Hernández (HPMI) – Criação (Ibn Arabi)

Miguel Cruz Hernández — História do pensamento no mundo islâmico
Excertos do Capítulo 39 — O Neoplatonismo místico de Ibn Arabi de Múrcia (1165-1240)

La creación
Esta concepción del ser posible, que no obliga necesariamente al panteísmo, sirve para deshacer la aparente paradoja — señalada por Asín Palacios — de una supuesta concordancia entre una ascética y mística ortodoxas con un sistema filosófico panteísta. Según Asín Palacios, la experiencia extática de Ibn Arabi, «acusando en el fondo de la conciencia la intimidad estrecha de la unión con Dios, oblígale a servirse de fórmulas de expresión que sugieren una identificación panteísta; pero, de otro lado, el credo ortodoxo del Islam, profesado con sinceridad difícil de discutir, fuérzale a rectificar aquellas crudas expresiones con reservas más o menos rotundas. El panteísmo, mitad emanatista, mitad inmanente, en que viene a parar su teología y su sistema del cosmos, preparaba ya las bases metafísicas de esta doctrina de la unión extática… Las reservas mentales de la prudencia vienen, sin embargo, a difuminar pronto los acusados rasgos de este esquema panteísta». Pero si prescindimos de la interpretación panteísta como algo necesario y, apoyándonos en la fe de Ibn Arabi y en su fama de santidad, afirmamos que no quiso ser panteísta de intención, lo que también le parecía evidente a Asín Palacios, puede conseguirse una explicación mucho más coherente de su sistema. El texto de Ibn Arabi dice: «Considera que el mundo es de figura esférica, y por esto ansia volver a su principio, una vez que ha llegado a su fin, es decir, a Dios, que fue quien nos sacó del no ser al ser y al cual hemos de volver, como El mismo dice en varios lugares de su Libro… Todo ser, toda cosa, es una simple circunferencia que torna a Aquel de quien tomó su principio.» Su intención parece bien clara, señalar que Dios crea las cosas sacándolas del no-ser al ser, apoyando su afirmación en los textos del Alcorán (que hablan de la creación ex nibilo), sin que diga en parte alguna que Dios dé a los demás su propio ser de un modo unívoco. Tampoco la reasumición de todo lo creado en Dios obliga forzosamente a la interpretación panteísta, pues lo que vuelve a Dios es lo que Dios les ha dado: la existencia. Más aún, el fin de todas las cosas creadas está en Dios, como los puntos de una circunferencia tienen su fin en el centro en que se apoya el radio que los ha engendrado; mientras las cosas no pueden existir sin Dios, Este puede prescindir de la existencia de las cosas, refiriéndose explícitamente Ibn Arabi a «la necesidad que éstos (los seres creados) tienen de Dios y de la independencia de Dios respecto de sus criaturas». Por tanto, no cabe pensar en un panteísmo monista, sino en un uso frecuente de imágenes y simbolismos que encierran frases de sabor panteísta; si de sólo esto hubiera que suponer el panteísmo, pocos místicos y poetas escaparían a este calificativo, tan frecuente en las historias de la filosofía, como poco meditado.

También se ha acusado a Ibn Arabi de panteísta por admitir, en pura teoría, la sucesión indefinida de los mundos. «También es evidente — escribe — que cada parte del mundo puede llegar a ser causa de la existencia de otro mundo, no más perfecto, pero sí semejante a aquél, y esto indefinidamente. En efecto, la línea de la circunferencia está formada de puntos tan próximos entre sí, que es imposible exista entre dos de ellos… un tercero, a causa de que los espacios por ellos ocupados están inmediatamente contiguos. Ahora bien, cada uno de esos puntos (de una circunferencia) es capaz de engendrar una nueva circunferencia (si se les toma como centro): de la cual (circunferencia), a su vez, podrá afirmarse lo mismo que de la primera, y así indefinidamente, puesto que no cabe admitir término ni límite en el mundo.» Sin embargo, aunque lógicamente no repugna que la voluntad de Dios pudiese crear mundos infinitos, Ibn Arabi dice que la modalidad de la creación está condicionada al acto creador de Dios. Pero la pura hipótesis de la creación infinita no obliga a admitir una modificación en el Ser de Dios. Lo mismo que desde el centro del círculo se pueden trazar infinitos radios, sin que el centro experimente cambio alguno, del mismo modo pueden crecer hasta el infinito los seres creados, sin que se modifique la Esencia divina. «Del Unico (ser) permanente — dice Ibn Arabi — nace la muchedumbre (de los seres creados), sin que El se multiplique esencialmente, pues es un error absurdo el de los que afirman que del (Ser) Unico sólo puede proceder una cosa.» E Ibn Arabi no sólo niega esta tesis neoplatónica, sino que afirma claramente que el mundo no se produce ex necesítate naturae, sino por un acto de la Voluntad divina, ya que cada uno de los radios que salen del centro del círculo «es la manera particular como cada ser proviene de su creador, es decir, su razón (logos), a la que se refiere aquel texto alcoránico: solamente tenemos que decir, cuando queremos una cosa, “se” y existe. Luego la Voluntad divina está también representada en el radio.»