Los Brahmanas abundan en la evidencia de que la víctima es una representación del sacrificador mismo, o como los textos lo expresan, es el sacrificador mismo. De acuerdo con la regla universal de que la iniciación (diksa) es una muerte y un renacimiento, es evidente que «el iniciado es la oblación» (havir vai diksitah, Taittiriya Samhita VI. 1.4.5; cf. Aitareya Brahmana II.3), «la víctima (pasu) es substancialmente (nidanena) el sacrificador mismo» (Aitareya Brahmana II.11)1 . Había que esperar esto, pues se recalca repetidamente que «Nosotros (los sacrificadores aquí y ahora) debemos hacer lo que los dioses (los sacrificadores originales) hicieron en el comienzo». Es, de hecho, a sí mismo a quien el dios ofrece, como puede verse en las plegarias «Oh Agni, sacrifica tu propio cuerpo» (yajasva tanvam tava svam, Rg Veda Samhita VI.11.2; cf. 1.142.11, avasrja upa tmana), y «sacrifícate a ti mismo, aumentando tu cuerpo» (svayam yajasva tanvam vrdhanah, Rg Veda Samhita X.81.5), («Adórate a ti mismo, Oh Dios» (yajasva tanvam, Rg Veda Samhita X.7.6, VI.11.2)). Sacrificar y ser sacrificado son esencialmente lo mismo: «Por amor de los dioses eligió la muerte, por amor de sus hijos (los “dioses” mismos) no eligió la inmortalidad: ellos hicieron de Brhaspati el sacrificio, Yama entregó (arirecit, derramó o vació) su propio cuerpo querido» (Rg Veda Samhita X.13.4). (Así en Satapatha Brahmana I.6.3.21, «Me (Soma) ofrecerán a todos vosotros». Prajapati, en su propio sacrificio, «se entregó a los dioses» (Satapatha Brahmana XI.1.8.2 sig.); el sacrificador «se entrega a los dioses, como Prajapati se entregó a los dioses… pues el (Sacrificio) deviene una oblación a los dioses»; cf. Satapatha Brahmana VIII.6.1.10). Y así, es «con el Sacrificio como los dioses ofrecieron el Sacrificio» (yajnena yajnam ayajanta devah, Rg Veda Samhita X.90.16): veremos ahora por qué, y cuán correctamente, dice Sayana, comentando sobre el último pasaje, que «los dioses» son «las formas del Soplo de Prajapati» (pranarupa; ver nota 56).
La ofrenda de sí mismo del sacrificador se actúa ritualmente de varias maneras. Por ejemplo, el prastara, que representa al sacrificador, se arroja dentro del Fuego, y solo se salva de una inmolación efectiva por una invocación del Fuego mismo (Satapatha Brahmana I.9.2.17, cf. III.4.3.22): uno que se acerca ritualmente al fuego del hogar o al Fuego sacrificial, lo hace reflexionando que «ese Fuego sabe que ha venido a darse a mí» (parídam me, Satapatha Brahmana II.4.1.11, cf. IX.2.1.17, IX.2.3.15, 17, IX.4.4.3; Aitareya Brahmana II.3), y, ciertamente, si «no hiciera expresamente esta renuncia de sí mismo (atmanah parídam na vadeta), el Fuego le privaría del Fuego» (Satapatha Brahmana IX.5.1.53)3 .
Dicho de otro modo, «El Sacrificador se arroja a sí mismo en la forma de simiente4 (representada con granos de arena)5 dentro del Fuego del Hogar» (atmanam… retobhutam sincati, Satapatha Brahmana VII.2.1.6), para asegurar su renacimiento aquí sobre la tierra, y dentro del altar sacrificial con miras a su renacimiento en el cielo [v. intercurso sexual], empleando para ello versos que contienen el verbo apyai, «creer»7 , y haciendo alusión a Soma, pues «siendo Soma el Soplo» (Prana), él introduce así el Soplo dentro de la simiente emitida y así la vivifica (Satapatha Brahmana VII.3.1.12, 45, 46); los versos (Vajasaneyi Samhita XII.112, 113) concluyen, «creciendo, oh Soma, en inmortalidad, gana tu gloria altísima en el Cielo», es decir, el cielo de la Luna (Satapatha Brahmana III.4.3.13). [AKCMeta]
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