René Guénon — O REI DO MUNDO
VIDE: AGARTTHA
CAPÍTULO I — NOCIONES SOBRE EL «AGARTTHA» EN OCCIDENTE
La obra póstuma de Saint-Yves d’Alveydre titulada Mission de l’Inde, que fue publicada en 19101, contiene la descripción de un centro iniciático misterioso designado bajo el nombre de Agarttha; por lo demás, muchos lectores de este libro debieron suponer que eso no era más que un relato puramente imaginario, una suerte de ficción que no reposaba sobre nada real. En efecto, si se quiere tomar todo al pie de la letra, hay en eso inverosimilitudes que, al menos para aquellos que se atienen a las apariencias exteriores, podrían justificar una tal apreciación; y sin duda Saint-Yves había tenido buenas razones para no hacer aparecer él mismo esta obra, escrita desde hacía bastante tiempo, y que verdaderamente no estaba puesta a punto. Por otra parte, hasta entonces, en Europa no se había hecho apenas mención del Agarttha y de su jefe, el Brahmatmâ, más que por un escritor muy poco serio, Louis Jacolliot2, cuya autoridad no es posible invocar; por nuestra parte, pensamos que éste había oído hablar realmente de estas cosas en el curso de su estancia en la India, pero que después las ha arreglado, como todo lo demás, a su manera eminentemente fantasiosa. Pero, en 1924, se ha producido un hecho nuevo y un poco inesperado: el libro titulado Bêtes, Hommes et Dieux, en el que M. Ferdinand Ossendowski cuenta las peripecias de un viaje accidentado que hizo en 1920 y 1921 a través de Asia central, encierra, sobre todo en su última parte, relatos casi idénticos a los de Saint-Yves; y el ruido que se ha hecho alrededor de este libro proporciona, creemos, una ocasión favorable para romper finalmente el silencio sobre esa cuestión del Agarttha.
Naturalmente, espíritus escépticos o malévolos no han dejado de acusar a M. Ossendowski de haber plagiado pura y simplemente a Saint-Yves, y de revelar, en apoyo de esta alegación, todos los pasajes concordantes de ambas obras; hay efectivamente un buen número de ellos que presentan, hasta en los menores detalles, una similitud bastante sorprendente. Primero, hay lo que podría parecer más inverosímil en Saint-Yves mismo, queremos decir, la afirmación de la existencia de un mundo subterráneo que extiende sus ramificaciones por todas partes, bajo los continentes e incluso bajo los océanos, y por el cual se establecen comunicaciones invisibles entre todas las regiones de la tierra; por lo demás, M. Ossendowski, que no toma en cuenta esta afirmación, declara incluso que no sabe qué pensar de ella, aunque la atribuye a diversos personajes que él mismo ha encontrado en el curso de su viaje. Hay también, sobre puntos más particulares, el pasaje donde el «Rey del Mundo» es representado ante la tumba de su predecesor, el pasaje donde se trata del origen de los Bohemios, que habrían vivido antaño en el Agarttha3, como muchos otros todavía. Saint-Yves dice que hay momentos, durante la celebración subterránea de los «Misterios cósmicos», donde los viajeros que se encuentran en el desierto se detienen, donde los animales mismos permanecen silenciosos4; M. Ossendowski asegura que él mismo ha asistido a uno de esos momentos de recogimiento general. Hay sobre todo, como coincidencia extraña, la historia de una isla, hoy día desaparecida, donde vivían hombres y animales extraordinarios: ahí, Saint-Yves cita el resumen del periplo de Jámbulo por Diodoro de Sicilia, mientras que M. Ossendowski habla del viaje de un antiguo budista del Nepal, y no obstante, sus descripciones se diferencian muy poco; si verdaderamente existen de esta historia dos versiones que provienen de fuentes tan alejadas la una de la otra, podría ser interesante recuperarlas y compararlas con cuidado.
– SOBRE AGARTTHA
2a edición, 1949. ↩
Les Fils de Dieu, pp. 236, 263-267, 272; Le Spiritisme dans le Monde, pp. 27-28. ↩
Debemos decir a este propósito que la existencia de pueblos «en tribulación», de los que los Bohemios son uno de los ejemplos más sobresalientes, es realmente algo muy misterioso y que requeriría ser examinado con atención. ↩
El Dr. Arturo Reghini nos ha hecho observar que esto podría tener alguna relación con el timor panicus de los antiguos; esta aproximación nos parece en efecto extremadamente verosímil. ↩