RENÉ GUÉNON — REINO DA QUANTIDADE E SINAL DOS TEMPOS
«Materia signata quantitate»
La materia secunda de nuestro mundo no debe estar desprovista no obstante de toda determinación, ya que, si lo estuviera, se confundiría con la materia prima misma en su completa «indistinción»; y, por otra parte, no puede ser una materia secunda cualquiera, sino que debe estar determinada de acuerdo con las condiciones especiales de este mundo, y de tal manera que sea efectivamente en relación a éste, y no en relación a ningún otro, apta para desempeñar el papel de substancia. Así pues, es menester precisar la naturaleza de esta determinación, y es lo que hace Santo Tomás de Aquino al definir esta materia secunda como materia signata quantitate; lo que le es inherente y le hace ser lo que ella es no es pues la cualidad, considerada incluso únicamente en el orden sensible, sino que es, al contrario, la cantidad, que es así ex parte materiae. La cantidad es una de las condiciones mismas de la existencia en el mundo sensible o corporal; ella es incluso, entre estas condiciones, una de las que son más exclusivamente propias a éste, y así, como podía esperarse, la definición de la materia secunda en cuestión no puede concernir a otra cosa que a este mundo, pero, le concierne toda entera, ya que todo lo que existe en él está necesariamente sometido a la cantidad; está definición es pues plenamente suficiente, sin que haya lugar a atribuir a esta materia secunda, como se ha hecho para la «materia» moderna, unas propiedades que no pueden pertenecerle de ninguna manera en realidad. Se puede decir que la cantidad, al constituir propiamente el lado substancial de nuestro mundo, es por así decir su condición «básica» o fundamental; pero es menester guardarse bien de darle por eso una importancia de otro orden que la que tiene realmente, y sobre todo querer sacar de ella la explicación de este mundo, del mismo modo que es menester guardarse de confundir el fundamento de un edificio con su cima: mientras no hay más que el fundamento, no hay todavía edificio, aunque este fundamento le sea indispensable, e igualmente, mientras no hay más que la cantidad, no hay todavía manifestación sensible, aunque ésta tenga en ella su raíz misma. La cantidad, reducida a sí misma, no es más que una «presuposición» necesaria, pero que no explica nada; es efectivamente una base, pero no es nada más, y no debe olvidarse que la base, por definición misma, es lo que está situado en el nivel más inferior; así, la reducción de la cualidad a la cantidad no es otra cosa en el fondo que esa «reducción de lo superior a lo inferior» por lo que algunos han querido caracterizar muy justamente el materialismo: ¡Pretender hacer salir lo «más» de lo «menos», he ahí, en efecto, una de las más típicas de todas las aberraciones modernas!