“EL OJO QUE LO VE TODO”
Uno de los símbolos comunes al cristianismo y a la masonería es el triángulo en el cual está inscripto el Tetragrama hebreo ( En la masonería, este triángulo se designa a menudo con el nombre de delta, porque la letra griega así llamada tiene, efectivamente, forma triangular; pero no creemos que haya de verse en ello una indicación acerca de los orígenes del símbolo de que se trata; por otra parte, es evidente que la significación de éste es esencialmente ternaria, mientras que el delta griego, no obstante su forma, corresponde a 4 por su lugar alfabético y su valor numérico ), o a veces solamente un yod, primera letra del Tetragrama, que puede considerarse en este caso como una abreviatura de él ( En hebreo, a veces el tetragrama se representa también abreviadamente por tres yod, que tienen manifiesta relación con el triángulo mismo; cuando se los dispone triangularmente, corresponden de modo neto a los tres puntos del Compagnonnage y la Masonería ), que por lo demás, en virtud de su significación principial ( El yod es considerado como el elemento primero a partir del cual se forman todas las letras del alfabeto hebreo ), constituye de por sí un nombre divino, e incluso el primero de todos según ciertas tradiciones ( Ver a este respecto La Grande Triade, cap. XXV ). A veces, también el yod mismo está reemplazado por un ojo, generalmente designado como “el Ojo que lo ve todo” ( The All-Seeing Eye ); la semejanza de forma entre el yod y el ojo puede, en efecto, prestarse a una asimilación, que por otra parte tiene numerosos significados, sobre los cuales, sin pretender desarrollarlos enteramente aquí, puede resultar interesante dar por lo menos algunas indicaciones.
En primer lugar, cabe advertir que el triángulo de que se trata ocupa siempre una posición central ( En las iglesias cristianas donde figura, este triángulo está situado normalmente encima del altar; como éste se encuentra además presidido por la cruz, el conjunto de la cruz y del triángulo reproduce, de modo harto curioso, el símbolo alquímico del azufre ) y que además, en la masonería, está situado expresamente entre el sol y la luna. Resulta de aquí que el ojo contenido en el triángulo no debería estar representado en forma de un ojo ordinario, derecho o izquierdo, puesto que en realidad el sol y la luna corresponden respectivamente al ojo derecho e izquierdo del “Hombre Universal” en cuanto éste es idéntico al “macrocosmo” ( Ver L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XII. A este respecto, y mas especialmente en conexión con el simbolismo masónico, conviene destacar que los ojos son propiamente las “luces” que iluminan el microcosmo ). Para que el simbolismo sea enteramente correcto, ese ojo debe ser un ojo “frontal” o “central”, es decir, un “tercer ojo”, cuya semejanza con el yod es más notable todavía; y, en efecto, ese “tercer ojo” es el que “lo ve todo” en la perfecta simultaneidad del eterno presente ( Desde el punto de vista del “triple tiempo”, la luna y el ojo izquierdo corresponden al pasado; el sol y el ojo derecho, al porvenir; y el “tercer ojo”, al presente, es decir, al “instante” indivisible que, entre el pasado y el porvenir, es como un reflejo de la eternidad en el tiempo ). A este respecto, hay, pues, en las figuraciones ordinarias una inexactitud, que introduce una asimetría injustificable, debida sin duda a que la representación del “tercer ojo” parece más bien inusitada en la iconografía occidental; pero quienquiera comprende bien ese simbolismo, puede fácilmente rectificarla.
El triángulo recto ( o sea, con un vértice superior ) se refiere propiamente al Principio; pero, cuando está invertido por reflejo en la manifestación, la mirada del ojo contenido en él aparece en cierto modo como dirigida “hacia abajo” ( Se puede establecer una vinculación entre esto y el significado del nombre de Avalokitèçvara ( el Bodhisattva mahayánico a veces llamado “Señor de Compasión” ), que se interpreta habitualmente como ‘el Señor que mira hacia abajo’ ), es decir, del Principio de la manifestación misma, y, además de su sentido general de “omnipresencia”, toma entonces más netamente el significado especial de “Providencia”. Por otra parte, si se considera ese reflejo, más particularmente, en el ser humano, debe notarse que la forma del triángulo invertido no es sino el esquema geométrico del corazón ( En árabe, “corazón” se dice qalb, e “invertido” se dice maqlûb, palabra derivada de la misma raíz ); el ojo que está en su centro es entonces, propiamente, el “ojo del corazón” ( ‘aynu-l-qalb en el esoterismo islámico ), con todas las significaciones que implica. Además, conviene agregar que por eso, según otra conocida expresión, se trata del corazón “abierto” ( el-qalbu-l-maftùh ); esta abertura, ojo o yod, puede ser figurada simbólicamente como una “herida”, y recordaremos a este respecto el corazón irradiante de Saint-Denis d’Orques, sobre el cual ya hemos hablado anteriormente ( Ver “Le Coeur rayonnant et le Coeur enflammé” ( aquí, cap. LXIX: “El Corazón irradiante y el Corazón en llamas” ) ), y una de cuyas particularidades más notables es precisamente que la herida, o lo que exteriormente presenta esa apariencia, tiene visiblemente la forma de un yod.
Más aún: a la vez que figura el “ojo del corazón”, como acabamos de decir, el yod, según otra de sus significaciones jeroglíficas, representa también un “germen” contenido en el corazón asimilado simbólicamente a un fruto; y esto, por lo demás, puede entenderse tanto en sentido “macrocósmico” como “microcósmico” ( Ver Aperçus sur l’Initiation, cap. XLVIII. Desde el punto de vista macrocósmico, la asimilación de que se trata es equivalente a la del corazón y el “Huevo del Mundo”; en la tradición hindú, el “germen” contenido en éste es el Hiranyagarbha ). En su aplicación al ser humano, esta última observación debe ser vinculada con las relaciones entre el “tercer ojo” y el lûz ( Le Roi du Monde, cap. VII ), del cual el “ojo frontal” y el “ojo del corazón” representan, en suma, dos localizaciones diversas, y que es además el “núcleo” o “germen de inmortalidad” ( Acerca de los símbolos relacionados con el lûz, haremos notar que la forma de la mandorla ( ‘almendra’, ‘pepita’, que es también el significado de la palabra lûz ) o vesica piscis ( ‘vejiga del pez’ ) de la Edad Media ( cf. La Grande Triade, cap. II ) evoca también la forma del “tercer ojo”; la figura de Cristo glorioso, en su interior, aparece así como identificable al “Púrusha en el ojo” de la tradición hindú; la expresión insânu-l-‘ayn ( ‘el hombre del ojo’ ) con que en árabe se designa la “niña de los ojos”, se refiere igualmente a ese simbolismo ). Es también muy significativo a este respecto que la expresión árabe ‘aynu-l-juld presente el doble sentido de ‘ojo de inmortalidad’ y ‘fuente de inmortalidad’; y esto nos reconduce a la idea de “herida”, que señalábamos antes, pues, en el simbolismo cristiano, está también referido a la “fuente de inmortalidad” el doble chorro de sangre y agua que mana de la abertura del corazón de Cristo ( La sangre y el agua son aquí dos complementarios; podría decirse, empleando el lenguaje de la tradición extremo-oriental, que la sangre es yang y el agua yin, en su mutua relación ( sobre la naturaleza ígnea de la sangre, cf. L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XIII ) ). Es éste el “licor de inmortalidad” que, según la leyenda, fue recogido en el Graal por José de Arimatea; y recordaremos a este respecto, por último, que la copa misma es un equivalente simbólico del corazón ( Además, la leyenda de la esmeralda caída de la frente de Lucifer pone también al Graal en relación directa con el “tercer ojo” ( cf. Le Roi du Monde, cap. V ). Sobre la “piedra caída de los cielos”, ver también “Lapsit exillis”, ( aquí, cap. XLIV ) ), y que, como éste, constituye también uno de los símbolos tradicionalmente esquematizados con la forma de un triángulo invertido.