Guénon Homem Mundos

René Guénon — A GRANDE TRÍADA

VIDE: Tribhuvana
O HOMEM E OS TRÊS MUNDOS
No vamos a volver a hablar largamente de la analogía constitutiva del «macrocosmo» y del «microcosmo», sobre la que ya hemos explicado suficientemente en el curso de otros estudios; lo que es menester retener aquí sobre todo, es que un ser tal como el hombre, en tanto que «microcosmo», debe necesariamente participar de los «tres mundos» y tener en él elementos que se le corresponden respectivamente; y, en efecto, la misma división general ternaria le es igualmente aplicable: pertenece por el espíritu al dominio de la manifestación informal, por el alma al dominio de la manifestación sutil, y por el cuerpo al dominio de la manifestación grosera; tendremos que volver sobre esto un poco más adelante con algunos desarrollos, ya que se trata de una ocasión de mostrar de una manera más precisa las relaciones de diferentes ternarios que están entre los más importantes que se pueda tener que considerar. Por lo demás, es el hombre, y por ello es menester entender sobre todo el «hombre verdadero» o plenamente realizado, el que, más que todo otro ser, es verdaderamente el «microcosmo», y eso también en razón de su situación «central», que hace de él como una imagen o más bien como una «suma» (en el sentido latino de esta palabra) de todo el conjunto de la manifestación, puesto que su naturaleza, como lo decíamos precedentemente, sintetiza en sí misma la naturaleza de todos los demás seres, de suerte que no puede encontrarse nada en la manifestación que no tenga en el hombre su representación y su correspondencia. Esto no es una simple manera de hablar más o menos «metafórica», como los modernos se sienten inclinados a creerlo tan gustosamente, sino más bien la expresión de una verdad rigurosa, sobre la que se funda una notable parte de las ciencias tradicionales; en eso reside concretamente la explicación de las correlaciones que existen, de la manera más «positiva», entre las modificaciones del orden humano y las del orden cósmico, y sobre las que la tradición extremo oriental insiste quizás más todavía que cualquier otra para sacar de ellas prácticamente todas las aplicaciones que conllevan.


René Guénon