Guénon Origens Espiritismo

René Guénon — O ERRO ESPÍRITA
LOS ORÍGENES DEL ESPIRITISMO
El espiritismo data exactamente de 1848; importa precisar esta fecha, porque diversas particularidades de las teorías espiritistas reflejan la mentalidad especial de su época de origen, y porque es en los periodos agitados y perturbados, como lo fue éste, donde las cosas de este género, gracias al desequilibrio de los espíritus, nacen y se desarrollan de preferencia. Las circunstancias que rodearon los comienzos del espiritismo son lo bastante conocidas y ya se han contando muchas veces; así pues, nos bastará con recodarlas brevemente, insistiendo solo sobre los puntos más particularmente instructivos, y que son quizás los que se han subrayado menos.

Como muchos otros movimientos análogos, se sabe que es en América donde el espiritismo tuvo su punto de partida: los primeros fenómenos se produjeron en diciembre de 1847 en Hydesville, en el Estado de New York, en una casa donde acababa de instalarse la familia Fox, que era de origen alemán, y cuyo nombre era primitivamente Voss. Si mencionamos este origen alemán, es porque, si un día se quieren establecer completamente las causas reales del movimiento espiritista, no deberá descuidarse dirigir algunas investigaciones del lado de Alemania; luego diremos por qué. Por lo demás, parece que la familia Fox no haya jugado en el asunto, al comienzo al menos, más que una función completamente involuntaria, y que, incluso después, sus miembros no hayan sido más que instrumentos pasivos de una fuerza cualquiera, como lo son todos los médiums. Sea como sea, los fenómenos en cuestión, que consistían en ruidos diversos y en desplazamientos de objetos, no tenían en suma nada de nuevo ni de inusitado; eran semejantes a los que se han observado siempre en lo que se llaman las casas «encantadas»; lo que hubo allí de nuevo, es el partido que se sacó de ello ulteriormente. Al cabo de algunos meses, se tuvo la idea de hacer al golpeador misterioso algunas preguntas a las que respondió correctamente; al comienzo solo se le preguntaban números, que él indicaba por series de golpes regulares; fue un cuáquero llamado Issac Post quien tuvo la idea de numerar las letras del alfabeto latino invitando al «espíritu» a designar por un golpe las que componían las palabras que quería hacer escuchar, y quien inventó así el medio de comunicación que se llamó spiritual telegraph. El «espíritu» declaró que era un cierto Charles B. Rosna, buhonero en vida, que había sido asesinado en esa casa y enterrado en la bodega, donde se encontraron efectivamente algunos restos de osamentas. Por otra parte, se observó que los fenómenos se producían sobre todo en presencia de las señoritas Fox, y es de ahí de donde resultó el descubrimiento de la mediumnidad; entre los visitantes que acudieron cada vez más numerosos, los hubo que, con razón o sin ella, creyeron constatar que estaban dotados del mismo poder. Desde entonces, el moderm spiritualism, como se le llamo primero, estaba fundado; su primera denominación era en suma la más exacta, pero, sin duda para abreviar, en los países anglosajones, se ha llegado a emplear lo más frecuentemente la palabra de spiritualism sin epíteto; en cuanto al nombre de «espiritismo» es en Francia donde se inventó un poco más tarde.

Pronto se constituyeron reuniones o spiritual circles, donde se revelaron nuevos médiums en gran número; según las «comunicaciones» o «mensajes» que se recibieron en ellas, este movimiento espiritista, que tenía como meta el establecimiento de relaciones regulares entre los habitantes de los dos mundos, había sido preparado por «espíritus» científicos y filosóficos que, durante su existencia terrestre, se habían ocupado especialmente de investigaciones sobre la electricidad y sobre otros diversos fluidos imponderables. A la cabeza de los dichos «espíritus» se encontraba Benjamin Franklin, que se pretende que dio frecuentemente indicaciones sobre la manera de desarrollar y de perfeccionar las vías de comunicación entre los vivos y los muertos. En efecto, desde los primeros tiempos se las ingeniaron para encontrar, con el concurso de los «espíritus», medios más cómodos y más rápidos: de ahí las mesas giratorias y golpeantes, los cuadrantes alfabéticos, los lápices atados a canastas o a planchas móviles, y otros instrumentos análogos. El empleo del nombre de Benjamin Franklin, además de que era bastante natural en el medio americano, es bien característico de algunas tendencias que debían afirmarse en el espiritismo; ciertamente, él no intervino para nada en este asunto, pero los adherentes del nuevo movimiento no podían hacer verdaderamente nada mejor que colocarse bajo el patronazgo de este «moralista» de la más increíble vulgaridad. Y, sobre este punto, conviene hacer otra reflexión: los espiritistas han conservado algo de algunas teorías que tuvieron curso hacia fines del siglo XVIII, época en que se tenía la manía de hablar de «fluidos» a propósito de todo; la hipótesis del «fluido eléctrico», hoy día abandonada desde hace mucho tiempo, sirvió de tipo a muchas otras concepciones, y el «fluido» de los espiritistas se parece tanto al de los magnetizadores, que el mesmerismo, aunque está muy alejado del espiritismo, puede considerarse en un sentido como uno de sus precursores y como habiendo contribuido en una cierta medida a preparar su aparición.

La familia Fox, que se consideraba ahora como especialmente encargada de la misión de difundir el conocimiento de los fenómenos «espiritualistas», fue expulsada de la iglesia episcopal metodista a la que pertenecía. Después, fue a establecerse a Rochester, donde los fenómenos continuaron, y donde al comienzo estuvo expuesta a la hostilidad de una gran parte de la población; hubo incluso un verdadero tumulto en el que estuvo a punto de ser masacrada, y no debió su salvación más que a la intervención de un cuáquero llamado George Willets. Es la segunda vez que vemos a un cuáquero desempeñar un papel en esta historia, y eso se explica sin duda por algunas afinidades que esta secta presenta incontestablemente con el espiritismo: no hacemos alusión solo a las tendencias «humanitarias», sino también a la extraña «inspiración» que se manifiesta en las asambleas de los cuáqueros, y que se anuncia por el temblor al que deben su nombre; hay algo ahí que se parece singularmente a ciertos fenómenos mediumnicos, aunque la interpretación difiera naturalmente. En todo caso, se concibe que la existencia de una secta como la de los cuáqueros haya podido contribuir a hacer aceptar las primeras manifestaciones «espiritualistas» (NA: Por una coincidencia bastante curiosa, el fundador de la secta de los cuáqueros, en el siglo XVII, se llamaba George Fox; se pretende que tenía, así como algunos de su discípulos inmediatos, el poder de curar las enfermedades.); quizás hubo también, en el siglo XVIII, una relación análoga entre las hazañas de los convulsionarios jansenistas y el éxito del «magnetismo animal»1.

Lo esencial de lo que precede está tomado del relato de un autor americano, relato que todos los demás se han contentado después con reproducir más o menos fielmente; ahora bien, es curioso que este autor, que se ha hecho el historiador de los comienzos del modern spiritualism (NA: History of modern american spiritualism.), sea Mme Emma Hardinge-Britten, que era miembro de la sociedad secreta designada por las iniciales «H. B. of L.» (Hermetic Brotherhood of Luxor), de la que ya hemos hablado en otra parte a propósito de los orígenes de la Sociedad Teosófica. Decimos que ese hecho es curioso, porque la H. B. of L., aunque se oponía claramente a las teorías del espiritismo, por ello no pretendía menos haber estado mezclada de una manera muy directa en la producción de este movimiento. En efecto, según las enseñanzas de la H. B. of L., los primeros fenómenos «espiritualistas» no habrían sido provocados por los «espíritus» de los muertos, sino más bien por hombres vivos que actuaban a distancia, por medios conocidos solo por algunos iniciados; y esos iniciados habrían sido, precisamente, los miembros del «círculo interior» de la H. B. of L. Desafortunadamente, es difícil remontar, en la historia de esta asociación, más allá de 1870, es decir, del año mismo en que Mme Hardinge-Britten publicó el libro de que acabamos de hablar (libro en el que, bien entendido, no se hace ninguna alusión a lo que estamos tratando ahora); algunos han creído poder decir también que, a pesar de sus pretensiones a una gran antigüedad, apenas databa de aquella época. Pero, incluso si eso fuera verdad, no lo sería más que para la forma que la H. B. of L. había revestido en último lugar; en todo caso, ésta había recibido la herencia de diversas otras organizaciones que, ellas sí, existían muy ciertamente antes de mediado el siglo XIX, como la «fraternidad de Eulis», que estaba dirigida, al menos exteriormente, por Pascal Beverly Randolph, personaje muy enigmático que murió en 1875. En el fondo, poco importan el nombre y la forma de la organización que haya intervenido efectivamente en los acontecimientos que acabamos de recordar; y debemos decir que la tesis de la H. B. of L., en sí misma e independientemente de esas contingencias, nos aparece al menos como muy plausible; vamos a intentar explicar las razones de ello.




  1. Para explicar el caso de los convulsionarios, Allan Kardec hace intervenir, además del magnetismo, «espíritus de una naturaleza más elevada» (NA: Le Livre des Esprits, pp. 210-212). 

Guénon – Mistérios