Revolta contra o Mundo Moderno
Así, entre los helenos, la enseñanza según la cual los dioses griegos “nacieron” del Océano, pudo tener un doble sentido, pues algunas tradiciones sitúan en el occidente atlántico (o nor — atlántico) la antigua residencia de Urano y de sus hijos Atlas y Saturno. Es igualmente aquí, por otra parte, donde se sitúa generalmente el jardín divino mismo en el que reside desde el origen el dios olímpico, Zeus, así como el jardín de las Hespérides “más allá del río Océano”, Hespérides que fueron precisamente consideradas por algunos como hijas de Atlas, el rey de la isla occidental. Este es el jardín que Hércules debe alcanzar en el curso de su empresa simbólica mas estrechamente asociada a su conquista de la inmortalidad olímpica, y en la que tuvo por guía a Atlas, el “conocedor de las oscuras profundidades del mar”. El equivalente helénico de la vía nórdico-solar, del deva-yana de los indo-arios, a saber la vía de Zeus que, de la fortaleza de Chronos — situada, sobre el mar lejano, en la isla de los héroes — conduce a las alturas del Olimpo, esta vía fue pues, en su conjunto, occidental. Por la razón ya indicada, la isla donde reina el rubio Radamente se identifica con la Nekya, la “tierra de los que ya no están”. Es también hacia Occidente donde se dirige Ulises, para alcanzar el otro mundo. El mito de Calipso, hija de Atlas, reina de la isla de Ogigia, el “polo” — el “ombligo”, Omphalos — del mar, reproduce evidentemente el mito de las Hespérides y muchos otros que le corresponden entre los celtas o los irlandeses, donde se encuentra igualmente el tema de la mujer y el del Elíseo, en tanto que isla occidental. Según la tradición caldea, es hacia Occidente, “más allá de las aguas profundas de la muerte”, “aquellas donde jamás hubo vado alguno y que nadie, desde tiempo inmemorial, ha atravesado nunca”, que encuentra el jardín divino donde reina Atrachasis-Shamashnapishtin, el héroe que escapó del diluvio, y que conserva por ello el privilegio de la inmortalidad. Jardín que Gilgamesh alcanzó, siguiendo la vía occidental del sol, para obtener el don de la vida y que está relacionado con Sabitu, “la virgen sentada sobre el trono de los mares”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 4
Sobre un plano inferior, los vestigios que se han conservado hasta tiempos históricos en diversos cultos asiático-mediterráneos permiten precisar el sentido de algunas expresiones rituales particularmente características de esta inversión de valores, consideramos las fiestas saceas y frigias. Las fiestas saceas en honor de la gran diosa tenían como apogeo la muerte de un ser, que jugaba el rol de macho regio. La destitución de lo viril, con ocasión de las celebraciones de la diosa, se encuentra, por otra parte, en la emasculación practicada, como hemos visto, en los misterios de Cibeles: bajo la inspiración de la diosa, podía suceder que los mystes, presos de un frenesí, se privasen, incluso físicamente, de su virilidad para semejarse a ella, para transformarse en el tipo femenino, concebido como la más alta manifestación de lo sagrado. Por lo demás, en los templos de Artemisa, de Efeso y de Astarte, sí como en Hierópolis, los sacerdotes fueron con frecuencia eunucos. El Hércules lidio que sirvió durante tres años, vestido con ropas de mujer, el imperioso Omphalos, imagen, como la Semiramis misma, del tipo de mujer divina; el hecho de que los participantes en algunos misterios consagrados precisamente a Hércules y a Dionisos se vistieran de mujeres; el hecho que, entre algunos antiguos germanos, fueran también vestidos de mujer como los sacerdotes velaban en el bosque sagrado; la inversión del ritual del sexo, en virtud del cual algunas estatuas de Nana-Ishtar en Susa y de Venus en Chipre llevaban signos masculinos mientras que mujeres vestidas de hombre celebraban el culto con hombres vestidos de mujer; la transformación ya mencionada de la Luna en Lunus, divinidad masculina; en fin, la ofrenda minoico-pelasga de armas rotas a la diosa y la usurpación del símbolo guerrero y sagrado hiperbóreo, el hacha, por figuras de amazonas y de divinidades femeninas del Sur… todo ello constituye otros tantos ecos que, aun fragmentarios, materializados o deformados, siguen siendo característicos de la concepción general según la cual, lo femenino habiéndose convertido en el principio fundamental de lo sagrado, de la fuerza y la vida, mientras que lo masculino y el hombre en general, se les concede un carácter insignificante, de inconsistencia interior y sin valor, caduco y envilecido. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 6