ese hombre es un bárbaro, todavía sin cultivar, un niño». Shrî Ramakrishna Y La Tolerancia Religiosa

A muchos cristianos, sin duda, la adhesión principal de Shrî Ramakrishna al culto de la Gran Madre les ofende. Ciertamente, nada es más habitual que considerar que el cristianismo, para bien o para mal, se adhiere a interpretaciones puramente masculinas del ser divino; el cristiano habla de un Padre, pero no de una Madre en el Cielo, mientras que en la India, el antiguo amor de la Magna Mater, se mantiene hasta hoy en iguales términos que el del Propator. Y sin embargo, la doctrina de la maternidad de la naturaleza divina se afirma repetidamente, por muy reservadamente que sea, en la teología cristiana, fundamentalmente en la de las «dos naturalezas», más explícitamente en la de las natividades temporal y eterna, y en la de la Generación del Hijo como una operación vital de principios conjuntos -«Processio Verbi in divinis dicitur generatio… quae est operatio vitae… et propter hoc proprie dicitur genitum et Filius» (Summa Theologica I.27.2; cf. I.98.2C, «En todo acto de generación hay un principio activo y un principio pasivo»). Es en tanto que la «filiación eterna no depende de una madre temporal» (ídem III.35.5 ad 2) como el Maestro Eckhart puede hablar del «acto de fecundación latente en la eternidad», y decir que «es Dios quien tiene el tesoro y la esposa en Él», y que la «Divinidad retoza con la Palabra», y que «Su NACIMIENTO en María Espiritual fue para Dios más gozoso que Su natividad de ella en la carne». Se ve que cuando Santo Tomás habla de «esa Naturaleza por la cual el Padre engendra» (Summa Theologica I.41.5), la referencia es realmente a la Magna Mater, la Aditi védica, para no mencionar otros nombres de la Única Madonna, y se ve también lo que se entiende realmente por la aserción, de otro modo obscura, de que aunque la materia prima «recede de la semejanza a Dios, no obstante… retíene una cierta semejanza con el ser divino» (ídem I.14.11 ad 3).Ciertamente, la Natura Naturata «retiene» una cierta semejanza con la «Natura Naturans, Creatrix, Deus»: La Madre Tierra con la Madre Naturaleza, María en la carne con María espiritual. Solo se necesita considerar el Génesis I:27, «A la imagen de Dios Él le creó; macho y hembra Él los creó», en conexión con Gálatas 3:28, «según la imagen de Aquel que le creó, donde no hay macho ni hembra», para darse cuenta de que si bien Esencia y Naturaleza son in divinis una única substancia simple sin composición, el hecho mismo de que los principios conjuntos puedan ejemplificarse por separado es prueba de que de la Identidad Suprema puede hablarse verídicamente como Padre o como Madre, o como Padre-Madre, de la misma manera que en los Vedas los «Progenitores» Divinos son indiferentemente «Padres» (pitarâ) o «Madres» (mâtarâ), o como «Ese Uno, espirado, despirado» (tad ekam ânît avâtam, Rig Veda Samhitâ X.129.2, donde ningún género está implícito; cf. el «Donde estos dos abismos penden, igualmente espirado, despirado, allí está el Ser Supremo» del Maestro Eckhart). Shrî Ramakrishna Y La Tolerancia Religiosa

La facultad del alma que recuerda es la Mente (manas = nous), no distraída por la operación de las facultades de percepción y acción. «Allí, en “sueño profundo clarividente” (svapne) esa divinidad intuye (anubhavati) lo Inconmensurable. Todo lo que ha sido visto (drshtam), lo ve próximamente (anupasyati), todo lo que ha sido oído, lo oye próximamente (anusrunoti). Todo lo que ha sido y no ha sido visto, todo lo que ha sido y no ha sido oído, intuitivamente conocido o no conocido (anubhutam, ananubhutam), bueno o malo (sat, asat), todo lo que ha sido directamente experimentado (pratyanubhutam) en tierra o aire, una y otra vez él lo experimenta directamente; él lo ve todo, él lo ve todo» (Prasna Upanishad IV.5); o, como el Comentador comprende la conclusión, «siendo él mismo el todo, él lo ve todo», en concordancia con el principio de la identidad de conocer y ser enunciado en el verso 11, donde el Comprehensor del Sí mismo «conociendo todo, deviene todo». En el contexto precedente, Shankara interpreta, acertadamente pienso yo, «visto y no visto» como refiriéndose a «lo que ha sido visto en este NACIMIENTO y lo que ha sido visto en otro NACIMIENTO»: el significado de esto devendrá más claro cuando tratemos de «jâtavedas» y «jâtissaro» y si tenemos presente que aunque Shankara habla de NACIMIENTOs anteriores, el Señor es para él «el único transmigrante». Recordación, India Y Platónica

El tema de la Memoria se trata en Milinda Pañho 78-80. Primeramente se muestra que no es por el pensamiento (citta) sino por la Memoria (sati = smrti) como nosotros recordamos; pues nosotros no estamos sin inteligencia aunque lo que se hizo hace mucho tiempo haya sido olvidado (pamuttham = pramrshtam). Entonces se pregunta, «¿Surge (appajjati) siempre la Memoria como un estado de sobre-conocimiento (sabbâ… abhijânantâ) o la Memoria es provocada (katumikâ = krtimâ)?», y se responde que «La Memoria aparece como un estado de sobre-conocimiento, y es también provocada», es decir, puede ser bien espontánea o bien estimulada artificialmente. El rey replica, «Eso equivale a decir que toda Memoria es sobre-conocimiento, nunca provocada». Nâgasena puntualiza, «En ese caso, los artesanos no tendrían necesidad alguna de talleres o de escuelas de arte o de ciencia, y los maestros serían inútiles; lo cual no es verdadero». Así pues pregunta el rey, «¿Por cuántas vías surge la Memoria?». Nâgasena responde, «Por dieciséis». Estas son en realidad solo dos vías, bien por el sobre-conocimiento sin medios (abhijânato), o bien por la estimulación externa (katumikâ), siendo completado el total de las dieciséis por una subdivisión de la segunda categoría acordemente a la naturaleza de los medios. La Memoria aparece por sobre-conocimiento simplemente cuando aquellos como Ânanda u otros, que son «recordadores de los NACIMIENTOs» (jâtissarâ), recuerdan un NACIMIENTO (jâtim saranti): aparece por provocación cuando aquellos que son naturalmente dados al olvido (muttha-ssatiko = mrsht-) son obligados o estimulados a recordar por otra persona (o cosa), por ejemplo, cuando uno reconoce a un pariente por el parecido, o al ganado por sus marcas, o cuando lee letras o números, o consulta un libro, o intuitivamente (anubhutato), como cuando uno recuerda lo que ya ha sido visto u oído (sin que eso le sea «recordado»). La memoria, en todo caso, es un poder latente. Recordación, India Y Platónica

Hemos visto ya que hay un tal Sí mismo omnisciente, la fuente de la Memoria (Chândogya Upanishad VII.26.1, Maitri Upanishad VI.7; cf. I Corintios 2:11), y se afirma repetidamente que este Sí mismo solar, PRE-conociente, espiritual e inmortal de todos los seres, cuya presencia es indivisa en las cosas divididas (Bhagavad Gîtâ XIII.15, 16), es nuestro Sí mismo real, a ser distinguido del Ego contingente, un agregado aparentemente unánime (excepto en los casos de esquizofrenia) de los poderes de percepción y de acción, los cuales son «solamente los nombres de Sus actos» (Brhadâranyaka Upanishad I.4.7, Maitri Upanishad II.6d, etc.). El Principio providencial, en otras palabras, es el Espíritu inmanente, el Conocedor del campo, prescindiendo del Cual, por una parte, ningún NACIMIENTO podría tener lugar (Bhagavad Gîtâ XIII, etc.), y prescindiendo del Cual, como único veedor, oidor, pensador, etc., en nosotros (Brhadâranyaka Upanishad III.7.23, etc.), ni la experiencia ni la memoria podrían ser concebidas. Vemos también que la «verificación» de las palabras, «Eso eres tú», debe implicar al mismo tiempo la liberación y la omnisciencia. Recordación, India Y Platónica

Es significativa la conexión de la omnisciencia con el NACIMIENTO implícita arriba. Jâtissaro, citado arriba de Milindapañha 78, sugiere de hecho, inmediatamente, el antiguo epíteto Jâtavedas, epíteto de Agni, debido a que «él conoce todos los NACIMIENTOs» (visvâ veda janimâ, Rig Veda Samhitâ VI.15.13; jâtânâm veda, Aitareya Brâhmana II.39), y también el término jâtavidyâ, conocimiento de los NACIMIENTOs, o de la genealogía. Se debe a que Tanu-napât (Agni-Prajâpati) deviene los Soplos inmanentes o Poderes del Alma (cf. Shatapatha Brâhmana I.8.3.2; Taittirîya Samhitâ II.1.1.3, 4; Jaiminîya Upanishad Brâhmana IV.2.6; Maitri Upanishad II.6a, b, etc.) y de que es así «el presenciador de sus hijos» (prajânâm upadrashtâ; cf. Jaiminîya Brâhmana III.261, agnir jajñe… aupadrashtryâya) como los dioses a través de él «conocen la mente del hombre» (Shatapatha Brâhmana III.4.2.5-7). ¿Cómo, El «que está de cara a todas las vías» (visvatomukha, Rig Veda Samhitâ I.97.6) y es «de muchos NACIMIENTOs» (bhuri-janmâ, Rig Veda Samhitâ X.5.1), el que es la «vida universal» (visvâyu, Rig Veda Samhitâ I.27.3, y passim) o «movedor de la vida universal» (Rig Veda Samhitâ VIII.43.25), y que asume todas las formas (visvarupa, Rig Veda Samhitâ III.38.4), no va a ser también el «Omniconocedor» (visvavit, Rig Veda Samhitâ III.29.7; visvavedâs, Rig Veda Samhitâ III.20.4, y passim)? Agni, Jâtavedâs, es el Soplo (Aitareya Brâhmana II.39, Shatapatha Brâhmana II.2.2.15): «aquellos de cuyos NACIMIENTOs tiene conocimiento, esos ciertamente vienen al ser (bhavanti), pero aquellos de cuyos NACIMIENTOs no tiene conocimiento, ¿cómo podrían existir?» (Aitareya Brâhmana II.39); «en tanto que él es el Soplo que monta (vivifica) el semen emitido y lo conoce, por eso mismo Él conoce todo lo que nace» (Shatapatha Brâhmana IX.5.1.68). Siendo omniprogenitivo, el Espíritu es omnipresente; y siendo omnipresente, es necesariamente omnisciente. Recordación, India Y Platónica

Encontramos también la doctrina de la recordación en contextos Hebreos. En el Talmud (Nidda 30B) y en el Zohar (Wayyiqra, Aharei Mot), se nos dice que todas las almas humanas tienen un conocimiento pleno de la Torah, etc. (ver nota 32) y retienen todo su conocimiento hasta que descienden a la tierra y nacen. Manasseh ben Israel (siglo XVII) vio aquí el equivalente de la doctrina de la Recordación de Platón, pues puede deducirse que todo cuanto se aprende después del NACIMIENTO solo puede equivaler a una recuperación de este conocimiento, y así Elimelech de Lizensk (siglo XVIII) dice, «Al reaprender la Torah más tarde por amor de ella, él (el niño) logra aprehender la verdad como ella fue implantada originalmente en él». La eternidad implícita de «la Torah que creó todos los mundos y es el medio por el que estos se sostienen» (Zohar, Beha ‘Alotheka) es como la del Veda, de cuyo origen nada más puede decirse sino que «el Señor» (Îsvara = Kyrios, Demiurgos), al comienzo de cada mundo-eón, le «recuerda» (smrtvâ) y promulga, y no hay fundamento alguno para suponer que fuera compuesto con ningún otro modelo (Âpadeva). La doctrina de la Recordación es explícita también en el Maestro Eckhart, que dice: «Si yo conociera mi Sí mismo tan íntimamente como debería, yo tendría conocimiento perfecto de todas las criaturas», pues «el alma es capaz de conocer todas las cosas en su facultad más elevada», a saber, «como un espejo claro ve todas las cosas en una única imagen», y así «hasta que no conoce todo lo que ha de ser conocido ella (el alma) no pasa al Bien Inconocido». La misma doctrina sobrevive en las palabras de Blake «¿Es el Espíritu Santo otro que un manantial intelectual?». Recordación, India Y Platónica

Bien como Surya, Savitr, Âtman, Brahma, Agni, Prajâpati, Indra, Vâyu o como Prâna madhyama – yâdrg eva dadrse tâdrg ucyate (Rig Veda Samhitâ V.44.6)- este Señor, desde dentro del corazón aquí , es nuestro movedor, conductor y actuador (îrítah , codayitr , kârayítr) y toda la fuente de la consciencia evanescente (cetana = samjñâna) que comienza con nuestro NACIMIENTO y acaba con nuestra muerte (Maitri Upanishad II.6D, III.3). Nosotros no hacemos nada por nosotros mismos y somos meramente sus vehículos e instrumentos (como para Filón, passim). Sobre El Único Y Solo Transmigrante

Este Brahma «más alto» (para) es ese «Uno, el Gran Sí mismo que establece su sede en matriz tras matriz (yo yonim yonim adhitishthati ekah… mahâtmâ)… como el omniforme Señor de los Soplos (visvarupah… prânâdhipah) vaga errante (samcarati = samsarati) junto con sus propias acciones, cuya fruición saborea (upabhoktr), y, una vez asociado con la conceptualidad y la noción “Yo soy”, es conocido como el “más bajo” (apara)… Ni macho ni hembra ni neutro, sea cual fuere el cuerpo que asume, a él está uncido (yujyate): por medio de los engaños del concepto, el tacto y la visión, hay NACIMIENTO y crecimiento del Sí mismo con la lluvia de alimento y de bebida; el Sí mismo incorporado (dehî) asume las formas funcionales en sus estaciones en orden regular (karmânugâny anukramena dehî sthâneshu rupâny abhisampadyate)… y debido a su conjunción con las cualidades, tanto las suyas propias como las de la acción, parece ser “otro”» («teshâm samyogahetur aparo ‘pi drshtah» Shvetâsvatara Upanishad V.1-13, condensado). Sobre El Único Y Solo Transmigrante

Todo esto es también la antiquísima doctrina del Samhitâ, donde es el Sol o el Fuego el que entra en la matriz y transmigra: así Rig Veda Samhitâ X.72.9, donde Aditi «lleva a Mârtânda a NACIMIENTOs y muertes repetidos» (prajâyai mrtyave tvat punah); VIII.43.9, «Tú, oh Agni, estando en la matriz, naces de nuevo» (garbhe san jâyase punah); X.5.1, donde Agni es «de muchos NACIMIENTOs» (bhurijanmâ); III.1.20, donde, como Jâtavedas, es «depositado en NACIMIENTO tras NACIMIENTO» (janmañ-janman nihitah), es decir, como agrega Sâyana, «en todos estos seres humanos». En tanto que Jâtavedas, él es omnisciente de los NACIMIENTOs (I.70.1, I.189.1, VI.15.3), y es necesariamente así porque, como lo parafrasea Shatapatha Brâhmana IX.5.1.68 «él encuentra NACIMIENTO una y otra vez» (jâtam jâtam vindate). De la misma manera «llenando los (tres) reinos-de-luz de este, el móvil y el inmóvil, él entra múltiplemente en el ser, el Sire en estas matrices» (purutrâ yad abhavat, sur ahaibhyo garbhebhyah, Rig Veda Samhitâ I.146.1, 5), «aunque en una única semejanza múltiple, como dador-del-ser a todas tus gentes» (viso visvâ anu prabhuh Rig Veda Samhitâ VIII.11.8). Sobre El Único Y Solo Transmigrante

En el cristianismo hay una doctrina del karma (la operación de las causas mediatas) y de un fatum que está en las causas creadas mismas, pero ninguna doctrina de la reencarnación. En ninguna parte han de encontrarse abyecciones más enérgicas del «alma» que en los Evangelios cristianos. «Ningún hombre que no odia… a su propia alma (eauton psychen, San Lucas 14:26) puede ser discípulo mío»; esa alma que «el que la odia en este mundo la guardará para la vida eterna» (San Juan 12:25), pero que «quienquiera que busca salvarla, la perderá» (San Lucas 9:25). Comparados con el Dispositor (conditor = samdhâtr), los demás seres «ni son bellos, ni buenos, ni son en absoluto» (nec sunt, San Agustín, Confesiones XI.4). La doctrina central trata del «descenso» (avatarana) de un Soter (Salvador) cuyo NACIMIENTO eterno es «antes de Abraham» y «por quien todas las cosas fueron hechas». Este Uno mismo declara que «ningún hombre ha ascendido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo» (San Juan 3:13); y dice, además, «Adonde yo voy, vosotros no podéis venir» (San Juan 8:21), y que «Si un hombre quiere seguirme, niéguese a sí mismo» (San Marcos 8:34). Sobre El Único Y Solo Transmigrante

La muerte de Soma es su procesión, él es matado en el mismo sentido en que cada iniciando, homo moriturus, muere, para nacer de nuevo. «Un hombre es innacido mientras no sacrifica» (Jaiminîya Upanishad Brâhmana III.14.8); sacrificar es nacer (Kausitakî Brâhmana XV.3), la matanza de Vrtra es el NACIMIENTO de Indra (como Mahendra, Shatapatha Brâhmana I.6.4.21). El Sacrificador, al participar en la pasión de Soma, nace de nuevo del Fuego sacrificial, en el sentido en que «a no ser que un hombre nazca de nuevo…» y «a no ser que un grano de trigo caiga en tierra y muera…» (San Juan 3.3 y 12.24). Âtmayajña: El Sacrificio de sí Mismo

En su mayor parte, la erudición moderna postula solo un desarrollo gradual en la metafísica india, de la noción de un principio único, del cual principio los diversos dioses (devâh, visve devâh, etc.) son, por decir así, los poderes, aspectos operativos, o atributos personificados. Pero como Yâska lo expresa, «Se debe a Su gran divisibilidad (mahâ-bhâgyât) por lo que se Le aplican muchos nombres, uno tras otro… Los otros dioses (devâh) vienen a ser (bhavanti) submiembros (pratyangâni) del Único Espíritu (êkasyâtmanah)… su devenir es un NACIMIENTO desde otro, son de una naturaleza participada; se originan en la función (karma); el Espíritu es su origen… el Espíritu (âtman) es el todo de lo que un Dios es» (Nirukta VII.4). Similarmente, Brhâd Devatâ I.70-74: «Debido a la magnitud del Espíritu (mahâtmyât) se da una diversidad de nombres (vidhîyatê)… según la distribución de sus esferas (sthânavibhâgêna). Los nombres son innumerables solo en tanto que son “diferenciaciones”, “presencias” (vibhutih). Pero los formadores (kavayah) dicen en sus encantaciones (mantrêshu) que las deidades (dêvatâs) tienen una fuente común; se llaman con diferentes nombres según las esferas en las que están establecidos. Algunos dicen que son participantes en eso (tad bhaktâh), y que tal es su derivación; pero en lo que concierne a la antedicha Trinidad de soberanos del mundo, se comprende bien que la totalidad de su participación (bhaktih) está en el Espíritu (âtman)». EL «MONOTEÍSMO» VÉDICO

Esta inherencia de todo en la consciencia central es, por consiguiente, el medio de una «densidad de cognición unificada» (ekîbhuta prajñâna-ghana, Mundaka Upanishad 5), un «pleroma cognitivo» («krtsnah prajñâna-ghana, Brhadâranyaka Upanishad IV.5.13); «Él conoce el todo especulativamente» (visvam sa veda varuno yathâ dhiyâ , Rig Veda Samhitâ X.11.1), y ab intra, «pues es providente, antes del NACIMIENTO, de todas las generaciones de los Ángeles» (garbhe nu sann anveshâm avedam aham devânâm janimâni visvâ, Rig Veda Samhitâ IV.27.1); en otras palabras, Su conocimiento de las cosas no se deriva de ellas, objetivamente y post factum, sino de su semejanza anterior en el espejo de Su propio intelecto. De la misma manera que el sol físico tiene una visión a vista de pájaro de toda esta tierra en su órbita, así el Sol Supernal «presencia el todo» (visvam… abhicashte, Rig Veda Samhitâ I.164.44), pues es el ojo o Aussichtspunkt (adhyaksha) de Varuna o de los Ángeles colectivamente (vâm cakshur… suryas… abhi yo visvâ bhuvanâni cashte, Rig Veda Samhitâ VII.61.1; cf. I.115.1, X.37.1, X.129.7; Vâjasaneyi Samhitâ XIII.45, etc.), justamente como, en el Avesta, el Sol (hvare = svar = surya) es el ojo de Ahura Mazda, y en el budismo el Buddha es también el «ojo en el mundo» (cakkhum loke). Lo que este ojo ve en el espejo eterno es la «imagen del mundo»; «El Espirante Primordial (paramâtman) ve la imagen del mundo (jagac-citra, literalmente la «imagen de lo que mueve») pintada por sí mismo en un lienzo que no es nada sino él mismo, y en ello tiene una gran delectación» (Shankarâcârya, Svâtmanirupana 95); «ve todas las cosas a la vez, en su diversidad y en coincidencia» (abhi vi pasyati y abhi sampasyati, Rig Veda Samhitâ III.62.9, X.187.4; cf. Vâjasaneyi Samhitâ XXXII.8, sam ca vi ca eti; y Bhagavad Gîtâ VI.29-30). EL EJEMPLARISMO VÉDICO

Lo que se representa en nuestro diagrama presupone ya la separación (dvedhâ, Brhadâranyaka Upanishad I.4.3) de los que habían estado estrechamente abrazados (samparishvaktau, ídem), es decir, del conocedor y lo conocido, del sujeto y el objeto, de la esencia y la naturaleza, del Cielo y la Tierra, como lo indica el alejamiento de la circunferencia desde el centro. Esta separación y procesión divina (krama = dvitva, Taittirîya Pratisâkhya XXI.16) es coincidente con el NACIMIENTO del Hijo (Indrâgnî), de la Luz (jyotis), del Sol, «Savitr el creador, que lleva las formas visibles de todas las cosas» (visvâ rupâni prati muñcate kavih… savitâ, Rig Veda Samhitâ V.81.2); «por la separación de ese antes, vino este ahora» (prathamâh… krntatrâd eshâm uparâ udâyan, Rig Veda Samhitâ X.27.23). En otras palabras, el acto de ser implícito en las palabras «Yo soy lo que Yo soy», «Yo soy Brahman», aunque enteramente un acto de auto-intención, deviene, desde un punto de vista externo, el acto de creación, el cual es al mismo tiempo una generación (prajanana) y una creación intelectual (mânasa) per artem (tashta) y ex voluntate (yathâ vasam, kâmya); pues el Hijo «en quien fueron creadas todas las cosas» (Colosenses 1:16) es también su forma y ejemplar, toda la ocasión de su existencia, y es por lo que, por consiguiente, la especie y la belleza son propias del Hijo a quien en tanto que la Palabra, es decir, como concepto, San Agustín llama el «arte» de Dios. EL EJEMPLARISMO VÉDICO

Será ventajoso considerar también la derivación y la forma de la palabra tushnîm. Esta forma indeclinable, generalmente adverbial («silentemente»), pero que a veces ha de traducirse adjetivamente, o como un nombre, es realmente el acusativo de un supuestamente perdido tushra, fem. tushrî, correspondiente en significado al griego sig?, y derivado de la r. tush, que significa estar satisfecho, contentado y en reposo, en el sentido en que la moción viene a reposar en la obtención de su objeto, y ciertamente como el habla viene a reposar en el silencio cuando ha sido dicho todo lo que puede ser dicho. La palabra tushnîm aparece como un acusativo real (W. Caland, «tushnîm es igual a vâcamyamah») – pues hablar de «contemplar silentemente» implicaría una tautología – en Pañcavimsa Brâhmana VII.6.1, donde Prajâpati, deseando proceder del estado de unidad al estado de multiplicidad (bahu syâm), se expresó a sí mismo con las palabras «Nazca yo» (prajâyeya), y «habiendo contemplado por el intelecto el Silencio» (tushnîm manasâ dhyâyat), con ello «vio» (âdîdhît) que el Germen (garbham, a saber, Agni o Indra, que como el Brhat deviene el «hijo primogénito») yacía oculto dentro de sí mismo (antarhitam), y así se propuso hacerlo nacer por medio de la Palabra (vâc). (Cf. Taittirîya Samhitâ II.5.11.5, yad-dhi manasâ dhyâyati, donde yad es equivalente a «palabra in-hablada», «concepto in-pronunciado»). Tushnîm manasâ dhyâyat corresponde entonces al más usual manasâ vâcam akrata (Rig Veda Samhitâ X.71.2) o manasâivâ vâcam mithunam samabhavat (Shatapatha Brâhmana VI.1.2.9), con referencia al «acto de fecundación latente en la eternidad», pues así «Él (Prajâpati) devino preñado (garbhin) y expresó (asrjata) los Múltiples Ángeles». El NACIMIENTO del Hijo es, hablando estrictamente, no solo una concepción desde los principios conjuntos, en el sentido de operación vital, sino al mismo tiempo una concepción intelectualmente, per verbum in intellectu conceptum, que corresponde a la designación del Germen (garbham, es decir, Hiranyagarbha) como un concepto (dîdhítím) en este sentido, Rig Veda Samhitâ III.31.1. LA DOCTRINA VÉDICA DEL «SILENCIO»?

El Pañcavimsa Brahmana, citado arriba, prosigue explicando, con referencia a la intención de «dar NACIMIENTO por medio de la Palabra» (vâcâ prajanayâ), que Prajâpati «liberó la Palabra (vâcam vyasrjata, en otras palabras, efectuó la separación del Cielo y la Tierra), y Ella descendió como Rathantara (vâg rathantaram avapadyata, donde avapad es literalmente “bajar”)…y de aquí nació el Brhat… que había yacido tan prolongadamente dentro» (jyog antar abhut); cf. Rig Veda Samhitâ X.124.1, «Tú has yacido muy prolongadamente en la vasta obscuridad» (jyog eva dîrgham tama âsayishthâh). Es decir que Aditi, la Magna Mater, la Noche, deviene Aditi, la Madre Tierra, y la Aurora, que ha de ser representada en el ritual por el altar (vedi) que es el lugar de NACIMIENTO (yoni) de Agni: así pues, se hace distinción entre la Palabra que «era con Dios y era Dios» y la Palabra como Madre Tierra, o, en otras palabras, entre «María espiritual» y «María en la carne». Pues, como sabemos por Taittirîya Samhitâ III.1.7 y Jaiminîya Upanishad Brâhmana I.145-146, el Brhat (el Padre hecho nacer) corresponde al Cielo, al futuro (bhavishyat), a lo ilimitado (aparimitam) y a la despiración (apâna); la Rathantara (la naturaleza separada del Padre) corresponde a la Tierra, al pasado (bhutât), a lo limitado (parimitam) y a la espiración (prâna). Las mismas asunciones se encuentran en Jaiminîya Upanishad Brâhmana I.53 sig., donde elman y la Ric sustituyen al Brhat y a la Rathantara: elman (masc.) representa el intelecto (manas) y la despiración (apâna), y la Ric (fem.) representa la Palabra (vâc) y la espiración (prâna). Elman es también in seipso «a la vez ella (sâ) y él (ama)», y es en tanto que un único poder luminoso (virâj) como los principios conjuntos generan el Sol y, entonces, inmediatamente se separan uno de otro, y esta división de esencia y naturaleza, del Cielo y la Tierra, o del Día y la Noche es la condición inevitable de toda manifestación; invariablemente, es la venida de la luz la que separa en el tiempo a los Padres que están unidos en la eternidad. Ahora bien, elman siempre hace referencia a la música, y la rc a la expresión articulada de las encantaciones (rc, mantra, brahma), de modo que, cuando se cantan las palabras con música medida, esto representa un análisis y naturación de una música celestial que en sí misma es una, e inaudible para los oídos humanos. Por consiguiente, podemos decir que el nombre de «Gran Liturgia» (brhad ukthah, donde ukthah es de vâc, «hablar»), aplicado a Agni, por ejemplo, en Rig Veda Samhitâ V.19.3, representa al Hijo en tanto que una Palabra hablada, y Logos manifestado; y de la misma manera, Indra es «la encantación más excelente» (jyeshthas ca mantrah, Rig Veda Samhitâ X.50.4). LA DOCTRINA VÉDICA DEL «SILENCIO»?

El Hijo es ya, en la unidad indivisa de los principios conjuntos, la imagen de sí mismo del Padre, per verbum in intellectu conceptum; y esta concepción es el «acto de fecundación latente en la eternidad» del Maestro Echkart. La «contemplación del Silencio» por parte de Prajâpati es inequívocamente una operación vital: los términos tushnîn manasâ dhyâyat corresponden estrechamente a los de Rig Veda Samhitâ X.71.2, manasâ vâcam akrata, «con el Intelecto tuvo intercurso con la Voz», y Shatapatha Brâhmana VI.1.2.9, sa manasaiva vâcam mithunam samabhavat, sa garbhy abhavat, «Con el Intelecto tuvo intercurso con la Voz, devino preñado». Que Prajâpati separe a la Voz de sí mismo (la cual Voz había sido su «Silencio»), vâcam vyasrjata, corresponde a Brhadâranyaka Upanishad VI.4.2, «Él separó a la Mujer», striyam asrjata -«Esta Voz es ciertamente una doncella», yoshâ vâ’yam vâk, Shatapatha Brâhmana III.2.1.19 – y a las palabras de San Agustín «Yo hice de mí mismo una Madre de quien nacer» (Contra V Haereses 5). Debido precisamente a que el Padre mismo toma NACIMIENTO a través de la Madre, hay una coesencialidad del Hijo con el Padre, como en Aitareya Brâhmana VII.13: «Deviniendo un embrión, entra en la esposa, en la madre, y renovándose, nace de nuevo (punar… jâyate)». Hay una delegación y transmisión de la Naturaleza universal en la genealogía regní Dei, de la misma manera que la hay de una naturaleza humana particular, en una sucesión dinástica de tipos funcionales; puede agregarse que un «reNACIMIENTO» en este sentidoel hacedor del bien nace ordenadamente en sus hijos», Rig Veda Samhitâ VI.70.3; «mis hijos son mi venir al ser de nuevo», Jaiminîya Upanishad Brâhmana III.27.17; «eso que ha engendrado es su proseguir de nuevo», Chândogya Upanishad III.17.3- constituye todo lo que, hablando propiamente, es la doctrina india de la reencarnación del individuo, en tanto que se distingue de la de la transmigración de la Persona Espiritual, que, cuando el cuerpo muere, «se apresura de nuevo a una matriz», Brhadâranyaka Upanishad IV.3.36 – coincidiendo reencarnación y transmigración sólo in divinis. La Voz separada asume ahora una función vehicular, la de la liturgia en su aspecto verbal, la Ric, identificada en otras partes con este mundo y la Tierra. El «Grande» (brhat, implicando una extensión indefinida en tiempo y espacio), contenido al comienzo como un embrión (garbha) dentro de la Unidad y transferido ahora por la operación vital a la Madre, en quien aumenta, y de quien nace, es primariamente Agni, el Prajâpati visible y audible, considerado aquí en un aspecto litúrgico: «Nace de los lomos de Titán y brilla en el seno de la Madre» (Rig Veda Samhitâ III.29.14), la matriz-altar de la Madre Tierra. Decir que el «Grande» ha yacido «un gran durante dentro» (jyog antar) es una forma de expresión característica para Agni, como en Rig Veda Samhitâ X.124.1, «un gran durante has yacido Tú en la vasta obscuridad» (jyog eva dîrgham tama âsayishtâh), y para su conexo Dîrghasravas, como en Pañcavimsa Brâhmana XV.3.25, donde el «Lejano Lamento» «estuvo largamente en exilio y con necesidad de alimento» (jyog aparuddho’ sanâyah (todavía no venido «a comer y a beber»)). Los mundos están siempre impacientes del NACIMIENTO y salida al día: «¿Cuándo nacerá el Niño?» Rig Veda Samhitâ X.95.12. LA DOCTRINA TÁNTRICA DE LA BIUNIDAD DIVINA

El problema lo sugiere directamente la doctrina del NACIMIENTO doble, temporal y eterno, del Hijo de Dios. Recordemos que es imposible considerar éstos como si hubieran sido dos acontecimientos diferentes en la vida divina, la cual es intrínsecamente inaconteciente. Ciertamente, como dice Santo Tomás mismo, «Por parte del hijo no hay sino una única filiación en realidad, aunque haya dos en aspecto» (Summa Theologica III.35.5 ad 3). Todo esto sugiere que debe haber habido tanto una Madonna eterna como una Madonna temporal. Y eso es claramente lo que implica el Maestro Eckhart: «Su NACIMIENTO en la María espiritual fue para Dios más gozoso que su natividad de ella en la carne» (ed. Evans, I, 418). Si Santo Tomás dice que «la filiación eterna no depende de una Madre temporal» (Summa Theologica III.35.5 ad 2), ¿no estamos nosotros autorizados a agregar, «sino de una Madre eterna»? ¿Quién es entonces la «María espiritual» del Maestro Eckhart sino «esa Naturaleza divina por la cual el Padre engendra» (Summa Theologica I.45.5.6), Natura naturans, Creatrix? LA DOCTRINA TÁNTRICA DE LA BIUNIDAD DIVINA

En caso de que pareciera que nosotros estamos forzando el sentido de Santo Tomás, consideremos la doctrina tomista de la procesión divina. «La procesión de la Palabra in divinis se llama una generación… Generación significa el origen de una cosa viva desde un principio conjunto vivo (a principio vivente conjuncto); y a esto se le llama acertadamente “natividad”… Así, pues, la procesión de la Palabra in divinis es de la naturaleza de una generación. Pues procede a la manera de un acto inteligible, que es una operación vital (operatio vitae)… Por lo tanto, Él es llamado acertadamente engendrado, e Hijo. De aquí, también, que todas estas cosas que pertenecen a la generación de las cosas vivas se usen en la Escritura para denotar la procesión de la Sabiduría divina; es decir, por vía de concepción y NACIMIENTO (conceptione et partu); pues, como se ha dicho de la persona de la Sabiduría Divina, “Cuando no había valles, yo fui concebida (concepta). Antes de que las colinas fueran, yo fui parida (parturiebar)”» (Summa Theologica I.27.2C y ad 2, citando Proverbios 8:24, 25). LA DOCTRINA TÁNTRICA DE LA BIUNIDAD DIVINA

Por ejemplo, en conexión con la doctrina ortodoxa de los dos NACIMIENTOs de Cristo, el eterno y el temporal, encontramos dicho que «por parte del hijo hay una única filiación en realidad, aunque hay dos en aspecto» (Summa Theologica III.35.5 ad 3); cf. «Su NACIMIENTO en María espiritual fue para Dios más gozoso que su natividad de ella en la carne» (Maestro Eckhart, ed. Evans, I, 418). Y puesto que la filiación de Cristo es en cualquier caso una «operación vital de un principio conjunto (a principio conjunctivo)», y la «filiación eterna no depende de una madre temporal» (Summa Theologica I.27.2C y III.35.5 ad 2), se sigue que Cristo es maternizado en la eternidad no menos que en el tiempo; y que, evidentemente la madre en la eternidad, la «María espiritual» del Maestro Eckhart, es «esa naturaleza divina con la que engendra el Padre» (Summa Theologica I.41.5C), «Es decir, esa naturaleza que creó todas las otras» (San Agustín, De trinítate XIV.9) –Natura naturans, Creatrix universalis, Deus, puesto que esencia y naturaleza son uno en Él, en la Identidad Suprema, que es la unidad de los principios conjuntos. Finalmente, puesto que la vida divina es inaconteciente, no hay, evidentemente, sino un único acto de generación, aunque hay «dos en aspecto, correspondientes a las dos relaciones en los padres, cuando se consideran con el intelecto» (Summa Theologica III.35.5 ad 3). Es, entonces, doctrina cristiana latina que hay una única generación, pero dos madres distinguibles lógicamente. El equivalente exacto de esto, en el menor número de palabras posible, aparece en el Gopatha Brâhmana I.33, «dos matrices, un único acto de generación (dve yonî ekam mithunam)». Este breve texto resume, por una parte, la doctrina védica familiar de la bimaternización de Agni, que es dvimâtâ – como, por ejemplo, en Rig Veda Samhitâ III.2.2 y 11, «Él devino el hijo de dos madres… fue encendido en matrices diferentes», y Rig Veda Samhitâ I.113.1-3, donde la Noche, «cuando ha concebido el encendido del Sol, cede la matriz a (su hermana) la Aurora»- y, por otra, el dogma derivado de la maternidad dual (o alternativamente maternidad y maternidad de leche) por la que el Avatar eterno se manifiesta en el vaishnavismo, el budismo y el jainismo, donde, por una formulación algo materializada, el niño divino es transferido efectivamente de la matriz del poder espiritual a la del poder temporal, representados respectivamente por las reinas Devânandâ y Tisalâ. DOS PASAJES EN EL «PARADISO» DE DANTE?

En la medida en que están en cuestión las extensas comparaciones que se han hecho entre el cristianismo y el budismo (en cuyo campo San Jerónimo parece haber sido el pionero, aunque el caso de Jehoshaphat = Bodhisattva también debe tenerse presente), o entre el neoplatonismo y el budismo, debe recordarse que, aunque los paralelos son reales, no obstante, las deducciones en cuanto a la derivación o a la influencia no están firmemente fundadas, puesto que las doctrinas budistas son ellas mismas derivadas, y puesto que pueden presentarse analogías cristianas y neoplatónicas con textos PRE-budistas, en mayor número y con mayor consistencia. Por ejemplo, todos los detalles de la natividad del Buddha, sin excluir el detalle del NACIMIENTO costal, son, de hecho, rastreables ya en las natividades védicas de Indra y de Agni, respectivamente los tipos de los poderes temporal y espiritual, a menudo combinados en el dual Indrâgnî, rey-y-sacerdote. En otras palabras, nosotros mantenemos la independencia relativa de la tradición cristiana, ya sea la de San Dionisio o la de Dante, al mismo tiempo que, por otra, remitimos toda enseñanza ortodoxa, de la que la expresión védica misma es meramente una expresión reciente, a una única fuente común y (como puede agregarse, aunque esto no es esencial al argumento presentemente restringido) finalmente suprahumana. Los problemas no son esencialmente, sino solo accidentalmente, problemas de historia literaria. DOS PASAJES EN EL «PARADISO» DE DANTE?

Sin embargo, los «nidos de más abajo» no son solo los de las substancias individuales en el sentido explicado arriba, sino que, al mismo tiempo, son cada altar sacrificial, ya sea concreto o dentro de vosotros, donde se enciende el Fuego sagrado; y es en estos sentidos como «la Deidad, abandonando su trono de oro, se apresura al lugar de NACIMIENTO aparente del Halcón, la sede construida por (medio de la) especulación» (syeno na yonim sadanam dhiyâ krtam hiranyayam âsadam deva eshati, Rig Veda Samhitâ IX.71.6), donde el Halcón, como es habitual, es el Fuego; el lugar de NACIMIENTO, como es habitual, es el Altar; el seno de la Madre Tierra, es la matriz de la Madre; y el aspecto de la Deidad (deva) a que se alude como apresurándose es el del Soma, la savia del Árbol de la Vida, el «Vino» de la vida, y el Sacrificio voluntario (krîluh). Por consiguiente, encontramos un elaborado simbolismo del Altar, que es el «trono de más abajo» de la Deidad, en esta misma semejanza del nido de un pájaro; e incluso que el Altar se completa de manera que sea manifiestamente semejante a un nido, como, por ejemplo, en Aitareya Brâhmana I.28, donde el Sacerdote, al invocar al sagrado «Fuego y a la Hueste Angélica a aposentarse primero en el lugar del NACIMIENTO, rico en lana» (representado por el «esparcido», pues estas palabras se toman de Rig Veda Samhitâ VI.15-16), procede con la fórmula «Haciendo un nido consagrado para Savitr» (el Sol en tanto que «Vivificador») y, de hecho, prepara «por así decir, un nido, con los palos circundantes de madera de pîtudâru, bedelio, vellones de lana e hierbas fragantes», y todo esto es realmente una representación del nido del Fénix, en el que la vida del Águila, el Fuego, se renueva perpetuamente. DOS PASAJES EN EL «PARADISO» DE DANTE?

Solo queda agregar lo que está ya implícito en las palabras «construida por (medio de la) especulación» (dhiyâ krtam, citado arriba, puesto que dhî en el Sánscrito védico, usado como sinónimo de dhyâna, es = contemplatio), a saber, que el encendido de Agni en sus nidos de más abajo, donde, hasta que es encendido, Él está meramente latente – en otras palabras, la traída de Dios al NACIMIENTO, que, en otro caso, permanece inconocido – aunque se efectúa solo simbólicamente en el ritual del Sacrificio o de la Misa, se efectúa realmente por «el que lo comprende (ya evam vidvân)», el Comprehensor de ello (evamvit), el Gnóstico (jñânin), «en el espacio vacío del corazón (hrdayâkâse)», «en la cámara desnuda del hombre interior (antar-bhutasya khe)»; es una obscuridad interior la que se ilumina. «Ningún hombre, por obras o sacrificios, alcanza a Quien vive siempre» (Rig Veda Samhitâ VIII.70.3), sino solo aquellos en quienes se ha efectuado la última muerte del alma y que, cuando están ante las puertas del cielo, y frente a la pregunta «¿Quién eres tú?», están cualificados para responder, no con un nombre personal o apellido, sino con las palabras, «Este quien que yo soy es la Luz, Tú mismo» – solo a estos se les da la bienvenida con la bendición, «Quien tú eres, eso soy Yo, y Quien Yo soy, Eso eres tú; entra» (Jaiminîya Upanishad Brâhmana III.14), puesto que entonces no queda nada del individuo, ni como «nombre» ni como «semejanza» (nâma-rûpa), sino solo esa Espiración (âtman) que parecía enteramente como que hubiera estado determinada y participada, pero que, de hecho, es impartible. El así liberado, entrando a través del medio del Sol («Yo soy la Vía… ningún hombre viene al Padre, sino por Mí», San Juan 14:6; «Solo conociendo-Le pasa uno la muerte, no hay ninguna otra Vía para ir allí», Vâjasaneyi Samhitâ XXXI.18), «la puerta a través de la cual todas las cosas retornan perfectamente libres a su felicidad suprema» (Eckhart, ed. Evans, I, 400), deviene un «Movedor a voluntad» (kâmacârín), cuya voluntad, ciertamente, no es ya suya propia, sino que está confundida con la de Dios. «Esa es su forma propia, que tiene su voluntad; el Espíritu es su voluntad (de él), y él no tiene voluntad, ni ningún deseo» (Brhadâranyaka Upanishad IV.3.21); «él sube y baja (arriba y abajo de) estos mundos, comiendo lo que quiere, y asumiendo la semejanza que quiere» (Taittirîya Upanishad III.10.5); de la misma manera que en San Juan 10:9, «Yo soy la puerta: si un hombre entra por Mí, será salvado, y entrará y saldrá, y encontrará pradera», y más explícitamente aún en la Pistis Sophia. DOS PASAJES EN EL «PARADISO» DE DANTE?

Obsérvese ahora, que de la misma manera que los repetidos análisis de la constitución psicofísica del presunto individuo acaban invariablemente con las palabras na ME so attâ, «eso no es mi “sí mismo” o “esencia espiritual”», así Nâgasena muestra que en todo lo que puede ser nombrado, ya sea «carro» o «Nâgasena», no puede encontrarse ningún ser auto-subsistente o substancia persistente. Nâgasena no niega que pueda haber un auriga distinto del carro, o un principio distinto de todo lo que puede ser llamado «Nâgasena», y de la misma manera no puede hacerse que las palabras na ME so attâ signifiquen que «no hay ningún attâ». Nâgasena deja al auriga enteramente fuera, debido solo a que su propósito inmediato, como el del Buddha en muchos textos, es deshacer la creencia en un «sí mismo» que es ya sea físico o ya sea psíquico. Él no tiene nada que decir, por lo tanto, sobre un auriga a quien no puede darse ningún nombre, ese otro «sí mismo» (âtman) de Katha Upanishad II.18 que «jamás ha devenido alguien» (na babhuva kascit), un sí mismo que solo puede definirse por la eliminación de todo lo que él no es, pero que es, verídicamente, la substancia de todos aquellos santos budistas que, como el Buddha mismo, habían realizado que todos los fenómenos son anattâ, y habían alcanzado la «Estación de No-ser-Alguien» (âkiñcaññâyatana). Y nosotros podemos decir, efectivamente, con Udâna 80, que «si no hubiera este Innacido, Indevenido, Inefectuado, Incompuesto, no habría ninguna vía de escape de este mundo de NACIMIENTO, devenir, efectuación y composición». ALGUNAS PALABRAS PÂLI

Hay también evidencias internas. La ordenación implicaba el abandono del nombre propio y del nombre familiar de uno (nâma-gotta) -«de la misma manera que cuando los ríos alcanzan el mar, abandonan su nombre y linaje (pajahanti nâma-gottâní)…», y el Peregrino devenía ahora un «Hijo del Buddha» (sakya puttiya, Udâna 55). La ordenación es, de hecho, un segundo NACIMIENTO: encontramos junto con yato jâto, «desde el tiempo en yo que nací», expresiones tales como «yato ariyâna jâtiyâ jâto, «desde el tiempo en que yo nací del linaje Ario» (Majjhima Nikâya, II.103), es decir, como un sakya puttiya, un «hijo del Buddha»; e incluso un pasaje más explícito, en el que Kassapa habla de su perfecta maestría y se llama a sí mismo un «hijo natural del Bienaventurado, nacido de su boca, nacido del Dhamma, formado por el Dhamma y un heredero del Dhamma» (Samyutta Nikâya II.221). ALGUNAS PALABRAS PÂLI

natthika. Literalmente un «There-is-not-ist» (un «no-hay-ista»), o un poco más libremente, «positivista»; el término se usa, igualmente en sánscrito y pâli, para significar aproximadamente lo que se entiende por nuestro «escéptico», «materialista», «pragmático» o «ateo». El hombre que mantiene que «no hay ningún otro mundo» (natthi paro loko) a pesar del hecho de que «hay ciertamente otro mundo» (santam yeva, kho pana param lokam) y en contra de los «Arhats versados en el otro mundo» (paraloka-viduno) es «un malvividor, un hombre de visión falsa (herético), un negador» (dussîlo… micchâ-ditthi natthikavâdo, Majjhima Nikâya I.403, cf. Anguttara Nikâya II.31 y Samyutta Nikâya III.73). Natthika, en Samyutta Nikâya I.96, no significa «vacío de mano» o «uno que niega la limosna»(!) sino un «negador» como arriba: no podemos comprender el comentario del traductor «nosotros no encontramos ningún paralelo a este término». En Samyutta Nikâya II.17 natthitâ, «no-ismo», y atthitâ, «es-ismo», son los dos puntos de vista extremos, de negación y afirmación, que se mantienen popularmente con respecto a lo que puede llamarse la cuestión de la realidad o persistente identidad del mundo o del individuo; en conexión con lo cual se debate, además, si es el mismo individuo el que, en esta vida o en otra, actúa y recoge a la vez la recompensa de los actos, o si uno es el que actúa y otro el que recoge. El Buddha enseña una Vía Media, de «Originación Causal» (paticcasamuppâda), según la cual las «cosas» han de considerarse sin nada «en sí mismas», y solo como fenómenos (rupa) que han surgido de tal y tal manera (yathâ-bhutam, «como-devienen»), a saber, en una secuencia causal ordenada. La clave de esta doctrina (afirmada también muy claramente en Majjhima Nikâya I.421) ha sido admirablemente resumida por el traductor en Kindred Sayings (= Samyutta Nikâya) II.22, nota: «El sujeto de la experiencia resultante es, él mismo, el resultado de la experiencia causal; a la vez tan idéntico y tan poco idéntico como es, digamos, el árbol y el brote» (o el niño y el hombre). Para nosotros hoy día, que tenemos un punto de vista animista y unos intereses psíquicos en vez de espirituales, y que, por consiguiente, consideramos que hay una identidad senciente que persiste durante toda la vida, o incluso después de la muerte, esto sería una solución «es-ista». Pero para el budista (como para Platón, Banquete 207DE; cf. Plutarco, Moralia 392) esto no es consistente: la persistencia de una identidad, incluso de un día para otro, no es un «hecho», sino meramente una «verdad convencional»; el hecho es que, como en la parábola del mono de Samyutta Nikâya II.95, «voluntad, mente y conocimiento (cittam, mano, viññânam», es decir, toda la personalidad mental), esto, cada día y cada noche, surge (uppajati) como una cosa y se destruye (nirujjhatí) como otra»; y como en la parábola del carro, Samyutta Nikâya I.135, donde se dice que el nombre de «esencia» (satta) se da solo convencionalmente (sammuccâ) a lo que no es realmente una substancia simple, sino un agregado. De la misma manera, a la muerte, «el alma-y-cuerpo que fue en un devenir previo, se destruye sin residuo, y otro se adelanta» (purimabhave nâma-rûpam asesam niruddham, aññam uppannam, Visuddhi Magga 413)», y es una herejía mantener que «esta consciencia (idam viññânam) concurre y migra (samdhâvati samsarati) sin pérdida de identidad (anaññam, Majjhima Nikâya I.256)»; y, sin embargo, no puede decirse que la muerte es una liberación automática del mal y de las obras (Milinda Pañho 72) debido a que «los seres (sattâ) son los herederos de los actos (kamma-dâyâdâ)». Nunca debe perderse de vista que la doctrina tradicional no hace ninguna distinción en principio entre nuestras muertes y NACIMIENTOs diarios y la muerte y el NACIMIENTO «cuando llega la hora»: esto, junto con una comprensión de lo que se entiende por los dos sí mismos (en el budismo, el gran sí mismo o el sí mismo limpio, y el pequeño sí mismo o el sí mismo sucio) es esencial para una comprensión de toda la escritura india. En cuanto a la supervivencia de la personalidad, ya sea de un día para otro o ya sea de una vida a otra, el Buddha enseña una Vía Media de comprensión – la de la continuidad sin identidad. ALGUNAS PALABRAS PÂLI

Sin embargo, debe comprenderse que hay muchas muertes, de entre las cuales, esa muerte en el curso debido, después de la cual uno es depositado sobre la pira, es solo una muerte entre muchas otras. Todo cambio es un morir, y al mismo tiempo implica el NACIMIENTO de un hombre nuevo (que puede ser mejor o peor que el viejo; pero, en nuestros contextos, que conciernen solo a los verdaderos Viajeros, es siempre un hombre mejor), como ello es explícito en Samyutta Nikâya II.95, donde «voluntad, pensamiento, discriminación (citta, mana, viññâna), todo esto surge como uno y se destruye como otro, cada noche y cada día», y en Anguttara Nikâya II.82, donde, con referencia a un cambio de ocupación y estatus, se dice que un hombre «muere a uno y nace a tal otro» (tato cuto itthattam âgacchati). Es desde el mismo punto de vista como debe comprenderse la aplicación de nibbuto y parinibbuto a seres humanos todavía vivos. El Mahâsambodhi, como un nibbâna, es la muerte del Bodhisattva, y el NACIMIENTO de un Buddha, el Despierto; y similarmente en el caso de otros de quienes se dice que son nibbuto o incluso parinibbuto aquí y ahora. ALGUNAS PALABRAS PÂLI

Así pues, parinibbâyati implica, no meramente la muerte de un sí mismo, sino, como todas las muertes, cualesquiera que sean, la traída al NACIMIENTO, o el hacer devenir (bhâvanâ), de otro sí mismo. Cada paso en la Vía usa un «sí mismo muerto», que ahora se ve como no siendo «ni mío, ni yo», como un escalón o un peldaño; y es así como el verdadero Sí mismo del Viajero viene al ser (bhushnur-âtmâ, Aitareya Brâhmana VII.15), y se revela cada vez más claramente (âvistarâm-âtmâ, Aitareya Âranyaka II.3.2): y el producto final, «cuando se ha hecho todo lo que tenía que hacerse» (katakicco, katam karanîyam, passim; krtakrtyah en Aitareya Âranyaka II.5 y Maitri Upanishad VI.30), es el Espíritu todo mismidad, un Sí mismo acabado y perfecto (bhâvitattâ, passim, krtâtman como en Chândogya Upanishad VIII.13). Parinibbâyati, en este sentido de «llevar a la perfección», aparece repetidamente en el llamativo texto Majjhima Nikâya I.446, donde la palabra se usa en conexión con cada una de las diez etapas del entrenamiento de un noble alazán (y no debe perderse de vista que el Mendicante cuyo sí mismo más bajo ha sido puesto bajo un control completo (attâ sudanto) se compara a menudo a un corcel bien entrenado). Lo que hemos querido mostrar, entonces, es que parinibbuto, en el sentido de «muerto», no tiene el valor limitativo que se asocia comúnmente a esta palabra, sino que implica también «regenerado». Parinibbuto tiene los dos valores que son inherentes a la palabra «acabado», la cual puede significar o «muerto» (como en la expresión, «eso fue su fin») o «llevado a la perfección» (en el sentido en que nosotros hablamos de un «producto acabado»). Apenas necesitamos decir que toda perfección y toda paz implican de esta manera la muerte de todo lo que había sido imperfecto o no estaba en paz; toda moción acaba cuando alcanza la meta hacia la cual se dirigía; Muerte es el «Acabador» (antaka), pero también el Eros solar, el Gran Espíritu (mahâtman) que da la bienvenida al perfecto en el Fin del Mundo. Parinibbuto, literalmente «despirado», es así «acabado» en los dos sentidos de la palabra; y solo si nosotros entendemos esto podemos comprender plenamente por qué el fiel budista, cuando ve la tumba (thupa) del Buddha, no es movido por la pena, sino por el «estremecimiento» (samvejana) de la comprensión, y exclama triunfantemente, «Aquí el Tathâgata fue enteramente acabado (parinibbuto) con esa obtención de la despiración (nibbâna) que es sin residuo de asunción». ALGUNAS PALABRAS PÂLI

nettíyâ. Bhava-nettiyâ no es, como se ha traducido al menos una vez, «el Ojo de la Existencia», sino los conductos de la existencia (o del devenir, o del NACIMIENTO). De la misma manera que en Majjhima Nikâya II.105, etc., udakam hi nayanti nettíkâ, «los irrigadores (hacedores de canales, o “conductos” para el agua) conducen el agua». Bhava-netti se explica correctamente en el Diccionario como «conductor a una existencia renovada». Pero en Shânkhâyana Âranyaka II.336, cf. Dîgha-Nikâya Atthakathâ 127, etc., se explica como rajju, «cuerda»: y bhava-rajju es la cuerda que le ata a uno a devenir o a una existencia renovada. Similarmente en Aitareya Âranyaka III.2, donde se afirma explícitamente que este rajju = nettí es la cuerda «con la que los seres, como ganado atado por el cuello, son conducidos a tal o cual existencia». El Tathâgata es el cortador de este nettí, que es la sed de existencia (Dîgha-Nikâya Atthakathâ 128), y así la cuerda que lleva a ella, hasta que es cortada. Cf. Itivuttaka, p. 94, nettícchínna bhikkhu, el que ha cortado el nettí, y para quien no hay ninguna existencia, sed o ansia, tanhâ, renovada, puesto que está completamente limpio de ella, Udâna Atthakathâ 272. Nosotros nunca nos hemos encontrado con la expresión bhava-cakkhu (solamente mamsa-cakkhu); y el pâli netta = netra es más a menudo «eso que conduce», por ejemplo, «riendas» (nettâní, Samyutta Nikâya I.26), que literalmente «ojo», el cual, en todo caso, es un significado secundario y no primario de la palabra. ALGUNAS PALABRAS PÂLI

sankha. El significado primario es «número», de aquí sankham gam, «ser contado» o «enumerado», como en Udâna 55, donde «ellos son contados (sankham gacchanti) (como) “Hijos del Buddha”» (sakyaputtiya). En este sentido sankham gam es «ser llamado», «obtener un nombre». Se sigue que, de una manera más general, ser «enumerado» es existir en el universo cuantitativo y dimensionado (nimitta), y que sankha, es desde este punto de vista, equivalente de mâtrâ («medida», y etimológicamente «materia», eso que se conoce en los términos de «forma y fenómeno», nâma-rûpa), en cuyo sentido, sankha es casi el equivalente exacto del «número» en tanto que característico de la «especie» en la filosofía escolástica. Venir al ser, nacer y ser «nombrado» es un bien desde algunos puntos de vista, pero nunca un bien final; y, por consiguiente, desde otro punto de vista, el del hombre que está buscando devenir «nadie» (akimcana), es un mal. Así en Sutta-Nipâta 1074, del Muni partido como una llama apagada por el viento, y liberado de nombre y cuerpo (nâmakâyâ = nâmarupayâ), se dice que «vuelve a casa (attham paleti), no vuelve a un número (na upeti sankham)», es decir, que él no es cognoscible: de la misma manera, del Arhat, que no puede ser encontrado por los dioses ni por los hombres ni en el cielo ni en la tierra, se dice que «ha acabado con el número (pahâsi sankham, Samyutta Nikâya I.12)»; de hecho es justamente de tales como estos de quienes dice Brahmâ, que él «no puede dar ninguna verdadera cuenta» (sankhâtum no pi sakkomi, etc., Dîgha Nikâya II.218); e, inversamente, en Samyutta Nikâya III.35, «Lo que quiera que un hombre se lleva al lecho, por eso es por lo que obtiene su número» (yam… anuseti tena sankham gacchati), es decir, su propósito incumplido determina su NACIMIENTO (como en Maitri Upanishad II.6d). ALGUNAS PALABRAS PÂLI

Más familiar es el simbolismo de la «Otra Orilla», que ha de alcanzarse de diferentes maneras, ya sea con balsa, barco, puente o vado, y en conexión con la cual nos encontramos con una gran variedad de términos, tales como tara, tarana, târâ, tîran, tîrtha, trâtr, etc., que derivan de tr, «cruzar». En este caso las Aguas que han de cruzarse son específicamente el Río de la Muerte (Majjhima Nikâya I.225-27; Dhammapada Atthakathâ II.275, etc.); o, como se explica más plenamente en Samyutta Nikâya IV.174-75, la Gran Inundación de Agua (mahâ udakannavo), es la inundación de la volición, el NACIMIENTO, la opinión y la ignorancia (kâma, bhava, ditthi, avijjâ); Esta Orilla representa la «incorporación» (sakkâya), la Otra Orilla representa el nibbâna, y el «Brahman que ha cruzado y alcanzado la otra orilla y que está en terreno sólido» (tinno pâramgato thale titthatí brahmano) es el Arahat. La fórmula del cruce a la otra orilla, o el cielo de la seguridad, aparece tan repetidamente en contextos igualmente budistas y brahmánicos que no es necesario citar aquí ningún ejemplo más. La metáfora de la «barca» salvadora (pâli y sánscrito nâvâ) se conserva en nuestra «nave» (de una iglesia). ALGUNAS PALABRAS PÂLI

Nuestro sí mismo humano es una asociación (sambhutih, syggéneia, synousia, koinonia) de soplos o espiraciones (prânâh, aistheseis, Jaiminîya Upanishad Brâhmana IV.7.4; cf. II.4.5), o una hueste de seres elementales (bhutagana); y como tal un «sí mismo-elemental» (bhutâtman) que ha de ser distinguido, lógica pero no realmente, de «su Sí mismo y Duque inmortal» (netr = hegemon), Agente inmanente (kartr) y Dador del ser (prabhuh, Maitri Upanishad III.2, 3, IV.2, 3, VI.7), el «Hombre Interior de estos seres elementales» (bhutânâm antah purushah, Aitareya Âranyaka III.2.4); estos dos sí mismos son las naturalezas pasible e impasible de una única esencia. Los «seres elementales» (bhutâh, bhutâni) se llaman así con referencia al Ser o Gran Ser (mahâbhutah), Brahma, Sí mismo (âtman), Persona (purushah), o Soplo (prânah), Prajâpati, Agni o Indra, etc., de quien todos estos poderes «nuestros» de expresión, percepción, pensamiento y acción han salido como espiraciones o «soplos» (prânah) o «rayos» = «riendas» (rasmayah), Brhadâranyaka Upanishad II.1.20, II.4.12, IV.5.11; Maitri Upanishad VI.32, etc. La designación de «Ser» (bhutah, más literalmente «ha-devenido») es «a causa-de-la-salida» (udbhutatvât) del Uno que se hace a sí mismo muchos (Maitri Upanishad V.2). Los poderes del alma, extendidos así por el Prabhuh y Vibhuh, se llaman, por consiguiente, «esencias distributivas (vibhutayah)». La operación de estos poderes en nosotros es lo que llamamos nuestra consciencia (caitanyam, samjñânam, vijñânam), es decir, la vida consciente en los términos de sujeto y objeto. Esta consciencia, a la cual está ligada toda la responsabilidad ética, surge en nuestro NACIMIENTO y cesa cuando «nosotros» morimos (Brhadâranyaka Upanishad IV.4.12-14, Eclesiastés 9:5); pero esta consciencia, y su responsabilidad correlativa, son solo modos de ser particulares; no fines en sí mismas, sino medios hacia un fin más allá de sí mismas. Nuestra vida, con todos sus poderes, es un don (Atharva Veda Samhitâ II.17) o un préstamo (Mathnawî, I.245). Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología

Al mismo tiempo, en incontables recensiones del mito de las contiendas de los Soplos entre sí, entre todos estos poderes, en los que, en tanto que «intelecto práctico», la Mente está incluida, se resalta la absoluta superioridad del Soplo mismo: ello prueba invariablemente que el Soplo es el mejor y el único poder esencial, pues el organismo puede sobrevivir si es privado de cualquiera de los otros, pero sólo el Soplo puede levantar el cuerpo, que cae abatido cuando el Soplo parte (Aitareya Âranyaka II.1.4; Brhadâranyaka Upanishad I.5.21, VI.1.1-4; Kaushitakî Upanishad II.14, III.12, etc.). En efecto, es el Soplo el que parte cuando nosotros «entregamos el espíritu»; y, al partir, substrae los Soplos de raíz y los lleva con él, en lo que es al mismo tiempo su muerte (de los Soplos) y la nuestra (Brhadâranyaka Upanishad IV.4.2, VI.1.13; Bhagavad Gîtâ XV.8, etc.). Nada queda de «nosotros» cuando «nosotros, que antes de nuestro NACIMIENTO no existíamos y que, en nuestra combinación con el cuerpo, somos mixturas y tenemos cualidades, ya no seamos más; sino que seremos absorbidos por el reNACIMIENTO (paliggenesia, resurrección) con lo cual, deviniendo unidos a las cosas inmateriales, devendremos sin mezcla y sin cualidades» (Filón, De cherubim 114, 115). Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología

Esta es también, tan cercana como es posible, la historia como la cuenta Hermes, Lib. I.9 sig. Allí, la «segunda Mente hizo, de fuego y de agua, Siete Gobernadores (dioiketores), es decir, los Siete Planetas, y estableció sus revoluciones. El Hombre (anthropos = purusha), el Hijo de Dios, teniendo en sí mismo la operación (energeia) de estos Siete Gobernadores y conociendo su esencia, miró abajo a través del disco (solar) (armonia), pasó a través del cráneo (kytos), y amó y desposó a la Naturaleza tendida abajo, que entonces dio NACIMIENTO a «siete hombres según las naturalezas de los Siete Gobernadores», y de constitución elemental; en ellos el Hombre, de ser Vida y Luz, devino alma y mente, sujeto a la mortalidad y al destino por causa del cuerpo, pero también inmortal en su forma esencial (ousiodos = svarupa); así pues, «que el hombre dotado de Mente reconozca que es inmortal, y que la causa de la muerte es el amor carnal». El texto continúa para mostrar cómo el Hombre en nosotros puede retornar por la vía que vino. Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología

Todo este problema puede formularse también en los términos del dominio del Fatum y la transcendencia de la Necesidad. Aquí debemos volver a lo que se ha dicho más atrás concerniente a los Siete Rishis; pues la concepción de nuestra constitución y consecuente Destino, que estaba implícita allí, no es en modo alguno únicamente india sino, por ejemplo, idéntica a la doctrina platónica expresada por Hermes Trismegisto (Lib. I.9.16, XVI.13 sig, Excerpt XII, y en otras partes). Aquí la Mente creativa solar (domioyrgos) «hizo de Fuego y de Espíritu Siete Gobernadores, que envuelven en sus órbitas el universo sensible, y su Gobierno (dioikosis, literalmente cuidado doméstico, economía) se llama «Destino» (eimYrméno)». Estos Gobernadores son los Siete Planetas (astér?, estrellas, luces) y actúan sobre nosotros, o más bien en nosotros, a través de los correspondientes Daimones que se hacen cargo de nosotros al NACIMIENTO, entrando en las dos partes irracionales del alma y penetrando el cuerpo, donde, asentados en sus vasos, tiran de nosotros hacia sí mismos (anthélkousi… eis eautous), gobernando así nuestra vida terrenal, usando nuestros cuerpos como sus instrumentos. La mayor parte de nosotros somos conducidos y arrastrados por estos Daimones, debido a nuestro gusto de las actividades en las que, como dice Hermes, consiste su ser. Pero «ni los dioses (los anteriormente dichos Siete Gobernadores Planetarios) ni los Daimones tienen ningún poder contra el Rayo de Luz Único que es el de Dios» y «hay unos pocos, en la Parte Racional de cuya alma, brilla este Rayo que viene de Dios por la vía del Sol (la anteriormente dicha Mente Creativa)», y en éstos la operación de los Daimones (es decir, los impulsos de los poderes sensitivos en persecución de sus objetos naturales) se reduce a nada. Y así Dios gobierna a los dioses, y ellos a los Daimones, sus representantes en nosotros; él opera a través de ambos, y hace así todas las cosas para sí mismo; y todas las cosas son miembros (moria) de sí mismo. Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología

La batalla se habrá ganado, en el sentido indio y en la terminología cristiana, cuando podamos decir con San Pablo, «Vivo, pero no yo, sino Cristo en mí» (Gálatas 2:20), es decir, cuando «yo» estoy muerto, y no hay nadie para partir, sino el Dios inmanente, cuando el cuerpo y el alma se desintegran. Así pues, la filosofía es el arte de morir. «Los filósofos verdaderos son practicantes del morir, y la muerte es menos terrible para ellos que para todo los demás hombres… y puesto que están siempre muy anhelantes de liberar el Alma, la liberación y separación del alma y el cuerpo es su principal cuidado» (Fedón 67DE). De aquí el mandato «Morid antes de morir» (Mathnawî VI.723 sig., y Angelus Silesius, IV.77). Pues nosotros debemos «nacer de nuevo»; y un NACIMIENTO al que no precede una muerte es inconcebible (Fedón 77C; Bhagavad Gîtâ II.27, etc.). Este morir es a sí mismo. Se trata a la vez de una voluntad y de un método. Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología

En este punto será necesaria una disgresión, para hablar de las dos vías diferentes por las que se ha buscado un conocimiento de la naturaleza divina. Las Upanishads emplean estas dos vías, la via analogia (la técnica del simbolismo) y la via remotíonís (la técnica de la abstracción) precisamente de la misma manera que el cristianismo, que heredó los métodos positivo (kataphatiche) y negativo (apophatiche) del neoplatonismo a través de Pseudo Dionisio, que los empleó en el De divinis nominibus. El método positivo consiste en atribuir a Dios, de una manera superlativa y absoluta, todas las perfecciones y bellezas concebibles en las cosas existentes; en Él, estas perfecciones absolutas, aunque se distinguen lógicamente, se consideran como inexplicables, y como idénticas con Su esencia. Cada una de estas atribuciones constituye un «nombre esencial», de manera que tales nombres esenciales son tantos como las perfecciones que puedan enumerarse. Ejemplos de este método pueden citarse en la designación de Dios como Luz, Amor, Sabiduría, Ser, etc., y en el sac-cid-ânanda de los Brâhmanas. Por otra parte, el método negativo procede a la definición de la naturaleza divina por la vía de la abstracción y de la afirmación de la transcendencia con respecto a las antítesis. Desde este punto de vista, la comprensión más alta que podemos tener de Dios se expresa por una negación, en Él, de todos aquellos atributos cuya noción se deriva de cosas externas a Su unidad superesencial. Según este método, de Dios puede hablarse como No-Ser, Nada u Obscuridad; o, como en las Upanishads, por la famosa expresión netí, netí, «Ni, ni», o como Eso «de lo que, al no encontrar-Lo, las palabras, junto con el intelecto, retroceden» (Taittirîya Upanishad II.4), y «donde la más alta fantasía carece de poder» (Dante, Paradiso XXXIII.142). El Maestro Eckhart sigue este método cuando dice que «Nada verdadero puede decirse de Dios». Tales ejemplos podrían multiplicarse indefinidamente, procedentes de todo tipo de fuentes, cristianas, sufîs, hindúes, taoístas y otras. En la metafísica upanishádica, no menos que en la teología cristiana, «Es la vía negativa la que tiene la primacía sobre la otra, Dios no es un objeto. Él está más allá de todo lo que es, y, por consiguiente, más allá de lo cognoscible, puesto que el conocimiento tiene el ser por límite. Desde este punto de vista sobreeminente, Dios no está sólo por encima de las afirmaciones y de las negaciones contradictorias, sino que su naturaleza sobresubstancial está envuelta de tinieblas» (M. de Wulf, Histoire de la philosophie médiévale, 6a ed., París, 1934, p. 107). «Él no sabe lo que Él mismo es, debido a que Él no es una cosa… Por lo tanto, se dice que Dios es Esencia, pero más verdaderamente que Él no es Esencia» («Deus itaque nescit se quid est, quia non est quid. …Essentia ergo dicitur Deus, sed proprie essentia non est»), Erígena, De div. naturae, II.13 y I.14; o poniendo esto en términos indios, «El Brahman se llama âtman, pero más propiamente anâtmya». Estas reflexiones pueden prepararnos para considerar la naturaleza del Purusha en mayor detalle, según las formulaciones védicas y upanishádicas, que solo pueden parecer extrañas a aquellos que no están familiarizados con la metodología de la teología y de la metafísica universales. Ciertamente, el punto principal que hay que entender es que si Su naturaleza transciende todas las antítesis lógicas, Él no puede ser encontrado, como Él es en sí mismo, por el buscador que considera solo Su ser, es decir, Su «Faz» o Su «Luz», sino solo por el Comprehensor que ve también Su «Espalda» o Su «Obscuridad». Él, la Persona (purusha) omnipresente (vyâpaka) e incaracterizada (alinga), «con Cuyo NACIMIENTO un hombre se libera y alcanza la eternidad (amrtatvam)», no es solo Amor y Vida, sino también Temor y Muerte. Mahâ Purusha: «LA IDENTIDAD SUPREMA»

Otro punto de importancia en conexión con esto: aunque el punto de vista védico presume necesariamente una inmortalidad, es decir, una atemporalidad de todas las potencialidades del ser que subsisten tipalmente en el Sí mismo (y esto, desde el punto de vista del Sí mismo, puede considerarse como una existencia eterna en la imagen del mundo, no meramente de cada individuo, sino de cada acto de cada individuo sobre cualquier plano del ser), una inmortalidad de este tipo no ha de considerarse en modo alguno como una inmortalidad desde el punto de vista de una consciencia individual. Se afirma con suficiente claridad que tanto la inmortalidad relativa de los Ángeles, como la inmortalidad absoluta de la Realización son condiciones que dependen enteramente del esfuerzo individual; o, como se expresa desde un punto de vista más limitado en la tradición cristiana, cada individuo debe trabajar por su propia salvación. Por así decir, no puede haber ninguna «inmortalidad» para la mónada individual que no ha adquirido un «alma» por el debido cumplimiento de las Obras, o realizado el Sí mismo ya sea parcialmente como un Viajero o completamente como un Comprehensor. En cuanto a los seres infrahumanos, «las pequeñas criaturas, que retornan continuamente», de quienes se dice «Nace y muere», el suyo es un «tercer estado»; su curso es efímero, y no es por el devayâna ni por el pitryâna, aunque no se excluye la posibilidad de que incluso un animal, bajo circunstancias especiales, pueda desarrollar una consciencia con un valor superviviente. Y en cuanto a esos seres humanos en la forma, pero en absoluto menschlich (= humanos) en la naturaleza, que no cumplen siquiera una virtuosidad (kâusalya) en las Obras, se dice que su Psique renace en matrices animales, o alternativamente que se pierde. De aquí (por supuesto solo desde el punto de vista humano, puesto que no hay ninguna superioridad de un estado sobre otro a los ojos del Sí mismo) la suma importancia del NACIMIENTO en la forma humana; pues aquí y ahora se determina si el individuo heredará o no la Vida Eterna, o al menos una posibilidad renovada de ganar la Vida Eterna. Además, el Veda es el cuerpo de la Verdad en el que está establecida la vía de la vida; y esta Verdad, eterna en la consciencia del Sí mismo (sin distinción entre «conocimiento» y «ser»), se transmite como ha sido «escuchada», por una sucesión de Profetas (rshayah) de manvantara en manvantara. El Diluvio en la Tradición Hindú

El paralelo general con la tradición bíblica es muy estrecho; el relato de la creación en el Génesis corresponde a la creación en el comienzo del presente kalpa, y el del Diluvio y Noé al del Diluvio y Manu Vâivasvata. Sin embargo, Manu no se considera como tomando con él dentro del arca una esposa y parejas de criaturas según su especie; en otras palabras, el aparato de la versión hebraica a este respecto es más mecánico. Manu es un progenitor de la humanidad en el sentido en que todos los hombres son de la semilla de Manu; y como la reencarnación de los Patriarcas no es todos a la vez, sino día a día en el curso natural de los acontecimientos, no debe comprenderse que ellos descendieron en el arca de Manu literalmente, sino por el pitryâna en su connotación general, y que su genealogía desde Manu, por así decir, está implícita y es por virtud seminal. Su NACIMIENTO efectivo, día a día, se describe algo obscuramente en varios relatos del retorno en el Viaje Patriarcal, como un descenso de rasa con la lluvia, y una subsecuente evolución. El Diluvio en la Tradición Hindú

En la India se ha mantenido consistentemente que nuestro verdadero Sí mismo solo puede describirse por una negación de todas las cualidades (relaciones) que pueden predicarse de él. Esta via remotíonís, representada por el netí netí de las Upanishads, y por el axioma de que el NACIMIENTO y la muerte son correlativos inseparables, está fuertemente desarrollada en el budismo, donde nos encontramos con un análisis repetido de la «personalidad» (atta-bhâva) en los términos de sus cinco componentes psicofísicos, a cada uno de los cuales, debido a su impermanencia (anicca), se le aplican las palabras «eso no es mi Sí mismo» (na ME so attâ) (Nikâyas, passim), y donde se recalca que «todo lo que ha nacido, ha venido a ser (bhutam), y es compuesto, es una cosa naturalmente corruptible» (palokadhamma, Dîgha Nikâya II.118). Así pues, quienquiera que comprende las cosas «como devinientes» (yathâ-bhutam), es decir, en la secuencia natural de causas y efectos, no preguntará: ¿Qué “era” yo, Qué “soy” yo, o Qué “seré” yo? (Samyutta Nikâya II.26, 27). Esta es la doctrina familiar de anattâ, es decir, que no hay ningún «sí mismo» reconocido en los constituyentes de la personalidad, que no son nada sino una cadena de factores causalmente determinados. Al mismo tiempo, al adepto budista (Arhat), no menos que al Despierto consciente de que «”yo” no soy nada de un alguien en ninguna parte» (Anguttara Nikâya II.177), «ni “brahman”, ni “príncipe”, ni “granjero”, ni nadie en absoluto» (Sutta-Nipâta 455), le está permitido decir «yo» por conveniencia – como un Bertrand Russell podría hacerlo, aunque él sabe que «él» no es nada sino una serie de eventos que ha tenido un punto de comienzo en el tiempo y que llegará a un fin; el maestro budista posiblemente no pueda ser comprendido por un personalista inenseñado, pero hay poco peligro de que no sea comprendido dentro de la comunidad de discurso a la que pertenece, es decir, la de la orden monástica, o aún por los seglares instruidos. ¿«Sócrates Es Viejo» Implica que «Sócrates Es»?

Pero la cuestión no acaba aquí. Es cierto que nada mortal por naturaleza puede devenir inmortal, no importa que sea mucho o poco el tiempo que ello pueda durar. Sin embargo, la tradición insiste en que nosotros debemos «conocer nuestro sí mismo», qué y Quién somos. Al confundir nuestra intuición-de-ser con nuestra consciencia-de-ser-Fulano, nos hemos olvidado de nosotros mismos. De hecho, se trata de un caso de amnesia y de identidad equivocada. Recordemos que una «persona» es primariamente una máscara y un disfraz asumido, que «todo el mundo es un escenario», y que puede haber sido un engaño más bien pueril haber asumido que las dramatis personae eran las «personas verdaderas» de los actores mismos. Desde el punto de vista de nuestra tradición, el cogito ergo sum cartesiano es un non sequitur absoluto y un argumento circular. Pues yo no puedo decir cogito verdaderamente, sino solo cogitatur. «Yo» ni pienso ni veo, sino que hay Otro que es el solo en ver, oír y pensar en mí y en actuar a través de mí; una Esencia, Fuego, Espíritu o Vida que no es más ni menos «mío» que «vuestro», pero que él mismo jamás deviene alguien; un principio que informa y vivifica un cuerpo tras otro, y que aparte del cual no hay ningún otro que transmigre de un cuerpo a otro, un principio que jamás nace y jamás muere, aunque preside en cada NACIMIENTO y cada muerte («ni un gorrión cae al suelo…»). Esta es una Vida que se vive dove s’appunta ogni ubi de ogni quando, un lugar sin dimensiones y un ahora sin duración, cuya experiencia empírica es imposible y que solo puede conocerse in-mediatamente. Esta Vida es el «Espíritu» que nosotros «entregamos» cuando este hombre muere y el espíritu retorna a su fuente y el polvo al polvo. EL SIGNIFICADO DE LA MUERTE