Evola Apego

Cavalgar o Tigre

En cuanto a la interpretación interna, “esotérica”, de la experiencia personal de Nietzsche, tomada en su conjunto más allá de estas seudo-soluciones, hemos ya mostrado la clave, que es la experiencia pasiva y la activación de la trascendencia. La ruptura de todos los lazos, la intolerancia por todo límite, el movimiento puro e incontenible, de las operaciones sin fin determinado, el avance incesante, más allá de todos los estados, de todas las experiencias y de todas las ideas y, naturalmente, con más razón, más allá de todo apego humano a una persona determinada, sin temor de las contradicciones, ni de las destrucciones, en resumen, el movimiento puro, con todo lo que ello comporta de disolvente — el acto “de avanzar corno un fuego devorador que no deja nada tras de sí”, para emplear esta expresión de una vieja sabiduría tradicional, que sin embargo es necesario enmarcar en un contexto diferente — tales son las características esenciales que ya hemos encontrado en Nietzsche y que hay que comprender precisamente como tantas otras formas de acción y de manifestación de la trascendencia. Pero el hecho de que ésta no haya sido reconocida y asumida como tal, que la fuerza haya, pues, quedado en el circuito cerrado de la inmanencia, de la “vida”, provocan un voltaje que este circuito no podía sostener, este hecho podría además ser la causa verdadera, la causa más profunda del hundimiento final de Nietzsche en tanto que hombre. Por lo demás tuvo constantemente la sensación d vivir peligrosamente: “Tengo la sensación de vivir una vida altamente peligrosa; soy una de aquellas máquinas que pueden saltar por lo aires”, escribía en 1891 a Gast; habla también en otras ocasiones, d una “vecindad continua al peligro interior y exterior”. CABALGAR EL TIGRE: EN UN MUNDO DONDE DIOS HA MUERTO 8.

En cuanto a la forma general de comportamiento a adoptar respecto al mundo, una vez obtenidas de la forma indicada, una clarificación esencial y una confirmación de si mismo, hemos visto que consiste en una apertura intrépida a toda experiencia posible, sin lazos, estrechamente confundida con el desapego. El hecho de que implique una alta intensidad de vida y un régimen de superación propio para reavivar y alimentar en si el sereno principio de la trascendencia, esta orientación tiene algunos rasgos comunes con lo que Nietzsche ha llamado el estado dionisíaco: pero dada la forma en que ese estado debe ser completado, el término de “apolinismo dionisíaco” es quizás el más adecuado. Sin embargo, cuando en las relaciones con el mundo, se trata, no de la experiencia vivida en general, sino de una manifestación de sí mismo a través de las obras y de las iniciativas activas, la actitud adecuada consiste en permanecer entero en cada acto, actuar de manera pura e impersonal, “sin deseo”, sin apego. CABALGAR EL TIGRE: EN UN MUNDO DONDE DIOS HA MUERTO 10.



Julius Evola