René Guénon — APRECIAÇÕES SOBRE O ESOTERISMO ISLÂMICO E O TAOÍSMO
ÉMILE DERMENGHEM. Contes Kabyles
Lo que constituye sobre todo el interés de esta recopilación de «cuentos populares» del Africa del Norte, bajo nuestro punto de vista, es la introducción y las notas que le acompañan, en las que son expuestas opiniones generales sobre la naturaleza del «folklore universal». El autor hace destacar muy justamente que el «verdadero interés de las literaturas populares está en otra parte que en las filiaciones, las influencias y las dependencias externas», que reside sobre todo en que las mismas testimonian «a favor de la unidad de las Tradiciones». Hace sobresalir la insuficiencia del punto de vista «racionalista y evolucionista» al cual se atienen la mayoría de los folkloristas y de los etnólogos, con sus teorías sobre los «ritos de temporada» y otras cosas del mismo orden; y recuerda, al respecto de la significación propiamente simbólica de los cuentos y del carácter verdaderamente «transcendente» de su contenido, algunas de las consideraciones que nos mismo y algunos de nuestros colaboradores hemos expuesto aquí mismo. Sin embargo es de deplorar que haya creído deber a pesar de todo hacer un lugar más o menos amplio a concepciones muy poco compatibles con esa: entre los pretendidos «ritos de temporada» y los ritos iniciáticos, entre la así dicha «iniciación tribual» y de los etnólogos y la verdadera iniciación, es menester necesariamente escoger; incluso si es verdad y normal que el esoterismo tenga su reflejo y su correspondencia en el lado exotérico de las Tradiciones, es menester en todo caso guardarse de poner sobre el mismo plano el principio y sus aplicaciones secundarias, y, en lo que concierne a éstas, sería menester también, en el caso presente, considerarlas enteramente fuera de las ideas antitradicionales de nuestros contemporáneos sobre las «sociedades primitivas»; ¿y qué decir por otra parte de la interpretación psicoanalítica, que, en realidad, aboca simplemente en negar el «superconsciente» confundiéndole con el «subconsciente»?. Agregaremos todavía que la iniciación, entendida en su verdadero sentido, no tiene y no podría tener nada de «mística»; es particularmente enojoso ver este equívoco perpetuarse a despecho de todas las explicaciones que hemos podido dar a este respecto… Las notas y los comentarios muestran sobre todo las múltiples similitudes que existen entre los cuentos Kabilos y los de otros países muy diversos, y apenas hay necesidad de decir que esas aproximaciones presentan un interés particular como «ilustraciones» de la universalidad del folklore. Una última nota trata de las fórmulas iniciales y finales de los cuentos, que corresponden manifiestamente a las que marcan, de una manera general, el comienzo y el fin del cumplimiento de un rito, y que están en relación, así como lo hemos explicado en otra parte, con la «coagulación» y la «solución» herméticas. En cuanto a los cuentos mismos, parecen traducidos tan fielmente como lo permite una traducción, y, además, se lee muy agradablemente.
ÉMILE DERMENGHEM. El Mito de Psique en el folklore norteafricano
En este otro estudio folklórico, se trata de los numerosos cuentos, en los que, en Africa del Norte como por lo demás en muchos otros países, se encuentran reunidos o dispersos los principales rasgos del mito bien conocido de Psique; «no es por así decir del número de los rasgos que no sugiere un sentido iniciático y ritual; no es tampoco de los que no podamos encontrar en el folklore universal». Hay también variantes, de las cuales la más destacable es «la forma invertida en la cual el ser místico desposado es femenino»; los cuentos de este tipo «parecen insistir sobre el lado activo, el lado conquista, como si representaran el aspecto esforzado humano antes que el aspecto pasivo y teocentrista»; estos dos aspectos son evidentemente complementarios uno del otro. Ahora, que Apuleyo que ciertamente no ha inventado el mito, haya podido inspirarse, para algunos detalles de la versión que del mismo ha dado en su Asno de Oro, de una «tradición oral popular africana», eso no es imposible; pero es menester no olvidar empero que se ya se encuentran figuraciones, refiriéndose a este mito, sobre monumentos griegos anteriores en varios siglos; esta cuestión de las «fuentes» importa por lo demás tanto menos en el fondo cuanto que la difusión misma del mito indica que seria menester remontarse mucho más lejos para encontrar su origen, si es que se puede hablar propiamente de un origen en parecido caso; por lo demás, el folklore como tal jamás puede ser el punto de partida de nada sea lo que sea, ya que antes al contrario no está hecho más que de «superviviencias», lo que es incluso su razón de ser. Por otra parte, el hecho de que algunos rasgos corresponden a usos, prohibiciones u otros, que han existido efectivamente en relación con el matrimonio en tal o cual país, no prueba absolutamente nada contra la existencia de un sentido superior, sentido del cual diríamos incluso ante todo, por nuestra parte, que esos usos mismos han podido ser derivados, siempre por la razón de que el exoterismo tiene su principio en el esoterismo, de suerte que ese sentido superior e iniciático, bien lejos de haber sido «sobreagregado» luego de un tiempo, es antes por el contrario el que es verdaderamente primordial en realidad. El examen de las relaciones del mito de Psique y de los cuentos que le están emparentados con los misterios antiguos, con lo que se termina el estudio de M. Dermenghem, es particularmente digno de interés, así como la indicación de algunas aproximaciones con el taçawwuf; agregaremos solamente, a este propósito, que similitudes como las que pueden destacarse entre la terminología de éste y el vocabulario platónico no deben de ningún modo ser tomadas por marcas de una «toma en préstamo» cualquiera, ya que el taçawwuf es propia y esencialmente islámico, y las aproximaciones de este género no hacen nada más que afirmar tan nítidamente como es posible la «unanimidad» de la Tradición universal bajo todas sus formas.
HENRY CORBIN. Suhrawardi d’Alep
Suhrawardi d’Alep, a quien está consagrado este pequeño libro, es aquel a quien frecuentemente se ha llamado Esh-Sheikh el-maqtûl para distinguirle de sus homónimos, si bien que, a decir verdad, no se sepa exactamente si fue muerto en efecto o si se dejo morir de hambre en prisión. La parte propiamente histórica esta concienzudamente hecha y da una buena muestra de su vida y de sus obras; pero hay muchas reservas que hacer sobre algunas afirmaciones concernientes a pretendidas «fuentes» de las más hipotéticas: encontramos concretamente aquí esta idea singular, a la cual hemos hecho alusión en un reciente artículo, de que toda angeleología extrae forzosamente su origen del mazdeísmo. Por otra parte, el autor no ha sabido hacer como conviene la distinción entre esta doctrina isrâqiyah, que no se vincula a ninguna silsilah regular, y el verdadero taçawwuf; es bien aventurado decir, sobre el crédito de algunas similitudes exteriores, que «Suhrawardî está en la línea de El-Hallàj»; y sería menester seguramente no tomar al pie de la letra la palabra de uno de sus admiradores que le designa como «el maestro del instante», ya que tales expresiones son con frecuencia empleadas así de una manera del todo hiperbólica. Sin duda, ha debido ser influenciado en una cierta medida por el taçawwuf, pero, en el fondo, parece en efecto haberse inspirado de ideas neoplatónicas que él ha revestido de una forma islámica, y es por lo que su doctrina es generalmente considerada como no relevando verdaderamente más que de la filosofía; pero, ¿han podido los orientalistas comprender jamás la diferencia profunda que separa el taçawwuf de toda filosofía? En fin, aunque esto no tenga en suma más que una importancia secundaria, nos preguntamos por qué M. Corbin ha sentido a veces la necesidad de imitar hasta tal punto que uno podría confundirle con él, el estilo complicado y medianamente obscuro de M. Massignon.