René Guénon — Cagliostro
Volviendo ahora al Rosicrucianismo, que hemos visto aparecer aquí por primera vez, y que ha dado lugar a esta digresión, señalaremos que Olcott ha contado en varias ocasiones, en el Theosophist y en sus libros, que Mme Blavatsky llevaba siempre consigo una joya de Rosa-Cruz «que había recibido de un adepto». Sin embargo, cuando estaba bajo la influencia de la H. B. of L., Olcott no tenía más que desprecio para los rosicrucianos modernos: en 1875 escribía a Staiton Moses «La Fraternidad (de los Rosa-Cruz), en tanto que rama activa de la Orden verdadera, ha muerto con Cagliostro, como la Francmasonería (operativa) ha muerto con Wren; lo que aún queda no es más que la cáscara». Aquí, las palabras «rama activa de la Orden verdadera» hacen alusión a un pasaje de las enseñanzas de la H. B. of L., en el que se dice que «el término Rosa-Cruz no designa a la Orden toda entera, sino sólo a aquellos que han recibido las primeras enseñanzas en su prodigioso sistema; éste no es más que un nombre de paso por el cual los Hermanos divierten y, al mismo tiempo, embaucan a la gente». No pretendemos entrar aquí en las controversias relativas al origen y a la historia de los Rosa-Cruz verdaderos y falsos; en eso hay verdaderos enigmas que jamás han sido resueltos de una manera satisfactoria, y sobre los que los escritores que se dicen más o menos rosicrucianos no parecen saber mucho más que los otros. 7759 El Teosofismo: III — LA SOCIEDAD TEOSÓFICA Y EL ROSICRUCIANISMO
Entiéndase bien que al mencionar aquí la predicción de Eliphas Lévi, no queremos decir que sea menester atribuirle una importancia extraordinaria, sino solamente que algunos ingleses que la conocían han podido tomarla efectivamente en serio e incluso intentar ayudar a su realización; por lo demás, para juzgar a esta predicción en su justo valor, sería menester conocer su inspiración real, y lo que hay de cierto, es que su autor tenía relaciones en medios británicos en los que se aliaba el ocultismo con la diplomacia. Por otra parte, como lo vimos anteriormente, los teosofistas pretenden que el último cuarto de cada siglo es muy particularmente favorable a algunas manifestaciones ocultas, que atribuyen, naturalmente, a la acción de su «Gran Logia Blanca»; sea como sea esta aserción, inaceptable para nosotros bajo la forma que le dan, por eso no es menos cierto que 1875 y los años que siguieron marcaron efectivamente el punto de partida de muchas actividades bastante enigmáticas: además de las que ya hemos tenido la ocasión de señalar, comenzando por la misma Sociedad Teosófica misma, indicaremos también una Orden llamada de los «Hermanos de la Luz» (Fratres Lucis), instituida por un israelita inglés llamado Maurice Vidal Portman, orientalista y hombre político, que, en 1876, formaba parte del entorno de Lord Lytton, entonces virrey de las Indias. Se declaró, como acontece casi siempre en parecido caso, que no se trataba más que de la reconstitución de una antigua Orden del mismo nombre, que habría sido fundada en Florencia en 1498; y en algunos medios teosofistas (lo cual prueba una vez más que todo se relaciona), se afirmó incluso que «Swedenborg, Pasqualis, Saint-Martin, Cazotte y más tarde Eliphas Lévi, habían estado afiliados a la Orden de los Fratres Lucis, mientras que Saint-Germain, Mesmer, Cagliostro y quizá Ragon, pertenecieron a una rama egipcia de la misma Fraternidad», agregando con cierta acrimonia que esta última rama «no tiene nada de común, bien entendido, con cierta F. H. de Luxor (la H. B. of L.), de invención anglonorteamericana y completamente reciente». Como por otra parte se asegura que el Conde de Saint-Germain y Mme Blavatsky fueron enviados de un mismo centro, y como la segunda vivió un tiempo en Egipto, sin duda se ha querido dar a entender que también ella estaba vinculada a los Fratres Lucis, y que éstos (que, na-turalmente, deben tener como antítesis a aquellos que ella llama «Hermanos de la Sombra») habrían sido una emanación directa de la «Gran Logia Blanca». Ciertamente, se trata de una manera bien fantasiosa de escribir la historia; volviendo a cosas más serias, diremos que Lord Lytton, cuyo nombre acabamos de encontrar a propósito de los Fratres Lucis, es el célebre autor de Zanoni, de la Etrange Histoire y de la Race Future (donde los teosofistas han bebido algunas inspiraciones, y especialmente la idea de la fuerza misteriosa llamada vril); fue también «Gran Patrón» (es decir, presidente honorario) de la Societas Rosicruciana, y su hijo fue embajador de Inglaterra en París. Sin duda no es por un simple azar que este nombre de Lytton se encuentra mezclado a cada instante en la historia del ocultismo; precisamente en casa de una persona de la misma familia, Eliphas Lévi realizó, en Londres, cierta evocación de Apollonius de Tiana, que ha descrito en su Dogme et Rituel de la Haute Magie, y cuyo objetivo era, parece, el conocimiento de un secreto social importante. Todos esos puntos de contacto son susceptibles de ofrecer un gran interés a aquellos que quieran estudiar los trasfondos políticos, o políticorreligiosos, del ocultismo contemporáneo y de las organizaciones que se relacionan con él de cerca o de lejos, trasfondos que son, ciertamente, más dignos de atención que todo el aparato fantasmagórico con el que se ha juzgado bueno rodearse para disimularlos mejor a los ojos de los «profanos». 8047 El Teosofismo: XXIX — PAPEL POLÍTICO DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA